Partida Rol por web

Jeannete Pryce sostiene con ternura, pero con firmeza, la mano de su hijo David para ayudarle a subir los peldaños que les llevan hasta la puerta de entrada del Boeing 757.
No es la primera vez que el pequeño de seis años viaja en avión, pero nadie lo diría al ver la expresión maravillada con la que mira todo a su alrededor.

Entonces, justo en el último escalón, el chico tropieza, pero el brazo de su madre lo sostiene y le impide caer.
¿Estás bien? Pregunta Jean con un deje de alarma en su voz, mientras le acaricia el pelo rubio.
Sí, mamá. Responde el niño con la expresión de quien ha hecho algo mal.
Jean sonríe aliviada, le besa en una mejilla y vuelve a cogerlo de la mano.
Muy bien. Vamos. Dice mientras ambos entran en el aparato, donde una auxiliar de vuelo les da la bienvenida.

Juntos, caminan por el pasillo central, mientras el resto de los pasajeros comienzan a ocupar sus asientos. El vuelo parece que irá medio vacio, lo cual agrada a Jean, que lo prefiere a uno abarrotado porque no tendrá que preocuparse de la comodidad de David. Se detienen en la parte más delantera, a unas cuantas filas de primera clase, y hace pasar al niño al asiento central mientras ella se coloca junto al pasillo. La plaza junto a la ventanilla está vacía, y en ella deja el amplio bolso en el que lleva todo lo que el niño pudiera necesitar. Saca un botellín de agua, además de una pequeña manta y una almohada cervical. Ambos se han levantado muy temprano esta mañana y David necesita dormir.

Ya verás como te duermes enseguida. Dice ella con voz suave mientras le pone la manta sobre el regazo y le ajusta la almohada. El niño bebe un poco de agua del botellín y asiente a su madre, que le seca con un pañuelo la barbilla.
Sueña con algo bonito. Le susurra para darle un beso a continuación. Mientras, los altavoces del interior del avión resuenan con la voz del comandante del vuelo.

Buenos días señores pasajeros, les hablo desde la cabina de mando. Soy Jason Gates, su comandante durante este vuelo. Me acompaña el primer oficial Gary Benford, y los dos juntos vamos a llevarles hasta Chicago.

La duración del vuelo será de aproximadamente dos horas y media por lo que llegaremos a Chicago un poco después de las cuatro de la tarde. Llevamos un retraso acumulado de veinte minutos debido a temas de seguridad, pero despegaremos por fin en breves momentos. Hoy hace un día magnífico para volar y el tiempo en el resto del  país es similar al de aquí.

Dentro de unos momentos nuestro personal de cabina les hará unas demostraciones de seguridad muy importantes. Tanto si vuelan con frecuencia como si es su primer vuelo les ruego que presten atención a esta importante información.

Gracias y bienvenidos a bordo del United Airlines 333.

Dos horas después...

Acaricias el pelo rubio de David cuando la mujer comienza a gritar, unos asientos detrás tuyo. Llama a una azafata. Algo pasa con su marido. Los gritos hacen que tu niño se agite en sueños y parpadee, despertandose. A tí te dan ganas de levantarte y estrangular a esa zorra por haber despertado a tu hijo, pero te obligas a calmar ese impulso que tanto te asalta cuando alguien molesta a David y sacas del bolso un dispensador de toallitas húmedas y con una le limpias la cara a tu hijo.

¿Mamá? Dice David medio dormido.

Sssshhhh... Le calmas. Todavía no hemos llegado, cariño. Toma, bebe un poco de agua. Dices mientras le das el botellín de plástico con agua vitaminada con aroma de limón para que tome un sorbo.

Te levantas un poco en el asiento para ver lo que pasa. A tu lado, por el pasillo, pasa una azafata desde primera clase. Esperas que calme a esa loca. Sin embargo, el escándalo no parece llamar la atención del pasaje. La mayoría parecen dormir.

¿Qué pasa mamá? Dice el niño entregándote el botellín de agua que vuelves a recoger en el bolso. Tú no ves lo que ocurre, ya que la azafata que ha acudido te bloquea la linea de visión.

Nada, no pasa nada. Respondes. Ajustate el cinturón ¿quieres cariño? Cosa que haces por él, claro.

Una sensación de intranquilidad hace que se te encoja el estómago. Hay algo que no cuadra, tienes de pronto una sensación de peligro... pero no sabes qué es...
 

¿Oh, en serio?- se preguntó indignada Jeanette poniendo mala cara, cara que por supuesto no vio David. En seguida se giró hacia él y le sonrió.

Tranquilo cariño, sabes, hay gente que no le gusta volar. Le dan miedo los aviones y esa señora que grita debe tener miedo a los aviones. ¿Pero a que tu no?-dijo mirándole con una sonrisa tierna mientras el chico negaba con la cabeza con una ligera nota de orgullo- Claro que no, tu eres muy valiente.

