Partida Rol por web

- Ve, ve - asiente Castello mientras abre los ojos y decide prestar más atención a lo que lo rodea - pero cuando vuelvas será tu turno de vigilar

- Por cierto, cuando vuelvas tráeme un café. Cargado. Muy cargado - por un momento el viejo detective amagó buscar un par de billetes de su billetera, pero su compañero ya estaba cruzando la calle - La próxima ronda va por mi cuenta - agregó en voz no demasiado alta

 Sí... es verdad que siempre fue un buen tipo. Un profesor de esos que uno se lleva para toda su vida... a otros casi es preferible ni acordarse de ellos. Es una pasada como pasa el tiempo... - comentó Pardo en tono cordial, como quien inicia una conversación en un ascensor. - No sé porqué pero por un momento me resultó chocante verlo por aquí. lo hacía jubilado. Claro, uno echa cuentas y está claro que no es tan mayor aunque... lo he visto un poco hecho polvo, ¿no le parece? Ojeroso y eso... no lo recordaba tan decaído.

El sobrecito de azúcar derramó su contenido sobre el oscuro líquido y el agente comenzó a darle vueltas esperando que el camarero no perdiese el hilo.

- ¿Decaído? Oh, no... no se crea. Lo que pasa es que es un curro que cansa ¿sabe? A mí me lo cuentan los profesores, que suelen comer aquí. Una cosa es dar la clase, pero lo que cansa más es preparar temarios, corregir exámenes, los rolllos esos de las tesinas... no sé. Pero Ramiro eso lo lleva bien. Yo creo que incluso lo agradece porque así entretiene la cabeza. Hace un año más o menos que falleció su mujer de un cáncer de mamá y eso se tiene que notar en el carácter.

- ¡No joda! - la sorpresa de Pardo fue realmente orgánica. En verdad, una persona que ha perdido a un ser querido dramáticamente y de forma más o menos cercana encaja con el perfil de alguien que busca consuelo en la espiritualidad. Y con ello y la teoría de la secta hay ciertos puntos que, aunque sean peregrinos, podrían llegar a encajar.

- Vaya... no tenía ni idea. Uno deja estas aulas y se piensa que aquí todo va a seguir igual. Menudo chasco.

La cucharilla acompasó rítmicamente las disertaciones del investigador.

- Pues tuvo que quedarse realmente hundido... que yo recuerde, Pedrera no era de esos profes que gustan de las charlas en los pasillos y del ámbito más social de la "facul". De casa al trabajo y del trabajo a casa. Vaya... aunque siempre me supuse que era de esos tipos que incluso en casa seguían dándole a la tecla. Pobre hombre... Uno dedica la vida a su trabajo y, ¿para qué? El día menos pensado se te muere la mujer y te quedas más solo que la una.

El camarero se limitó a encogerse de hombros:

- Ya ves, así es la vida. Pero bueno... hay que tirar para adelante.

Oscar se limitó a fruncir el ceño y a torcer ligeramente el gesto. Probablemente seguir insistiendo llevaría a alguna otra perlita pero el riesgo de poner sobre aviso al profesor Pedrera era alto y, en verdad, casi toda la estrategia de los investigadores se basaba en que este cometiera alguna imprudencia.

El café fue apurado de un trago. Era amargo y un poco ácido. Típico de máquina de bar. Agradable. Nada que ver con las porquerías que se podían conseguir en los pasillo de la facultad o, peor aún, en los de la propia comisaría.

- Hágame el favor, jefe... póngame otro en un vaso de plástico. Para llevar. Creo que va a ser una tarde larga.

El joven policía extendió un billete de cinco euros y se fue al lavabo. En una vigilancia tan importante era mantener una buena cantidad de cafeína en el organismo como tener localizado un lugar dónde evacuar paulatinamente. Después de despedirse con un cordial "Hasta pronto", Oscar Pardo volvió a cruzar la calle rumbo al coche.

Al poco rato Óscar regresó al coche con un café en vaso de plástico para Castelo. 

El café pasó de manos de Pardo a las de Castelo. Estaba aún caliente y humeante.

- Pedrera es viudo... - concluyó. - No es que sea un gran hallazgo pero me han icho que hace un año la palmó de un cáncer de mama.

El cuello del policía crujió con un tic característico. La guardia se estaba haciendo pesada.

- Tómate el café y échate un rato si quieres. Está amargo... pero es bueno.

