Partida Rol por web

Leinad aparece en la batalla y parece confundido. El engendro pierde la concentración en mi, lo que aprovecho para ir a por él, teniendo en cuenta que ha dejado de fijarme con sus ataques.

Los demonios menores yacían en el suelo, los ataques de Trebek y sus hermanos había acabado con la horda y ahora sólo quedaba seguir atacando al Gran demonio, destruirle y detener el alzamiento del Quinto.

Todos nos fijamos que nuestro hermano apotecario Leinad y justamente en el mismo momento que aparece una gran bola de energía demoníaca se dirige hacia él. Trebek apunta el arma hacia el Gran Demonio y aprieta el gatillo y los proyectiles impactan sobre su piel. 

Los demonios menores habían caído, ya solo Gi'zgoth'djugruc'kul se interponía ante nosotros, una lluvia de fuego fué descargada sobre su posición y aun así las balas parecía que no querían tocarle. Concentro mi conciencia sobre su sucia figura, y atrayendo la energía del inmaterium, también la descargo sobre él ... aunque en este caso la energía es disipada antes de siquiera acercarse a su cuerpo. 

- El Sagrado Emperador te castigue, mis hermanos y yo, te borraremos de la existencia Gi'zgoth'djugruc'kul.

La criatura responde con fuego inmaterial, que lame las placas de ceramita de la armadura sagrada de nuestro capítulo, pero este es incapaz de atravesar las férreas defensas que nos han sido otorgadas. 

Tras acabar con su último oponente, Korvin no duda en lanzarse a la carga sobre los nuevos demonios que alcanzan la cima. 

Pese a la inesperada aparición de Leinad el combate parece continuar en tablas, aunque, poco a poco, el Gran Demonio está consiguiendo hacer más daño que el que él ha recibido hasta el momento...

En esta ocasión la fortuna tampoco sonríe a los Caballeros Grises, y todos los ataques son esquivados o fallidos.

- Tengo todo el tiempo del mundo para acabar con vosotros -Os espeta el Gran Demonio-. Sois patéticos...

Seguidamente, se gira sobre Cole para atacarle con sus afiladas garras. 

Tampoco los nuevos demonios tienen suerte, rodeando tres de ellos a Korvin y un par a Leinad, yendo el último a por Zorael, pero sin éxito. 

Espada némesis en mano, el apotecario no duda en blandirla sobre uno de los demonios que están frente a él. 

El arma atraviesa a la grotesca criatura, que cae abatida por el Astartes. 

Habías descargado una tromba de disparos contra el Gran demonio y ninguno había alcanzado su objetivo, algún proyectil sólo había atravesado alguna pluma del demonio y para cuando tiró del percutor y recargó aparecían otros seis demonios nuevos. 

Éstos se dispersaron para combatir contra Korvin, Leniad y Zorael, dejando a Cole y Trebek libres para combatir. Cole seguía en combate cuerpo a cuerpo contra el Gran Demonio. Trebek vio como las cargas de los demonios menores fracasaron en su intento por bloquear el avance de los tres Astartes y se quedaron a cierta distancia de los mismos cosa que el Expiador aprovechó y descargó otra tromba de proyectiles sobre los demonios menores para que no interrumpieran a sus hermanos que combatían a contra el Gran Demonio:-Hermanos no os preocupéis por los demonios menores que les haré frente con todo lo que tengo para que os ocupéis del grande.-dijo el expiador a través del comunicador del casco y tiró del gatillo del bolter pesado. 

En este mundo demoniaco, las reglas no se cumplían como en nuestra realidad, y con un simple giro de su mano Gi'zgoth'djugruc'kul, atraía mas y mas demonios a su presencia. Demonios que terminaban entorpeciendo nuestra lucha contra la bestia. Por suerte el hermano Trebek, tenía una solución para esto, una solución en forma de ira justiciera y balas explosivas de su bolter pesado. 

- Bien hecho hermano, sigamos castigando a Gi'zgoth'djugruc'kul, no debemos dejarle ni un segundo de respiro. 

Sin siquiera apuntar, descargo el arma de plasma contra la inmensa forma que es el demonio, y luego ... tras tomarmelo con calma, invoco el poder que hace al Imperio del Hombre temidos en la galaxia.  

Veo venir el ataque y me teleporting dispuesto para avanzar a atacar al maldito engendró demoniaco, pero sabe cual va a ser mi estrategia y me espera, lanzándome un segundo ataque que no me esfuerzo ni en esquivar porque falla estrepitosamente, lo que me da una ventaja inigualable para lanzarle dos profundas estocadas que logran impactar en el maldito demonio. No pierdo ojo de la contienda que están llevando mis compañeros, y sigo sin aprobar que ataquen a los demonios menores en detrimento de acabar con la verdadera amenaza presente. Lanzo un último grito de batalla.

-¡Atacad al demonio! ¡Dejad a los menores para el final! ¡Acabemos con su reinado del terror y purifiquemos esta tierra corrupta!

Vuelvo a centrarme en el demonio, esperando sus siguientes embestidas.

Una haz de luz azulada rodea al Caballero Gris hasta que su figura desaparece en un abrir y cerrar de ojos, y Korvin reaparece un instante después en la espalda de uno de los demonios menores que han conseguido escalar hasta la cumbre de la meseta.

