Partida Rol por web

Tras haber conseguido "recuperar" la misiva de las manos de los matones del barón de Pinto es hora de regresar a la villa y zanjar el asunto, pero hay que ir con cuidado, pues la ronda estará investigando todo lo ocurrido.

Cabalgaste de forma tranquila hasta llegar a la villa, una vez allí decidiste bajarte del caballo y seguir a pie para no levantar sospechas. Y bien que hiciste, puesto que la mansión del Barón era una atracción para los ojos de todos.

Varios grupos de corchetes y alguaciles investigaban lo sucedido bajo la atenta mirada de una multitud de vecinos, que ante la curiosidad se habían decidido a acercarse.

Al pasar cerca de la multitud escuchaste varios rumores:

Se han llevado a varios presos, dicen que algunos estaban a punto de morirse. Al parecer han robado muchas joyas, o eso ha dicho uno de los detenidos.

Pues yo he oído que mañana saldrá una recompensa muy generosa por la cabeza de los ladrones.

El comisario en persona va a llevar la investigación, dicen que es amigo íntimo del barón.

Cada uno siguió su camino por separado, pero al llegar a la villa os encontrasteis en una callejuela, y la situación fue bastante graciosa, pues ambos pensasteis que el otro era un sacacuartos, así que apunto estuvisteis de medir los aceros.

Una vez resuelta la cuestión del encuentro decidisteis seguir juntos el camino hasta llegar a la puerta de la Taberna.

Maldita sea, Alonso... espero que os encontréis bien, pensó Alejandro, se ha armado demasiado revuelo con este asunto... la discreción es la mejor parte del valor.

Alejandro trató de confundirse entre la multitud y parecer lo menos sospechoso posible. Se limitó a dejar al caballo atado a un árbol cercano (después de todo, era una propiedad del barón, por lo que no sería descabellado que alguien lo identificara) y emprendió paso firme hacia la taberna de Armando, esperando reunirse con el resto de sus compañeros.

El camino de vuelta fue pan comido para ti por mucho que tuvieras que esquivar a dos rondas de corchetes. Apenas había gente por las calles, únicamente habían jaques, borrachos y daifas. Lo normal a estas horas en la villa.

Tras unos cuantos minutos dando esquinazo a todo con el que podrías haberte cruzado llegas a los alrededores de la casa de lujo del señor José Dimas.

No había ni un alma por esas calles, y no parecía haber ningún vigilante en las puertas de la casa.

La taberna del turco seguía abierta, como siempre. Y es que parece que la buena de la Lebrijana no descanse, aunque por las noches suele quedarse al cargo del lugar uno de los mozos que trabaja para ella.

Vosotros estabais en la puerta esperando a vuestros compañeros, pero el sonido de unas pisadas al otro extremo de la calle os hizo entrar.

Una vez dentro os sentasteis en una mesa y le pedisteis al mozo unos vinos, ya que era menester celebrar el triunfo.

Además de vuestras mercedes habían un par de jugadores de cartas y borrachos del lugar, nadie extraño ni amenazador.

Caminas tranquilamente, y en apariencia no hay nadie por ninguna parte, de hecho el silencio puede llegar a agobiar, pero tú estás más que acostumbrado a él en estas situaciones.

Poco a poco te acercas a la casa, y entonces te das cuenta de que hay una pequeña luz en la sala donde te contrataron, la de los criados.

Bruno se sonríe y se palpa la camisa... Está llena de misivas, que pueden importarle poco o mucho al barón, pero la única responsable de este alborotod está segura. Entonces se fija en sus atuendos, sencillos, sucios y quizá desgarrados por las escaladas y casi estocadas y manchado de sangre ajena.

Pero ya es demasiado tarde. Va a entrar. Cruza la verja de la casa y se detiene un momento, pensando.