Partida Rol por web

Como no se le ocurría nada mejor, asintió ante la idea de Mónica.

-Sí, tu consulta puede ser muy buen lugar- afirmó, asintiendo de manera ferviente.

Lo que no le gustó, sin embargo, era aquellas insinuaciones hacia Fernando.

Con el ceño fruncido, y un dedo admonitorio, Isabel dijo:

-Oiga, Fernando no ha hecho lo que usted piensa. A este hombre le han hecho verdaderas putadas, y nos hemos enterado cuando nos lo ha dicho. Ha comenzado a ponerse nervioso recordando, no porque nosotros le hayamos presionado.

Chascó la lengua, molesta, y puso los ojos en blanco. Siempre era igual, interrogadas a una persona, y en cuanto se ponían a lloriquear un poco, ya tenías ahí a abogados, psicólogos y asistentes sociales poniendo a la policía como si fuera el maldito demonio. Que qué poco corazón, que si esto es ilegal, y no sabía qué mierdas más.

-Este hombre es vital para la investigación, y lo necesitamos. Si puede tranquilizarlo, nos haría usted un gran favor- añadió más calmada la detective.

- No sabemos si tiene familia, creo que considera su familia el grupo de indigentes que está en la calle. - dijo Fernando sincerandose, al fin y al cabo, era su amiga - y creeme cuando te digo que no le he presionado tanto como para que me expedienten. ¿O acaso le has visto algun moraton o algo? No, no es eso. Pero creo que puede tener información que podría implicar a algun policia, y no quiero que el Pirata corra riesgos innecesarios por mi culpa. Por eso decidi llamarte. Creo que puedo confiar en que esto quede entre nosotros. El porque ha llegado a este estado, creo que es más por culpa del miedo que le invade por lo que sabe, que por el hecho de que yo le haya preguntado de más. Pero no soy profesional.

Un poco más tarde estaban en la consulta de Mónica. El Pirata descansaba en una camilla tras haber sido sedado por la psiquiatra.

- Le vendrá bien descansar un poco. Y creo que a vosotros también. No hace falta que me digáis nada, entiendo que estaréis en algún tipo de investigación y estáis algo estresados. No podéis ocultarlo, es mi trabajo. Tampoco creo que vayáis a hacer nada de lo que os diga.- sonrió - Descanso, dormir bien y esas cosas.

No, la verdad es que no era momento para descansar, porque en ese momento sonó el teléfono de Isabel. Era Nic. La psicóloga, intuyendo que la llamada era importante, regresó a la consulta donde tenía al Pirata dormido, dejando a ambos detectives en su sala de espera para que pudieran atender la llamada en privado.

- Sé donde están.- dijo sin dejar contestar a Isabel - Os espero donde acordamos.

La llamada se cortó inmediatamente.

Ambos miraron sus relojes. No eran más de las 21:30. Se veía que Nic tenía prisa por resolver el asunto. 

Desconfiaba. Mucho. Siempre le pasaba cuando conocía a alguien nuevo. También pasó con Fernando, pero terminaron congeniando pronto. Sin embargo, dejar allí solo al Pirata... Sentía un mal presentimiento, aunque sólo fuera una paranoia suya.

La llamada de Nic fue la más corta que había mantenido con él, y se limitó a asentir con la cabeza cuando ya había sonado el tono de finalización de llamada.

Miró a su compañero, y luego a la pared tras la cual estaba el Pirata.

-Tenemos que ir- dijo Isabel, escueta, guardando el móvil.

Estaba decidida. Ir directos y acabar con aquello de una vez.

Media hora más tarde estaban en el piso de Nic. Cuando llamaron a la puerta oyeron unos pasos al otro lado y un hubo un momento de pausa mientras un ojo observaba por la mirilla. Luego la puerta se abrió. Nic parecía nervioso.

- Estaba pensando en agenciarme un arma pero no tengo ni puta idea de como funcionan.- dijo mientras cerraba la puerta al entrar los detectives - Por suerte vosotros sí que las tenéis y sabéis usarlas ¿no? Vivan los cuerpos de seguridad del Estado.

