Partida Rol por web

Con el poco tiempo del que dispuso Grint para echar una ojeada al libro de notas, vio información interesante, a la par que bizarra:

Era un libro de notas dedicado a él en exclusiva.

Había un estudio pormenorizado de lo que hacía Grint en su día a día: a qué hora despertaba, a qué hora comía, como luchaba, cuales habían sido sus trabajos e incluso notas personales de Onikobe sobre estos.

En las páginas finales incluso estaba escrito un análisis sobre como iba mejorando el muchacho incluyendo sobre su "nivel de amenaza" de cara al futuro.

Todavía no había tenido tiempo de estudiarlo a fondo, pero no había rastro de "nombres" ni siquiera una pista del propósito de aquellas notas, y lo que era peor aún: tampoco a quién iba dirigida.

No... no podía salvar al elfo, iba a morir, y no solo eso, la que había empezado siendo nuestra compañera, quizás también muriese... Tenía las manos manchadas de sangre, no era eso lo que pretendía cuando salí del bosque, yo... solo quería vivir aventuras, sin hacer daño a nadie, bueno, a algún que otro bicho o monstruo, pero no así, no... ¿Esto era ser una aventurera? Porque entonces empezaba a dudar de si era el camino que quería tomar, a mí me parecía más ser una asesina, no alguien que buscaba aventuras, y no me estaba gustando.

Me dejé caer en el suelo, de rodillas, mientras aquellos pensamientos arremetían contra mi mente, tenía que ser fuerte, debía de serlo, continuar mi camino... pero tenía que poner ciertos límites, o acabaría siendo una sicaria, y yo... no había nacido para eso. Así que, me dije a mí misma, que lucharía, pero no como esta vez, no dispararía mi arco hacia puntos en los que dejase al contrincante desangrándose, sino noqueado, no me convertiría en una segadora de vidas.

Las que iban a ser las últimas palabras del elfo que rechazó la única fe verdadera y decidió fallecer en aquel paramo por unas creencias erróneas quedaron practicamente ahogadas por el devastador impacto de la magia de Rhyothema, tres proyectiles precisos y demoledores alcanzaron a Onikobe hiriendola de gravedad y lanzandola contra un acantilado rocoso; nadie que no respetara la fe en Thyn sobreviviría a algo así, o al menos eso pensaba el guerrero.

El joven miró a la maga y se agachó susurrandole algo al elfo antes de que este pereciera definitivamente, incorporandose de nuevo y recogiendo su alabarda.

-Demos gracias a vuestra fe en mi por no haber resultado heridos en esta contienda, gracias a vuestra devoción jamás deberéis lamentar ninguna baja- Tras el discurso de autoconfianza típico ya del Oni, este se encaminó hacía la entrada de la cueva.

-Recordad que nuestra misión no es enfretarnos a unos bandidos de poca monta, sino librar este páramo de un demonio; algo realmente digno de los seguidores de Thyn- Thyn sonrió por encima del hombro a sus compañeros y se fijó en que Grint se había alejado para recoger algo.

-Tu! El chico medio monstruo, no te alejes o te dejaremos atrás. Hoy tienes la oportunidad de demostrar tu valía como seguidor de la fe verdadera- El guerrero hizo una pausa y sonrió de nuevo al nuevo recluta -No decepciones a tus nuevos compañeros!

Thyn se agacha frente al elfo moribundo y le muestra una sonrisa que ninguno de sus compañeras ha visto antes.

-El destino de un dios no es morir... Si llevar la bruja conmigo me depara algo peor que la muerte, ten por seguro que aprovecharé ese poder contra TODOS los infieles.

ー Quémenlo. - reaccionó con frialdad y certeza a la aparente muerte del elfo, como si supiese de qué hablaba mientras se alejaba. - ... es lo que él habría deseado en esta tierra lejana. El viento llevará sus cenizas a un suelo final más pacífico donde descansar. 

Finalmente, por su voz temblorosa logro escurrirse una pequeña gota de tristeza, que disimuló mediante su postura emocionalmente distante, y gracias la paz propia del rito funerario. Intentaba hacer caso omiso a lo sucedido, pero todavía no lograba bajar su estado de alerta. Ya no se sentía amenazada, pero tampoco segura.

Caminó unos pocos pasos en dirección al barranco por el que cayó Onikobe mientras procesaba el combate, clavando los ojos en el vacío, posteriormente mirando hacia el cielo. No había ningún rastro de ella.

ー ¿Quién eres tú...? - preguntó girándose hacia Grint, dirigiéndole unos ojos de sospecha.  ー La chica Oni... Ella insistió mucho en querer hacernos unas preguntas antes de venir con nosotros. 

Su naturaleza desconfiada afloró en cuanto logró tranquilizarse, sin embargo, observadora, sentía algo raro en el Tanuki; más considerando cómo lo habían conocido. Evitaba mirar al Tanuki a los ojos, y hablaba con muchas pausas. 

