Partida Rol por web

- Tranquilos agentes. No somos gente violenta. Sebastián, tírate al suelo y pon las manos sobre la cabeza. Nic, te sugiero que hagas lo mismo. Veo demasiado nervioso a estos señores y de recibir una bala creo que yo debería ser el objetivo.

Antes de que Castelo pudiera contestar el punky joven se tiró al suelo obedeciendo a Leviatán. 

- Si no te importa yo permaneceré aquí donde ha pedido el agente Castelo.- Nic sonrió - No creo que la cosa se vaya tan de madre como para que empiece un tiroteo. O al menos voy a confiar en el sentido común de todos los presentes. ¿Puedo encender otro pitillo? - le preguntó al detective - Porque creo que esto va para largo.

Leviatán se encogió de hombros.

- Agente Castelo.- dijo usando el nombre que le había facilitado Nic - Tenga por seguro que no soy un asesino, ni tampoco aquel al que busca. Sé quienes acabaron con la vida de Pedro Crespo porque ellos mismos se encargaron de dejarlo muy claro, como advertencia. Aunque lamento decir que probablemente su muerte haya sido culpa mía de alguna manera, ya que esa gente no ha tenido escrúpulos en enviarme un mensaje con su muerte. Una postal desde el infierno para que me dé por enterado de que hay cosas que no deben removerse. Como pueden ver eso no me ha asustado. Como tampoco me asusta su arma. Si con ese símbolo de autoridad se creen más seguros ustedes no haré nada por incomodarles.

Castelo escuchó las palabras del pelilargo, pero no por ello dejó de apuntarle con su pistola

Ante la pregunta de Nick asintió levemente, moviendo su cabeza arriba y abajo sin que sus ojos dejaran de taladrar a Leviatán - Palabras. Poca gente sabe COMO murió el periodista - comentó sin dejar de mirarlo a los ojos - Aunque si pensais que su muerte ha sido culpa vuestra quizás debamos encerraros - añadió seriamente - O solo os estáis tirando un farol. ¿Quien sabe? - terminó preguntando sin dejar que su arma cambiase de dirección

Oscar abría los ojos tanto como podía. La semi oscuridad parecía un manto suave que envolvía todo el cuadro haciéndolo parecer parte de una ensoñación... y un lugar potencialmente peligroso. De detrás de una butaca podía aparecer un pseudo hippie con un arma y hacer blanco en uno de los dos policías antes de que cualquiera de ellos pudiese advertir de su presencia. Había que llevarse el interrogatorio a otro lugar... a comisaría.

Así, sin dejar de cubrir desde las alturas cuanto espacio pudise abarcar, el joven detective extrajo del bolsillo de su pantalón el teléfono móvil y marcó ágilmente el teléfono de la central. Necesitarían un coche de policía para trasladar a los tres detenidos. Sí... en ese momento Nick, por mucho que se quedase al margen de la conversación entre Leviatán y Luis Castelo, se configuraba como una pieza más del puzzle que conformaba la muerte del periodista. Y ese otro tipo... el que se había tirado al suelo por indicaciones de su mentor, también.

Con voz queda dio las indicaciones a la operadora de que necesitaban un coche con el que transportar a tres sospechosos a las dependencias policiales. No tenía especial intención de permanecer en silencio, aquel cine conservaba parte de la acústica de los viejos teatros y era poco probable que su voz no se expandiera por todos los rincones del lugar... pero, por otro lado, tampoco quería alarmar a los tres sospechosos como si aquello fuese una redada. 

Aunque la posibilidad de que hubiese más tipos escondidos no era en absoluto descartable.

Oscar recibió la confirmación de la central, lo cual quería decir que además de los dos coches para el traslado vendría un refuerzo de cuatro agentes por si las cosas se torcían. Mientras tanto abajo Leviatán contestaba a Luís:

- Los periódicos mencionaron el detalle de las agujas en los ojos. Pero eso no creo que lo matara ¿verdad?

El viejo policía mantuvo cara de póker. Aquel detalle no debería haber trascendido a la prensa pero nadie sabía de donde había salido aquel chivatazo. Demasiada gente había estado en la escena del crimen.

- No, aquello no lo mató. Aquello era una señal: no se pude mirar el rostro de Dios. ¿Quieren llevarme a comisaría? Adelante. Esperaba algo así tarde o temprano. Me intentarán silenciar y que no se sepa lo que realmente sucedió pero creo que son ustedes marionetas o de lo contrario ya me habrían abatido aquí mismo con cualquier mero pretexto. Quizás al final pueda contar mi verdad antes de que me callen definitivamente.

