Partida Rol por web

Caracortada decidió que tenía que eliminar a los dos bushi que tenía enfrente antes de que el bushi Fénix se uniera a la melee. Así que se lanzó hacía delante, intentando rajar con su katana al Dragón y con su wakizashi al Grulla... sabía que si fallaba estaba muerto, y no podía morir sin vengar a su amada.

El ronin era el adversario más fuerte al que Hochiu se había enfrentado. A pesar de que eran tres samurais bien entrenados, apenas le habían logrado herir levemente. Si no fuera un perro sin honor, Hochiu habría celebrado el enfrentarse a tal adversario. Pero no era más que basura en el orden celestial. Confiando en que las fortunas estuvieran de su parte, el Daidoji lanzó un ataque definitivo, dejando descubierta sus defensas. Era el todo o nada.

Adelantándose una fracción de segundo a los movimientos de Hochiu y Takao, el ronin lanzó un ataque bajo con cada una de sus armas a cada uno de los bushi, pero el hombre ola había sido imprudente tratando de acabar con los dos enemigos a la vez. El Mirumoto y el Daidoji, actuando con una compenetración inédita en guerreros que no habían combatido juntos antes, esquivaron la embestida del ronin al tiempo que elevaban sus katanas, cambiando la postura chudan a la jadan, y dejando caer un agresivo ataque sobre sus cabezas con toda la fuerza de sus cuerpos. Caracortada cruzó sus espadas para recibir el golpe, pero la fuerza de los dos jóvenes era demasiado para él, y empujaron el bloqueo, rajando profundamente en ambos hombros del ronin, causando horribles heridas... aún así, el hombre no murió, ni siquiera cayó al suelo.

Nanako perdió nuevamente el control, y con ojos enrojecidos, saltó hacía Nadeshiko con intención de clavarle su tanto. El torpe ataque de la niña en ningún momento supuso una amenaza para la cortesana grulla, sin embargo, la distrajo lo suficiente como para desequilibrarla, y que el disparo de su yumi saliera totalmente desviado. La flecha se perdió inofensivamente entre los árboles que rodeaban el camino.

Shiki saltó hacía el ronin con ánimo de acabar con él, pues a pesar de las terribles heridas que había recibido el hombre, aún parecía capaz de atacar... sin embargo, un rayo caído de los cielos golpeó a Caracortada, matándolo en el acto y prendiendo fuego a su cuerpo. La explosión había sido tan fuerte que los samurái se vieron obligados a retroceder un par de pasos. Los oídos de los tres bushi pitaban con fuerza. Desde luego, esta vez las fortunas habían respondido con fuerza a la plegaria de Heihachi.

En ese momento, Nanako vomitó una flema sangrienta, y dejo caer su tanto, mientras balbuceaba: - ¿Qué he hecho?¿Qué he hecho? - La niña cayó de rodillas al suelo, obviamente conmocionada.

Tomando un respiro, los samurái vieron que aún no había llegado nadie desde la aldea, pero que desde las ventanas de algunas de las cabañas, algunos heimin observaban, curiosos. En el momento que se dieron cuenta de que los samurái miraban, cautamente se ocultaron dentro.

Cuando los pies de Takao tocarón el suelo y sus ojos vieron que Caracortada no había caído después de recibir semejante ataque, sin poder contar con la ayuda de Agasha-san, supo que estaba en lo cierto, antes el universo le había entregado un breve destello de su futuro. Exhaló un suspiro quedo, resignado, entregado a recibir la ira del ronin y morir con honor. No quería, no quería morir. Quiso mantenerse firme en sus convicciones, pero afrontar la muerte cara a cara al final era muy diferente de lo que creía un joven bushi como él. Todos los pilares que su escuela le habían enseñado ahora parecía desmoronarse. ¿Debería haber usado una armadura como el resto de bushis? ¿Cómo había sido tan arrogante de creer que su velocidad de movimiento era tan superior como para no necesitarla? ¿Debería haber estudiando en el dojo tradicional de la familia Mirumoto en vez de en el dojo de la montaña? ¿Cómo había podido creer que su unión con la katana era superior a la técnica niten de su ancestro? Errores que ahora ya no podría subsanar en esta vida.

La explosión del rayo invocado por Heihachi hizo que retrocediera varios pasos. El mundo dio vueltas a su alrededor. Sus oídos dolían. Sus ojos lloraban. Unos instantes más tarde se diría y estaría convencido de que era por el humo que le entraban, pero en ese momento, en esa fracción de segundo antes de que el orgullo reescribiera sus propios recuerdos, supo que era de alivio al ver a Caracortada en el suelo ardiendo inerte.

