Partida Rol por web

Fernando se encogió de hombros. Lo lógico era que abriese él la puerta. Asi que se dirigió allí, echó un ojo por la mirilla antes de abrir y se preparó para hacerlo.

Afuera estaba Leviatán.

Mientras abría la puerta Fernando guardó la compostura. Trucos. Luces y espejos. Tenía que existir una explicación lógica, racional para aquello.

- Pero no la hay.- sentenció Leviatán entrando nuevamente, como si leyera sus pensamientos, mientras Fernando cerraba la puerta tras él - Es un conjuro simple... si estás iniciado en los saberes correspondientes. La Realidad - remarcó esta palabra como si se refiriera a aun nombre propio - es moldeable. Requiere un esfuerzo, claro, y siempre que lo haces puedes provocar efectos secundarios. Pero se puede hacer. Entrar sin abrir la puerta, acabar con tu víctima e irte. Tan sencillo... Por eso dejaron la marca. Por eso las agujas en los ojos. La advertencia: no mires más allá de donde te está permitido. Por eso la marca del Arcángel. Parálisis, dolor y sufrimiento. ¿Nunca os habéis planteado la diferencia entre el Dios del Viejo Testamento, violento e irascible, y el de Nuevo, benévolo y conciliador? Es tan sencillo como que no eran el mismo. Y ninguno de los dos está ahora aquí. Pero de sus legados los más fuertes son los más Antiguos. Los que castigan al curioso.

Tragó saliva con dificultad cuando Fernando abría la puerta, y ahogó un grito al ver quién estaba fuera.

-Uau- se limitó a decir con los ojos muy abiertos, sin pestañear-. ¿Cómo... Cómo lo has hecho?- preguntó, titubeando.

Miró, entonces, a Fernando, y lo señaló con un dedo admonitorio.

-¿Ves? ¿Ves? Magia. Tiene poderes, como en una peli o en un libro. Es verdad. ¡Es verdad!- exclamó algo alterada.

Se llevó las manos a la cabeza, y pensó en lo que acababa de pasar. Se preguntó una y mil si ella también podría llegar a hacerlo, pero no tenía el valor suficiente para poder formular esa pregunta en voz alta, por lo que se limitó a mirar a su compañero, y sonreír ante la cara que había puesto.

-Es muy fuerte- dijo de manera visceral-. Muy fuerte. 

- Ya - dijo Fernando suspirando - Y David Copperfield hizo desaparecer la estatua de la liberad y volaba por los aires constamente.

- Vale, Ismael, lo que quieras. ¿Y qué personas tendrían la capacidad para hacer este conjuro? ¿Tanta gente hay que practica la magia? No creo que seais tantos.

Hablaba de manera pesada. Si sus ojos le engañaban de poco servía ponerse violento. En cualquier caso, el hombre parecía querer ayudar, solo tenia que hacer las preguntas adecuadas, lo cual no era nada sencillo cuando hablar con un lunático.
 

- Más de la que pensarías.- dijo menenando la cabeza - ¿Quieres acotar a tus sospechosos con un listado de magos? Lo que quiero que entiendas es que no es tan difícil entrar en...

En ese momento sonó el móvil de Fernando. Era de comisaría. El detective detuvo la conversación de Leviatán mientras contestaba. En cuanto oyó lo que le decían su rostro no pudo ocultar la sorpresa.

Al otro lado le hablaba el jefe de policía Ramón Martin:

- Fernando, me temo que la cosa se ha complicado. Tenemos otro fiambre relacionado con el caso. El amigo de Crespo, Luis González, acaba de aparecer muerto en su coche en un garaje de Área Central. Lo ha encontrado un guardia de seguridad haciendo la ronda. Sé que es tarde y estáis haciendo muchas horas pero imagino que tanto tú como Isabel querréis echar un vistazo al tema.

- ¡Me cago en todo! - dijo Fernando tras colgar el teléfono. Y dió un puñetazo en la mesa. El caso no hacía más que complicarse. Agarró a Ismael por la pechera, el tipo no precía inmutarse. Al fin y al cabo si quería acabar con el policía no supondría ningún esfuerzo, visto lo visto.

- ¡Y ahora tengo otro fiambre! ¡Habla de una maldita vez, hijodeputa! ¿Cuántos más tienen que morir antes de que te des por satisfecho? - le echó hacia atrás con un fuerte empujón mientras agarraba la chaqueta.

- Se han cargado a Luis González, el amigo de Crespo. Espero que no tenga más marcas de mierda y que sea una trifulca por dinero que debía. - No sabía si dejar allí al testigo o no. Pero la chaqueta encima le daba cierta urgencia. - ¿Quieres quedarte tu y voy yo a echar un vistazo? ¿O quieres venirte también? - dijo a Isabel señalando con la cabeza a Ismael.- Alguien tiene que ir antes de que toqueteen la escena.

- ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? - preguntó con sorna Leviatán - Probablemente ese pobre tipo supiera algo que no debía. Los que buscas no matan por placer ni por azar. 

Isabel pegó un respingo cuando el teléfono de Fenando sonó, tratando de disimular un pequeño susto de muerte. Suspiró, y se rascó un momento la cabeza hasta que escuchó el grito de su compañero.

Lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos, tratando de escudriñar en su rostro alguna respuesta ante tal reacción. Isabel abrió la boca para preguntar, pero esperó a que Fernando colgara el teléfono. Lo que no esperó fue la reacción del detective.

-Fernando, pero, déjalo- dijo Isabel, pensando en lo bien que se debían tratar a los sospechosos de delitos-. No puede hacerle...

Pero la frase murió en su garganta cuando escuchó la terrible noticia. Ahogó un grito, y miró a Leviatán, como si lo hubiera hecho él.

-Pero, ¿por qué?- preguntó, frunciendo el entrecejo-. No sabía nada-. Pero, claro que sabía. Tenía que saber para atraer la atención de aquella gente.

Meditó acerca de la encrucijada que se presentaba ante ella, y miró a Leviatán, también, como si sopesara su respuesta.

-Me quedo. Alguien tiene que cuidar de él- dijo Isabel, ocultando motivos espurios-. No le puede pasar nada. Lo necesitamos- respondió.

Cuando Fernando hubo salido de la estancia Leviatán señaló con el dedo a Isabel:

- Te has hecho la única pregunta con sentido en todo esto: ¿por qué? El quién carece de relevancia. ¿Por qué los Hijos del Amanecer están tan nerviosos? ¿Qué es lo que descubrió Crespo? Creo que el periodista tocó algo importante. Puede que si ese chico supiera algo que le había contado Crespo. O simplemente los Hijos tienen el temor de que se lo hubiera contado. ¿Para qué correr riesgos? Está claro que para esa gente nuestras vidas son prescindibles.

Despidió con un gesto de cabeza a Fernando, musitándole un "suerte", y miró a Leviatán, escuchando sus palabras.

Se sentó soltando un suspiro, y cabiló sobre lo que le había dicho. Prescindibles.

-¿Estos tipos son enemigos tuyos, Ismael?- preguntó, curiosa-. ¿Puede que... no sé... terminen yendo a por ti?

No lo preguntaba con malicia, sino para saber hasta qué punto podían llegar aquellos Hermanos.

-¿Tú sabes cosas que te pueden llegar a comprometer con ellos acerca del caso de Pedro?- siguió cuestionando, apoyando la barbilla en las manos, curiosa-. ¿Qué más poderes tienes?- terminó preguntando de súbito, queriendo saber mucho más.

- Esos individuos son enemigos de todo aquel que busque la Verdad y, por ende, puede decirse que sí, son enemigos míos. Pero yo no soy más que una de las muchas moscas que deben eliminar. Aunque no niego que mi escena del Club de la Mentira haya abierto los ojos a Pedro para guiarlo en el camino adecuado me temo que ha sido un aprendiz adelantado y me ha superado. Descubrió algo pero no supo como ocultar su descubrimiento. Por desgracia ellos lo supieron antes que yo. Si hubieran pasado un par de días... si Pedro hubiera podido encontrarse conmigo... quizás yo estaría ahora también muerto. O puede que tuviera algún tipo de... ¿conocimiento? que me ayudara en mi causa.

Se recostó en la silla:

- No le preguntes nunca a un mago cuanto sabe porque diga lo que diga será una mentira.- guiñó un ojo.

Lo escuchaba con atención. Le interesaba mucho lo que pudiera llegar a decir, y si ya incluía algún truco más de esos de desaparecer o teletransportarse, Isabel estaría pletórica.

Estaba claro que Pedro había descubierto algo gordo, y que se lo había ido contando como un cotilla a su mejor colega para compartir el momento. O eso pensaba la detective. Sin embargo, lo que había descubierto el periodista era algo que se le escapaba, aunque al segundo siguiente pensó si saber lo que había descubierto era vital para la investigación. Se imaginó que no.

Se rascó la nariz, sonriendo, ante lo último que dijo Ismael, y frunció el entrecejo.

-¿Y cuál es tu causa?- preguntó con curiosidad-. ¿Qué es lo que quieres? ¿Es eso del teatro? ¿Montar esos números, y demás? ¿O es algo más? ¿Algo sólo para ti?- hizo una pausa, y sonrió-. ¿Podría ayudarte?

