Partida Rol por web

Diez minutos más tarde Nic aparecía por la entrada del parque. Iba enfundado en su gabardina y andaba con prisa. Al llegar junto a ellos se detuvo y sacó un cigarro mientras señalaba con la cabeza al Pirata, que seguía con su balbuceo.

- ¿Fue el quien mencionó al Arcángel? Porque supongo que algo así no os lo habréis inventado vosotros. ¿Qué ha dicho exactamente? - se agachó para mirar al Pirata y negó con la cabeza - No sé que ha sido pero está jodido, está en estado de shock. ¿Qué ha pasado exactamente? 

No sonreía. Estaba tenso. Y de alguna manera ver tenso a aquel individuo hacía que tanto Fernando como Isabel se sintieran también tensos. De pronto había algo en el ambiente, un aire premonitorio de que algo malo iba a pasar. 

- ¿Qué ha dicho del Arcángel? - volvió a preguntar como para recalcar la importancia de la cuestión.

-Que viene- afirmó a Fernando, aunque no tenía claro si Nic iba a venir, o había pasado olímpicamente de ella.

Estaba nerviosa, y comenzó a pasearse mientras miraba por el rabillo del ojo a el Pirata. Temía por él. No sólo por su salud mental, sino también por su vida. Realmente parecía que lo perseguía aquella sombra del pasado.

Cuando Nic hizo su aparición, Isabel abrió la boca para recomendarle que no colgara de aquella manera a la policía, pero cerró la boca de nuevo en cuanto vio la expresión de su cara, y escuchó aquellas preguntas.

-Bueno, algo de que el Arcángel ha despertado a alguien que duerme, los durmientes o algo así- respondió, mirando a Fernando, buscando su confirmación-. Y también algo acerca de la marca del Arcángel. Enséñaselo, Fernando- pidió la detective señalando con el mentón la imagen de la marca de Pedro-. Y algo de lo que siente el Arcangel al abrirse una puerta.

No tenía ni idea de si todas aquellas cosas juntas tendrían sentido para Nic.

-También ha hablado en algo raro, pero no sé si realmente es un idioma, o eran meros balbuceos.

Nic miró la foto que le enseñaba Fernando. Inicialmente no dijo nada pero su rostro parecía más lívido:

- Es la marca del Arcángel. Es una señal. Maldición, ahora sí que necesitamos ver el Club de la Mentira. Tiene que ser un ritual, una sesión mística... había notado una perturbación mágica considerable pero ni de coña pensé que sería algo tan grave.

Fumaba tirando del pitillo como quien absorbiera oxígeno en vez de humo. 

- El Arcángel es eso... un puto Arcángel. No os voy a poner ahora al día de la cosmología de la Realidad pero nuestro mundo está regido por poderes muy antiguos. Dios no es más que una explicación simple de todo lo que sucede. No hay mejor manera de ocultar una verdad que contarla simplificada de una manera tan absurda que parezca increíble. Ni cielo ni infierno, sino simples poderes que están más allá de nuestro entendimiento. Dios, diablo, muerte, sueño, Zeus o Buda.. maldita sea, incluso si queréis creer en los Mitos de Cthulhu... todo son parte del mismo juego. Siempre ha sido lo mismo. Digamos que esos Poderes, por suerte, están demasiado lejos y son tan incomprensibles para nosotros como insignificantes nosotros para ellos. Pero hay... agentes, mundanos y sobrenaturales, que están por el medio y son los que montan el juego que nosotros llamamos Realidad. Y el Arcángel es uno de ellos. Se ha tomado la molestia de eliminar a Crespo dejando un aviso claro para los que sabemos leerlo: no sigáis.

Miro de nuevo al Pirata:

- Pobre... él lo vio una vez. Supongo que fue suficiente para su frágil mente.

- Vamos hombre - dijo Fernando suspirando y poniendo los brazos en jarra - Ha venido el puto San Rafael a cargarse a Pedro. Lo que me faltaba por oir - Fernando no era precisamente cristiano, pero ya se sabia que la gente de su época casi siempre se criaban en colegios de curas, rezando avemarías a base de que les dieran golpes con la regla en las yemas de los dedos.

