Partida Rol por web

Cumpliendo sus sospechas Óscar no encontró ninguna referencia al deán en las redes sociales. De hecho ni siquiera en LinkedIn, que era la que más boletos tenía, contenía nada de aquel hombre. 

Pero en ese momento sonó el teléfono móvil. Era de la central. ¿Habría pasado algo con los trasladados? Le sorprendió escuchar al propio jefe al otro lado: 

- ¿Óscar? Tenemos otro fiambre relacionado con el caso. El amigo de Crespo, Luis González, acaba de aparecer muerto en su coche en un garaje de Área Central. Lo ha encontrado un guardia de seguridad haciendo la ronda. Puede que lo hayan matado antes de que visitaseis a los del calabozo pero me parece improbable, lo habría encontrado alguien. El forense y los de la científica ya van de camino. Sé que es casi medianoche pero esto nos puede estallar en las narices.

El teléfono sonó rabiosamente en las manos del agente que lo descolgó en un acto reflejo... como si quisiese aplacar aquella estridencia que irrumpía en la quietud de una noche que se antojaba de todo menos quieta. La voz del Comisario tronó al otro lado del auricular. Firme y decidida. Ordenando aún sin hacerlo.

- Vamos para allá. - concluyó el agente de forma automática. Una sonrisa agria se instaló en sus labios. Miró a su compañero con los ojos entrecerrados y negó con la cabeza. Explicó la información recibida casi con las mismas palabras que acababa de oír del jefe. Haciendo incluso las mismas inflexiones y pausas. Como un autómata. Y durante un instante esbozó una sonrisa aún más amplia... aún más cargada de rabia. De bilis. 

- Durante un segundo apenas hemos creído tener el control. Pero solo ha sido eso. Un segundo. Una ilusión que se desvanece. Cada vez tengo menos dudas de que detrás de esto hay algo. Algo grande. Algo muy listo que sabe muy bien qué se lleva entre manos. Algo que... sí, en cierto sentido juego con nosotros. Tal y como dijo Leviatán. 

Un escupitajo denso voló de su boca hasta estrellarse contra el suelo. Era un acto feo y mal educado. Impropio de Oscar Pardo. Pero algo tenía en la garganta que le impedía tragar la saliva que producía. Algo nuevo. Algo repugnante.

- Vamos... tú conduces.

Cuando los agentes llegaron a Área Central ya habían desplegado la cinta policial y aquello estaba plagado de policías, incluidos los de la científica y el forense, Pedro, que se aproximo a la pareja en cuanto llegó.

- Estábamos esperando por ti. La causa de la muerte es asfixia.

Se apartó a un lado para que pudieran ver el macabro espectáculo. 

La puerta del conductor del Open Corsa de Luis González estaba abierta para que los de la científica pudieran sacar las fotos. En el asiento del conductor estaba el muchacho, con la cabeza ladeada como si durmiera, pero sus sus ojos abiertos parecían todavía reflejar las sorpresa de no creerse lo que estaba pasando. Una fea marca en el cuello había quemado la piel y penetrado hasta la carne. El asesinato de Crespo había sido extraño y meticuloso. Éste, en cambio, tenía un aspecto de salvajismo burdo.

- Probablemente alguien se ocultó en el asiento trasero y cuando el chico se sentó lo estranguló con algún tipo de soga. Parece un trabajo bastante profesional porque ese tipo de asesinatos suelen ser más complicados de lo que la gente cree. Nadie se deja matar fácilmente pero parece que a éste lo pillaron totalmente por sorpresa y lo inmovilizaron rápidamente. 

- Parece que el Deán, por ahora, se guardará la información - murmuro Castelo malhumorado antes de subirse al vehículo con el ceño fruncido

Por un momento se planteó desobedecer la orden del comisario y seguir con sus propios planes, pero la tentación duró poco. Podría salir bien parado de un interrogatorio que se le fuera de las manos, pero no de desobedecer una orden directa

- Solo espero que luego, cuando lo vayamos a buscar, podamos encontrarlo - le comentó a su compañero en cuanto subió al auto, mientras daba arranque girando la llave con mas fuerza de la necesaria y estando a punto de quedarse con parte de ella en la mano.

