Partida Rol por web

Despierto con los primeros rayos de sol que entran en la habitación, pero en lugar de levantarme de la cama, me quedo remoloneando. Aprovecho este momento de soledad para reflexionar acerca de todo lo acontecido en las últimas horas. Primero el maravilloso día con Herc, luego esa extraña niebla verde, aparecer en este lugar y el discurso de "Ella"... Quizá debí haber hecho más caso a padre aquel día, aunque aún me cuesta creer que esto sea real. Pero... ¿y si no es real, y esto es otra historia que alguien ha escrito? Vale, vale, es mejor que deje de divagar, todo se está volviendo confuso.

Me estiro antes de levantarme en la cama, mis músculos están algo entumecidos a causa de las horas de sueño, por lo que siento una agradable sensación al estirarme. Me dirijo hacia el armario, y cojo una preciosa túnica que, sin duda, se amoldará perfectamente a mi maravilloso cuerpo.

Una vez vestida, decido que lo primero que debo hacer, es comer algo, por lo que dirijo mis pasos hacia el comedor, desde donde llega un agradable olor a comida que me abre el apetito.

- Gracias por acompañarme Megara
Sin dudarlo ni un segundo corro al baño para asearme. Será mi segunda ducha del día, que bueno que ya aprendí a usar estos trastes. La mayor parte de mi ropa excepto mi capa terminan en el tiesto para lavar.

Enjuago mi capa cuidadosamente hasta que no queda rastro de sangre y la cuelgo junto a la chimenea, cubierta solo por una bata de baño roja.

-¿Meg tu tienes habilidades especiales como las otras chicas?

Le pregunto curiosa en la puerta del baño mientras dejo el agua correr para que se caliente.

- No me lo agradezcas, cariño, estaba realmente preocupada por vosotras. - Sigo a Ruby, lo suficiente para escuchar claramente sus palabras, pero sin invadir, demasiado, su intimidad. - Aún tengo el susto en el cuerpo...

Observando mi túnica detenidamente, mis ojos dan con algunas manchas de sangre, al ir a ayudar a mis compañeras debí mancharme, así que decido quitármela y cambiarme. Aunque... podría darme una ducha antes, después de todo... no quiero ponerme una túnica limpia habiendo sudado...

Ruby: -¿Meg tu tienes habilidades especiales como las otras chicas?

Aparezco ante Ruby, con una sonrisa pícara. Ando lentamente hacia ella, contoneando mis caderas, y la miro intensamente a los ojos. Acerco mis labios a su oído, y susurrando, respondo su pregunta.

- Siempre me dijeron que tenía un... don natural para seducir...

Me separo de ella para lanzarle una mirada hambrienta, al tiempo que muerdo mi labio inferior. Me giro, dándole la espalda, y avanzo lentamente hacia una de las duchas.

Ruby, miras la piel pálida y luminosa de Megara. No entiendes muy bien por qué pero no puedes apartar tus ojos de ella, deseas acariciar su piel, el poder de atracción que parece tener su cuerpo femenino es tal que no puedes pensar en otra cosa. ¿No es lo más hermoso que has visto jamás?

Cuando ella te susurra miras sus labios carnosos y también deseas que sean tuyos. Te sientes totalmente seducida por su cuerpo y su manera de moverse. El ondear de su cadera, cada rincón de su cuerpo desnudo tan cerca del tuyo.

El agua cae sobre ti, cálida y agradable, ella está en la ducha de al lado. En tu mente el deseo de ella te empapa.

Salgo del agua movida por una fuerza que hasta ahora solo me había invadido en sueños, olvidando por completo todo lo acontecido aquella mañana. En todo lo que puedo pensar es en su tersa piel marmolada y en lo suaves que se ven sus caderas.  Mis ojos recorren su espalda, su cuello, sus nalgas... doy un par de pasos sigilosos adentrándome a su ducha y cojo su mano para hacer que voltee hacia mi, la sujeto con firmeza pegándome más a ella.

Un ronroneo se dibuja en mis labios, mientras sin agresividad pero completamente segura de mi misma la acorralo contra la pared, encerrándome con ella. La diferencia de tamaño es notable, mi metro y medio no puede competir con su alta y esbelta figura. Aunque quiera llegar a sus labios no puedo, están tan lejos que me resulta desesperante.

