Partida Rol por web

- Garbard..., se ve que tenías un mal día... - le dice la hechicera acercándose a la criatura que parecía indefensa, mirando la gravedad de sus heridas -...¿por qué te estaban atacando tus compañeros? ¿sabes hacia dónde se fue Zhar?... Únete a nosotros y nadie más volverá a tratarte de malas maneras..., deberían respetarte..., seguro que eres muy buen guerrero..., ¿a que sí?.... - la joven no se rió ante el tono de voz del hombre cabra, estaba intrigada por el motivo por el que le atacaron los de su propio grupo sin tener claro si la traición era algo común entre los de su especie.

- ¡Graaan guerrero! - Se pone en pie e intenta tomar la cimitarra, no sin gran esfuerzo. - ¡Gharbad seguiiir a Zhar, hasta que Zhar conseguir pieeedra extraaaña… Entonces tooodos enloqueceeer! - Lame las heridas, algunas de ellas tienen mal aspecto. - ¡Zhar estaaar ceeerca! ¡No saber controlaaar podeeer, mereceeer moriiir! - Clama con júbilo extático y violento. - ¡Sííí! ¡Gharbad vengaaarse!

Tras la batalla en la que por fin había dado uso a sus hachas, Garrohk se acercó a una de las criaturas muertas y les cortó un trozo de cuerno que se guardó en el pequeño petate que llevaba en la cintura.

Un recuerdo de esta... transacción- murmuró el bárbaro.

Por otra parte, a la criatura malherida le estaban ofreciendo unirse al grupo. Ante tal ofrecimiento Garrohk no estaba en desacuerdo, pero se acercó al herido y le murmuró algo seriamente, algo que Kazhaj ya le estaba dejando claro.

Krampus, tal y como dice el nigromante puedes unirte a nosotros. Pero como vea un solo atisbo de traición en esos ojos cabríos que tienes... Ten por seguro que mi hacha acabará tan clavada en tu cráneo que nadie podrá sacarla jamás- espetó dándose la vuelta hacia el resto del grupo-. ¿Vamos entonces por el otro camino, o seguimos por aquí?

-Si quieres puedes acompañarnos. Aquí serás tratado con respeto, todos son buena gente. Pero si intentas algo raro... ¿ves a ese de ahí? -señaló al bárbaro- Cuentan las leyendas que puede matar a un hombre con una sola mano. Y por las noches cena pierna de carnero, ¡sin cocinar!

Desconfiaba de aquellas criaturas. Si entre sus congéneres se muelen a palos, sabrán los dioses de qué son capaces con los desconocidos. Pero representaba una baza bastante interesante contra el grupo de Zhar...

Sacó un frasco y una raíz de su bolso. El frasco se lo entregó a Gharbad.

-Ésto aliviará tus heridas. Si no lo ves necesario guárdalo para después. Semejante paliza podría tener efectos a largo plazo. -le dijo señalando su cabeza. Se metió la raíz en la boca y empezó a registrar los cadáveres.

Gharbad toma la poción y, sin tiempo para agradecimientos, se esconde en la oscuridad para ingerirla sin revelar su dentadura anormal y desencajada. Su andar es tuerto como el sino de un aquelarre y su cuerpo una amalgama de magulladuras y deformidades. Su compañía es difícil de aceptar; la desconfianza mutua.

Khazaj se ocupa registrando los cadáveres: uno de ellos contiene una pequeña piedra de cerámica grisácea, seguramente empleada para el mantenimiento de armas de filo. Lo demás es completamente inservible - llama especialmente la atención el estado de sus raciones: los gusanos se dan un festín en la comida podrida y descompuesta.

Se afana rebuscando en los cadáveres. Cualquier cosa puede merecer la pena.

