Partida Rol por web

Con la tonada afina el ojo, centra la respiración y apunta, y tras el ultimo rasgueo el estallido de su arma marca el final. El esqueleto vuela en pedazos seguido de un silencio sepulcral.

-Bien, salgamos de aquí, ya no nos debe quedar mucho tiempo...-

Avanzan sin más inconvenientes, ya no más sorpresas los aguardaron. Trepan el muron y salen hacia el acantilado, repiten el camino por el que llegaron, al borde de un abismo.

Al llegar de nuevo al páramo se encuentran con la caravana completa. Los estaban esperando.

No hacia mucho que llegaron, parecían haber estado bien sincronizados.

En un paso apresurado se acerca acompañado de su bastón y casi denotando una lesión en su pierna. Los ojos le brillaban y media sonrisa en su rostro le impedía ocultar la emoción.

-Mi estimado señor Wayne.- Mira al resto. -Caballeros...- Refriega las manos mientras sostiene el bastón bajo el brazo. -A tiempo, siempre a tiempo. Usted es impecable, la caravana esta muy feliz de tener hombres tan responsables en su trabajo... ahora bien. ¿Qué han podido encontrar allí abajo?-

Contestando a Alvarado.

-Poder, y estas heridas. Mostrando algunas heridas de mi cuerpo

-Si aun falta para llegar a destino, quisiera comer algo y descansar un poco.

No dije nada mas, supuse que el resto le correspondia a Wayne, me quede en mi lugar y guarde silencio.

Alvarado se toca los labios tras las palabras del paladín y con unos gestos le indica que vaya hasta la segunda carreta de la caravana, un carromato carmesí.

Tan pronto despacha a Synh se apronta a Wayne y al reparto del tesoro, para poder cobrar su justa y supuesta comisión y comprar esos objetos que no podrían vender en el mercado, tan bien como lo haría él.
Solo los ídolos de oro Wayne decide conservar.

En el interior de una carreta, con la privacidad de los toldos y la luz de un par de lamparas hacen la repartición.

Ven que Wayne asegura la parte de Synh y cuida de que no le toque menos que a nadie y que a nadie le toque más que a cualquier otro. La repartición es justa, menos por dos objetos que Alvarado no cuento y entre todo el tesoro no estan.

Detrás de la galera negra de Alvarado esta este carromato carmesí. Un hogar sobre ruedas, la decoración lo hace sentir.
Subes un escalón y golpeas la puerta.

-Shhh- Dice tras abrirte, junta las manos junto a su rostro indicándote que alguien duerme.

Al entrar sientes la calidez del lugar, luces tenues hace a todo verse con tonos de un anaranjado atardecer, el aroma a incienso te recuerda al sabor de las almendras y la frescura de los sipreses.

Mira por sobre tus heridas y cierra los ojos llenos de entendimiento. Por lo bajo musita unas palabras que no logras entender, corta la rama de un muérdago que crecía entre otras plantas de un estante. Sacude la rama en su mano y juntando una bellas bayas que luego te hace sostener.

-Come.- Dice mientras sus manos acompañan a tus brazos al llevar las bayas a tu boca.

Todas tus heridas comienzan a cerrarse mientras ella mira con firmeza tus ojos, complacida de ver como vibran sorprendidos mientras ocurre la magia.

Rápidamente te guía fuera del carromato y antes de cerrar la puerta guiña los ojos y frunce la nariz mientras su sonrisa dice por si sola -De nada.-

Alvarado ya se había ido para cuando logra volver Synh con los demás, apoya una mano en su hombro y le entrega una bolsa cargada.

-Es una buena paga, la mayoría monedas de oro, cobre y plata.- Y antes de soltar la bolsa en manos del paladín frunce el ceño y dice en tono que los demás escuchen. -Ya has ganado más que cualquiera de nosotros aquí, por mi parte un regalo, por parte de los demás... no sé... no hagas que ninguno se arrepienta, se bueno y demuestra que lo que tienes le vale a los demás.- Suelta la bolsa sin antes mirar tan fija y notablemente la espada mágica que todos la terminan por mirar.

-Una suerte también que Alvarado no haya notado ese cobre en tu bolsillo.- Ríe mirando a Pep o Pip para luego mirar a Pip o Pep y jactarse de nuevo por el chiste, confundido sabe que alguno de los dos lo iría a entender.

Se pierde entre las carretas, se iría a descansar. Ustedes hacen lo mismo ya que es hora de marchar.

Fin de la escena.