Con impotencia apretó el acelerador y se decidió a batir su propio record de velocidad para llegar a su destino lo antes posible

- No creo que los okupas hayan sido culpables de esto. Supongo que nuestro candidato es el verdadero asesino de Crespo. La pregunta, antes de que lleguemos, le comentamos al comisario nuestras sospechas de que Leviatan es un pobre perejil? Después de todo, es casi seguro que el no puedo haber matado al amigo mientras estaba con nosotros

Finalmente detuvo el automóvil, dejando demasiado caucho en el piso y bajó del mismo con cara de pocos amigos, mientras escuchaba al forense

- Alguien encontró la soga o lo que haya sido que lo estranguló? - preguntó sin dirigirse a nadie en particular, antes de acercarse al vehículo, y mirar con atención, pero sin ingresar al mimo

- Parece bastante profunda - comentó refiriéndose a marca en el cuello - Será alguien especialmente fuerte? o es solo mi sensación? - le preguntó a Jimenez

- La muerte por asfixia requiere de una cierta fuerza pero se basa más en la maña. Aún así en este caso todo es relativo. La posición del atacante desde el asiento de atrás es muy ventajosa porque pudo usar el propio asiento como 'palanca' para evitar la resistencia. La víctima no parece especialmente fuerte y si la pillaron por sorpresa no tuvo oportunidad. Aún así se requiere una sangre fría y determinación muy concreta para poder 'cazar' a alguien sin darle tiempo a moverse antes de darse cuenta de que pasa algo raro.

Pedro miró la escena con ojo crítico:

- Resumiendo: en este caso no haría falta a alguien fuerte, pero la intensidad con la que la soga quemó el cuello indica que desde luego no fue un alfeñique.

Uno de la científica que estaba sacando fotos contestó a la segunda pregunta:

- No, no hay rastro de la soga. Ni creo que encontremos huellas del asesino. El que hizo esto lo hizo bien, de forma profesional, limpia y rápida.

Pardo notaba como un enjambre de abejas se le había metido en la boca. Le picaban con fiereza. Le ardía algo en la garganta... un veneno, que sentía que tenía que dejar salir. Quería irse de allí corriendo y entrar en la dichosa Catedral de Santiago de Compostela a patadas y abrirse camino hasta las dependencias del Deán y sacarle la verdad a hostias en la boca. Aquella gente... aquella gentuza no se andaba con chiquitas. Se escudaba en ser los ojitos derechos de la sociedad para hacer y deshacer a su antojo. Y si algo no cuadraba, si algo amenazaba aunque fuera de lejos, el estatus conseguido, lo quitaban de en medio con... ¿cómo había dicho el de la científica? Con profesionalidad, limpieza y rapidez.

Oscar miró significativamente a su compañero. Como si quisiera explicarle el motivo de su furia. Compartirla con él y ver si de hecho él también sentía lo mismo. Después simplemente sacudió la cabeza. Aquella salida que había explicado Leviatán, consistente en cerrar la boca y los ojos y abrir el culo para recibir una medalla, ahora se tornaba naif y lejana. Aún había mucho por hacer y, tal vez el destino, había aceptado el desafío que los dos hombres habían lanzado al aire minutos atrás al prometerse que llegarían al fondo del asunto aunque ello les llevase a excederse de sus deberes como Policías.

- La cuestión es que si se lo han cargado es porque sabía algo relacionado con el asesinato de Crespo. Pero, ¿qué? ¿La identidad del asesino? ¿El motivo por el cual mataron al periodista? Parece que volvemos a la casilla de salida. Me pregunto si podremos registrar cuanto antes casa y despacho del finado. ¿Quién sabe...? Quizá guardaba una copia de seguridad del trabajo de Crespo. De hecho, todo su material aún está por recuperar incluido el laptop.

Mejor sería conectar el lado analítico y apagar el visceral.