Tiemblo ante la expectativa, mi mente se encuentra obnubilada y aunque muy en el fondo se que no está bien acosar así a una compañera, mis manos no me obedecen. Mis dedos traviesos suben por sus muslos y sujetan su cintura. Si intenta hacerme a un lado todo lo que conseguirá es que suelte un gruñido y clave un poco más mis delicados dedos en su tersa piel. Estoy jadeando como cuando atravieso el bosque en busca de una presa, solo que esto me provoca mucho más placer. Siento la humedad que va en aumento entre mis piernas.

Nunca había tocado otro cuerpo que no fuera el mio, no de esta forma... sentía unas ganas irrefrenables de morderla como a un pequeño pastelito, de probarla de formas que eran desconocidas para mi razón pero no así para mi instinto.

Sigo mi camino hacia mi ducha, moviendo grácil y sensualmente mi cuerpo, esperando al mismo tiempo que mi compañera me siga. Pocos segundos más tarde, noto su mano cerrándose al rededor de la mía, girando mi cuerpo para enfrentarla. Sonrío al notar cómo Ruby me acorrala entre su cuerpo y la pared. El aire, en cuestión de segundos, se vuelve denso, como anuncio de lo que está a punto de ocurrir aquí. 

Mi excitación aumenta cuando escucho sus pesadas respiraciones y noto sus manos en mi cintura, me pregunto qué ocurriría si alargase este momento algo más. Mirándola intensamente, me relamo el labio inferior, antes de volver a acercarme a su oído. Lamo levemente el lóbulo de su oreja, antes de morderlo suavemente, mientras mis manos trazan un camino hacia arriba por su cuerpo, acariciándolo. Mientras con una mano avanzo hacia su cuello, con la otra acaricio lentamente el pecho de Ruby, disfrutando su reacción, antes de alzarla hacia su barbilla. Recorro con la punta de mi lengua la línea de su mandíbula, y paro, quedando a milímetros de sus apetecibles labios, antes de susurrar.

- Dime, Ruby... ¿Qué es lo que más deseas hacer en este momento...?

- Deseo - mi mirada iba de sus ojos a sus labios una y otra vez.- deseo Comerte.

Dije la última palabra con toda la intención. Sus dedos sobre mi piel me provocaban escalofríos que no hacían más que poner a temblar mis piernas de gusto. Su lamida provocó que liberara un leve gemidito aumentando más mi desesperación por tenerla aún más cerca. Con sus labios a escasos centímetros de los míos, mi reacción fue instantánea.  Como un lobo hambriento, luego de responderle, la besé.

Mi primer beso, que importaba si era una mujer, era hermosa, una obra de arte. Apoyé dulcemente mi mano en su mejilla y la mordí, quizás más fuerte de lo que quería no me podía controlar, su labio inferior me sabía a frutos exoticos tan suaves. Mi lengua se abrió paso húmeda y caliente, perdí la cabeza por completo, sujeté su cabello pegándola más a mi sin dejar de saborearla dejando apenas breves espacios para que  pudieramos respirar. 

Necesitaba más y más de ella, sentir sus manos en mis pechos tan esponjosos como un bizcocho y tan suaves como malvaviscos. Estaba segura de que el vapor que salía del lugar no era solo por el agua caliente. Mi mano libre bajó por su espalda hasta sus muslos los cuales arañé suavemente. Sentía como si mis piernas fueran a doblarse en cualquier momento.

Respondo su beso con fiereza, encendida, deseosa por recorrer cada centímetro de su suave piel. Al sentir la punzada de dolor provocada por los dientes de Ruby mordiendo mi labio, dejo escapar un claro gemido, y aprieto su  ya duro pezón entre mis dedos. Mi lengua busca la suya, ansiosa por comenzar una batalla por el control del beso, y de lo que pueda continuar.

Noto como sus manos viajan por mi cuerpo, produciéndome una placentera sensación que me nubla la razón. Giro nuestros cuerpos, acorralándola contra la pared, y coloco mi rodilla entre sus piernas, provocando una pequeña fricción en su sexo. A pesar del agua que moja nuestros cuerpos, soy consciente de que la humedad que noto es fruto de su excitación. Mis labios abandonan los de Ruby, instalándose en apetecible cuello. Lo beso y mordisqueo a placer, aplicando la presión justa para provocarle pequeñas descargas de doloroso placer. 

