Partida Rol por web

Una noche tranquila en la villa se ve rota por una persecución entre dos carros, disparos y voces dan la alarma a varios vecinos.

Pero poco dura esta por las calles...

Bruno derrapa en la tierra suelta del establo levantando una pequeña nube de polvo, agarra las riendas y se sube de un salto a la silla del conductor.

- ¡Aprisa! ¡Suban vuestras mercedes, o perdemos la recompensa!

Mientras, le da a la rienda para que los jamelgos comiencen a trotar.

Marcos se monta en el carruaje a toda prisa:

- Por Dios que esos hideputas no saldrán con vida de esta...

Tenian que alcanzarlos antes de que salieran de su rango de alcance, si se escapaban tendrían serios problemas.

- No lo digais dos veces.

De un salto subo al carruaje con los demás, oteando el frente para ver qué distancia han cogido nuestros oponentes.

- Como siempre, al lado de vuestras mercedes - dijo Alejandro subiéndose al carro con una sonrisa de oreja a oreja. Vivía para esos momentos, los de vida o muerte...

Intento correr, pero apenas puedo andar deprisa. Cada paso que doy hace que mi herida se resienta, necesito parar un rato.

Iros sin mí. - os grito cuando estoy a unos diez metros del carro -

Bruno ya había empezado a darle a los caballos antes de que todos terminaran de subirse, y lo hizo de manera excelente, pues los caballos salieron pitando del establo y se dirigieron directos a la salida de la mansión a una velocidad mayor que el otro carro.

Si Alonso no se daba mucha prisa no sería capaz de alcanzar el carro.

Bruno azuza a los caballos con fuerza.

- ¡Ia! ¡Hia! ¡Corred, malditos, corred!

Como si se hubiera olvidado de otra cosa que no fuera dar velocidad a los caballos, mira hacia atrás.

- ¿Estamos todos?

- Falta Don Alonso - respondió Alejandro - ¡suba, amigo! - y acompañó sus palabras con el gesto de acercar su mano a Alonso para ayudarle a subir.

Acompaño el gesto de Alejandro, estirando la mano hacia Alonso.

- ¡Arriba!

Bruno no puede verle, ahora está mirando al camino para tener cuidado en no volcar el carro.

- ¡Maldita sea, don Alonso! ¡No corra, vuele! ¡En ello le va la vida!

Pero no hace el menor ademán de mirar atrás o frenar: si pierden el otro carruaje, toda esta sangre derramada habrá sido por deporte e infamia. Y no por dinero e infamia, como es habitual y de buen cristiano.

En un último esfuerzo empiezo a correr, pero me duele todo el cuerpo y las heridas me pasan factura. Me acerco al carro que conduce Bruno, estiro los brazos para alcanzar los de mis compañeros.

Pero por desgracia caigo en el último segundo al suelo, no soy capaz de levantarme...

Seguid sin mí, ya no puedo más. - grito desde el suelo -

El carro pasa a bastante velocidad por al lado de Alonso, las manos de Julián y Alejandro quedan estiradas en el aire esperando a su compañero, pero este cae desplomado a tierra cuando estaba llegando.

Bruno no detiene el carro y sale a toda prisa de la mansión, de hecho a lo hizo a tal velocidad que pasó rozando la pared del edificio del frente.

Ahora vuestro objetivo era alcanzar el otro carro, que teníais delante vuestra, a unos cincuenta metros de distancia.

Bruno echa un vistazo hacia atrás para cerciorarse de que Alonso se haya subido. Lo ve tumbado en el suelo, indefenso y desapareciendo en la lejanía. Una imagen bastante patética, nunca lo había visto tan derrotado. Chasquea la lengua en señal de disgusto y mira hacia delante. Pero se ha entretenido demasiado...

- Maldición.... se ha quedado tirado.... ¡Achispado! Lleva con más mano esos jamelgos, parece que quieres que nos matemos todos.

El carro de delante empezaba a ganar ventaja respecto al vuestro, al parecer el criado era muy bueno conduciendo carros, porque la velocidad con la que tomaba alguna curva era endiablada.

Desde vuestra posición veíais, asomándoos por las ventanitas del carro, al valentón del barón. Este había decidido ponerse al lado del conductor, y en su mano llevaba un arma de largo alcance. No lo distinguíais del todo bien, pero parecía un arcabuz.