-Veamos qué tenemos por aquí... -le da una arcada al ver las raciones. Coge una y la alza a la vista de todos. Ya tenemos la merienda. Dicen que los gusanos tienen alto contenido protéico... ja! -La tira por encima del hombro. Sigue con el registro y encuentra una piedra de afilar. -¡Vaya! Ésto si es de utilidad. Me temo que no servirá para mi viejo bastón. ¿La queréis? -se la ofrece al grupo.

Al ponerse en pié, notó un cosquilleo por sus dedos. Un gusano se arrastraba por su dedo anular, llegó hasta el corazón encaminado hacia el índice. Avanzaba a buen ritmo, con decisión. Lo observó detenidamente durante un momento y le dió un papirote*. El gusano no salío volando como esperaba, sino que se despachurró.

- ¡No seas desagradable hechicero! - oh wait piensa inmediatamente Darna.

Saca la flecha del hombro del hombre cabra y la limpia en el pelo del engendro.

El plan funciono perfectamente, quien diría que mantenernos en silencio podía dar tan buenos resultados, los enemigos fueron derribados sin saber quien les había pasado por encima, las últimas 3 piedras marcaron la diferencia entre todos los ataques pues fueron las que dieron fin al último hombre cabra que quedaba de pie.

Tras esto el que estaba siendo masacrado se pone a nuestro servicio Gharbad es su nombre y tras una graciosa pronunciación en su acento cabrón (de cabra) se incorpora, sus heridas son graves, Kazjah no demora en ofrecer una poción a este la cual hace efecto de inmediato.

A Jowen le llama la atención las palabras de Gharbad y no demora en preguntar, cuantos quedan aún con Zhar amigo? Jowen quería saber cuantos enemigos aun quedaban a su servicio, esto nos daría una buena idea acerca de como encararlos y mejorar nuestra posibilidad de sobrevivir., a sabiendas que el peligro estaba a puerta!

Roland espera hasta que Gharbad vuelve... - Necesito que me cuentes cómo es que eres mitad hombre mitad cabra, nunca había visto nada así, explicame tu creación y porqué te uniste al grupo de hombres... ¿qué te prometieron?

Roland vio como Kazhaj ofrecía una piedra de afilar al grupo... - A mí me serviría pero Garrohk tiene un hacha, y también le serviría, no sé si hay alguien que tenga una daga. Podríamos echarlos a suerte... Dice pensativo mientras deja en el aire esa pregunta para mirar otra vez a Gharbad para que respondiera.

- ¡Nadie! ¡Todos volveeerse estúúúpidos! ¡Mataaarse eeentre sí! - Responde a Jowen. Luego dedica unos momentos a observarse a sí mismo, extrañado como si acabara de darse cuenta de su condición esperpéntica, mitad humana y mitad animal. - ¡No haber promeeesas ni eleccióóón! ¡Pieeedra corrompeeer! ¡Tooodos querer tener... Nadie podeeer! ¡Tampoooco Zhar! - Es la mejor respuesta que Roland puede obtener. - Gharbad sí mereceeer… ¡Por eso casi moriiir!

- ¡Salvadooores! - Aulla de nuevo. - ¡Gharbad mostraaar camino, héééroes mataaar a Zhar! - Luego, entre risas estúpidas y desconcertantes, ofrece a los guerreros un diminuto botellín medio lleno de un líquido aceitoso.

Por una vez Roland había hecho una pregunta que realmente interesaba a Garrohk. La criatura era igual que los Krampus de las leyendas, pero obviamente había magia de por medio. Sin embargo, la respuesta no fue todo lo explicativa que el bárbaro esperaba.

También se comentaba el hecho de que había una piedra de afilar y que quizá nos interesaría a varios. Para no ser injustos, lo mejor era echarlo a suertes.

Todos los que queráis la piedra de afilar, conmigo. Lo sortearemos de una antigua forma que me enseñaron en mi poblado- dijo Garrohk en voz alta para que todos le escucharan.