- Marionetas? Ja! Ya veremos - contestó Castelo sin bajar su arma - Pero lo que es cierto es que te llevaremos a la seccional y allí hablarás - aseguró - Quédate quieto hasta que lleguen las patrullas y te daremos el gusto -

Con todo el viejo policía no estaba demasiado convencido. Estaba claro que el loco sabía algo, pero su interés en testificar le daba mala espina

El hombre descendió del estrado lentamente, siempre con las manos en alto:

- ¿Desean esposarme para más seguridad? 

Había un cierto deje de ironía en su frase.

En la zona superior Óscar vio como su teléfono se iluminaba. Era el teléfono de la central, probablemente solicitando órdenes para actuar, tanto si tenían que entrar como esperar. 

- Muy gracioso - el tono de Castelo dejaba claro que la ironía no le había causado, precisamente, mucha gracia.

- Solo quédate allí hasta que te de la orden de moverte - aclaró sin dejar de apuntarle con su arma - Ya veremos cuantas bromas quieres hacer en cuanto lleguemos a la comisaría -

Las palabras de Leviatán habían calado en la mente del joven detective de policía. ¿Y si era cierto? Ya no toda esa historia de esoterismo pero sí aquella otra de conspiración. De intereses ocultos... de poderosos que podían mover los hilos sin ser percibidos. Del hecho de que todo pudiera cambiar conforme llegasen a la comisaría. No podían estar seguros que de aquel entorno fuese seguro pero sí tenían una situación que quizá era interesante aprovechar. La duda... era tan punzante que no se podía ignorar. El Deán estaba implicado... ¿quién podría imaginarlo?

Oscar sacudió la cabeza para tratar de darle sentido a todo. Como si una abeja se le hubiese colado en el cerebro y su zumbido no le permitiese pensar. Necesitaba aclararse. Solo un minuto. Pero no lo tenía... los refuerzos estaban allí. Ya habían llegado y Oscar de algún modo supo que en el momento que le colocasen unas esposas a Leviatán y lo metiesen en un patrulla, todo habría cambiado. Muy probablemente le achacasen el asesinato del periodista y eso daría carpetazo al asunto. ¿Y el Deán...? ¿Cómo podrían conectarlo con todo lo demás? Había mentido acerca de la cruz pero eso no significaba que fuese culpable de un crimen ni mucho menos que perteneciese a una logia masona. Y sin embargo...

- ¡Habla! - bramó Pardo desde la oscuridad aterciopelada de su balcón. - Los refuerzos están afuera... tienes dos minutos. ¿Quieres contar tu historia? Bien, este es el lugar de tu representación. Pero mide bien tus palabras y piensa bien lo que te callas... quizá, como tu has dicho antes, no tengas otra oportunidad.

Los dedos de la mano derecha volaron al teclado del smartphone... "Dadnos 2 min."

Leviatán levantó la cabeza hacia la platea donde se ocultaba Óscar.

- La pregunta correcta no es 'quién mató a Pedro Crespo' sino '¿por qué?'. Él estaba investigando una secta llamada 'Hijos del Amanecer'. Creo que dio con ella por pura casualidad pero su olfato de investigador le hizo revisar lo que otros habían descartado. Apartó los espejos y el humo. Pero lo mataron porque se acercó demasiado. ¿A qué? ¿Quién está detrás de todo eso? En primera fila la secta, en segundo la Iglesia Católica y en tercero... en tercero no estáis simplemente preparados para creer lo que os diga. 

Se encogió de hombros:

- Cerrarán la investigación. Probablemente me acusarán del asesinato. Y seguramente aparecerán pruebas que me incriminen. No os sorprendáis cuando aparezcan de la nada y os inviten a recibir todos los méritos. Os aguarda un ascenso y si demostráis saber agradecer un favor una carrera brillante. Pero si os rebeláis, si seguís... entonces preparaos para jugar fuera del tablero. ¿No me crees? - dijo mirando ahora fijamente a Castelo - Me creerás. Recuerda: las visitas al infierno son invitaciones de Dios.

- Como cuento es bueno - contestó Castelo mientras trataba de analizar lo que estaba escuchando y, para su sorpresa descubría que las palabras de Leviatán tenían muchas posibilidades de ser ciertas.

Sin embargo, las pruebas eran las pruebas y así como habían descubierto que la iglesia y quizás alguien más estaban involucrados en lo que había pasado, no podía descartar al pelilargo como principal sospechoso.