Guardó su katana al comprobar que ya no quedaban más amenazas. Miró a alguno de los heimin que vio asomarse.

- ¡Avisad a Doji Ando-sama! ¡Está en la entrada sur! – les gritó conminándolos a avisarle.

Miró a Hochiu y Shiki para hacerles una reverencia como reconocimiento por su ayuda y su valor en el combate, pero la que dedicó después a Heihachi fue incluso más pronunciada. No estaba seguro de si le oirían; él notaba sus oídos algo taponados, aunque quizás podría oír. No obstante, su objetivo ahora era encontrar más pruebas que corroborarán lo que los 6 samurais podrían testificar sin que fueran puestos en duda, además de querer encontrar alguna respuesta más a lo que hicieron y su comportamiento. Por ello se dirigió a pasos rápidos hasta el carro más cercano para registrarlo a fondo. Cuando terminase procedería con el otro carro.

Tanto se había concentrado en su ataque, que cuando ya estaba lanzándose hacia el enemigo, aquel rayo le pillo totalmente desprevenido. El fogonazo le deslumbro, y sus oídos quedaron muy doloridos con el estruendo. Tan solo era capaz de escuchar un terrible pitido, que hizo que no pudiese enterarse de que había dicho Takao. 

Necesito unos momentos para ir recuperándose, y al ver como Takao registraba uno de los carros, se dirigió hacia el otro para ver que es lo que podían encontrar. Aunque era tal vez en los cuerpos de la líder o del ronin, donde podría encontrarse alguna prueba, y ya habría sido destruida por el fuego. En cualquier caso, contaban con su palabra y la de la joven Nanako.

Había quedado demasiado aturdido, como para poder registrar la carreta de momento tan solo pudo acercarse. 

-No lastimaste a nadie, levanta la cabeza Nanako-san.

Nadeshiko suspiro aliviada. La contienda parecía haber terminado, y el misterio casi que del todo también. Se acuchilló para quitarse el colgante de jade que traía, y ponerlo alrededor del cuello de la pequeña.

-Guárdame esto hasta mañana, por favor. -aunque la cortesía era la base de muchas cosas, ahora mismo decidió no estresar sobre reglas respecto a regalos declarando esto. De todas formas era solo un pequeño gesto, no era particularmente sabia en temas místicos pero, confiaba en el obsequio que había recibido de sus parientes como buena suerte y protección contra lo más retorcido y sobrenatural que se arrastraba por el imperio, y en esa descripción le parecía que podía entrar aquel sortilegio inmundo.

Tras esto, se enderezó nuevamente.

-Estoy ilesa, iré a dar la voz. Descansen y atiendan sus heridas en lo posible, todos. Los kamis saben cuánto lo merecen. Nanako-san...¿te gustaría descansar aquí y prefieres retornar a casa cuánto antes?

Miró alrededor entonces, atenta por el zorro que sabiamente se había perdido al inicio de la contienda.

-¿Tsukio?​​​​​

Hochiu acusó el estampido del rayo igual que los otros. Medio sordo, se quedó contemplando el cadáver calcinado de su enemigo con un gesto imperturbable. La fuerza y destreza que el ronin había demostrado parecía casi inhumana. Se preguntó si no estaba, en cierta medida, influenciado por los poderes diabólicos de su amante. Había sido un enemigo letal y Hochiu se dio cuenta de que, si lo hubiera enfrentado a solas, no habría sobrevivido. Le quedaba aún mucho por aprender.

Realizando el gesto chiburui, limpió la sangre de la hoja de su espada y la devolvió a su saya en un único y fluido movimiento. Sus compañeros samurais inspeccionaban los carros. El Daidoji les dejó en su quehacer y regresó junto a Nadeshiko.

-¿Estáis bien, mi dama? -le preguntó.

A pesar de que aun no podía escuchar, excepto un molesto pitido. Una vez llegó a la carreta, comenzó a inspeccionarla en busca de alguna prueba. De algo, que aportase algo más de información que pudiese aclarar los hechos acontecidos en la aldea. 

Heihachi quizo responder la reverencia del Mirumoto, pero no pudo inclinarse más que lo mínimo e indispensable para alguien de su mismo rango. Una punzada de dolor y una mancha oscura en sus ropas verdes le recordaron que él si había sido herido, no de gravedad, pero si lo suficiente como para ser una molestia notable.

—¡Busquen también algunos eta!— secundó en sus comandos a Takao.

El Agasha quizo acercarse a investigar las carretas, pero al ver que la pelea había manchado de sangre las entradas, se negó a meterse. En su lugar, se dirigió hacia la caida maga de sangre. El Dragón no estaba seguro de las capacidades del Maho, pero cabía la posibilidad de que no estuviera realmente muerta, y tenía que comprobarlo.

