Partida Rol por web

Cojeando como pudo, Inari llegó junto a la chica a la zona principal. Los rostros de la gente denotaban miedo y desconfianza.

Mmm...Perdonad por lo que habéis tenido que ver - dijo el arquero con claro gesto de dolor. Pero necesitamos vuestra ayuda para poder encontrar la razón de por qué nos han metido a todos aquí. Como podréis comprobar, me han herido y si hubiese algún médico o enfermero/a aquí os lo agradecería. 

Cansada del combate, Ariadne prefirió no discutir y acompañó al herido arquero hasta el salón principal.

- Que alguien le cure ¿vale? - dijo señalando a Inari al tiempo que internamente se lamentaba del tiempo perdido - Yo voy a ver si se podemos retomar el control de la nave... - dijo al tiempo que se daba media vuelta para volver por donde habían venido.

Con suerte atraparé al resto antes de que sea demasiado tarde...

Ariadne se fue y te dejó solo.

Observaste a tu alrededor, pero nadie parecía querer responderte. O no había nadie que supiera curar una herida, o nadie iba a ayudarte. Estaban en shock por lo que había pasado, algo totalmente comprensible. Si no eran todos, la mayoría de la gente no había visto sangre en su vida.

Así que allí estabas. Te tocaba improvisar algo para poder continuar junto tus compañeros.

Y, de pronto, el morro de la nave baja y comienza a caer a una velocidad casi descontrolada. Los cadáveres empiezan a moverse hasta estamparse contra la pared, dejando un reguero de sangre muy desagradable.

Y os separasteis. Decidiste tomar el pasillo que tenías a mano derecha.

Un largo pasillo lleno de escotillas por las que se pueden ver las nubes del exterior. No tiene tantos adornos como los corredores de las alas residenciales, pero aun así esta hermosamente decorado con una larga alfombra de lino rojo. Los arañazos de algo similar a una afilada garra se extienden varios metros por la pared.

De pronto, notas cómo la nave baja el morro y comienza a caer a una velocidad descontrolada. Te cuesta mantenerte en pie, pero tus años de entrenamiento dan sus frutos en este tipo de situaciones.

Y os separasteis. Pyros tomó el pasillo de la derecha mientras vosotros continuabais de frente, hasta llegar a la mitad. Allí teníais tres opciones. Tomar la puerta de la izquierda, la de la derecha, o continuar por el pasillo.

De pronto, notáis cómo la nave baja el morro y comienza a caer a una velocidad descontrolada. Ese cambio os lanza contra la pared, pero por suerte ya no estabais en la plataforma de paso.

Llegaste corriendo hasta el final de la pasarela. Te detuviste para recuperar el aliento mientras mirabas a tu alrededor.

Te encuentras con un largo pasillo lleno de escotillas por las que se pueden ver las nubes del exterior. No tienen tantos adornos como los corredores de las alas residenciales, pero aun así está hermosamente decorado con una larga alfombra de lino rojo. Pero algo te llama la atención: los arañazos de algo similar a una afilada garra se extienden varios metros por la pared.

Se te plantean dos opciones. Frente a ti, recto, puedes ver a Leon y Cáliban. Al final de ese pasillo hay una puerta que lleva hasta otra plataforma de paso. A mitad del camino, hay dos puertas, una a la derecha y otra a la izquierda, una frente a la otra.

La segunda opción es tomar el pasillo de la derecha. Allí se encuentra Pyros, está claro que han decidido separarse. A mitad de este pasillo hay una puerta y al final, otra.

De pronto, notas cómo la nave baja el morro y comienza a caer a una velocidad descontrolada. Ese cambio te lanza contra la pared, pero por suerte ya no estabas en la plataforma de paso.

¡No me jodas! - le dije a la muchacha. No sabes lo que acabas de hacer. Como me encuentre solo con enemigos y salga vivo, deberás vigilar tu espalda - terminé alzando aún más la voz.

Ante la negativa de la gente a ayudar, Inari les contestó:

Luego no vengan a pedirme ayuda, porque se la negaré. Soy de los que nunca olvidan, recuérdenlo.

Mientras tanto, observó con detalle a la gente por si alguien había, en el último momento, que quisiese echarme una mano.

¿Habrá servicios por aquí? - pensaba mientras iba en su busca para ver si habría algo que desinfectase la herida.

Ya los veo. Y pasé a uno de ellos.

Agarrándose como pudo a los que pillaba, Inari entró en los baños.

¡Puajjj!, ¡qué olor!, ni en el bosque, allá en mi tierra finlandesa, olía tan mal. Observó las paredes que estaban manchadas de la suciedad de esos cacharros blancos llenos de agua que estaban anclados al suelo. ¿Qué serían esas cosas?

No se detuvo en su búsqueda de algo con lo que poder sanar su herida. Estaba acostumbrado a curarse cualquier cosa, pero allí no había nada natural, todo eran botes, pequeños y grandes.

Al parecer, los acontecimientos se estaban acelerado. El grupo se había vuelto a dividir y uno de sus miembros avanzaba sólo. Si en ese momento entraba en combate, la inferioridad numérica podía suponer un problema. Aún así, los arañazos de la pared inquietaban a la joven. Todavía no se habían encontrado a nadie con un arma así...

La recaída de la nave hizo que Ariadne se urgiera a tomar una decisión. Sin dar más vueltas a las marcas ni replantearse las alternativas, se lanzó al corredor de la derecha, en pos del obeso luchador.

Pyros tuvo la necesidad de agarrarse a la pared en cuanto sintió tambalearse la aeronave. Estaban cayendo en picado y eso solo suponía una cosa, nadie se estaba haciendo cargo del control del mandos. Él no sabía hacerlo, pero sería más peligroso aún si no lo intentaba. Además, estaban las marcas de garras esas tan extrañas que había por todas partes. Algo sumamente sospechoso y que seguramente tendría algo que ver con todo aquello. Debía tener los ojos bien abiertos por si acaso.

Ariadne apareció de pronto tras Pyros. Había decidido acompañarle por ese lado del barco volador. El hombre había apoyado la mano en el picaporte de la puerta que estaba en la mitad del pasillo y, tras llegar su compañera, entró.
Esta inmensa sala central del zepelín es usada como almacén para transportar todo tipo de cargamentos. Por ello, la estancia está repleta de grandes cajas apiladas entre sí de forma laberíntica.

Inari se decidió por lavarse la herida infligida y apretó bien el corte para que dejase de salir tanta sangre. Nada más podía hacer, así que salió de allí y fue en busca de sus compañeros tras atravesar nuevamente el salón.

Con precaución por posibles oídos vigilantes, Ariadne se acercó a su acompañante. - No parece que vayamos a encontrar por aquí al capitán ese - susurró oteando el almacén en busca de otros accesos (o de más guardias).

Aunque en ese almacén podrían haber cosas útiles para enfrentarse al capitán, la urgencia de su situación hacía inviable dedicar tiempo a su investigación.

Pyros dio un respingo. No estaba tan alerta como imaginaba, pues aquella mujer había aparecido tras su espalda de forma silenciosa y no la había visto, ni oído llegar. El orondo joven se giró sobre sí mismo y asintió ante sus palabras. Estaba claro que quizá todo aquello fuese sumamente interesante, pero el zepelín estaba a punto de caerse y no podían perder el tiempo en nimiedades.

Tienes razón, aquí no hay nadie. Sigamos por allí. Dijo señalándole el pasillo, girándolo y abriendo la siguiente puerta que había allí.

Antes de separarse de la puerta del almacén, Ariadne la cierra. A veces es mejor no se note mucho por donde ha pasado alguien...