Mis manos viajan hacia sus caderas, mientras mis besos descienden por su clavícula, y llegan, sin prisa, hacia sus pechos. Tomo uno de ellos entre mis labios, y lo exploro con mi lengua.

Mi cuerpo no ofrece ni la más mínima resistencia a los embates de Megara, aunque quisiera entrar en razón algo me lo impide. Es tal mi hambre de ella que no puedo escuchar a mi razón diciendome lo raro que es todo esto. Ahora que vuelvo a ser la presa no me siento amenazada, por el contrario. Guardo mis fuerzas para luego dejándole por ahora el control a esa exotica mujer tan fiera como cualquier criatura del bosque que alguna vez enfrente.

Suspiros, jadeos, gemidos al ritmo de mis manos que recorren cada centímetro de su piel son ahora nuestra perdición. Mi sexo hasta ahora inmaculado se frota sin pensarlo contra su pierna. Quiero hacerle sentir tan bien como me está haciendo sentir ella. Sus mordiscos despiertan sensaciones en mi que no sabía que podía disfrutar. Pequeñas marcas quedan en mi pálida piel, como pruebas de nuestra ... travesura.

- Más...- mis gemidos empiezan a ser bastante notorios es más he olvidado donde estamos.

Una de mis manos busca calor en su entrepierna, quiero que tiemble como yo lo hago. Separo los labios de su vulva con cuidado para llegar a aquella perla que tanto gusto me ha provocado en mis noches solitarias. Somos mujeres, ¿Qué tan diferentes podemos ser? froto despacio y en círculos su húmedo clítoris, aumentando poco a poco la presión y a ratos la velocidad atenta a sus reacciones. Mientras más disfruto del tacto de sus labios contra mis pechos, más profundo va mi mano, dejando por momentos su perla para rozar sus labios inferiores amenazando uno de mis dedos con ingresar dentro de ella.

Jasmín entras en la fraternidad, escuchas gemidos en las duchas.

Ruby frota su intimidad de manera frenética contra mi pierna, buscando cada vez más contacto. No puedo más que jadear ante su excitación, y, cuando explícitamente pide más, mi mano derecha se dirige rauda hacia su sexo, y comienza a acariciarlo. Aunque al inicio mis dedos juegan suave y tímidamente con su clítoris, poco a poco aumento el ritmo y la intensidad de mi toque.

La lujuria termina de apoderarse de mi ser y mi razón cuando la mano de Ruby se mueve entre mis pliegues y comienza a prestarle la atención, que desde hace tiempo viene necesitando, a mi intimidad. Vehementes gemidos escapan de mi boca cada vez con más frecuencia, mi mente no es capaz de procesar todo este placer que poco a poco se construye dentro de mí, llevándome hacia el borde del abismo. 

Mis labios se posan de nuevo en los de mi compañera, y mi lengua inicia una batalla con la suya, que, en parte, me ayuda a enmudecer los intensos gemidos que escapan de mi boca. Mi mano, empapada en la humedad de Ruby continúa moviéndose con habilidad por su sexo, frotándolo en círculos, disfrutando de su, cada vez más evidente excitación.

Sus gemidos, fundidos con los míos, forman una armoniosa melodía digna de sonar en cualquiera de los banquetes del Olimpo, haciendo a Hermes, o incluso a Afrodita acalorarse por la apasionada serenata.

Al escuchar los gemidos nada más entrar, Jasmin suspira, “al menos parece que hay a quienes las cosas le van bien…”, la princesa sigue su camino y entra en su habitación, quizás allí no llegue el sonido de los gemidos, realmente no le importa quienes sean, solo una pregunta pasa fugazmente por su cabeza, ¿serían dos de las chicas o alguno de los chicos se habría colado allí?

Ya en su habitación, Jasmin cierra la puerta y se sienta apoyada en el alféizar de la ventana observando los jardines mientras una lágrima surca su mejilla al recordar los acontecimientos vividos.

Estaba en un lugar desconocido, y acababa de descubrir que la única persona a la que tenía aprecio en aquel lugar le había engañado deliberadamente, y por más que asegurara que lo había hecho para poder estar con ella y no para poseerla, el hecho de la mentira en si a Jasmin le hacía dudar de todo.

La princesa abrazó sus rodillas contra su pecho y apoyó su cabeza en ellas aun sentada en el alféizar, ojalá no tuviese que abrazarse a ella misma, ojalá tuviese allí a baba o a su querido Rajah, él siempre sabía como hacerla sentir bien.