Tras consegir un nuevo compañero de aventuras, una criatura que desde luego era difícil de ver y soportar su olor, el nigromante registra las posesiones de los muertos, mostrando unas raciones de comida llenas de gusanos. El estómago de Ethiel se revuelve de tan princesita que era, girándose para no observar cómo el hombre juguetea con alguna de esas criaturas gordas y desagradables, si no fuera porque gastaría energía, habría creado una bola de fuego solo para hacerlas desaparecer de su presencia.

Tras ese instante de descanso procedían a sortear una piedra para afilar el arma, pensando la fémina que estaban demorándose demasiado, así que decidió a dar su opinión.

- No debemos parar ahora que tenemos a Gharbad y nos puede guiar hacia Zhar, estamos a poca distancia de ellos, conforme más tiempo demoremos más complicado será darle alcance.... ¿continuamos?.... - mira al hombre cabra -... Por favor dinos la dirección...

Si bien algunos se sienten incómodos, las crudas circunstancias atenazan a los aventureros. El grupo sigue a su nuevo y accidentado líder hasta otra intersección, conjunción del camino que antes no tomaron y de otro que conduce al corazón de la catacumba, donde tienen por seguro hallar a Zhar y lo que queda de su hueste. 

Los sofocantes túneles relajan su ahogo y dejan paso a un entorno cada vez más húmedo y rocoso. El espacio se abre hasta mostrar una imponente caverna, casi tan antigua como la creación del mundo, lúgubre pero hermosa a la vez. La piedra colma toda la estancia de su dureza y sencillez, erosionada y esculpida por la naturaleza en un arte tan puro y sincero que nadie sería capaz de igualar. 

Una cortina de estalactitas yergue su presencia milenaria, algunas de ellas puntiagudas y amenazadoras. Tras ellas, la profundidad y la negrura de la cueva se extienden como una noche sin estrellas: tiene algo de siniestro y algo de místico... Una oscuridad anónima y tentadora que ofrece su frío refugio a los ojos y al tiempo; bajo su cobijo los corazones atormentados se llenan de llaneza y humildad.

El silencio sepulcral amortaja el lugar, pero un vaho de niebla y un olor alieno traicionan la quietud aparente. Ethiel presiente los restos de una corriente arcana flotar en el aire: signos esotéricos de un rito oculto que busca evadir el juicio de la hechicera, mas su huella es evidente: la magia se ha practicado aquí, y hace poco.

La antorcha de Alwar crepita moribunda. Los pasos se adentran acelerados en el único sentido posible hasta que uno de ellos patea algo. El mercenario alumbra el suelo: está inundado de montones de huesos y esqueletos. Aidan sofoca un grito de horror: se cuentan en docenas y podrían ser más de cien... Tantos que es imposible caminar sin pisarlos: probablemente el punto final a todo aquel prisionero que una vez trató de huir.

Dolor, angustia, terror, sufrimiento, muerte... aquella caverna representaba un muestrario de cualquier emoción negativa que uno pueda imaginar. El horror iluminado por la antorcha heló la sangre de Kazhaj. 

-Pobres, no puedo hacerme ni una idea de lo que habéis pasado - dijo caminando hacia aquel promontorio óseo. Impactante, a pesar de que había visto algo parecido en el pasado. Un recuerdo fugaz voló por su mente.

-Una vez el mal azotó la región de Kehjistan -se arrodilló junto a los huesos - El demonio concentró su ira en la ciudad de Caldeum. Pero su influencia llegó hasta Ureh, mi ciudad natal. - continuó mientras removía los huesos, con cuidado, temiendo romperlos. - Una epidemia sembró las calles de cadáveres, se contaban a docenas. Debemos encontrar la piedra del alma o el terror gobernará nuestro mundo.

Jowen escuchaba las palabras de sus amigos, todos coincidimos en que debíamos dar fin a Zhar el loco aquí para evitar que el mal se propagará más allá de estas murallas, Kazjah hablo un poco de sus tierras y como el mal llego a su pueblo y debíamos evitar que sucediera lo mismo acá en esta Catedral.

