Partida Rol por web

William: Christopher se da la vuelta y abre la puerta secreta con la pistola por delante, sin miedo a lo que pueda pasar, detrás le seguís el decano y tú. En ese momento la puerta del despacho se abre y el guardia de seguridad que tan amablemente te dejó pasar antes para hacer "el trabajo" abre desde fuera la puerta de una patada empuñando un pistolón.

Y en ese momento una pelirroja aparece por detrás con un libraco enorme y le golpea en el cráneo con él....

Elizabeth: Te acercas al guardia con el libro y le golpeas con fuerza en todo el cráneo... sin embargo ¡debe de tener la cabeza muy dura porque se da la vuelta y te agarra del frontal de la camiseta apuntándote con la pistola a la cara...

¡Bang! El disparo de un arma rompe el silencio y gran parte de la masa encefálica del guardia sale volando y acaba en el suelo de la biblioteca. Liz lo contempla casi en directo, y afortunadamente estaba a un lado y no justo detrás porque si no hubiera acabado perdida de sangre... otra vez. El disparo provenía del interior del despacho, del arma de un hombre de edad medina.

-No deberías ir apuntando a jovencitas.- dice con voz triste, guardando su arma, y saliendo de la habitación, contempla el destrozo y mueve la cabeza...-Su influencia llega a todas partes.-

Otro hombre sale de la habitación después del primero y mira el libro con amargura... -Logros y méritos de los alumnos de Argleton. Niña, ¿es que no te hemos enseñado a cuidar los libros mejor aquí.-dice, sin duda confundiéndote con alguna alumna de la facultad.

Dentro del despacho, (que ahora Elizabeth puede contemplar que es algo anodino), solo queda otro muchacho, más joven que la observa.

Cuando la puerta se abrió de un golpe, William no esperaba encontrar al guardia con intenciones tan hostiles. Pero lo que esperaba aun menos era que una chica pelirroja saliera de la oscuridad para atacarle. Cuando el hombre se hubo dado la espalda para respodner a ese ataque traicionero, Christopher acabó con toda la trifulca haciendole saltar los sesos al guardia.

- Oh, Dios mio. Oh, Dios mio. - Will se llevó las manos a la cabeza mientras miraba toda la sangre que había salido despedida en varias direcciones. El estómago se le hizo un nudo y le entraron ganas de echarse a llorar. Nunca había visto a nadie morir, y menos aún de aquella manera. Pero lo peor de todo era que los demás parecían no darle importancia.

Fue entonces cuando la chica pudo verle. Llevaba una camiseta verde cubierta por una chaqueta de cuero negra. Parecían prendas caras y se notaba que el chico vestía bien, pero bien no de bonito sino de tener pasta. En la parte inferior, unos pantalones de un negro antracita bastante limpio y unas botas cortas del mismo tono. Impecable y perfectamente correcto.

Justo lo contrario que su expresión. Los ojos de William decían en ese momento que algo dentro de él se había desarmado. La impresión que había sido ese disparo y darse cuenta de la realidad que estaba viviendo eran ya mucho para él. Sin embargo no era de tirsteza la expresión. Ni de miedo. Era una mezcla entre el asco que le causaba tanta sangre y la sorpresa de la frialdad con la que Cristopher había apretado el gatillo.

Sin casi moverse del sitio, Bill no pudo sino mirar a la chica, después a Cristopher y después de nuevo al cuerpo, prácticamente decapitado (a ojos de Bill) del que había sido el guardia que una vez conoció. - Oh, Dios mio. ¿Qué coño está pasando aqui? ¡Has matado a un hombre! - Casi ni se acordaba de la chica pelirroja. ¿Quién sería? ¿Sería de fiar?

La jugarreta no le había salido precisamente bien, el libro pesaba demasiado y no impactó con la suficiente fuerza en la cabeza del hombre. Antes de que pudiera reaccionar se encontró con una mano en su pechera, cosa que le molestó por motivos diferentes a los que debería. Torció el gesto enfadada, pero en dos segundos la cabeza del guarda se abrió como un melón y este cayó al suelo. Su primer instinto fue mirarse la ropa, pero parecía que esta vez se había librado de manchas pringosas. Luego levantó la mirada para encontrarse con dos viejos y un joven que estaba flipando demasiado.

- Hum, me podía haber encargado de él, pero gracias. - dijo con tono serio al que había disparado, sin saber porqué estaba intentando demostrar lo dura que era. Tal vez era lo de "jovencitas", ¿quién se había creído que era? Las palabras del hombre más anciano le descolocaron sin embargo, frunció el ceño y se quedó con la boca abierta, sin saber muy bien qué responder - Yo... eh... ¿lo siento? - se disculpó dejando el libro con cuidado encima de la mesa.