ー Esas preguntas... Quizás tenían algo que ver contigo, y venían detrás de ti. ¿Qué es lo que ocultas?  - preguntó,  inocente en su manera de hablar.

Celeste permaneció sumida en sus pensamientos. Las imágenes del mago quemado, por sus llamas sagradas, y del elfo moribundo la perturbaban. Pero de repente una idea surgió en su mente, sus milagros provienen de su diosa y ella, como dejaba claro el resultado, había respondido ante su recitar. Ella era una de sus servidoras en esta tierra, y su misión principal era cuidar del amor en esta. Ya fuera interpretación de quien le había enseñado, su abuela o de ella misma, daba igual, al final le conducía a una idea: para proteger este sentimiento, en todas sus formas, debía acabar con todo lo que lo amenaza. En ese momento sintió una mano sobre ella, tembló un poco ante el toque pero se relajo al ver quien era, siendo esta de Thyn. Podría estar ligeramente loco pero sabía transmitir seguridad, al menos con ella parecía funcionar.

La joven Rhea no dijo nada, solo sonrió. Aunque poco le duró, ahí estaba otra vez el oni con sus delirios, que como servidora de la patrona del amor no podía, ni quería, apoyar realmente. Al menos no demasiado. ¿Un clérigo podía servir a varios dioses?, no era un pensamiento serio simplemente había surgido.

Celeste no entendía del todo porque Britania le seguía el juego, si quería curarlo podía hacerlo y ya. Puede que estuviera esperando que el elfo se declarase no hostil o algo, Por su parte se había decidido, al menos en su mayor parte. No lo curaría, esta persona se había aprovechado de otras, arruinando sus vida y lo mismo habría hecho si ellos no llegaban a hacerlo tan bien. Lo único que la mantenía dudando eran dos cosas: su moral personal y cuestiones teológicas. Eran sus primeras muertes en las que estaba implicada. Y esto le llenaba de miedo, miedo a que esto la cambiase. Que la volviese despiadada, que la vida perdiese valor ante sus ojos. Luego, religiosamente sentía que aquello tenía un doble filo. Aquellas personas podían tener a alguien especial, fuera del tipo que fuera, alguien que los extrañaria profundamente. Y con sus muertes habían cortado esos lazos. Pero esas dudas se veían ahogadas por una idea, ellos decidieron que así afrontarian la vida, ante sus ojos y la madre amorosa no cabían excusas del tipo “No tenía otra opción”. La traición y malos actos no se perdonan fácilmente. Por esto se mantuvo firme en su postura.

Ante los gestos del elfo su elección era clara. Había decidido morir. Bien. Si ella quería, ella no iba a protestar. Desviando su mirada de este observo al resto de sus aliados actuales. Perdiéndose así toda posibilidad de escuchar las palabras finales del elfo. En su lugar se fijó en Rhyothema. “Eres un traidor...”, pensó en las pocas palabras que le había entendido en todo este conflicto. Su voz fría, de lo poco que había escuchado no recordaba un tono así en su voz. Lo próximo que presenció de ella fue su hechizo, dirigió a la oni. Estos parecían perseguir a su objetivo, como si tuvieran vida propia. O así le pareció a ella. Aun con sus conclusiones anteriores le parecía algo innecesario atacar a alguien que ya los había dejado de atacar. — Supongo que al menos no podrá dañar a nadie más… — susurro algo melancólica.

Los ataques fueron rápidos y despiadados. Al final cayó al abismo. En su opinión solo un milagro podría salvarla. ¿La oni tendría a sus deidades de su parte?. Por otro lado, Gerson había escapado. Sin duda el peor para escapar, no le extrañaría si en el futuro pudiera darles problemas. Si lo volvía a intentar la cleriga no le volvería a mostrar piedad. Espera, ¿Qué era ese sonido?, ah, pajarillos, eran un sonido más que bienvenido para ella después de todo aquel revuelo. Más calmada se acercó su poemario al pecho, colocándolo sobre el corazón. — Gracias por velar por mi —dijo refiriéndose a su diosa.

— Es una forma de decir que unidos somos más fuertes —comentó ante el comentario de Thyn, su poemario ya no estaba abrazado contra su pecho y el látigo descansaba en su lugar. Pese a su réplica no parecía molesta con el Oni o algo. — Cierto, habíamos venido a liberar esta cueva del ser que la perturba, no deberíamos perder nuestro verdadero objetivo de vista —luego se giró a Grint— Solo si quieres, no dejes que te obligue, suficiente hiciste al hacernos consciente de la amenaza —le sonrió sinceramente— Aunque la ayuda no nos vendría mal, jejeje —. Se sentía raro pero bien reírse después de lo sucedido.