Jeanette le dedico otra sonrisa y se le pasó por la cabeza llamar a una azafata para que le explicase que ocurría. Nadie, por mucho miedo que tuviese a volar gritaría de esa forma, o no se hubiese montado. Pero bueno aquello no tenía importancia mientras el pequeño se pudiese volver a dormir y no se asustase. Además la azafata que paso cerca de ella iba tan deprisa que no pudo llamar su atención. Desde luego esa situación no debía ser muy normal... Solo esperaba que la mujer se callase de una vez y pudieran seguir con el vuelo en paz. 

Jean acarició la manita al pequeño mientras no dejaba de mirar al pasillo y a las azafatas...

La azafata morena llega desde la parte delantera hasta donde se encuentra la otra azafata y las dos conversan un momento en voz baja. Miras rápidamente hacia adelante y atrás, a las filas de asientos donde muchos de los ocupantes parecen dormidos, indiferentes al escándalo de la mujer, que llora por su marido. Su Henry, dice. ¿Qué está ocurriendo?

Alrededor tuyo escuchas más voces. De otros pasajeros, pocos, algunos de los cuales se levantan en sus asientos para ver lo que pasa. En el pasillo, la azafata morena que ha llegado de clase preferente se dirige con prisa hacia la parte trasera del avión mientras la que se ha quedado con el marido de la mujer histérica mira a su alrededor con el temor reflejado en los ojos.

En ese momento pasan varias cosas, y todas a la vez. Te parece oir un ruido fuerte proveniente de la parte delantera del avión, la mujer histérica suelta otro chillido, e inmediatamente después sientes por todo tu cuerpo una súbita sensación de caída, como cuando de niña montabas en la montaña rusa del parque de atracciones. Te dices a tí misma que es una turbulencia. Pero no se detiene, la sensación se agudiza, se intensifica y eres completamente consciente de que el avión se inclina peligrosamente hacia adelante.

Mueves tu brazo para sujetar a tu hijo en el asiento, pensando únicamente en protegerlo...

En aquel momento su mente se quedó en blanco. Lightsout. No veía ya a la azafata, ni escuchaba los gritos de la mujer ni siquiera trató de comprender que había sido ese ruido y que pasaba en el avión. Solo miraba a su hijo con los ojos abiertos mientras lo veía gesticular asustado, no logró decirle nada. Aquello la aterrorizaba pero no era consciente de ello. Sin apartar el brazo que lo sujetaba para que no se moviese del asiento miró hacia arriba. ¿Tenían que haber salido las mascaras de oxigeno? En ese momento se dio cuenta de que no estaba respirando. Había aspirado el aire de golpe cuando el avión se inclinó y aún lo retenía. Se estiró en la silla y golpeo el panel por el que deberían salir las mascarillas.

Por favor, por favor que no le pase nada a David-se repetía una y otra vez en su cabeza mientras trataba de lograr alcanzar las mascarillas para después colocarle la otra a su hijo.

¿United 333? Repite el controlador aéreo al micrófono mientras se ajusta mejor el auricular en la oreja, tratando de escuchar algo. Repita, por favor.

La sala del  Centro de Control de Tráfico Aéreo de Chicago es como siempre, una locura, está repleta de controladores frente a sus cónsolas, de supervisores de un lado a otro, todo el mundo transmitiendo órdenes y mensajes sin cesar. Pero uno de ellos se ha quedado mudo y un sudor frío le cubre la frente cuando ve en su pantalla iluminada por decenas de líneas y puntos luminosos como la altitud del avión desciende bruscamente.

Dios... Están cayendo a plomo...

Sujetas con fuerza a David mientras miras al techo. Las mascarillas no salen.

¡Maldita sea! En un acceso de rabia golpeas con el puño arriba e, inmedatamente, se abre un panel del que quedan colgando dos mascarillas de plástico amarillo, agitándose violentamente. Consigues alcanzar una de ellas al primer intento y se la colocas a David alrededor del rostro. Después lo estrechas entre tus brazos, con fuerza, hasta que puedes oir el sonido de los latidos de su corazón.

El mundo a vuestro alrededor parece desdibujarse, desaparecer. Sólo queda una madre abrazando a su hijo, haciéndole saber que nunca permitirá que le suceda nada malo. El niño es consciente de que mientras esté con mamá, no tiene nada que temer...

Sientes como el miedo y la angustia de tu hijo desaparecen. Notas los calmados latidos de su corazón. Te separas un poco de él para dedicarle una sonrisa. No tengas miedo David. Mamá está aquí.

En ese momento eres consciente que el avión se ha estabilizado, la presión ha desaparecido. Todo a vuelto a la normalidad. Pero ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Unos segundos? ¿Una hora? Con toda sinceridad, no serías capaz de decirlo. Por tanto, miras a tu alrededor y ves en el pasillo a la azafata de mediana edad que atendía al hombre enfermo, tratando de levantarse desde el suelo.