Se quedó quieta, sin saber qué hacer a continuación. Cruzó las manos, mientras con un pie se pisaba el otro, inquieta. Se sentía un poco fuera de lugar, aquel sitio era serio y pijo y allí estaba ella con sus vaqueros, su camiseta negra de tirantes indefinida y sus converse de imitación. Y además iba llena de tierra y manchas de hierba, gracias a los malditos secuaces de turno. No quería ni pensar en cómo llevaba el pelo, lleno de hojas y enredos seguramente.

- Bueno, tranquilo - dijo levantando las manos al ver que el chico se estaba volviendo loco por momentos - Él venía a mataros a vosotros, así que... en fin, es culpa suya. Que no hubiera hecho pactos raros. - se arrepintió al instante de haber dicho esto último, ¿qué hacía hablando de esas cosas con desconocidos? - En fin... id con cuidado, yo será mejor que me vaya a... eh... consultar la biblioteca. Si necesitáis ayuda ya sabéis dónde encontrarme... - añadió con una sonrisa, sabiendo la impresión que daría.

La expresión de William no pasa desapercibida. -Mira muchacho, yo odio esto igual que tú, pero el guardia nos hubiera matado a nosotros, como dice la... alumna esta... había hecho un pacto con las fuerzas de la Oscuridad, y una vez que se hace no hay marcha atrás.-

-Y tú ¿te podrías haber encargado de él?.-dice ya en dirección a Elizabeth con voz educada pero escéptica.-Bueno...-adopta un tono flemático.-tengo que darte las gracias por ayudarnos, o por intentarlo, ahora te recomendaría como dices que vayas a casa, a refugiarte y olvides lo que ha pasado aquí, en un día o dos todo habrá acabado, para bien o para...-en ese momento se fija más en la pelirroja y ve las manchas de tierra y sangre en la ropa de Liz, los vendajes y los puntos en su anatomía, y en que ha mencionado lo de los pactos antes que él mismo...

-¡Un momento! Señorita...-dice ya alucinando un poco. Y recordando lo que has dicho de pactos.- te agradecería que vinieras con nosotros un momento... y nos contaras que haces hoy aquí.  Es posible que podamos ayudarnos mutuamente.-

Toma del hombro a William, que está todavía en estado de shock, y le lleva amablemente por la biblioteca en dirección a la zona de despachos de la universidad.

-¿No vas un poco rápido? Vas a involucrar a dos adolescentes...-

-El consejo lo lleva haciendo desde el principio de los tiempos. Y aún estamos aquí contra todo pronóstico y contra mil Poderes de la Oscuridad. Ahora el consejo no está, éste chaval-dice señalando a William.-no ha sido afectado por un hechiz... por lo que tu ya sabes, puede que haya uno de cada mil como él, nos puede ser útil. Y quiero saber que sabe la pelirroja.- Ahora mira a Elizabeth- ¿Una pregunta por una?.-Dice, consciente que va muy deprisa.-

-Por favor, coge los libros necesarios y vamonos. El caso es que no tenemos tiempo-su voz ahora es extremadamente seria.

El Decano vuelve a entrar en la habitación y sale con una mochila bastante grande llena de tomos y rollos de mapas, apenas puede con ella.

-Sigue sabiendome muy mal que reclutes así como así a dos alumnos...-

-Bueno, hagámosolo oficial... muchachos... desde el inicio de los tiempos, ha habido una sociedad que se ha encargado de proteger el mundo de amenazas y peligros, llamémosla el Consejo, ahora estamos en tiempos difíciles, los desastres que están ocurriendo ahora mismo en el mundo están provocados por un Demonio o por un culto Demoníaco... sí, eso de lo que hablaban los libros que el Decano no quería que leyeras William. El consejo ha sufrido muchas bajas últimamente y reclutamos gente. Sinceramente estamos desesperados por reclutar gente. Se que todo esto parece una locura pero por favor... confiad en mí, seguidme y hablaremos ya en los pasadizos...-

- ¡Oh! ¡Por el amor de Dios! ¡Cállese! ¿No cree, Decano, que ya estamos demasiado involucrados para dar marcha atrás? - realmente a William no le gustaba lo que aquello implicaba, pero las cosas no parecían ser lógicas en ese momento. Por un segundo había perdido la cabeza, entonces se retractó al darse cuenta de lo inapropiado de su tono -Yo... eh... lo siento, Señor Decano.