- Bien - Castelo escuchó al forense primero y a la auxiliar después sin dejar de mover su rostro arriba y abajo, dando su conformidad a lo que decían ambos

Las palabras de su compañero, sin embargo lo hicieron girar su rostro y mirarlo con atención. "Realmente quería revisar la casa del nuevo occiso? O solo estaba buscando la forma se salir de ese lugar con una excusa para no pasar por la comisaría"

- Vamos - asintió a sus palabras - Aquí no tenemos nada que hacer. Si surge algún dato adicional ya nos informarán - comentó antes de dirigirse nuevamente hacia su automóvil y ponerlo en marcha, esta vez mucho más calmado y frío que la ultima vez

Cuando Óscar se acomodó en el asiento del acompañante lo miró fijamente mientras le preguntaba -Crees que podamos encontrar algo en el domicilio de ese muchacho? Yo lo dudo. Si es necesario, podemos ir después, pero prefiero pasar, primero, por la catedral. verifiquemos, Quizás el Dean ya se retiró, pero verifiquemos, por lo menos menos si se ve luz -

- Arranca, joder... - estoy que me explota la cabeza de la rabia y la tensión que siento. - Nos están jodiendo. Nos están manipulando. No sé si las palabras de Leviatán me han envenenado la cabeza pero cada vez tengo más clara la sensación de que se están riendo de nosotros en la cara.

Casi como comenzó. La verborrea de Oscar cesó de pronto. Las calles de Santiago se sucedían a toda velocidad mientras él se repetía incesantemente...

- Si pudiéramos dar con David Cores seguro que algo de luz se arrojaría sobre todo este montón de mierda.

- Es cierto. Nunca pensé que podría empezar a tomarme en serio las palabras de ese loco - comentó el veterano refiriéndose a leviatán. Con los puños apretados alrededor del volante de su automovil mientras recorría el camino hacia la catedral, escucho a su compañero y meneó la cabeza

- Si, sería interesante encontrar al "loco recuperado" - asintió - pero considerando que ya hemos vistos dos cadáveres, no creo que tengamos esa suerte. Veamos primero si ese "Servidor de dios" está por aquí - completó mientras el vehículo se detenía frente a la catedral

Dejando el coche aparcado cerca de la Plaza del Obradoiro ambos policías se dirigieron hacia la oficina del Deán, detrás de la catedral. Cuando estaban a punto de asomarse por los soportales la suerte pareció sonreírles por primera vez desde que habían empezado la investigación. 

El mismísimo Ricardo Lustres estaba cerrando la puerta del decanato probablemente para regresar a su casa. Pasaba de la medianoche, lo cual sugería que aquella situación no debería ser muy normal. Tampoco lo era que el hombre mirase nerviosamente hacia un lado y otro, como si temiese que alguien saliera repentinamente de entre las sombras. Cruzó en dirección a los soportales que llevaban a la Plaza de la Quintana. A esas horas, un martes, todo estaba bastante solitario.

- Por fin, una a favor - la exclamación surgió, en voz baja y mientras Castelo cerraba los ojos un momento, antes de que el veterano detective se planteara las opciones que se les presentaban

- Este no es el mejor lugar para... eh... pedirle que suba al auto. Demasiado publico, supongo que lo mejor será seguirlo sea hasta su casa, si es que va para allí o a donde fuera que vaya. Quizás nos termine guiando a algún pez más gordo - le propuso a su compañero algo preocupado por lo que iban a hacer.

Si resultaba necesario pensaba capturarlo e interrogarlo como ya habían previsto, pero algo en su interior le pedía buscar alternativas. Y quizás habían encontrado alguna.

- Estoy de acuerdo... ahora sería el momento de protegerse la cara con un pasamontañas. Pero me temo que no llevo uno en el bolsillo de la chaqueta.

Un "que sea lo que dios quiera" resonó como un mantra susurrado desde los labios del joven policía. Era curioso apelar al altísimo cuando uno ni era creyente y, además, estaba a punto de asaltar al Deán de la Catedral de Santiago de Compostela. Quizá por eso, apelar a Él, era la única opción viable. La misericordia máxima o ninguna... en aquella situación se encontraban.

- Démosle unos metros de ventaja. Que no nos descubra...

Tal y como los detectives esperaban el Deán cruzó por la Plaza de la Quintana. La Quintana recibía el sobrenombre de 'Plaza de vivos y muertos' porque se dividía en dos zonas por una amplia escalinata que ocupaba todo un lateral. La parte superior era la Quintana de Vivos y la inferior se llamaba de Muertos porque en el pasado se habían enterrado allí a los difuntos antes de que, por motivos de higiene, se trasladase todo el cementerio a la zona del parque de Bonaval. Los detectives permanecían ocultos en la zona superior, de los Vivos, mientras el Deán atravesaba la parte inferior, de los Muertos, hacia una de las calles traseras. 