Pero espera... Cuando tu vista barre los asientos más próximos ves a pasajeros caídos que no recuperan la consciencia, que están derrumbados sobre sus asientos en posiciones extrañas, como cuando David deja a sus muñecos en el cuarto sin recoger. Sólo algunos quejidos y sollozos te indican que no todo el pasaje permanece inconsciente.

Tu mano se posa sobre el pecho de David. Esto todavía no ha terminado. Acaba de comenzar. Tu hijo todavía está en peligro.

Tranquilo David, mamá está contigo-le dijo a su hijo tratando de tranquilizarlo, pasando los dedos por su mejilla- no te quites las mascará cariño, aún no.

Los nervios está a flor de piel, la respiración es aún difícil pero Jean sabe que tiene que hacer lo posible por aparentar que todo va bien, lo que sea para que su hijo no tenga miedo. Un niño tan bueno como David no debería tener miedo jamás-piensa nerviosa mientras mira a la azafata que está a su lado. ¿Por que las mascaras no salieron? Parece que la mayoría del pasaje se ha quedado inconsciente por la falta de oxigeno.
Una mano se mueve rápida hacia el cinturón y se lo quita.
-Tranquilo David, no me voy a ir, solo voy a ayudar a esa azafata. Mamá está contigo-le dice con una sonrisa mientras se incorpora del asiento. No le gusta ver a su hijo preocupado, por Dios solo tiene 6 años, ningun niño de esa edad debería preocuparse por nada y menos David...
Se acercó a la azafata y trato de ayudarla a ponerse en pie.

-Déjeme que le ayude-le dice nerviosa tirando de ella hacia arriba- ¿que es lo que está pasando?-Le pregunta mientras vuelve la vista hacia su hijo y le sonríe una vez mas, viendo que está bien.

Repíteme de nuevo lo que ha pasado. Dice el supervisor al controlador que permanece sentado frente a su pantalla. Alrededor suyo, varias personas más están presentes, todas con rostros marcados por la preocupación y la incredulidad.

El controlador suspira. Escuché algo extraño en la cabina. Gritos que no entendí. Después un ruido fuerte, como un disparo. Después el avión comenzó a perder altura a toda velocidad. Cayó aproximadamente mil pies antes de que la altitud se estabilizase.

El hombre mira al supervisor mientras mueve la cabeza, su rostro sigue cubierto de sudor y muy colorado. Desde entonces continúa su rumbo previsto, hacia O´Hare, y no responde a ninguna de mis llamadas.

Otro de los hombres reunidos asiente con gravedad y se dirige al supervisor. Parece tratarse de un secuestro. Tienes que llamar a las Fuerzas Aéreas.

El supervisor traga saliva ruidosamente y mueve la cabeza con gesto afirmativo mientras vuelve a su oficina donde coge el teléfono de sobremesa para hacer la llamada más difícil de su vida.
Avisar a las Fuerzas Aéreas que tienen un posible secuestro de un Boeing que llegará a Chicago en una media hora escasa. Hoy, diez años después del 11-S.

Sin duda eligió una mal día para dejar de fumar.

Gracias. Logra articular la azafata a la que has ayudado a ponerse en pie. Se trata de una mujer de mediana edad con el pelo castaño rizado. En el letrerito que tiene prendido del jersey azul se puede leer: Lorraine.

La mujer, cuyo rostro está pálido y desencajado, está todavía conmocionada por lo sucedido y no responde a tu pregunta, sin embargo sí que lo hace otra de ellas, en concreto la joven morena de rasgos árabes que ha vuelto desde la parte trasera del avión. La muchacha, a diferencia de la mujer a la que sostienes, tiene una expresión serena y habla con voz tranquila.

Señora, por favor tome asiento. No se preocupe...

Después se dirige a la azafata: Lorraine, prepara una tila o algo calmante para tí y otra para ellos. Dice señalandote a ti, a David y a la mujer anteriormente histérica pero que ahora permanece muda. Ayudará a dormir al pequeño.

Y usted señora, tranquilicese, su marido no parece estar muerto y pronto aterrizaremos y pasará todo. Se lo prometo.

En ese momento un hombre de unas cuantas filas más atrás grita: ¡Un médico! ¡Azafata, a este señor le pasa algo! ¡Socorro!

¿A ese hombre? ¡A casi todo el pasaje! No puede haber sido la falta de oxígeno, ya que las mascarillas no saltaron durante la momentánea pérdida de control del avión.

Mientras, la joven morena trata de calmar al hombre, al que ahora ves que lleva puestas unas gafas oscuras.
Tranquilícese caballero. Ahora le traeré un whisky con hielo... No se preocupe.