- Necesitamos un profesional para que tranquilice al Pirata, yo no puedo hacer más - dijo a Isabel pensando en un psicologo - Nos lo llevamos con nosotros. Y en cuanto a tí...

Señaló de manera un poco grosera a Nic

- Más te vale tener cuidado, Nic. Eres listo, no lo niego. Pero si la mitad de las cosas que sabemos son ciertas, no te enfrentas a un grupete de gilipollas ni estás en una partida de cartas. Convendría que nos contaras de una puta vez que cojones pasa.

- Ah, y no me digas que esto es un ritual siniestro para depertar a un dios menor del averno porque ya estoy un poco harto de tanta gilipollez.

Isabel reaccionó muy mal ante las explicaciones de Nic.

-Pero, ¿qué sarta de gilipolleces estás diciendo?- preguntó con las cejas alzadas, la boca entre abierta y sin dar crédito a lo que oía.

Sin embargo, todo ello no era más que para ocultar que aquello que habían dicho tanto el Pirata como Nic le había calado de lleno.

Negó con la cabeza a Fernando ante la propuesta de llevar a el Pirata a un psicólogo.

-No, ni de coña- dijo Isabel-. No es peligroso, y no está prohibido decir lo que dice. Si va a un psicólogo o a un psiquiatra, lo decidirá un juez. Nosotros no podemos tomar tal decisión- estuvo apunto de añadir que tampoco quería ella tomar tal decisión, pero se contuvo. Quería saber más acerca de lo que Nic y el Pirata sabían, y, aunque pensaba continuamente que eran chorradas varias, en su interior, en el fondo, quería que todo aquello fuera verdad.

Carraspeo la garganta, y miró a Nic.

-Harías bien en hacer caso a Fernando. Cuéntanos lo que sepas acerca de esto, cómo conseguiste tú mismo esta información, y, sí, iremos a ese Club de la Mentira.

Nic recuperó su sonrisa socarrona: 

- Joder... no es que esperaba que os lo creyeseis, la verdad, aunque habría facilitado las cosas. - se encogió de hombros - Es lo que hay. Si queréis os digo que es un grupo de pirados que adoran a la cabra y juegan con lápidas. Pero no lo son. Es algo más chungo. Aunque... ¡qué demonios! Ni yo me lo creería ahora mismo si no fuera por ese.

Echó una mano por encima del 'Pirata', abrazándolo. Era curioso ver ese gesto de ternura en aquel individuo. El viejo dejó de balbucear pero estaba todavía muy nervioso:

- Creo que será mejor que descanse un poco en mi piso. Rebuscó en su bolsillo y sacando un bloc de notas amarillento escribió algo en una página y se la tendió a Fernando: esta es mi dirección actual. Intentaré tirar de unos cuantos favores y que alguien me diga donde está Leviatán. Pasad a esta noche, a eso de las once por mi casa. No me llaméis. No me llaméis más si el Arcángel está metido en esto... os pediría que ni me mencionarais ante vuestros superiores. No hace falta que me creáis pero tampoco veo motivos para que me neguéis ese pequeño favor. 

Fernando se fiaba de Nicolás, pero no tanto. Había algo en todo aquello que no le gustaba, y fuera el propio Nic, o las cosas en las que estaba metido, no tranquilizaron al viejo policía.

- No - dijo muy serio - No va a ir contigo. Nos lo llevamos a comisaría.

¿Y si Nic era, después de todo, uno más de aquellos tipos? No podían confiar en nadie. Y el Pirata les habia dado bastante información y le había pedido, más de una vez, que no le entregara. Tenía que dejar que se fuera. Era una promesa que le habia hecho sin pronunciarla.

Isabel iba a abrir la boca, ya asintiendo con la cabeza, cuando Fernando se negó en rotundo.

-¿Qué? Pero, Fernando...-cerró la boca de inmediato. No iba a contradecir a un superior delante de extraños.

Arrugó la nariz, y suspiró.

-Podemos custodiarlo nosotros- aceptó-. Pero no en la comisaría- puntualizó-. Creo que es mejor que no lo vean por allí. Daremos paseítos, y cuidaremos de él. A las once- miró a Nic- iremos a tu casa, y seguiremos charlando, ¿de acuerdo?