El veterano tomó el vaso de café y se apoltronó en el asiento del conductor mientras pensaba en las palabras de su compañero - Viudo. O sea que probablemente viva solo -

Tras un par de sorbos y casi sin pensar en sus propias palabras agrego - Así que probablemente no tenga nadie que lo espere en su casa. Quizás, solo quizás, eso signifique vaya a algún lado cuando lo sigamos. O quizás no. Si vamos a suponer cosas raras es posible que Lustres esté en su casa como invitado. O algo así - se encogió de hombros riéndose de si mismo y su imaginación

- Es tu turno de asegurarte que no salga. Cualquier cosa despiértame. O hazlo de cualquier manera en un rato para que tu también descanses - añadió tras el ultimo trago - y si, tenías razón, el café estaba bueno -

Castelo se arrellanó en su asiento dejando a Óscar la labor de vigilancia. Pasó una hora antes de que su compañero lo despertase señalando hacia la puerta. Eran las 17:30 y Pedrera salía de la facultad con un maletín en la mano. Al ver que se dirigía hacia la zona monumental ambos detectives bajaron del coche y lo siguieron a una distancia prudencial. 

No fue un recorrido demasiado largo ya que un par de calles más allá se introdujo en el portal de un edificio. Ambos entraron detrás de él y echaron un vistazo a los buzones. En el 2B había una etiqueta que ponía 'Ramiro Pedrera / Elisa Quintán'. La etiqueta tenía las marcas de humedad y del tiempo, probablemente el segundo nombre se correspondía al de su fallecida mujer.

En aquel instante, Óscar se sintió algo estúpido. La posibilidad de que Pedrera se reuniese con un siniestro personaje enfundado en una gabardina y que allí se produjera un intercambio de información crucial, suponía ahora mismo un giro absurdo e improbable. De película. Y lo peor era que habían estado todos un día vigilando a aquel tipo para nada. Muchoas veces el trabajo de poli resultaba descorazonador.

Pardo compartió una mirada cansada con su compañero. En cierta manera era como decirse el uno al otro lo cansados que se sentían pero, aún más, había un anhelo en la pupila. Un permiso. Un modo de decirse "venga" sin mediar palabra.

- Busquemos a Nic...

Pardo sintió como la energía volvía a fluir por el cuerpo de su veterano compañero por su manera de conducir. De nuevo agresiva, otra vez "a la caza". No sabía exactamente qué quería preguntarle o sonsacarle a aquel maleante callejero pero el propio Pardo tenía una pregunta que hacerle. Al fin y al cabo, Nic había conocido a Leviatán, ¿no era así? Quizá mostrándole una foto de Cores se obrase el milagro y consiguiesen una conexión.

Castelo sabía donde vivía el individuo. Cuando habían charlado con él en el Rincón del Noroeste el viejo policía había llamado por teléfono cuando estaba en el baño y averiguado la dirección del piso del paisano en la zona vieja. 

De hecho se trataba de un edificio cercano a la facultad - en realidad era una suerte que Santiago fuera tan pequeña - y no tardaron ni diez minutos en estar llamando a su puerta.

Nic abrió la puerta  de par en par con un cigarro en los labio. Llevaba una camisa blanca recién planchada y unos pantalones de pinzas y aunque estaba sin afeitar se notaba que su aspecto de dandy desaliñado era una pose. Al fondo llegaba la melodía rítmica y repetitiva de una canción de Joy Division.

- Vaya... Los de la SGAE llamando a mi puerta. ¿Seguís buscando a Leviatán? Porque la verdad es que no me he puesto todavía con el tema de buscarlo.

Se echó a un lado para dejar pasar a los detectives. 

- Estoy seguro de que si habéis venido hasta aquí no es sólo por saludar. Adelante, no tenía planes para esta tarde.

- Bien, porque de tenerlos deberías cancelarlos - le espetó Castelo mientras entraba al piso y mira a su alrededor

- Y sería bueno que "te pongas con el tema" - insistió - Después de todo sabemos que nos mentiste antes, así que que no creo que sea una buena idea que lo sigas haciendo - le espetó sin siquiera saludar. El veterano lo miró con cara de pocos amigos mientras apretaba sus puños una y otra vez

- Así que empecemos de nuevo. Háblanos de la obra de teatro, de sus participantes y de donde se encuentran - Tras un momento esbozó una sonrisa que no parecía demasiado amable - Excepto que prefieras tener esta conversación en otro lado. Quizás en "nuestra casa", la comisaría -

Castelo entró en la vivienda de Nic con una clara actitud de apretarle las tuercas. A Óscar no le gustaba esa actitud pero sabía que su compañero era perfectamente conocedor de su profesión y no pensaba reprenderle y mucho menos ante aquel tipejo. Además, Pardo confiaba ciegamente en la capacidad de autocontrol de su compañero. Por muy vehemente que pudiera mostrarse, por muy indignante que resultase la actitud sobrada de Nic, Castelo siempre tendría el control de la situación... estaba seguro.

El joven detective entró justo detrás de su compañero y quedó en un lateral de la estancia. Junto a la puerta. Prefería que en aquel trámite su compañero llevase la voz cantante. Además. Quería tener una buena perspectiva del apartamento por si a Nic se le ocurría intentar escapar. La puerta habría de ser la primera opción pero, conociéndole un poco, no se atrevía a aventurar que en un momento dado no saltase por una ventana a algún patio cercano. Con ese tipo de gente más valía ser precavido.