Bueno vamos adelante! fueron las palabras de Jowen, y así da el primer paso abriendo camino entre la maraña de huesos, quería llegar a Zhar el loco pronto!

Observo los montontes de huesos, su disposición o inclinación. ¿Fueron traidos y amontonados? ¿Cayeron hacia atrás desde el pasillo? ¿Corrían desde el pasillo quizás?

- ¿Por qué están amontonados así estos cadáveres? La catedral dispondrá de osarios más apropiados...

Roland tomó de Garbaad el botellín que le ofreció después de ganar la piedra de afilar a Garrohk... - Por las palabras de Garbaad Roland se dio cuenta que su estado se debía a una maldición debido al mal uso de la piedra por parte de Zhar. Roland asintió dejando a Garbaad tranquilo y que prosiguiera en el grupo. Roland avanzó con el grupo por aquellos túneles con su espada y escudo sacados, viendo si detrás de cada recoveco el mal se transfiguraba de alguna forma, pero no sucedió nada, Roland siguió a la cabeza abriendo paso al grupo junto a Garrohk, pero los dos eran de espaldas anchas así que o Roland iba delante del grupo o si el bárbaro se ponía muy terco... dejó que fuera él el que fuese delante.

Por fin llegan a una imponente caverna cuya naturaleza deja asombrado al Paladín... aquellas estalactitas que salían de lo que parecía el techo, aunque más allá estaba tan oscuro que eran imposible de horadar con la vista su final. El grito de Aidan lo alerta descubriendo el montón de cuerpos que yacen a sus pies... 

Ante las preguntas sin respuesta por parte del Paladín deja que los maestros de la magia y de lo oculto lleguen a algún tipo de razonamiento de lo que ocurrió allí. Esperando una conclusión y sino avanzando en primera línea hacia su destino, el destino de Zhar el loco y su grupo y evitar así que contagiasen con su mal las tierras de la superficie.

La suerte sonríe al paladín: Roland y Garrohk resuelven su sorteo y Darna investiga la lóbrega escena: no hay relación ni orden alguno. La mayoría de restos están inconexos y los pocos que se conservan en completo estado no muestran haber sido arrastrados ni violentados, todo lo contrario: es posible que muchos llegaran hasta aquí por su propia voluntad o esfuerzo, pero alcanzado este punto no pudieron hacer más que rendirse.

Jowen se adelanta y confirma que, muy seguramente, el próximo pasillo sea el último que pueda ofrecerles la catacumba. Mientras tanto, un meditabundo Kazhaj sigue examinando un entorno que le resulta demasiado familiar, pero esta vez plenamente consciente:

Erguido como si fuera el guardián de la cueva un cúmulo de cráneos se apilan tétricos y espeluznantes. La pequeña atalaya de calaveras observa todas las direcciones, su mirada perdida es el vigía mudo del silencio y la oscuridad. ¿Quién podría saber a quienes pertenecieron estas cabezas, hoy allanadas ante la inevitabilidad de la muerte?

Sin miedo, el nigromante toma una de ellas y luego otra, desmontando lentamente el fortín óseo. Kazhaj cree que hay algo encubierto: su curiosa disposición podría ser el parapeto de un secreto o un ingenio. En efecto - como escondido a conciencia entre los cráneos hay un objeto que podría pasar por un despojo más, pero su forma lisa y alargada lo desmiente... 

Ethiel contempla de lejos, casi sin aliento... Es una vara antigua y llena de intriga, mide unos 40 centímetros y ha sido perfectamente tallada en hueso: no de uno solo sino de muchos, combinados perfectamente en macabra harmonía. La emanación de un poder prohibido estremece al grupo entero: el artefacto es dominio del inframundo y su energía fluctúa entre los reinos de la vida y la muerte. 

La varita reposa en las manos del nigromante, su poder tan grande como la responsabilidad que ahora pesa sobre sus hombros... Y los de sus compañeros, si le permiten conservarla...