Partida Rol por web

 Sales sutilmente, casi como la caída de una pluma en una noche de suave brisa. Nadie te ha visto, y estás en tu reinado, la noche. Aquí tu eres dueña y señora de lo que pasa, tu cenit de poder es en estas horas, te sientes casi como viva. Te alejas unos cuantos kilómetros sin rumbo, solo para alejarte de la taberna...

 Silencio. Oscuridad. Negrura

Estaba en su elemento. Corría entre los árboles como un felino, una serpiente, un halcón. Era un animal, un depredador, un ser creado para matar. Comenzó a acercarse al pueblo, lentamente, tanteando. De nada valía ahora pensar como una humana. Era en estos momentos cuando Helena se sentía mejor. Después de tantos años, la poca humanidad que podría quedar en ella había desaparecido, y la única línea que la separaba de los predadores nocturnos era la necesidad de una fachada social, el ansia de calor y compañía que todos los seres vivos poseen... A pesar de que incluso lo de ser un ser vivo estuviera en entredicho

Por desgracia para ella, esa noche no parecía que fuera a tener suerte. La naturaleza respondía a su llamada de forma silenciosa y fría, incluso agresiva. Helena frunció el ceño. No, en el bosque no encontraría comida. Debía ir a la civilización. Los humanos hacía mucho que habían perdido sus instintos, y era fácil aprovecharse de esa ventaja. Y tenía tanta hambre...

 Avanzando por el bosque, tranquila,sin que nada entorpezca tu marcha, acabas llegando a un pueblo pequeñito (más bien 4 casas en medio del monte), una aldea. Mas o menos habrán pasado unos 20 minutos desde que saliste por la ventana de aquella posada. El Aralar.

Ante ti hay lo que parece ser una especie de plaza central, alrededor de la cual hay varios edificios, 4 de ellos son casas, y el resto de ellos establos y almacenes. Ya es de noche, y nadie circula por el exterior, mas todas las 4 casas tienen un par de ventanas con luz, y todas sus chimeneas echan humo. Es invierno, tendrán las cocinas de leña trabajando para dar calor.

Elena evalúa sus posibilidades. Con un poco de suerte, alguna de esas casas estará ocupada por ancianos, o por algún hombre solitario. Aunque haría lo que fuese para poder disfrutar de sangre infantil...

Decide observar, con cautela, a los integrantes de cada casa. Debe seleccionar a su víctima con cuidado y de forma meticulosa, sin aceptar errores. Su instinto intenta quejarse. Después de dejar escapar a la bestia, es difícil mantenerla en calma, y más cuando ya se huele en el lugar la sangre fresca, y las presas ajenas al horror que les espera

La cabeza fría, siempre fría

Le cuesta, pero al final logra evitar la tentación de entrar por alguna de esas puertas y desatar el pandemonium entre sus inquilinos. Y, aprovechando la cobertura que le ofrecen las sombras, intenta dar un rodeo, evaluando sus posibilidades, intentando discernir, desde la distancia, a la cena más idónea para el momento

 Entras en la casa con facilidad. Si decides investigar la casa, te encuentras con que están todos en una estancia parecida a un comedor-cocina, en la cual arde leña en una especie de "lareira" central. Hay un anciano, un hombre y una mujer de edad media, y un par de chiquillos, ambos varones, que juegan con palos alrrededor de la hoguera.

 Demasiada gente, demasiados testigos...

Elena pensó durante unos segundos el revuelo que se armaría en los alrededores si una familia entera de campesinos desapareciera de golpe de la noche a la mañana. No, esa no era una opción viable. Tenía que pensar en alguna manera de aislarlos, quizás sacando al padre, armando jaleo en el establo... Aunque la idea de poder alimentarse de los niños hizo que su mente se nublara durante unos segundos...

No. No arriesgaré mi seguridad ahora que estoy tan cerca. La venganza, piensa en la venganza. Tienes varios siglos de edad, no caigas en los mismos errores que una mozalbilla incauta

Se apresuró a salir de la casa. Quizás tuviera más suerte en alguna de las otras tres

 Registras las otras 3 casas, dos plantean la misma escena, y una tercera es lo mismo pero hay tres ancianos jugando a los dados alrededor de una mini hoguera. En cuanto a los establos, están llenos. Hay vacas y algún buey, un par de caballos y dentro de uno de ellos un corral de gorrinos.