Lo sencillo era olvidarse del tema, cerrar la investigación y entregar al barbudo en la comisaría, pero algo en su interior le impedía dejar que quien-realmente-hubiera-sido-el-culpable no fuera capturado

- Pero solo es un cuento. Excepto que puedas convencernos, ahora mismo, de que no han sido tú, o algún amigo tuyo, los asesinos, te llevaremos a la comisaría y, quizás, pasará eso que dices. O quizás realmente seas culpable, o cómplice, y las pruebas que "aparezcan" sean reales. No lo se. Tienes poco tiempo para intentar convencernos - le contestó mientras se encogía de hombros - No creo que las patrullas tarden demasiado -

Casi sin darse cuenta bajo su arma, aunque no demasiado. A la distancia en que estaban se sentía capaz de acertarle en una pierna si se movía. Después de todo, aunque el sujeto no parecía peligroso podía reaccionar de forma estúpida si se sentía encerrado. Y Luís tenía claro que pronto estaría encerrado

- ¿Y qué prueba te puedo dar? Una coartada: estuve con mis seguidores en este mismo lugar la noche que Crespo murió. Estás intentando revertir el sentido de un juicio: yo no tengo que probar mi inocencia. Tú deberías probar mi culpabilidad. Y tengo la sensación de que ahora mismo no tienes nada más que una corazonada. Pero no te preocupes: construirán pruebas.

Negó con la cabeza, como aceptando su situación.

- Sabía que esto acabaría pasando pero no me importa. Sólo os pido una cosa: cuando acaben conmigo seguid la pista de Hijos del Amanecer. Pero seguidla hasta el final. No os quedéis en quienes puedan ser ahora los testaferros de esa secta en la ciudad. Tienen un edificio cerca de la catedral. Desde allí mueven sus hilos. Pero hay poderes ocultos en la sombra que manejan a su vez a los titiriteros. Es como una siniestra matrioska. Siempre hay un secreto dentro de un acertijo. ¿Hasta dónde podréis llegar? No lo sé. Pero pareces honesto. Todavía no te han corrompido, pero lo intentarán. Sígueles el juego. Entra y rompe la baraja desde el interior.

- ¡No...! - bramó Oscar desde lo alto. - Si quieres que sigamos tu indicación haz algo más que guiñarnos un ojo. Habla. Es cuestión de segundos que entren por esa puerta y, si es cierto lo que dices, todo lo que dices la posibilidad de que nos ayudes a concluir esta investigación se habrá esfumado. Pero no... tu prefieres contribuir con más y más acertijos. Tü eres la Matrioska, Leviatán. Tu nombre falso... tus verdades a medias... tus insinuaciones solapadas...

El agente resopló y pareció que el eco de su desesperación se expandía como una nube de viejo polvo acabando por caer sobre las butacas ya de por sí polvorientas. Aquello sobrepasaba con mucho lo inverosímil para adentrarse en lo ridículo. Leviatán tenía demasiada información relevante sobre el crimen de Crespo como para no resultar como mínimo sospechoso. Y, siendo así, ¿por qué sus palabras resultaban tan punzantes... tan lacerantes... tan creíbles...?

- ¿Quién está detrás de los Hijos del Amanecer? La Iglesia, dices. ¿Y después...? ¿Dios...? ¿El diablo...? 

La última palabra acabó flotando en el aire como una amenaza hacia todos.

- Te equivocas. Si tienes que probar tu inocencia. Tenemos suficientes pruebas para encarcelarte sin que nadie tenga que inventar nada. Y tus "seguidores" no son lo que se dice una coartada. Okupas declarando que están donde no deberían estar - contestó Castelo sin dejar de apuntar al sospechoso mientras meneaba la cabeza.

- Los Hijos del Amanecer. Ya hemos oído sobre ellos, pero nada concreto. Mi compañero tiene razón. Si realmente quieres que vayamos por ellos debes darnos más de lo que nos has dado. Por ahora no nos has dicho nada. Solo que "alguien" te va a inculpar, cuando ni siquiera es necesario - El veterano detective se encogió de hombros - La decisión es tuya. Por ahora no creo que valga la pena hacer el esfuerzo. Si realmente quieres nuestra ayuda mejor empieza a hablar. No te queda demasiado tiempo -

- ¿Queréis un nombre? ¿El autor material del crimen? Lo desconozco. Y en realidad creo que no tiene importancia. ¿Queréis saber quien está detrás de los Hijos del Amanecer? Preguntad en el Cabildo de la Iglesia. Pero estoy seguro de que el actual deán intentará dificultar vuestra investigación. Y aún así... ellos no manejan los hilos. Sólo conocen parte de la verdad. Vosotros sois policías. Sabéis como funciona una buena jerarquía criminal ¿verdad? El que está abajo sólo sabe lo imprescindible. 