Mientras su compañero hablaba, Pardo buceaba por internet a través de su smartphone. Intentaba localizar la foto de David Cores que antes había localizado en su facebook. La había descargado en su terminal para tenerla más a mano por lo que no fue difícil dar con ella. Una vez la tuvo en pantalla, acercó el aparato al interpelado:

- Y no olvides, esta vez, hablarnos de él... - añadió.

Nick no parecía demasiado intimidado pero, pese a todo, se mantenía a distancia prudencial de Castelo. El detective era perro viejo: sabía que eso era señal de que aunque no lo mostrase el cantamañanas le tenía el suficiente respeto como para considerarlo peligroso. Y hacía bien.

- Eh, eh... Espera ¿cómo que yo os he mentido? ¿En qué? Iba a salir a hacer unas preguntas.

Miró el teléfono que le mostraba Pardo:

- ¿Ese tío? ¿Y qué quieres que te diga de ese...- de pronto enarcó las cejas - ¡espera! Yo conozco a ese tío. Lo vi una vez hablando con Pedro Crespo en el bar ese donde se pasaba todo el día. Parecía un colgado o que estaba un poco ido. ¿Tiene algo que ver en todo esto?

- Mira, majete... el tiempo de las preguntas retóricas y las bromitas ha pasado. Como dice mi compañero nos has mentido... y, por si fuera poco nos ocultas información. 

Si en algún momento el tal Nic se había pensado que allí se iba a dar la típica situación de poli bueno y poli malo aquello tuvo que dejarle descolocado. Castelo lucía su mejor cara de perro policía y Pardo, por su parte, estaba más dispuesto a resolver aquello por la vía oficial. El movil volvió a un palmo de la cara de Nic para que la foto de Cores quedase bien clara en su retina.

- Si tienes planes para los próximos días te recomiendo que te dejes de retórica valleinclanesca de barrio bajo y que desembuches. De lo contrario nos vamos a la comisaría y ya te apretamos las tuercas allí. Te respondo rapidito a tu pregunta... ¡tres cojones te importa a ti si tiene o no tiene que ver con el caso! Las preguntas solo van en una dirección. Y es de nosotros a ti. ¿Te enteras?

Castelo miró a su compañero de reojo, sorprendido de su actitud, pero fueron solo unas décimas de segundo. Ya habría tiempo para reaccionar más adelante

- Así que este fulano se juntó con Crespo. Tiene sentido. Y probablemente lo invitó al espectáculo ese en el Galán. Solo que esta vez tu nos dirás de que se trataba ese espectáculo. Y donde están, ahora, los actores. Y por que se fueron. Y no quiero más mentiras -

El viejo policía esbozó una sonrisa que no resultaba demasiado agradable mientras miraba a Nick y hablaba con su compañero - Olvida la comisaría, este "buen hombre" nos contará todo lo que sabe aquí mismo. Estoy seguro que el sabe que es lo mejor para todos -

Nic abandonó su habitual sonrisa y se encogió de hombros:

- Podéis apretarme las tuercas todo lo que queráis, llevarme a la comisaría y acusarme de la mierda que se os ocurra. Pero eso no cambiará las cosas. Mañana, a lo sumo pasado, estaré en la calle porque no tengo nada que ver con todo este marrón y vosotros seguiréis igual de perdidos que al principio.

Si estaba acojonado el tío lo disimulaba muy bien:

- El problema es que lo que os vaya a contar no lo vais a creer. ¿Sabéis algo de magia? No me refiero a la de los prestidigitadores. Me refiero a la de verdad. ¿Alguna vez habéis tenido un caso sin solución donde la explicación más coherente no tuviera nada de lógica? - contempló los rostros extrañados de los detectives - ¡Enhorabuena! Porque éste tiene pinta de ser el primero que os toca. No os preocupéis: Santiago tiene unas fuerzas telúricas cojonudas, seguro que acabáis encontrando algún otro.

El ambiente cargado del humo del cigarro era un tanto irreal, como la cháchara de Nic. De lo que podían esperar escuchar los detectives seguramente eso no fuera lo esperado:

- Crespo estaba estudiando sectas importantes. Peligrosas. Y topó también con magia poderosa de por medio. Por eso, supongo, iría a ver a Leviatán. Leviatán es un chamán poderoso. Tanto que se ha creído que es una especie de paladín de la verdad. Y está jugando con cosas peligrosas... cosas que es mejor dejar estar porque si te estallan en la cara te puedes encontrar rodeado de cadáveres. Por eso yo no quiero verme implicado. Porque cuando se juegan con fuerzas superiores me gusta hacerlo con ventaja, con una buena mano. Y ahora mismo me están dando las cartas que sobran de la baraja. ¿Queréis que os encuentre a Leviatán? Lo puedo intentar. Pero dudo que sepáis que hacer después con él.