Su paso era ahora firme, rápido, como si tuviera muy claro hacia donde se dirigía. 

Cuando se hubo metido por el callejón que estaba entre el edificio del convento y las cafeterías Castelo y Pardo se apresuraron a cruzar la plaza desierta. Llegaron al borde del callejón justo a tiempo para ver como el perseguido se detenía, calle abajo, ante un portal en el que metía una llave. Aquel edificio de tres plantas de piedra, con un jardín cerrado, era una de las muchas propiedades de la Iglesia en la zona vieja. Ambos lo sabían pero nunca se habían preocupado de averiguar si eran oficinas, un sitio de descanso o lo qué. 

Mientras perseguían al Deán, Luís no dejaba de plantearse como debían abordarlo. Lo ideal sería que no los reconociese, aunque sería difícil que esto sucediera si no tenían como ocultarse el rostro.

Pese a las ganas que tenía de acabar con la situación lo antes posible, al ver que su objetivo se detenía e ingresaba en toco a su compañero en el brazo, evitando que avanzara mientras le susurraba - Espera. Ya sabemos donde está, asegurémonos que no nos pueda reconocer -

Lo cierto es que no sería una tarea sencilla conseguir algo que les tapase el rostro, por lo menos la parte inferior del mismo, en ese lugar y a esa hora, pero debían intentarlo

Óscar seguía al Dean con ansia. Como si con los pasos sintiese como se debe de sentir un lobo que acosa a su presa. Pero el hambre es grande... y las ganas de ser sutil menguan. El hambre por saber... por destapar la verdad. Aún si esta fuese "indestapable", si las consecuencias de que se conociese la verdadera naturaleza de aquel crimen, Pardo había dado un paso hacia una dirección de la que no había vuelta atrás.

Por eso la reacción de Castelo le dejó tan descolocado. Los ojos del joven investigador se eyectaban de sus órbitas en pos el dean que culebreaba por los callejones del Santiago nocturno.

- No... no Castelo. No hemos venido a hacer un interrogatorio. Esto no es una misión policial. De esto uno no sale sin más... empujón y para adentro. Y que sea lo que tenga que ser. No hay tiempo.

La expresión del joven era casi demente. Necesitaba aquellas respuestas. Cubrirse el rostro era algo secundario.

Luis miró a su compañero con asombro. Más allá de sus ganas de resolver el problema en el momento, sin analizar las consecuencias, sus palabras previas tenían más que ver con el deseo de guardar las formas con Óscar y permitirle, si lo deseaba, ocultar su participación en lo que se venía

- Ya veo - le contestó con tono serio antes de asentir a sus palabras moviendo su cabeza arriba y abajo.

- Entonces vamos sin disimulo - agregó mientras sacaba su arma reglamentaria y verificaba tanto que tuviese una bala en la recámara como que el seguro estuviese puesto

Por un momento se planteó echar la puerta abajo de una patada, un tiro sería demasiado ruidoso, pero antes de ponerse en posición oteó a su alrededor

Óscar avanzó rápidamente hacia el portal, seguido de Castelo. El jardín quedaba detrás de un enrejado, era un patio privado, de la antigua casona en la que ahora estaba a punto de entrar el Deán. 

El hombre ni lo vio venir. De pronto Óscar lo empujó con violencia hacia el interior del inmueble mientras lo inmovilizaba contra la pared tapándole la boca. Castelo, entendiendo perfectamente la urgencia de la actuación, cerró la puerta tras ellos para que nadie en la calle llegase a ver que pasaba.

De nuevo la suerte parecía sonreirles momentáneamente. El sitio donde habían entrado estaba casi totalmente a oscuras por lo que pese a estar los tres hombres casi cara a cara no se veían las facciones. Era evidente que Lustres estaba aterrado. Óscar notaba como sudaba copiosamente pero permanecía tenso, sin intentar resistirse. 

Estaban en una especie de recibidor pequeño, del que salía una escalera de piedra hacia un segundo piso mientras que se vislumbraba una puerta de cristal al fondo. Posiblemente aquello era un reducido edificio de oficinas de dos plantas, de esos que algunas entidades públicas o privadas utilizan para atender detalles concretos de un negocio, donde no acude demasiada gente.