Partida Rol por web

Otto estaba extremadamente molesto con su exhibición de dotes marciales (o, más bien, falta de ellas). Así que resuelve callar y alzar la espada, esperando el momento oportuno.

Ocupada como está esquivando torpes lanzazos y cuchilladas, no repara en que hay uno menos dándole la tabarra... ¡Y lo va a pagar caro!

De un brinco, Otto se sube a una de sus patas y comienza a recorrerla en dirección a la cabeza de la bestia. Para cuando se da cuenta de las cosquillas en una de sus extremidades, ya es demasiado tarde.

-¡Giaaaaaaaah!

El cabo se lanza de un salto hacia sus mandíbulas. Es una jugada arriesgada, pero tiene suerte: con un rápido golpe con la espada, cercena la cabeza de la bestia, que tarda en caer al suelo, su peludo cuerpo sacudido por espasmos.

-¡Te dije que te colgaría en la puerta del hormiguero! -le grita a la inerte cabeza-.

-Pero... ¿Será posible?- no sé muy bien si es una pregunta o una exclamación- ¡A por ella de una vez, carajo, que somos un montóooooooon!- vale, ya sé por qué las arañas comen hormigas, y no comemos arañas las hormigas: íbamos a pasar un poquito de hambre viendo cómo se nos da la caza.

Yo como esto siga así, creo que deberíamos salir por patas. Está claro que el ejército de tío Otto, para combatir contra este pedazo de bicho no está.

De nuevo agarro la espada con furia, y ahora cargo con todas mis fuerzas contra la araña. Claro que en los golpes anteriores también cargué con todas mis ganas y ya se vio de qué sirvió...

-Pero... ¿Será posible?- no sé muy bien si es una pregunta o una exclamación- ¡A por ella de una vez, carajo, que somos un montóooooooon!- vale, ya sé por qué las arañas comen hormigas, y no comemos arañas las hormigas: íbamos a pasar un poquito de hambre viendo cómo se nos da la caza.

Yo como esto siga así, creo que deberíamos salir por patas. Está claro que el ejército de tío Otto, para combatir contra este pedazo de bicho no está.

De nuevo agarro la espada con furia, y ahora cargo con todas mis fuerzas contra la araña. Claro que en los golpes anteriores también cargué con todas mis ganas y ya se vio de qué sirvió...

____

Vaganti se lanzó gritando a por la araña, y consiguió que esta retrocediera bastante, acercándose de esta manera al cabo Otto que empezaba a subir por ella. Aunque por desgracia ningún ataque de Vaganti dio en el objetivo.

Otto estaba extremadamente molesto con su exhibición de dotes marciales (o, más bien, falta de ellas). Así que resuelve callar y alzar la espada, esperando el momento oportuno.

Ocupada como está esquivando torpes lanzazos y cuchilladas, no repara en que hay uno menos dándole la tabarra... ¡Y lo va a pagar caro!

De un brinco, Otto se sube a una de sus patas y comienza a recorrerla en dirección a la cabeza de la bestia. Para cuando se da cuenta de las cosquillas en una de sus extremidades, ya es demasiado tarde.

-¡Giaaaaaaaah!

El cabo se lanza de un salto hacia sus mandíbulas. Es una jugada arriesgada, pero tiene suerte: con un rápido golpe con la espada, cercena la cabeza de la bestia, que tarda en caer al suelo, su peludo cuerpo sacudido por espasmos.

-¡Te dije que te colgaría en la puerta del hormiguero! -le grita a la inerte cabeza-.

____

De pronto todo pasó de un estado de nerviosismo total a una calma total, hasta el soldado Bop salió de golpe de su parálisis. La araña no haría nada más a nadie pues estaba muerta.

-Caray, tío Otto! ¡Por algo eres el jefe, sí!- exclamo, asombrado. ¡Vaya con el chalado de Otto! ¡Menuda máquina de combate!

-Y... Esto... Po... De... ¿debemos recoger los restos de Antunito? Da como cosilla dejarlo así, en el suelo, como si nada...

Espero la respuesta de mi superior, mientras miro con alegría a la araña muerta y con lástima los restos de Antunito que aún le cuelgan de la boca.

Otto recoge la cabeza de la criatura y se la echa a la espalda. Antes libera la cáscara en que se ha convertido Antunito de su boca de forma poco reverente: le suelta un par de patadas, desgajando alguna pata.

-¡Que la recoja el escuadrón de recolección! ¡Pero esto es mío! Y, soldado Vaganti... -emplea ese tono tranquilo que precede a la tormenta- ¡Es Cabo Otto von Bismant, cabo, o "señor, sí, señor"!