Se encogió de hombros:

- El diablo no es más que una invención de un Dios delirante, sumido en la mentira. Yo he visto más allá del Velo pero vosotros sólo queréis algo tan mundano como el culpable material de clavar las agujas en los ojos de Crespo. Olvidaos de eso. ¿Lo necesitáis realmente? Imaginad que he sido yo. Haceos ahora la pregunta que el juez se haría, la que es necesaria para probar mi acto en última instancia. El móvil. ¿Por qué? Y aunque vayáis a lo fácil y digáis 'porque estaba loco' sabéis que toda locura tiene una lógica. ¿Cuál sería la mía? ¿Por qué habría de matar al único hombre que fue capaz de atravesar espejos y velos para llegar a una información que a mí me costó toda una vida? Yo no tengo motivos. Ellos sí. Y si Crespo no sabía nada de magia entonces lo que había descubierto era algo que podía ponerlos en peligro en el mundo material. Algo más tangible para vosotros. Encontrad la información de Crespo y tendréis el motivo de su muerte. Y eso os debería conducir a sus asesinos.

Luis observó a Leviatán y meneó la cabeza, dándose por vencido. Los últimos comentarios le resultaron demasiado disparatados

- En fin esperemos que lleguen los patrulleros - comentó sin bajar su arma

Tras mirar un segundo al loco trató de explicarse - Así que tu no eres el asesino, aunque sabes demasiado sobre la muerte, pero no sabes quien realmente fue el culpable. Acusas a la iglesia, lo que es sencillo, pero dices que ellos en realidad no saben que es lo que pasa. O sea... no soy, no sé, pero alguien, no se quien, me está inculpando. Y encima ellos tampoco saben nada. Lo siento. Deberás hacer un mejor intento. Eso que nos cuentas no es creíble -

Tras una pausa añadió - Ah! Y como si fuera poco intentas convencernos que no mataste a la persona que en un par de meses descubrió "eso" que a ti, según dices, te costó toda una vida. En fin. Si creyera algo de lo que nos estás intentando vender, también debería pensar que los celos son un buen móvil -

Mientras que la voz de Leviatán resonaba por toda la acústica del viejo recinto, la de Castelo apenas era un ronroneo quedo que se colaba por los rincones. Sin embargo era también perfectamente audible para Pardo que oteaba desde las alturas la estancia. Los ojos del investigador se cerraron durante un segundo... pensando... decidiendo. En un acto reflejo, la mano derecha sostuvo por sí sola el arma que aún apuntaba al interrogado y la izquierda alcanzó su teléfono móvil sito en el bolsillo del pantalón.

- Adelante... - escribió con presteza.

En apenas unos segundos las puertas se abrirían con un estruendoso golpe y todo pasaría a "otro plano". No estaba seguro de que fuera la mejor solución pero a aquellas alturas ya no se podía aguantar aquella conversación mucho más. Si la investigación se cerraba como presagiaba Leviatán, pronto se vería. Si les dejaban llegar al fondo del asunto, también. De cualquier modo la duda, como la semilla de una espinosa enredadera, estaba plantada en la mente de los dos policías. 

- Que pase lo que tenga que pasar... - susurró Oscar.

Y lo que tenía que pasar pasó.

Las puertas se abrieron y cuatro agentes entraron con las armas levantadas para arrestar a Leviatán y a cualquier otro okupa que hubiera en el lugar. En realidad aquella operación se saldó con la detención de Leviatán y otros seis individuos que estaban en el teatro, durmiendo en la zona trasera. Todos fueron trasladados a las dependencias policiales.

Castelo y Pardo salieron del local para ver como se los llevaban mientras un policía nacional precintaba la puerta del mismo. Había anochecido y caía una pequeña lluvia, esa froalla tan típica de Santiago. Era tarde y estaban cansados. Probablemente sería sencillo mantener retenido a los okupas el tiempo que quisiesen aún sin las pruebas de asesinato. El mero delito de ocupación ilegal, o usurpación de bienes inmuebles, sería suficiente y los detectives dudaban que aquella gente contase con abogados competentes para sacarlos de allí de forma rápida.

Pero aunque no interrogasen a Leviatán y sus secuaces aquella noche como mínimo tendrían que ir hasta la comisaría a cubrir el papeleo e informar a Martín¹.

Al verificar que los que entraban eran agentes, Castelo lentamente levantó su arma, le puso el seguro y la guardó en la pistolera.

Al ver como algunos de lo uniformados se acercaban a Nick, lo dudo un momento, pero finalmente meneó la cabeza mientras se explicaba - No, él está con nosotros -

Tomándolo del brazo se acercó a las escaleras y esperó a su compañero, asegurándose que Nick permaneciera a su lado - Ni pienses en irte, todavía podemos arrestarte. Solo quiero que nos des tu opinión sobre lo que escuchaste. Espera que baje Óscar y seguiremos conversando -

Una vez que los tres estuvieron juntos miró a su compañero con el rostro lleno de dudas - Supongo que deberemos ir a hacer la papelería, pero antes, que opinas? Está claro que está loco y será encontrado culpable, sin que haga falta a que nadie invente pruebas, pero... vale la pena que sigamos investigando? Realmente no lo se. No me gusta ir contra molinos de viento, pero tampoco que me tomen el pelo -