Miró tanto a uno como a otro, y sus ojos se detuvieron en el Pirata. Habría dado un brazo, y no precisamente el suyo, por saber todo lo que aquella cabeza tenía.

- No lo llevéis a la comisaría. Por favor Fernando, no lo hagas, no dejéis que lo vean con vosotros. 

Cuando Isabel propuso su plan asintió:

- Eso valdría. Sé que no creéis ni una palabra de lo que os diga pero si alguno de vuestros superiores nos relacionan a mí o al Pirata con vosotros seguramente el caso se cerraría mañana mismo... con nosotros como cabeza de turco. Créeme que ahora mismo yo soy la persona más interesada en que encontréis a Leviatan. Aunque te diré una cosa: él no es vuestro asesino. Creo que ha tenido la culpa de que las piezas del dominó cayesen pero dudo que él mismo sepa lo que se le viene encima. Y bien ¿estamos de acuerdo en no llevar al Pirata a la comisaría?

Espero ansioso la confirmación de Fernando antes de irse.

La cabeza de Fernando daba mil vueltas. Era obvio que él no quería llevarlo a comisaria, pero hasta aclarar más las cosas, tampoco podía dejarle a su suerte. El Pirata habia ayudado bastante y Fernando se sentía en deuda con él, aunque fuera un poco. En su pasado en narcotráfico habia conocido a gente en una situación muy mala y que, sin embargo, no eran malas personas. Habian tenido mala suerte. En parte sentía que el Pirata era como estas personas. Y el recuerdo de verle suplicar y casi llorar hacía mella en su conciencia.
 

- Ya lo sé, no soy tonto. Intentaré hacer lo mejor para ayudar. - Aceptó no llevarle allí, eso ya lo habia pensado antes de que se lo dijeran. Lo que no quería era darle más información a Nic. No más de la necesaria.

Suspiró de alivio en cuanto Fernando pronunció aquellas palabras. No sólo no tenían que confiar en terceros, sino que tampoco debían de confiar en nadie de la comisaría. Si aquello era cierto, si era verdad lo que les había dicho Nic acerca de sus superiores, hacer aquella tarea con discreción era lo mejor que podían hacer.

Isabel torció el gesto ante lo que se les podía venir encima, y se rascaba la sien cuando dijo aquello:

—Podemos ir a mi casa, y quedarnos allí hasta la hora que tengamos que volver a reunirnos con Nic— propuso, mirando a Fernando.

Se fijó a continuación en el Pirata, y sintió una punzada de culpabilidad. Le sabía mal haber trastornado la relativa paz que aquel hombre había tenido hasta el momento en que había aparecido la pareja de policías.

—Vamos, si queréis, y no tienes otra cosa en mente, Fernando. Creo que estaremos tranquilos allí. Y no sé si pasear por la calle con él podría complicarnos las cosas— añadió algo resignada, y, sin saber muy bien por qué, miró por encima de su hombro, como si fuera a encontrar a alguien mirándolos. 

Nic asintió sin añadir nada más y regreso por donde había venido. Los detectives lo vieron alejarse y sólo cuando Fernando se había cerciorado de que estaba a una distancia desde la que era imposible que los escuchase sacó su móvil y marcó el teléfono de Mónica Tapiés. Era una reputada psiquiatra que había conocido durante una investigación sobre un chico desaparecido. El pobre chaval sufría trastorno bipolar y le había dado un buen susto a sus padres pero gracias a la ayuda de Mónica, que era su doctora particular, lo habían localizado antes de que pudiera sufrir algún daño. Tras el caso entablaron una amistad basada en el mutuo respeto profesional que pronto derivó en algo más personal. A Fernando le gustaba quedar de vez en cuando con Mónica para tomar un café y charlar. 

- Hola Fer, cuanto tiempo. ¿Qué tal va todo?- contestó cordialmente la psiquiatra a la llamada de Fernando.