 Elena se acerca a la primera casa. La cosa no pintaba bien. Debía de pensar algo rápido, la sed no esperaba. Podría recurrir a los animales, pero eso ya sería caer muy bajo para ella. Una cosa era ser precavida, y otra rebajarse

Entonces, tomó una decisión. Y, silenciosa como una sombra, entró en los establos de la primera casa. Los animales allí presentes se removieron, inquietos. El instinto primario que muchos humanos habían perdido aún permanecía en ellos, y aunque Elena podía llegar a domesticarles (cómo había hecho con los equinos de su carruaje), su reacción natural al verla era la de una aprehensión súbita e incluso, en ocasiones, agresiva. Al fin y al cabo, ella no era un ser vivo, cómo ellos. Hacía tiempo que había dejado de serlo

Elena sonrió

-Hola, pequeños

Y luego, cerró las puertas del establo, tras de sí

 Todos los animales parecen mas o menos calmados, todos menos los caballos. Cuando te acercas a ellos se ponen tan nerviosos que uno de ellos consigue soltarse, provocando destrozos por todo el establo. Al mismo tiempo que rompe cosas, altera a los demás animales, provocando un ruido considerable. Hay dos puertas en en establo, y dos pequeñas ventanas, en la parte superior del establo, hay una especie de granero. Allí te puedes esconder, y al mismo tiempo, tienes una de las ventanas muy cerca, por si hay que huir.

No pasa ni un minuto cuando la puerta del establo se abre, y aparecen 2 hombres adultos, un anciano y un niño. El anciano y el niño portan una antorcha. El saco que tan bien habías preparado cae sobre el anciano, aprisionándolo boca abajo.

-Pero que coño....-dice uno de los adultos al ver el saco que cae encima del anciano-. Manuel, ayudame con el saco, hay que sacar a  padre de ahí. Como habrá ido a parar un saco ahí-dice murmullando.-

-Abuelo, estas bien abuelo-dice notablemente nervioso el niño.

El anciano, al llevar el golpe, suelta la antorcha...

Elena reconoce a la familia que ha entrado. Por desgracia, son cuatro, más de los que había supuesto la lamia. Pero, con un poco de suerte, el establo arderá al caer la antorcha, y entonces estarán suficientemente entretenidos para...

Arderá con la antorcha...

Por suerte, Elena se había colocado cerca de una de las ventanas. No va a combatir contra el fuego, oh, no. Además, ahora una familia está más desprotegida... Saliendo del establo como un felino, no se preocupa en comprobar si la antorcha extiende el fuego. De hecho, le trae sin cuidado

 La antorcha prende fuego en el establo, que empieza a arder a un ritmo acelerado. Los animales se ponen nerviosos, y los aldeanos los sueltan. Para cuando tu das salido del establo y calmado tu pánico al fuego, la mini plaza central del pueblo se ha convertido en una concurrencia de gente ante el ruido de los animales y los gritos de "AYUDAAA, FUEGOOO" de los aldeanos que estaban fuera. Madres, abuelos y niños salen fuera de sus casas y rápidamente forman una cadena de cubos de agua entre el pozo y el establo.

El daño ya estaba hecho. Ahora sólo tocaba esperar. Esperar a que alguien se apartara del grupo, a que una madre llevara a sus hijos a casa cuando la cosa empezara a calmarse, a que un hombre o dos se acercaran a recoger algo... Un simple descuido, y Elena estaría allí para aprovecharse de ello. No les dejaría gritar, no les dejaría saber la razón por la cual su vida terminaba

Se escondió detrás de unos arbustos, y esperó su momento

 En medio de toda la algarabía, un niño que está constantemente haciendo perder cubos de agua por sus fechorías infantiles, es recriminado por tales actos. Lo que en principio fue una bronca individual, causó furor y todas las madres bronquearon con sus hijos/as:

-Jacobo, que esto es grave hombre, que arde el establo de los Hernández. Mira que tirar un cubo...vete pa casa anda,y llévate a tu hermana también, y Dios os libre de que os vea salir.

Los niños, unos mas acojonados que otros por las regañinas, se van metiendo en sus casas. No obstante puedes ver como se acaban asomando a las ventanas del segundo piso de sus correspondientes casas para ver como apagan el fuego.