Después, escuchó atentamente lo que Cristopher les decía. ¿Tan desesperados estaban por reclutar gente que lo hacían con dos simples chicos de Universidad? Quizás el Decano tuviera razón después de todo.

¿Y esa chica? No le sonaba su cara, claro que William tampoco es que fuese de los más sociables de su facultad... Rápidamente y tratanto de hacer caso a todo lo que le habían "enseñado" sus amigos, estiró la mano, carraspeó un par de veces y dijo con voz demasiado seria.

- Hola, Me llamo William. William Mulcaire.-  Y se quedó mirando a la pelirroja fijamente, como si hubiera un punto en el infinito en el lugar donde estaba su frente.

- Oigan, dejen de llamarme alumna, por favor. Yo no tengo nada que ver con este sitio. - replicó molesta la cuarta vez que lo escuchó. Era consciente de que se había ido de la lengua delante de desconocidos, no había sido su momento más lúcido, la verdad. Pero después de lo que había pasado en el jardín, se le podía disculpar un momento de torpeza, no?

- Miren, no sé qué es exactamente el Consejo, - ni si es de fiar - pero yo necesito buscar en los libros que tienen aquí cómo acabar con una demonia con demasiada mala leche, y hasta que no me los enseñen no pienso decir nada más. - dijo amparándose en el "una pregunta por una". Y sé que te mueres por saber qué hago aquí, así que no te pienso dar ninguna ventaja.

De repente se encontró con una mano extendida delante suyo, cosa que la descolocó un poco dada la situación. Toda la energía que estaba poniendo en parecer dura y misteriosa, se le fue un poco al traste.

- Eh... Elizabeth... - se frenó antes de decir su apellido, temiendo de forma un tanto paranoica que lo reconocieran a través de su abuela. Se limitó a corresponder al apretón de manos y apartar un poco la mirada, de forma incómoda. Aquel chico era un poco raro, la verdad. Un momento... ¿qué ha dicho de los hechizos? En un instante, al procesar la información, le empezaron a sudar las palmas de las manos de los nervios. Si era verdad y a aquel chico no le afectaba la magia, estaba desprotegida ante él. Se separó de forma un poco brusca y se quedó esperando a que les llevaran vete a saber dónde. Por lo menos podía salir por patas cuando quisiera.

El hombre se detiene un momento y te mira con mayor curiosidad aún.-Creo señorita... Elizabeth, que podemos tener intereses comunes, aquí hemos ya obtenido todos los libros que merecen la pena... y debemos largarnos cuanto antes, es muy posible que gracias a nuestro atacante ya sepan perfectamente que estamos aquí, y nuestra adversaria no se caracteriza por su sutilidad.-

-Como dice William estamos todos ya metidos en esto, si no venís conmigo lo más probable es que quien mandó al guardia este os despache con un par de esbirros, tiene muchos a su disposición.-

-Hay unos túneles que comunican esta universidad con la ciudad de Argleton, donde tengo un refugio, allí podemos armarnos, leer con calma los libros necesarios para conocer bien a nuestra enemiga y luego enfrentarnos a ella. No tenemos mucho tiempo. Allí os explicaré todo lo que está pasando... sobre todo a tí William,  aunque creo que Elizabeth ya sabe bastante del tema.-

-Y mis pregunta es... ¿Qué hace una californiana... descendiente de galeses me atrevería a decir... en mitad de Argleton buscando libros? Justo en un sitio donde hay algunos sobre la criatura que en estos momentos amenaza al mundo.-

La verdad era que no quería quedarse allí más de lo necesario. Y aquello de los túneles sonaba tan peliculero que la curiosidad por verlos le hizo aparcar las dudas que tenía. Aquel tío parecía muy seguro de si mismo y no le acababa de caer bien, pero el chico parecía de fiar y el viejo... bueno, era un viejo. Si le molestaba, le daba un golpe de viento y se moría de un resfriado, fijo.

- Bueno, ¿qué prefiere? ¿Que nos quedemos a charlar aquí sobre mis orígenes o que vayamos a su refugio a solucionar los problemas del mundo? - preguntó cruzándose de brazos con aires de estar actuando mejor que los mayores - Sí que sé alguna cosa de lo que está pasando, pero hasta que no nos sentemos a mirar los libros no pienso decir nada.

Se dio cuenta de que su tono empezaba a ser un poco demasiado exigente, y compuso una cara de disculpa. Aquella gente no tenía la culpa de que la hubieran apaleado tantas veces que empezaba a desconfiar de su propia sombra.

