Partida Rol por web

La conversación se había detenido de pronto y aquel silencio se me antojó muy incómodo así que me aventuré a hablar
-Y bien... marqués... ¿hay alguna razón por la que nos ha mandado a llamar o suele recibir en vuestra casa a todos los turistas?- La pregunta había sonado mucho más desafiante de lo que había pensado, en mi cabeza había sonado mucho más amable pero una vez fuera de mi cabeza me sentí algo incómoda. Me mordí el labio para evitar volver a meter la pata mientras esperaba alguna reacción del marqués.

Zahariel observa el silencio que se había echo tras sus comentarios y como Daelire intentaba averiguar que había sucedido y las costumbres del Marques en lo referente a ellos y a otros que pudieran haber llegado antes o similar.

La situación era realmente extraña en toda si, pero a pesar de eso, Zahariel agradecía los manjares del lugar y la hospitalidad del Marques. Aun así espero las respuestas de este a Daelire.

- A todos no los acojo. Os he acogido aquí porque me enteré de que vuestro barco tuvo un pequeño problema y os quedasteis aquí. Aunque bueno pronto vendrá un segundo barco, en una semana o así y os podréis ir entonces. 

Tras debatir alguna hora y después de terminar la cena. - Bueno chicos, yo tengo que ir a descansar, así que si no os importa. - Dijo mientras se levantaba. - Ah por cierto, si habláis con gente del pueblo no les hagáis caso, son muy supersticiosos. ¡Una vez incluso se pensaron que yo era un vampiro! Porfavor... - Dijo mientras reía y se miraba en el espejo. - Fuera os espera el carruaje que os devolverá al pueblo si queréis. Que vaya todo bien. - Y entonces se retiró de la sala.

Zahariel asiente a las palabras del Marques.

- Se os agradece mucho la invitación, Milord. Mas aun al saber que en breve aparecerá ese navío que nos puede llevar de regreso a nuestro origen. Vuestras palabras confirman lo que ya nos han dicho y es de agradecer pues. – Comento mientras esperaba a que sus compañeros se levantaran para iniciar el regreso hacia el pueblo. – Ha sido un placer, Marques. Que descanséis. – Termina por decir mientras toma el sendero hasta la salida de la casa y rumbo al carruaje para abrirle la puerta a Daelire. – Vos primera, Señorita. – ofrece el paso a esta y a los demás del grupo para subir el ultimo al transporte.

Había sido una absoluta perdida de tiempo o al menos eso llego a pensar Yreth. Por lo menos el muchacho había comido algo decente, pero aun así estaba muy seguro de que el noble quería algo de aquel grupo tan pintoresco y no tardaría demasiado en exigirlo.

El joven muchacho no tuvo ganas de lanzar alguna despedida o agradecimiento, era suficiente con que Zahariel actuara por lo demás. Se levanto y una vez que Daelire marcho delante de el la siguió hasta el carruaje.

Una vez habíamos acabado de comer el marqués se escuzó y nos quedamos solos en la sala, aunque no tardamos mucho en salir de la mansión. Seguí al grupo en silencio quedándome algo rezagada de vez en cuando por quedarme mirando la decoración tan exquisita del lugar. Me quedé observando por unos segundos mi reflejo en un espejo que había en el pasillo <supersticiosa... la gente del pueblo es supersticiosa... > me encogí de hombros<...si ellos descubren mi poder me verían como un demonio...>pensé al recordar el cuerpo carbonizado del hombre que nos había atacado en el dirigible. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me apresuré a salir por la puerta. El carruaje nos esperaba en la entrada y me encontré con que Zahariel había abierto la puerta del carruaje para mí. Mis mejillas se sonrojaron levemente mientras asentía con la cabeza. El protocolo  era algo que se me escapaba, sin duda tanto él como Heimer eran hombres bien educados y refinados por lo que con aquel gesto me sentí algo cohibida pero aún así entré la primera al carruaje sentándome en una esquina del mismo.

Cogisteis el carruaje hacia el pueblo. Durante algunos minutos bajando por un camino bastante ancho y con árboles a su alrededor haciendo sombra en ambos lados del camino llegasteis al pueblo. Algunos aldeanos os miraban, otros seguían a su rollo. 

La aldea le hacen llamar como Corvinus, dado que es la única población que hay en la isla. Es bastante grande, con más de cien casas y medio millar de personas. La gran mayoría de los aldeanos son granjeros, ganaderos o perscadores, por lo que lo que ganan son para su sustento viviendo así sin problemas económicos. Las casas son de madera y piedra de pequeño tamaño. Calles sin pavimentar excepto la via principal y la plaza.  Con docenas de granjas pudientes a su alrededor aunque no formen parte de la aldea, se consideran así. 