No pudiendo creerse su suerte, Elena siente que el ansia de la sangre infantil comienza a inundarla. Inocentes e incautos, sus presas se alejan, creyéndose seguras dentro de sus casas...

¿Creéis en los monstruos, pequeños?

Desde tu escondite puedes ver como hay una casa a la que regresa un solo niño. Esa es tu oportunidad. Vas por la parte trasera de la casa, y escalas hasta una de las ventanas, pegas un par de golpes y esperas pacientemente. Al ver que el niño no viene, vuelves a dar golpes en la ventana y así hasta que tu simple plan da su fruto. El niño se acerca y abre la ventana para ver de donde vienen los golpes. En ese instante aprovechas para agarrarlo del cuello con tus garras y cortárselo, sin cuerdas vocales no hay sonido. Acto seguido lo tiras al suelo, y te abalanzas sobre su dulce sangre, dejándolo seco en apenas medio minuto.

Con toda tu frialdad, después de tirar el cadáver a un río cercano, vuelves para ver como ha sentado el suceso en la aldea, y te das cuenta de que aún están apagando el incendio.

Perfecto.

Eso es lo que resuena en tu cabeza.

Hoy la parca vagaba por mi jardín

Sola y silenciosa, cual rayo de luna

Miraba hacia mi estela,

Sonreía

Con su capa teñida de rojo carmesí

Rondaba las almas en pena

Sufría

Sin más preámbulo o aviso, pues deseaba

Al no tenerme a con ella

Poder cubrir su guadaña en mi sangre de carmín

"No de mi cosecha" Decía

"Que aquesta mortaja que

engalana mis pulcras manos

no ha buscado en vano

años y años de soledad

para acabar dando al tirano

la virtud de tu virginidad"

"Que serás mi discípula y amante

Mi consejera en el sendero de esparto

Y te daré la vida eterna"

Se escucha un llanto de infante

"Ven, ven a mí"

No recordaba donde había escuchado esa poesía. Quizás algún juglar itinerante, ya que no era un plato de buen gusto en cualquier palacio o finca noble que se precie. Tampoco parecía muy trabajada, pero la lamia recordaba aún porqué la había llamado la atención. Hablaba de muerte, de oscuridad, de nostalgia y tristeza. Y, al final, insinuaba otra cosa, distinta a la muerte. Con el tiempo, Elena había encontrado su propio sentido a los últimos versos, su oscuro y trágico sentido

Y así, como una enviada de la muerte, como un avatar de la desesperanza, el fin de la vida, la devoradora de mundos... Así era como debería ser. Y, mientras subía en silencio, piedra por piedra, mientras llamaba, sintiendo la locura de la bestia rugiendo en su interior, mientras observaba a esos ojos infantiles, inocentes, asustados y abiertos de par en par... Mientras degollaba a su presa, y la dulce sangre rozaba sus labios, no pudo evitar ser feliz

Nunca abras la puerta a un extraño

Susurró las palabras con suavidad, casi con dulzura, a pesar de que el muñeco sin vida que restaba junto a ella ya nunca volvería a respirar, nunca volvería a amar, ni a sentir, ni a reír. Ahora su alma ya estaba en manos de poderes que escapaban de la comprensión humana, y que, desde luego, no interesaban a la lamia

Limpió la poca sangre que se había derramado por el alfeizar al degollar al pobre infeliz, sin preocuparse demasiado por que quedara bien. Luego se deshizo del cuerpo. En su boca, un sabor dulce y esponjoso, tan delicioso como prohibido. Arriba, una galaxia de ojos abiertos de par en par observaba el horror que se desarrollaba bajo su manto, mudos testigos de lo ocurrido

Y entonces, Elena volvió en sí. El éxtasis fue desapareciendo, y dejó en su lugar la satisfacción de saber que, por suerte, esa noche aún era larga. Y no había hecho más que empezar

Luego, dónde antes había estado su silueta, quedó sólo oscuridad. Quizás dentro de unas horas ese niño, anónimo en la vida de Elena, fuera buscado con desesperación y fiereza, sólo para descubrir que el único rastro de su existencia se desvanecía con las primeras luces del alba

Poco importaba ya

 La taberna ya se recortaba en la noche. Su ropa estaba manchada de sangre, así que se tapó ligeramente las manchas como pudo. No, no debía dejar que la viera nadie. Aprehensiva, decidió esperar su momento para volver a la habitación