Avanzó hacia el salón sin dejar de parlotear:

- Leviatán está en otra sala abandonada. Le ha cogido el gusto a los teatros: ante nuestras propias narices en el viejo cine Yago, en la entrada de la zona vieja^[1]. Sólo que esta vez ha sido más discreto y nadie se ha enterado de que se esconden ahí. Porque están escondidos como ratas. Porque por muy loco que esté Leviatán debe haberse dado cuenta de que el avispero que ha removido es más grande de lo que puede manejar.

Isabel arqueó una ceja escéptica ante las primeras palabras de Nic. Le habría encantado preguntarle qué categoría hubiera puesto en la solicitud de la guardia civil, pero se contuvo. No estaba allí para repasar el temario de armas.

-Oh, sí que sabemos- respondió, sonriente, aunque no había sacado su arma de la funda más que para limpiarla, y tenerla lista para las revisiones que tenía pasar. Sacar el arma durante el servicio era un auténtico quebradero de cabeza para hacer luego todo el papeleo-. Vivan- añadió, sin mucho entusiasmo.

Echó una mirada rápida a su alrededor, y se dijo que bien gorda tenía que ser la cosa como para que Nic estuviera tan nervioso.

Escuchó con atención lo que Nic les decía, y se le iluminó la cara ante la perspectiva de saber exactamente dónde estaba Leviatán.

-Ya está. Pues, a por él- dijo Isabel con un gesto de las manos-. Hay que ir allí, dar con él, e interrogarlo.

Que pareciera tan fácil cuando lo decía, no era sino un claro signo de que algo malo iba a pasar. E Isabel quiso acallar esa vocecita que le gritaba acerca de la precaución.

Fernando parecía sorprendido por todo aquello. Y por la rápida reacción de Isabel.

- Espera, espera - dijo mirando a Nic - ¿Cómo has averigüado esto tan rápido? - A su lado los detectives parecían dos novatos. Quizás lo fueran después de todo, aquello era cuanto menos peculiar, nunca habia tenido que enfrentarse a algo como aquello.

Una cosa parecía clara. Si habia removido mierda, no parecía una cosa que importara a aquel tipo.  ¿Por qué, de pronto, se habia vuelto cauto? Y si la primera vez les habia costado encontrarles, ¿cómo ahora, siendo más discretos, habia tardado Nic un par de horas en saber donde estaban y como habian llegado alli?

- Tengo mis contactos.- contestó el buscavidas - Gente que nunca hablaría con vosotros. Y algunos que incluso no hablarían conmigo si no fuera porque a veces no tienen más remedio. 

Asintió como si leyese los pensamientos de Fernando:

- Haces bien en desconfiar de todos. Lo prefiero así. Pero te aseguro que no tengo motivos para proteger a Leviatán ni para impedir que lo encuentres. De hecho quiero que paréis todo esto antes de que vaya a más y pueda ser perjudicial para más gente. Sobre todo para mí. Tengo pensado largarme de aquí una buena temporada en cuanto os deje con ese pirado.

Fernando no sabía si aquel tipo era más de lo que decía, o simplemente buscaba a alguien que pagara los platos por él. Ya les habia dicho el pirata que alguien tendría que ser "sacrificado". Fernando tenia la impresion de que Nic pensaba lo mismo y habia decidido que fueran los policias los que hicieran el trabajo sucio por él, y... o dieran caza a Leviatán quitandole un problema de encima, o queria que Leviatán les sacrificara a ellos y asi olvidarse del rubio...

Se limitó a suspirar...

¿Tenian acaso otra opción?

Alzó las cejas ante la respuesta de Nic. "Tengos mis contactos", decía, e Isabel se imaginaba una gran cantidad de personas como él, cuchicheándose rumores en callejones oscuros durante la noche. No quería ni imaginarse qué tipo de gente era con la que Nic había hablado, aunque le asaltaba la curiosidad.

Compartió una mirada cómplice con Fernando, y se encogió de hombros, haciendo una mueca con el rostro. Parecía que el camino no tenía encrucijadas, sólo les quedaba ir hacia delante.

-Que te puedas marchar del país eso ya se verá- dijo Isabel con una media sonrisa ante las últimas palabras del rubio-. Quizá seas testigo crucial para el juicio- añadió, aclarando sus palabras. 

Nic asintió. 

- Claro jefa. Tú siempre al mando.

Dicho lo cual recogió su gabardina de encima de una silla y se dirigió a la puerta.

- Vamos de caza.

Chascó la lengua, impaciente, sin decir nada ante el comentario de Nic, aunque sin dejar de sonreír, y dijo:

—Venga, vamos.