- Hola Mónica. - dijo con tono tranquilo - Me encantaría que hablaramos tranquilamente, pero las circunstancias hoy no acompañan. Necesito tu ayuda. ¿Podemos vernos? ¿En la plaza de Música, al lado del Auditorio y te cuento? - dejo un tiempo para que respondiera - Yo tardo 10 minutillos en llegar andando. No hace falta que corras, ven cuando puedas. - Fernando no quería acercarse al centro, no aún.  - Necesito que seas algo discreta, tengo a un hombre en estado de shock, lo digo por si tienes que traer algo - Nunca habia entendido de fármacos, pese a estar en estupefacientes.

Mientras Fernando hablaba con su amiga íntima del alma, algo que le hizo sonreír de manera interna a Isabel (aunque no tenía ni idea acerca de ello, simplemente le gustaba montarse historias en su cabeza acerca de la gente- ya lo hacía también en el gimnasio, cuando se entrenaba para la oposición, para así evitar el aburrimiento de correr en la cinta, y comenzó a emparejar a todos los clientes del local-), trató de calmar a el Pirata.

-Venga, Pirata, que no pasa nada- susurraba la detective con su mejor voz dulce, y una sonrisa amistosa en los labios-. Que ya pasó. Ahora, no se preocupe, que todo irá bien. Ya verá cómo sí.

Aunque ni ella misma se lo creía. No sabía los horrores que podrían haberle provocado aquellos tipejos que parecían dominar el orden mundial, y le daba algo de vértigo pensar que podían volver a avisar al Pirata sin ser tener la consideración de dejarlo vivo esa vez. 

-No se preocupe- volvió a repetir, casi también para sí misma-. Todo terminará pronto. 

Un poco más tarde estaban en la pequeña plaza que había delante del auditorio, en el Campus Norte. El Pirata parecía un poco más calmado pero totalmente ido. Lo habían llevado hasta allí casi de la mano, como quien guía a un niños.

Cuando Mónica apareció los tres estaban sentados en un banco de piedra contemplando el pequeño lago artificial donde nadaban los patos. Formaban un extraño trío. La psiquiatra era una mujer de unos cincuenta años, alta, delgada. Su rostro excesivamente anguloso carecía de belleza pero transmitía una fuerza que suplía sin problemas la carencia de un físico agradecido. Llevaba el pelo negro con vetas grisáceas recogido en un sencillo moño. 

- Hola Fernando ¿Qué ha pasado? - dijo Mónica moviendo una mano delante del Pirata sin que éste reaccionase - Parece en estado de shock pero conserva su movilidad. ¿Cual es su cuadro? ¿Qué le ha provocado este estado?

La profesionalidad de Mónica a veces hacía que saltase los protocolos más básicos, como por ejemplo presentarse. 

-Ey...-fue lo único que dijo Isabel, alzando la mano a la altura del hombro a modo de saludo. Iba a decir algo más, pero lo obvió. No hacía falta, al menos, para la tal Mónica. 

Se mantuvo callada ante las preguntas de la mujer, y miró a el Pirata, sintiendo lástima por él. Isabel pensaba que no sabía ni dónde estaba.

-Bueno, se ha puesto muy nervioso recordando algo que le hemos preguntado- respondió, finalmente, la detective, sin poder evitar mantener la boca cerrada.

- Hola Mónica - dijo secamente Fernando. - Tiene información sobre un caso que tenemos. El problema es que son espiritistas y creyentes de lo oculto y creo que el miedo a lo sobrenatural le ha puesto en ese estado. No soy capaz de tranquilizarle. Y solo dice cosas raras.

Estaba ciertamente preocupado, pero no por el tipo, sino por la información que sabia que tenia en su cabeza.

- Creo que le presioné demasiado, es culpa mia.

La mujer asintió sin dejar de examinar al Pirata. 

- No voy a preguntarte por qué no lo has llevado a un centro para que lo miren o internen. ¿No tiene familia? No puedo atenderlo aquí en medio de la calle. ¿Quieres que lo llevemos a mi consulta?

Se giró hacia ambos detectives:

- ¿No queréis llevarlo porque os habéis pasado con el interrogatorio y teméis que os abran un expediente? Tenéis que decirme claramente que ha pasado si necesitáis mi ayuda. No me parecías de ese tipo de policía Fernando...

Era evidente que Mónica pensaba que había algo más en aquella situación, aunque parecía ir bastante desencaminada.