Partida Rol por web

Castelferro es el primero en llegar, sin haber esperado a que los demás le siguieran y con paso acelerado abre de sopetón las puertas de la biblioteca. Su inexpresividad al ver este sitio tan dejado durante los años es ciertamente de esperar. Sin darle tiempo a ponerse manos a la obra, Lady Lovisa entra como el torbellino de energía que le caracteriza en su personalidad y comienza a mover cosas.
Por su Parte Ebba y Reidar, que vienen acompañados de Geri, se permiten quedarse en el marco de la puerta.

Este lugar, una vez lleno de vida, libros, luces y velas bailoteando al son de las corrientes frescas de Upsala esta ahora tapado por sábanas y cubierto de polvo por completo,. con la excepción de un escritorio que ha sido debidamente limpiado previamente por Frisk, teniendo en cuenta lo mucho que les gusta a los miembros de la Sociedad venir a investigar. Por lo menos así no vais a poneros de polvo hasta las cejas.
La amplia colección de libros de las estanterías os lleva a preguntaros cuántos viajes y misiones han tenido que llevar a cabo los antiguos integrantes de esta logia para albergar tal colección. Un vistazo rápido os revela títulos interesantes y variopintos como los versos Satánicos de Salman Rushdie, Las flores del mal, de Charles Baudelaire, y entre las piezas que se exponen como prohibidas explicitamente por la Iglesia figuran la 'Imagen del Antecristo i carta a don Felipe II/Bernardino Ochino' (1849), 'La cautividad babilónica de la Iglesia' (1520), 'De trinitatis erroribus, libri septem/per Michaelem Serueto' (1531), o 'El Catolicismo neto. Primer periódico protestante español' (1849), así como el 'Nuevo Testamento en griego con traducción latina de Erasmo', de 1519.

Existe un tipo de catalogación que va desde lo mundano, a lo esotérico, a lo puramente imaginativo y como no, a lo extraño e inexplicable que tenga relación con los Vaesen, sus costumbres y su efecto en el medio ambiente y el entorno local.

Una chimenea de piedra está a duras penas encendida, y es que parece que los trozos de madera todavía no han prendido aunque con algo de tiempo crearán una buena llama.
Se os ocurre pensar en las armas mencionadas en la extraña carta creada por la interesante habilidad de Ebba. Laady Lovisa a pesar de buscar en lugares poco ortodoxos en los que alguien dejaría o colocaría un arma a posta, termina teniendo éxito al empezar a mover los cubre muebles. Un gran arcón colocado de tal forma que a primera vista no se vería está escondido detrás de un amplio sofá. SU altura es perfecta para que no se vea.
Al abrir encuentras:
Un hacha mellada
Un escudo de metal pulido con ribetes dorados muy bien conservado
Una hoz de tamaño pequeño
Una honda de cuero
Una espada pequeña comida por el oxido y en bastante mal estado
Una ballesta
Varios puñales plateados
Un par de botes con un líquido de aspecto denso

Al final de la escena anterior Lady Lovisa se ha puesto a mirar en un arcón buscando armas y ha hecho tres tiradas. ¿Por qué?

Bueno, vamos por partes que hay bastante miga que explicar.
Ha hecho 3 tiradas por iniciativa propia, para agilizar un poco la escena y darle también algo de profundidad a su personaje con ese ímpetu de hacer cosas. Es algo que los demás también podéis hacer si veis que es una escena os podéis ahorrar un post de ¿¿¿ Master, qué tiro??? porque sabes más o menos lo que quieres hacer y su tirada relacionada. Luego ya lo narraré yo según los éxitos. 

Luego en la biblioteca íbamos a buscar información sobre el fenómeno que ha tenido lugar en el castillo, pero nos preguntas qué hacemos como preparación para la misión del reverendo muerto.