Dicho esto, se vuelve hacia Cleo.

-¡Continúen, aquí no ha pasado nada!

Pero la voz del cabo Otto no llega a alcanzar las antenas de Cleo y los suyos, ya que estos han salido corriendo a toda prisa hace ya casi un minuto.

Otto observa que no hay un pulgón a la vista. Es normal, con todo ese acuchillar no había caído en la cuenta de cómo se habían marchado los pastores.

-¡Bueno! ¡Eso significa que debemos regresar al hormiguero! ¡Soldado Vaganti, abra la marcha y esté atento! ¡Soldado Ryant, a mi espalda! ¡Soldado Bop...! Soldado... Usted cierra la marcha, intente no desertar ahora que el peligro ha pasado, ¿vale?

Se nota el sarcasmo en su voz, pero también la amargura y lo mucho que le ha defraudado.

Estaba paralizado ante la inmensidad de aquella enorme araña y todo se había convertido en negrura y patas enormes y pelos peludos al viento y fauces enormes. Ví como en una película como mis compañeros de escuadrón combatían ferozmente y como mi cuerpo no era capaz de reaccionar ni de moverse. Ví como Antunito caía muerto, entre las patas de aquella bestia y yo seguía sin poder moverme. Porque no era capaz de moverme? Porque no era capaz de atacar como el resto? Hasta Vaganti había entrado en la liza! Y yo seguía aquí, parado.

La araña, aquella bestia enorme, ha caído. Miro fascinado como dan buena cuenta de ella. Retiro mi mirada ante las órdenes, que por fín calan en mi mente. Sólo las palabras de "avergüenzate soldado!" del Srgto Otto me hacen salir de mi total estupor.

"Avergüenzate Bop, hoy has dejado morir a uno de los tuyos por ser incapaz de superar tu terror a las cosas grandes, negras y peludas." Deprimido y alicaido respondo a la orden situándome a la cola, quizás con un poco de suerte, la próxima vez el ser que nos ataque se me lleve a mí en vez de a Antunito. Eso acabaría con la lenta agonía que siento dentro de mí, por no haber sido capaz de hacer nada de nada.

-Desertar? Para eso debería haber podido moverme...- murmuro por lo bajo, total y absolutamente deprimido.

El último ataque de Von Bismant ha detenido finalmente al arañón a pesar de que la lucha nos ha salido cara, eso es lo que diferenciaba a los suboficiales de la tropa, sabían sobreponerse a las pérdidas y dar el todo por el todo. Aunque si el monstruo no hubiese estado distraído mascando a nuestro amigo no habría podido conseguirlo, así que supongo que al final el héroe que nos salvó fue Antunito. Los pulgones y los pastores están a salvo, los nuestros no pasarán hambre, pero no tengo muchas ganas de celebración.

En silencio guardo mis armas, pongo una de mis patitas en el hombro de Vaganti dedicándole una mirada triste. – Siempre se van los mejores.- Cubro el cuerpo de nuestro compañero con una hojita, clavo su lanza en el suelo junto a él y me despido con un saludo militar antes de apresurarme a ocupar mi lugar en la formación tras el cabo.

-Sí, tío Otto, comprendido, tío Otto, yo abriré la marcha, tío Otto- digo, a punto de hacerle una reverencia al héroe antes de ponerme en marcha- Ya te digo, Ryant, el pobre Antunito no era el más listo, ahora, dispuesto, como pocos. Y tú, Bop, no te preocupes, que todos nos hemos quedado en blanco alguna vez ante un bicho gordo. Nos ha pasado a todos.

Sin más parloteo, me pongo a encabezar la marcha, tal y como nos ha indicado el capitán. Voy atento a todo, por si las moscas. Ya hemos visto caer a un compañero hoy, y mejor estar ojo avizor antes de que vuelva a ocurrir lo mismo...

Emprendéis el camino de regreso a casa con dos cuerpos a vuestras espaldas y una historia que contar. Después de todo una araña de jardín no está nada mal para unos scouts.

Otto calva su mirada en las espaldas de Vaganti. Si sus antenas son mínimamente sensibles (y, como última batidora del grupo, más le vale), podrá sentir un frío glacial en la nuca.

Por lo demás, no hace nada, salvo cargar con la cabeza del monstruo. Quizás murmure un:

-Sargento... ¡Allá voy!

Pero calla rápido y disimula tosiendo.

 Voy caminando, abriendo la marcha,  parece que la nuca me pica. Me giro un momento y veo a tío Otto mirándome fijamente.

Vaya, debo estar especialmente guapo hoy, que no me quita ojo, pienso, y continúo la marcha.