Entre los heimin, los dos que se habían asomado por las ventanas más cercanas salieron de sus chabolas corriendo, uno en dirección a la entrada sur, tal y como había ordenado Takao, y el otro, internándose en el bosque, suponéis que reclamando a los eta que había pedido Heihachi.

Más cerca, Nanako asintió agradecida a las palabras amables de Nadeshiko, y se acercó a la cortesana, buscando protección instintivamente. Cuando Hochiu se acercó a las dos grullas, estás empezaron a buscar al pequeño zorrito bajo la mirada atenta del enorme Daidoji. Por suerte, el animal no había ido muy lejos, simplemente se había ocultado en unos arbustos cercanos. Sin embargo, ante la perplejidad de la cortesana, el zorro no se acercó cuando lo llamó, y tuvo que ir a recogerlo. En el momento quedó claro tanto para el Hochiu como para Nadeshiko que el animal no quería acercarse a la sangre que había vomitado la niña. Sin embargo, parecía no tener problemas con la cría en sí. Eso, unido a que Nanako no mostraba ninguna rección adversa al jade, hizo pensar a los grulla que no estaba manchada… pero tampoco eran expertos, ninguno de los dos.

Heihachi, Takao y Shiki se acercaron a las carretas, con ánimo de encontrar algún dato o prueba de interés en ellas. Sin embargo, el shugenja, al ver la sangre e intestinos desparramados del lancero al que Shiki había destripado, se lo pensó mejor y decidió que mejor rebuscaran los eta. Los bushi, más acostumbrados a la sangre (y a someterse a ritos de purificación para limpiarse), si subieron a los carros a investigar. Takao, que estaba más cerca, se subió al segundo carro, con mucho cuidado de no tocar más de la cuenta los restos del arquero. No era la cosa más sencilla del mundo, pues el pony peludo que tiraba del carro, al igual que tiraba del último, estaban muy nerviosos y hacían que todo temblara. Shiki, que se dirigió al primero de los carros, por un lado se sentía más cómodo, ya que estaba limpio de sangre y cadáveres, pero sin embargo, al estar tirado por dos ponys en vez de uno, se balanceaba más.

Heihachi se dirigió donde se encontraba caído el cadáver de la maho-tsukai, sospechando que pudiera guardar un último truco en la manga. Avanzó cautelosamente, y se quedó observando el quemado cuerpo.

Un heimin llegó corriendo a donde estaba el grupo de samuráis. No puede ser el que habéis mandado a por Ando, no le habría dado tiempo. Y viene solo, luego no es el de los eta. El hombre se tira al suelo, y a voz en grito dice: - Señores, los delegados requieren vuestra presencia.

Con cuidado de no mancharse de sangre, aunque esta ya estaba en algunas partes de sus ropas y armaduras, procedente de las heridas que le había causado al lancero, trató de registrar aquella carreta. No era fácil pues los dos ponys estaban nerviosos y no paraban de moverse. Pronto le quedó claro que aquella sería la carreta de la maga, la líder de aquella compañía. Tan solo pudo encontrar una armadura, en la que habían tratado de ocultar el mon del clan, y el dinero, junto con otras pertenencias. No sabía que era lo que necesitarían, pero tan solo aquella armadura de poco serviría, aunque era otra prueba de las malas intenciones que albergaban y como tal la cogió. También el dinero, este debería servir para tratar de paliar algunos de los males que habían cometido. 

Cuando escucho que les esperaban, salió al exterior.

-Tan solo una armadura en la que han tratado de ocultar el mon del clan, y el dinero.- Les dijo a sus compañeros, mientras se dirigía hacia donde les estaban esperando. 

Takao salió de su carromato con otra armadura ashigaru muy pintada. A simple vista parecería que era una armadura de atrezzo para el teatro. También portaba con el un yumi que se había colgado a la espalda y un yari.

- Aquí poco más hay. Trataron de aparentar que esta armadura era de atrezzo, pero su consistencia es firme. – añadió mostrándosela a los demás mientras bajaba dirigiéndose hasta el heimin.

- Hai. Llévanos hasta ellos. – no veía motivo para quedarse en ese lugar más tiempo. Ya se encargarían los eta de la (segunda) cremación de los cuerpos.

-¡Un momento! -dijo de pronto Hochiu mirando a los animales que se encontraba atados a los carros-. Aquí sólo hay cuatro ponys. Sin embargo, juraría por mi honor y las fortunas que cuando comenzó todo esto eran seis los animales y tres carros. Creo que alguien ha podido escapar.