La voz de Rhyothema la perturbó, ese tono frío seguía en su voz. Aunque podía notar algo, o más bien que escondía algo en su voz. Todo esto no debía ser fácil para ella tampoco. No creía que lo fuera para nadie, bueno, que no fuera Thyn. Él era único. — No quiero negar sus deseos, ¿pero será seguro quemarlo aquí en medio? —se fijó en algún sitio donde el fuego no se expandiera— Ahí por ejemplo —señaló un lugar con piedra. Dicho aquello mientras esperaba respuesta e ignorado el interrogatorio se acercó a Britania. Sentándose a su lado se dirigió a ella con voz calmada, queriendo ser tranquilizante— ¿Cómo estas? —sabía que la respuesta no podía ser positiva, pero le pareció un inicio, Ni bueno, ni malo, simplemente un inicio.

Oí la voz de Celeste, lejana, pero me aferré a ella para apartar aquellos pensamientos que me embargaban, me froté los ojos lo mejor que pude, y alcé la cabeza para mirarla.

- Eh, bueno, yo... no quería matar a nadie - dije antes si quiera de pensarlo, seguramente se reirían de mí y mi concepto de aventurera, pero ya lo había dicho, así que... ahí quedaba. Mientras tanto me levanté y sacudí mis ropajes, debía tener una pinta horrible...

Había estado tan concentrado  leyendo el cuaderno de Onikobe que no había notado que Rhyothema se había hacer caso al barranco por el que la ladrona había caído y pegó un pequeño respingo cuando esta le dirigió la palabra. 

Iba a contestarle, pero el Oni que parecía ser el líder del grupo se adelantó y pronunció un pequeño discurso acerca de lo que iban a hacer a continuación, alzó una ceja, incrédulo, ¿De verdad se creía un Dios entre mortales?  Miró a los demás, a sus "nuevos compañeros",  y de vuelta a la elfa que le había preguntado quien era mientras se sobaba la mano herida. 

Habían vencido, pero no se veían como unos triunfadores. 

—En primer lugar, gracias —dijo a las tres chicas y al Dios autoproclamado—, en nombre mío y de los otros aventureros novatos.  No son los primeros a los que Gerson, el otro hombre bestia, asaltaba.

"Asaltabamos" pensó, pero se guardó los detalles. Igual ellos ya lo sabían.

—Pero gracias a ustedes ¡podrían haber sido los últimos! —miró específicamente a la chica de los relojes, quien parecía especialmente afectada—, eramos una banda de forajidos, empezamos solo aprovechándonos de lo que los novatos iban dejando atrás —omitió nuevamente que no siempre lo dejaban voluntariamente—, pero poco a poco nuestro lider comenzó a perder la cabeza y pronto ya no lo hacíamos por necesidad, él comenzó a buscar excusas para asaltar grupos de aventureros ¡y poder hacerles daño con sus propias manos! Yo... Yo no pude resisitirlo más, la última vez se le pasó la garra y mató a los desgraciados, no podía permitir que eso pasara de nuevo —suspiró e hizo una reverencia, primero a ellas y luego a Thynerius—, mi nombre es Grint Narrow y les debo mi vida. Será para mí un honor acompañarlos y...

Eldramor volvió a gruñir en su agonía y Grint, sorprendido, dió un salto atrás perdiendo toda la compostura y dejando sin contestar la otra pregunta de la Rhyothema. 

—¡Bosta!  ¡Eldramor sigue vivo! ¡Pensé que lo habían matado!

Britania escuchó algunas cosas...raras.

Para empezar, le pareció oír algo sobre "usar el poder de la bruja contra..." lo último no pudo escucharlo, pero le había parecido que Thyn ¿sonreía de forma amenazante? ¿por qué se comportaba diferente ante un moribundo? ¿podría estar escondiendo algo?

Por otro lado, la elfa que podía invocar espíritus insistía demasiado en quemar al elfo ¿seguro que era para evitar que volviera a la vida o tal vez solo quería borrar pruebas que solo ella sabía? o incluso simplemente ¿podría tratarse de algún tipo de venganza cruel hacia su enemigo? ¿había perdido la cabeza o realmente su compañera era así?

¿Por qué intentar matar a Onikobe por la espalda?

Y por último, y no menos importante, ¿por qué no podía quitarse la siguiente pregunta de la cabeza? :

¿Y si el elfo moribundo tenía razón y no estaba segura entre esa gente?

Al escuchar a Grint recordé lo que había dicho el elfo moribundo... la mirada de Thyn... y volví a sumirme en una oleada de pensamientos bastantes negativos... ¿podía confiar en mis supuestos compañeros? la joven que quería quemar al elfo parecía demasiado fría y quería con demasiado ímpetu segar la vida del elfo, ¿qué escondía? Tenía que ser cauta, y al menor atisbo de duda... huir, había venido a vivir aventuras, no a acabar muerta, o peor... quemada viva.