Su espada némesis atraviesa a la grotesca criatura, que cae al suelo sangrando abundantemente por la herida abierta.

Aunque Leinad no consigue herir finalmente al demonio al que hacía frente, los demonios menores comienzan a caer de forma rápida y sin apenas esfuerzo por los explosivos proyectiles del bólter pesado de Trebek, que ruge sin descanso escupiendo una mortal y devastadora ráfaga que acaba con varias de las restantes criaturas. 

Entre tanto, Cole y Zorael se enfrentan al Gran Demonio. El hasta el momento casi infranqueable demonio es golpeado no una, sino hasta dos veces por la oscura espada del Caballero Gris, que produce sendos cortes en su estirada y oscura piel. Vuestro enemigo no abre su pico huesudo, pero en vuestra cabeza resuena un agudo chillido que, por un momento, os hace cerrar los ojos debido al dolor que os produce. 

Sin embargo, antes de que pueda siquiera responder, es Zorael el que arremete contra é, tanto psíquica como físicamente, hiriéndole con sus rayos psíquicos y con el proyectil de plasma, dejando su cuerpo marcado por varios corronchos negros debido a la quemazón producida. Nuevamente, en vuestras cabezas resuena un aullido de dolor. 

Una vez se apagan los gritos es vuestras cabezas, el estruendoso ruido se reconvierte en una fortísima, y a todas luces forzada, carcajada. 

- ¡JA JA JA JA.....JA! -Se ríe, en vuestras cabezas-. ¿Eso es todo? ¿Sólo eso podéis hacer? Sinceramente.... esperaba un poco más. 

Se hace el silencio un breve instante, y concluye: 

- Mi turno...

Como ya hizo con anterioridad, el Heraldo del Quinto alza sus huesudos brazos hacia el cielo, y ante vuestros atónitos ojos se forma una ardiente tormenta sobre vuestras cabezas.

En cuestión de segundos, la violenta tormenta descarga sobre el grupo una furiosa lluvia ardiente que abrasa la carne como si de ácido se tratara, derritiendo los tejidos carnosos y abrasándoos dentro de vuestras armaduras, que poco pueden hacer para evitaros el daño. Los demonios menores que quedaban con vida son calcinados por la lluvia, que derrite su carne hasta dejar los huesos a la vista...

El médico de combate prieta los dientes, al ver la tormenta que cae sobre ellos, y no es más que un daño psíquico que físico, o por lo menos eso empieza a pensar. Empezaba pensar que era todo mentira. Que era un maestro de las ilusiones este Gi'zgoth'djugruc'kul.

- Menudo nombre. Pensó con desprecio. Su mente no insultaba al ser en si, sino a sus capacidades, que parecían ser todo mentira. Todo una farsa, y el daño que sufrimos, nos lo hace nuestra propia mente. Insultaba lo que era capaz de hacer, que a parte de un nombre impronunciable, no tenía nada más.

Después de coser a balazos a los demonios menores, el Heraldo del Quinto, se ríe a carcajadas y alza los brazos. Una tormenta de energía oscura que se transforma en una tormenta de fuego que envuelve a los cinco Astartes y les golpea con dureza:-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!!!!!!!.-grita el expiador, casi poniendo los ojos en blanco, a pesar de llevar el casco, se podía percibir las muecas del dolor que estaba sufriendo, sigue gritando lo que dura el ataque del demonio. Parece que es una eternidad el tiempo que transcurre la tormenta pero en realidad dura apenas unos instantes.

Trebek queda semi-inconsciente a pesar de haber resistido el ataque y por milagros del Emperador seguía en pie y con vida. El bolter pesado se había caído al suelo por que no podía sujetarlo durante el ataque. Recuperó la consciencia, casi milagrosamente y recogió el bolter pesado del suelo:-Esta vez casi me mata, no creo que aguante otro así. Hay que acabar con él.-dijo usando el comunicador del casco, mientras seguía saliendole humo de dentro de la armadura. Utilizó el selector de fuego del bolter y cambió a munición psi para destrozar al Heraldo.

Cuando veo lo que nos quiere tirar encima no dudo ni un momento. Con un resplandor azulado desaparezco allí donde estoy para aparecer allí donde la tormenta no tiene efecto alguno. No voy a darle la oportunidad de dejarnos a todos fuera de juego para que no caiga sobre él el justo castigo por su mera impía existencia. Una vez la tormenta de desesperación ha cesado, me lanzo de nuevo a por él sin descanso alguno, esperando a que las ráfagas de fuego de mis hermanos de sangre haga su efecto contra el engendro del vacío.

Estaba claro, que teníamos capacidad como para dañar a la criatura, las heridas que se abrían en su carne, la hacían aullar de dolor, esto solo hacía que el mundo donde estábamos se modificar afectando a nuestros sentidos. Aunque eso no era lo peor, lo peor era las terribles fuerzas psíquicas que usaba en nuestra contra, haciendo que nuestras armaduras y defensas humeasen ante la ola de poder desatada.  

Las lenguas de fuego recorren la armadura, la veo ante mis visores, las siento quemando mi piel, sobretodo en aquellos lugares donde la ceramita ha sido destruida por las zarpas de los demonios. Aun así no podíamos fallar, el dolor solo era una mentira que atacaba nuestras mentes. -No flaquearemos ante ti, Gi'zgoth'djugruc'kul, tu muerte será nuestra recompensa.