Y trató de no pensar en lo que podrían llegar a encontrarse en las siguientes horas.

No debiamos parecer policias o los contactos de Nic dejarian de ser contactos para convertirse en obstáculos. Asi que aunque avanzaba con cautela, Fernando trataba de no llamar la atención. Se movía con cierta naturalidad, acostumbrado de tantas y tantas redadas en narcos. Realmente no podía hacer mucho para proteger a Nic, pero a decir verdad, tampoco estaba seguro de ser capaz de protegerse a sí mismo. Se habían metido en un problema enorme, y el protocolo decía que debías llamar siempre a refuerzos antes de hacer algo como aquello. Lo que no decía el protocolo es qué sucede cuando te fías tan poco de los refuerzos como de lo que puedas enfrentar...

Fernando suspiró, contrariado. Parecía que estaba metido en una corriente de agua que solo le permitía avanzar hacia adelante.

Un rato después estaban frente al cine Yago. Isabel y Fernando iban un poco por detrás de Nic, dejándole a él la iniciativa pero dispuestos a actuar si fuera necesario. El tahúr avanzaba con paso decidido por las calles de la zona vieja. A esa hora todavía había mucha gente paseando así que la sensación de riesgo era mínima. Si no fuera por el rostro taciturno que portaba aquel trío cualquiera podría pensar que eran tres amigos que iban a tomar una copa antes de volver para casa.

Pero no era así. Iban a encontrarse con el famoso Leviatán y, por primera vez, tanto Fernando como Isabel tenían la corazonada de que podrían acercarse a la resolución del caso. O al menos a entender que era lo que sucedía. Aunque aquello conllevaba un riesgo mayor. Si Nic tenía razón en sus sospechas: ¿a quién informarían? ¿qué pasaría después?

El teatro llevaba varios años cerrados pero aún conservaba en sus expositores los carteles de la última función: una noche de títeres. Que adecuado. Sus puertas de madera empezaban a acusar la inclemencia del tiempo y el descuido: la pintura se veía desconchada donde lo permitían los numerosos carteles que habían pegado encima. Pero una de las hojas estaba libre de papeles. Ahí es donde Nic llamó golpeando tres veces.

Tras un minuto que pareció una hora alguien abrió la puerta desde el otro lado. Nadie se asomó. Simplemente la puerta se entreabrió. 

La calle seguía abarrotada de gente paseando, eran poco más de las diez y media. Era Santiago. Allí nunca pasaba nada. Y los dos detectives estaban curtidos de situaciones mucho peores. ¿Por qué ahora, cuando Nic se introdujo en el interior del teatro, ambos dudaron?

Era una serpiente. Sibilina y astuta. Nic se movía por las calles como si fuera su reino. Parecía el señor de su palacio, directo, sin titubear. Lo tenía claro. A Isabel, aunque no debiera, le sorprendió tal actitud, y pensó que Nic habría sido buen poli, sobre todo para infiltraciones. Parecía ser capaz de adaptarse a cualquier tipo de situación. Todavía se acordaba de cómo les tomó el pelo haciéndose pasar por agente inmobiliario. Qué cabrón, pensó Isabel con una media sonrisa en la boca.

Le siguió de cerca, mirando los alrededores. Todos los gatos son pardos por la noche, y no se fiaba de nadie. Fruncía el entrecejo cada vez que algo la sobresaltaba, y miraba por encima del hombro de vez en cuando para ver si los seguían.

Sin embargo, quiso adoptar el papel de curiosa. Aunque no le costó mucho, pues realmente estaba ansiosa por saber más. Le había llamado la atención todo lo relativo a esa teoría conspiratoria, y quería llegar al final del asunto... si es que había final.

Hasta cuando se abrió la puerta parecía que todo era envuelto por un halo de misterio. Isabel se había quedado mirando el estado del teatro, y bajó la mirada a la puerta en cuanto se movió. Sintió un vuelco en el estómago, y se pasó la lengua por los labios, dándose cuenta de que estaba sedienta.

-Venga, va- murmuró más para sí que para que lo oyeran los demás.

Se rascó el puente de la nariz, y entró tras Nic, mirando su espalda y sin querer perderla de vista, mientras rozaba con la yema de los dedos la culata de su arma reglamentaria.