Los gemidos son más frecuentes. Por la ventana ves la fuente de anoche y el enorme patio.

Los gemidos eran cada vez más frecuentes, lo que hacía que la tristeza de Jasmin comenzara a transformarse en puro enfado, mejor sería salir de allí, no se sentía cómoda en aquella situación y no la ayudaba a poder despejarse para nada. Pero entonces los gemidos comenzaron a escucharse más y más fuerte, ¿qué clase de educación tenía allí la gente? ¿tanto tenían que liarla que se les escuchaba hasta con las puertas cerradas? ¡¿pero cuantas personas había ahí por Allah?! Pensó a la vez que soltaba un fuerte resoplido. ¿El primer día y ya estaban así? ¿Dónde quedaba el respeto a las compañeras de hermandad? No, no iba a aguantar aquello durante 5 años sin decir nada.

-¡Oh no, esto ya es demasiado!

Jasmin se levantó y salió por la puerta de la habitación exasperada, llegó hasta las duchas y abrió la puerta con decisión y sin pensarlo, cualquier persona en cualquier otro momento habría dado unos golpecitos en la puerta para llamar la atención de los que se encontraban en su interior, pero la princesa de Agrabah no pensó que eso sería lo más oportuno y normal, solo se limitó a llegar hasta su destino visiblemente molesta.

-¡Oye por fa….! – dijo al abrir la puerta y no pudo terminar la frase al ver lo que el interior le aguardaba.

Jasmin al abrir la puesta de los baños encuentras a Megara y a Ruby desnudas bajo el agua de la ducha. Ambas están besándose con pasión, la mano de Megara hundida entre los muslos de Ruby, y la Ruby entre las piernas de Megara, masturbándose mutuamente con gran habilidad.

 Tum, tum, tum, mi corazón late a mil por hora, las cosquillas en mi cuerpo, ese placer que llega a ser desesperante y las ansias de sentir sus dedos aún más dentro de mi hacen que mi cabeza esté a punto de explotar. Jamás pude hacerme sentir tan bien estando sola. Los besos que recibía en mis sueños no se comparaban al sabor de su experimentada boca.  No podía evitar morder sus labios, cada vez que mi cuerpo se estremecía. 

Mis pechos contra los suyos frotándose inevitablemente bajo el agua caliente de la ducha me provocaban descargas electricas irrefrenables. Penetré a Megara con uno de mis dedos de la misma forma en que alguna vez había descubierto que más me gustaba, presionando ligeramente hacia arriba dentro de ella, justo donde la piel húmeda se volvía rugosa. Mi otra mano  la sujetaba por la espalda a veces arañandola en un acto desesperado por no caer de rodillas.

No escuché la puerta de la hermandad abrirse, tampoco los pasos que se acercaban al lugar donde Meg y yo estabamos al borde del éxtasis máximo. De haber oído a nuestra visitante no habría gemido como lo había hecho  echando mi cabeza hacia atrás al tiempo en que mis músculos se tensaban y mi sexo palpitante se contraía. Ya no pude más y separé mi cuerpo del de mi amante cayendo de rodillas frente a ella abrazada a sus piernas. Mi mano ya no jugueteaba dentro de ella y obviamente había escapado de la suya.

Jadeaba como si hubiera corrido una maratón por el bosque apoyando mi mejilla en la calidez de sus muslos empapandome de su aroma femenino. La humedad en mi era más que notoria, definitivamente la habilidad de Megara era la mejor, pero me asustaba lo fácil que me hacía perder el control de mis impulsos más básicos. 

Me sentí observada, miré a un costado y mis ojos se abrieron como platos. Jazmín estaba justo ahí en la puerta, me sali de la ducha gateando y de un salto volví a estar de pie, agarré la toalla para cubrirme. Mi cara estaba tan roja que parecía iba a estallar.

- Jazmín no es lo que piensas- podría haberle dicho algo del poder de Meg pero ya que ella me lo había confiado no me sentía cómoda delatandola, menos después de lo que me había hecho sentir.- yo... bueno...

Salí corriendo del baño en dirección a mi habitación en donde me encerré justo despues de haber tomado mi capa que colgaba cerca de la chimenea. Me sentía como una niña a la que acaban de pillar en medio de una travesura y no sabe que hacer más que esconderse.