Yreth parecía perdido al llegar al pueblo, pues por donde empezar o que hacer. Si se ponía en lo peor debería pasar dos semanas allí a la espera de algún barco. El muchacho estaba indeciso… por su mente pasaba la intención de apartarse del pueblo y continuar con su entrenamiento, apartado de todo y de todos. Sin embargo, aquel acto estaría en conflicto con una promesa que había hecho.

Miro de reojo a Daelire y suspiró desanimado... entonces otra idea bullo en su mente y fue entonces cuando supo que debería conseguir algunas monedas. Pues aun sentía que les debía el pago de la posada a los otros dos muchachos y aunque lo hicieron de buena fe, Yreth no soportaba estar en deuda.

Hecho un ojo a las gentes del pueblo y volvió a suspirar desanimado pues sus conocimiento abarcaban otros sentidos alejados de la paz que podía respirarse allí.

-Voy a dar una vuelta- dijo al resto del grupo y se alejó.

-Dae, creo que iré a la taberna…- Siempre hay una taberna en todo pueblo que se precie o eso pensaba el joven muchacho.-No espero que me acompañes, aunque lo preferiría. De todas formas si prefieres ir por tu cuenta ten mucho cuidado.- Su tono de preocupación se noto claramente de la mente de la muchacha.

Yreth aun recordaba a aquellos hombres quemándose vivos a efectos de un poder que no sabia que la muchacha tenia. Y temía mas que la descubriesen a saber que en todo momento tuvo aquel poder en secreto. Un secreto que no pudo conseguir a pesar de tantos años juntos y de su influencia sobre su mente. Un hecho que le había obligado a replantearse el como veía a la muchacha.

El trayecto hacia el pueblo había sido muy silencioso, apenas habíamos dicho un par de palabras en todo el camino. El traqueteo del carruaje nos meció lentamente y el sueño casi me vence pero un frenazo me sacó de sus garras. AL bajar del transporte u vernos otra vez en el pueblo me dieron ganas de explorar la zona, era un sitio completamente nuevo y la curiosidad me podía. Yreth no parecía cómodo con aquel lugar, cualquiera podía notarlo pues no paraba de suspirar desanimado, le miré de reojo para luego mirar a los demás sonriendo levemente antes de hablar -Este viaje me ha dejado algo cansada, si no os importa iré a descansar un poco...- incliné la cabeza a modo de despedida y volví a sonreír.

Noté la voz de Yreth en mi cabeza una vez más, sonaba preocupado aununque no supe la razón -Estoy bastante cansada Yreth... ¿te importa que vaya a descansar un poco? si encuentras una taberna puedes ir a buscarme... si tocas a mi puerta- pensé pero aquellos pensamientos estaban desordenados, mi mente estaba algo confusa y desanimada.

Zahariel observo y asintió a ambos compañeros cuando estos descendieron del carruaje. Parecían necesitar algo de tiempo para ellos mismos, y por una parte el necesitaba pensar. No estaría a mal disfrutar de un poco del lugar y el ambiente.

Concertando con ellos que quedaran a una hora para poder disfrutar de una comida reunidos, se desplazo en busca del alcalde del lugar.

Das una vuelta por el pueblo pero no encuentras nada, solo algunos niños que se paran para que les des algunos caramelos. Una vez delante de la taberna, justo al lado de la posada, entras y ves que el interior está hecho de piedra negra y madera. Cuando entras una señora te da la bienvenida. - Buenas buen hombre. - Dijo una señora mayor.

Andando hacia la posada algunos aldeanos se te quedan mirando, aunque luego ya se vuelven a girar. Una vez delante la posada, entras y ves a Miriam que te reconoce y te saluda. - Hola de nuevo. - Te dijo. - ¿Quieres alguna cosa?

Vas andando hacia la alcaldía del pueblo, y la reconoces fácilmente. Es una casa de tres pisos, que se levanta en la plaza central. Sin duda es la construcción más relevante del pueblo y también la más grande. El alcalde es Raymon, una buena persona, aunque su espíritu ha ido apagándose con el paso de los años. - Buenos días caballero, ¿desea algo? - Dijo con un tono de amabilidad aunque forzada.

Andando por la calle vi a un hombre con mujeres revoloteando. - Buenos días caballero, veo que se lo está pasando en grande ¿no?

Al llegar frente a la posada me encontré con Miriam, la cual me saludó amablemente a lo que yo respondí -había pensado en descansar un par de horas, el viaje ha sido agotador...-