- Perdón, no quería sonar tan borde y desconfiada... Pero es que sus seguidores están por todas partes, no paro de encontrármelos y, francamente, son de todo menos amables. - suspiró resignada, pero no añadió nada más. Al fin y al cabo, ¿qué iba a añadir? ¿Que era bruja? ¿Que era la reencarnación de otra bruja rara, algo que ni siquiera ella entendía? ¿Que si la intentaban traicionar no tendría reparos en despedazarlos? Puso cara de buena y esperó a que aquel hombre la guiara, de momento era lo único que podía hacer.

- Yo... - William miró a los presentes, escuchando sus conversaciones. No tenía mucho que añadir, era listo, pero no le habían dejado siquiera mirar los libros. Tan sólo sabía lo que estaban poniendo en las televisiones. Esas arañas gigantes, los terremotos e incendios que estaban devastando ciudades enteras... Bien era cierto que parecía el fin del mundo. Y estas personas decían que era una mujer la que estaba ocasionando todo. ¡¿Una mujer?! Y no por el hecho de que fuese mujer le sorprendía, sino por el hecho de que fuese sólo una. Tantas muertes a su espalda.

Bajó un poco la cabeza, pérdido en sus pensamientos. La chica exigía con voz severa y ponía condiciones a su ayuda. Desconfiaba, estaba claro. William le miró fíjamente. Si se había encontrado a los seguidores de aquella mujer, les habría vencido en combate. Parecía muy poquita cosa, pero las realidades engañan. ¿Y él? Cristopher tenía una pistola. El decano... ¿sabía magia, no? Y la chica, debía de ser por lo menos cinturón negro de algún arte marcial para haber desechado a los enemigos que decía. Si realmente lo había hecho, claro. Pero, ¿Y él? No podía aportar nada. ¿Cómo un chico normal iba a poder hacer algo en semejante lugar y entre semejante gente?

Sonrió como pudo. Estaba cagado de miedo, las cosas como eran. - Yo... tengo una linterna, puedo iluminar el camino a través de los túneles.

-Pues si nos iluminas el camino ya es algo. Porque yo no he traído y desde luego no puedo ver en la oscuridad. Seguro que nos viene mejor que una pelirroja que no se atreve a responderme.- Termina con algo de sorna.

-Aunque acepto la propuesta, vamos a ver los libros. ¡Pero luego tendrás que responderme!.-

Christopher dirige la marcha a las alas más antiguas de la universidad, donde se encuentra la cocina, y debajo de ésta a la bodega. Allí entre barriles de bebidas que debieron dar alegría a los decanos y rectores del pasado mueve un mueble y aparta lo que parece ser una plancha de madera en la pared. Revelando una entrada a unos túneles perfectamente excavados. Como si hubieran sido hechos con tiralíneas. Y revestidos por hormigón.  Como si fuera una trinchera.

-Datan de la Segunda Guerra Mundial. O eso hemos querido que pareciera, así tuvimos fondos para ampliarlos y reforzarlos. Adelante muchacho, vamos primero con tu linterna, luego pueden ir Elizabeth con mi amigo el decano Petersen.-

El anciano guarda silencio, desaprobando con su mirada todo lo que hace su compañero más joven, pero no parece tener autoridad para enfrentarse a él. ¡Si hasta está llevando los libros!.

- Es... es útil, sí. - contestó al chico, intentando ser cortés. Parecía descolocado y un poco de amabilidad no le iría mal. Desde luego, el cuarentón interesante no parecía preocuparse demasiado por él.

Y además, se daba demasiados aires. Apretó los labios y puso una mueca infantil ante la contestación del cuarentón. Al menos no le había dicho que iluminara el túnel con su piel blanca cual Casper, broma muy recurrente en el instituto. Se miró de reojo el brazo y se dio cuenta de que estaba más marrón y rojo que blanco. Bueno, no hay mal que por bien no venga... Luego centró la mirada en aquellos túneles, que sin duda eran más interesantes.

- Perdone, pero a mi me han enseñado a desconfiar de los desconocidos. No pretenderá que le haga más caso a usted que a mi abuela, ¿verdad? - preguntó mientras entraban en aquel agujero.

Aquel sitio estaba realmente oscuro, y una sola linterna no iluminaba demasiado. En algún punto tropezó y, por no caerse encima del otro chico, se agarró como pudo a las paredes.

- Mierda... ¿falta mucho? - dijo con tono lastimero. Estuvo a punto de añadir en broma "me he roto una uña" pero se calló ante el temor de que le tomaran en serio. De repente se dio cuenta de que el hombre viejo iba bastante cargado y sintió algo parecido a cuando estaba obligada a ceder su sitio en el metro. - ¿Quiere que le lleve algún libro? - se ofreció con tono amable.