La azafata parece convincente, por lo que retrocedes un paso para volver junto a David. Te giras hacia delante justo a tiempo de sentir una presencia tras de ti ¿otro pasajero preocupado? Apenas vislumbras una sonrisa en un rostro moreno cuando tu rostro estalla de dolor en el momento que algo contundente se estrella contra tu pómulo. El dolor es como un fogonazo de luz blanca que llena tu mente por completo.

Tu último pensamiento es para tu hijo...

Entiendo que parar lo de resistir dolor se usa cuerpo que es 60 en mi caso

Bueno, en realidad tienes la Habilidad ""Resistir el dolor" con 40%. Y como has sacado un 12, pues has tenido éxito. ¿Qué significa esto? Pues que el golpe no te ha dejado inconsciente ni demasiado aturdida. Puedes actuar. Aun así, olvídate de intentar hacer algo ahora mismo contra el Terrorista, ya que está llevando a la azafata hacia atrás, hacia la separación entre clase económica y preferente. Si quieres volver a tu asiento de pasillo junto a David, puedes hacerlo, tienes vía libre.

Jean quedó de rodillas en el pasillo. Se toco con una mano el labio que le ardía, cerca del pomulo donde le había golpeado, y vio que tenía sangre. No podía creerse lo que estaba pasando. El árabe pasó por encima de ella y agarró a la azafata para llevársela al otro lado del avión. Jeanette tuvo un escalofrío, se puso en pie sujetándose en un asiento y se fue rápidamente hacia su asiento. David la miraba asustado, sin entender lo que ocurría. La mujer le sonrió y le paso la mano por la mejilla.

-Tranquilo cariño, no pasa nada. No te preocupes-le dijo tratando de ocultar los nervios que sentía en aquel momento. Notaba como el labio se le inchaba y el dolor no se le iba.

Se agacho y metió la mano debajo de su asiento. Allí estaba la bolsa de mano, la abrió corriendo y apartó el termo y otras cosas de David para coger el móvil. Marcó el numero de la policía pero el teléfono no tenía señal. Maldijo para sus adentros y se quedó pensativa mirando el bolso. Cogió el termo y volvió a dejar la bolsa en el suelo.

-Tranquilo David, ya te puedes quitar esa mascara cariño, no pasa nada, ¿lo ves?-le dijo mientras le ayudaba a quitarse la mascara de oxigeno que no era necesaria.

Será la adrenalina, pero no sientes dolor en el rostro. Sabes que te dolerá después. Si es que hay un después. Lo importante es que David está a salvo. Es lo que piensas mientras le quitas la mascarilla y rebuscas en el amplio bolso con disimulo mientras alzas la vista por encima del reposacabezas del asiento de delante para poder ver lo que hace el Terrorista.

Sacas del bolso el termo de café y lo ocultas debajo del mismo. Está casi vacío, pero aun así es metálico y por tanto, pesado.
A ti pueden hacerte lo que quieran, pero no tocarán a tu hijo.

La azafata morena dice algo que no llegas a entender, dirigiéndose al Terrorista, como si tratara de apaciguarlo, pero no parece tener resultado.
¿Qué podéis hacer en esta situación? La mayoría de los pasajeros están inconscientes, incapaces de enfrentarse al hombre de la pistola…

El Terrorista lleva a la azafata casi a rastras hasta la zona de separación entre la clase económica y la preferente. Entonces retrocede un paso y clava el arma en la espalda de la mujer que, con el rostro bañado de lágrimas, suelta un corto grito que se transforma en sollozo.

¡¡Atención todos, escoria americana!! Brama ahora a gritos el árabe. ¡¡Que se ponga en pie el agente de seguridad que viaja en este vuelo!! ¡¡Tiene cinco putos segundos!!

Levanta la automática hasta situarla en la nuca de Lorraine, que continúa sollozando.

¡¡Uno!!
¡¡Dos!!
¡¡Tres!!

Jean lo miró nervioso. Sabía como podía acabar todo aquello, aquella pobre azafata iba a morir. No se podía creer lo que estaba ocurriendo. Con una mano, suavemente, hizo que el pequeño se echara hacia delante, como indicaban los panfletos de ayuda de los aviones en caso de emergencia.

-Mira al suelo David. Tu tranquilo, ya verás como en nada estamos en casa-le dijo en un susurro- pase lo que pase tu no mires a ese señor, ¿vale?

No solo quería evitar que David viera como le volaban la cabeza a esa pobre chica si no también evitar que la mirase a ella. No quería que viese su rostro contraído por el miedo. Se le ocurrió que el agente al que buscaba ese loco podía estar inconsciente. Pero no se atrevió a alzar la voz. Quería pasar desapercibida, que no notasen mas su presencia y que no se fijasen en David. No le pondría la mano encima a David ese pervertido, eso nunca.