- Quiero algo para todos. Quiero romper la Mentira y mostrar a todo el mundo la Realidad. Quiero que volvamos a ser los dioses que éramos antes de que nos encerrasen en esta jaula.- parecía emocionarse con su discurso - Sé que no veré el final de lo que quiero. No en esta vida, claro. Intentarán doblegarme. Probablemente no me maten por temor a que pueda escapar de los Nefaritas. Es mucho más fácil retener a un mago en la Mentira que en la Realidad. Así que languideceré durante una de nuestras vidas, quizás más, en algún lugar oculto donde mis secretos permanezcan encerrados... 

Miró fijamente a Isabel:

- Por eso no debo conservar mis secretos. Debo pregonarlos. Preparar a mis acólitos. El Club de la Mentira es parte de ese legado. Todos los que hoy acudieron a la sesión tendrán sueños extraños y se harán preguntas. Y puede que algunos busquen la Verdad. ¡Ojalá pudiera hacer con todos lo mismo que hice contigo y con tu compañero! Pero eso requiere un desgaste enorme... y aún así como puedes ver los ojos de Fernando prefieren permanecer cerrados. ¿Ayudarme? Escucha...

Se acercó a la policía:

- Pase lo que pase reniega de mí. Entrégame a los leones si es necesario. No dudes ni un momento en traicionarme si con eso tú quedas libre de culpa. Y luego encuéntrate con Prometeo. Es uno de mis chicos, mi discípulo más aventajado. En estos momentos está en un lugar seguro pero si tienes esto - deslizó una moneda de cobre irregular, de aspecto muy antiguo, casi primitivo en la mano de Isabel - te encontrará. Tú estás dentro del sistema. Y si puedes ganarte la confianza de nuestros enemigos... ¡eso sería un avance descomunal! 

Isabel trató de no sonreír, pero no pudo evitar la sonrisa incrédula.

-Venga, Ismael, nadie es tan generoso. Tú tienes que querer algo a cambio de dar esa Verdad... ¿no?- añadió al final, pensando que, quizá, entre las rarezas de aquel tipo estaba el del altruismo por excelencia-. Se me hace raro...

Muy raro. Sería la primera vez que estando de servicio hubiera encontrado a alguien tan sumamente generoso. Había ciudadanos, sí, pero, en el fondo, querían después una palmadita en la espalda de la policía, como si fuera un perro fiel que ha hecho bien su trabajo. Era también un tipo de altruismo, pero no tan extremo como el de Leviatán. 

Sin embargo, Isabel confió en él, y supuso que decía la verdad, que quería dar la Verdad a todos aquellos que la quisieran ver. Y si era verdad que lo que había hecho con ellos en el teatro era su forma de transmitir en conocimiento, estaba pensando la detective si no debería de pasarse más días por allí. Una vocecita pequeñita en su cabeza le dijo que estaba loca, pero le hizo caso omiso. Por eso cuando Leviatán se inclinó, ella también lo hizo, a modo de confidencia para compartir el secreto.

-Prometeo- repitió Isabel, recordando la historia acerca del fuego y las movidas con los dioses. Qué nombre tan oportuno-. La moneda, ¿será suficiente, entonces? ¿Ni "Valar Morghulis" ni nada de eso?- preguntó, tratando de hacer un chiste, pero se puso seria al segundo siguiente. Quizá no era momento para hacer chistes.

Contempló la moneda, y asintió ante las palabras de Leviatán.

-Vale, vale- dijo, como si fuera una misión que le acabara de dar su inspector-. Haré lo que pueda, Ismael. Lo prometo- añadió, mientras seguía contemplando la moneda.

Evitó a propósito hablar de aquello de entregarle a los leones. Si estaba en su mano, no pensaba hacerlo. 

- No hay Valar Morghulis. No al menos al comienzo. En su momento ya sabrás lo que debes saber. Pero primero - levantó un dedo - es esencial que esta historia llegue a su final. Sólo cuando las sombras de los que quieren mantener a la humanidad en silencio se alejen de ti estarás preparada para iniciar el viaje.

Se encogió de hombros antes las preguntas de Isabel:

- Tengo todo el reconocimiento que necesito. Soy una entidad plena, he visto la Verdad y me he liberado de muchas de las ataduras que nos mantienen en el fondo de la Mentira. La envidia, el miedo, el ansia de poder terrenal o el simple reconocimiento ¿de qué nos valen? Cualquier recompensa debe ser conservada, por lo que acaba siendo una cadena.

Se recostó en la silla:

- Parece que tu compañero no va a volver. ¿Quizás debamos dormir? La compañía es grata pero necesito recuperar fuerzas para lo que venga mañana.