Aquí se os han abierto 2 frentes diferentes.
Primero el encargo que habéis recibido para ir a Fjälbacka y ver que ha ocurrido allí. EN la biblioteca, según lo que busquéis, y las tiradas y el roleo, se puede encontrar información sobre; el clima, la gente, sus costumbres, su fauna, la extensión de suelo y sus parajes y paisajes. La creencia mayoritaria y si es un sitio conflictivo o no al que vuestros antecesores hayan ido ya. Todo esto sirve como escena de PREPARACIÖN para que todos obtengáis una VENTAJA a la hora de ir a resolver este misterio, si es que decidís ir al final.
Por otra parte tenéis lo que ha pasado con Reidar en el exterior y la demostración de la habilidad de Ebba. Lo que ha encontrado Lovisa esta relacionado con esto y ante vosotros os he puesto un pequeño puzzle que podéis resolver colaborando juntos. Puedes empezar por preguntar o poner el común conocimientos sobre mitología nórdica, costumbres, etc etc. Puedes hacer una tirada para buscar esta información si ves que se os quedan escasos los conocimientos. Llegad a una conclusión y "realizad el ritual" pertinente ( que tendréis que descubrir ) para resolver esta pequeña situación y obtener una especie de recompensa. 

¿Por qué tengo la sensación de que todo el mundo tiene acceso al manual de este juego con las reglas completas y yo no?

Todo lo que necesitas saber sobre el juego lo he traducido ya y lo tienes aquí.

https://www.comunidadumbria.com/partida/vaesen-a-w...

Simplemente cuando tengas dudas, revísalo, y si aún así sigues sin saber qué hacer bien, pregúntame, que para eso estoy. Espero haberte ayudado : =)

La mujer entra dispuesta a dar con algo interesante, ya sea de información o de las armas que podían encontrarse en el castillo y que el ente quería que le fueran devueltas. Era una apuesta bastante arriesgada, porque podía ser que la aparición que se había manifestado a través de Ebba estuviera hablando de manera general y no a ellos específicamente, sin embargo, una corazonada le decía que todo estaba relacionado con el castillo y la orden.

Como era de esperarse empezó a fisgonear por debajo de las sábanas hasta que dio con un arcón muy interesante en el que encontró toda clase de armas antiguas, roídas por el paso del tiempo. -¡He encontrado algo! -exclamó -Son armas, quizás tengan algo que ver -terminó de hacer a un lado la sábana para ver si el baúl tenía una inscripción o código, preguntó al mayordomo -¡Frisk! ¿Hay un inventario de los objetos de la orden? -si tal libro existía tenía que estar allí en la biblioteca.

Dio una mirada alrededor sopesando sacar todas las sábanas para ver qué más había debajo -¿Uno de ustedes dos sería tan amable de comenzar a buscar información sobre la misión? -dejó que lo resolvieran entre ellos.

Castelferro echó un vistazo alrededor de él. Los libros no eran su especialidad y mancharse de polvo tampoco. Todavía sostenía en la mano el papel con la traducción de las frases escritas por Ebba y no sabía tampoco qué hacer con aquello, de modo que lo dejó encima del único escritorio que parecía libre de objetos y suciedad. A continuación comenzó a caminar con rumbo errático por la biblioteca, fingiendo buscar algún libro que pudiera resultarles útil y con la vana esperanza que le saltara directamente a las manos.

Le preguntaré directamente a Frisk dónde están los registros de las misiones de la Sociedad, a ver si hay alguna en Fjälbacka. De hecho, espero que ese viejo siniestro se ponga a buscar él mismo...

—Señor Frisk. ¿Está usted por aquí? —llamó al criado acercándose a la salida opuesta de la biblioteca.

El mayordomo Frisk apareció de inmediato. Con su uniforme en un estado  algo lamentable, y lleno de manchas de hollín por toda la cara y brazos. Su antebrazos revelan lo que parece un tatuaje en tinta azul oscura, aunque a simple vista no se puede distinguir qué es exactamente.
—Señor Castelferro, dígame, ¿ en qué puedo ayudarlo ?—
Como si hubiera recibida un jarrón de agua helada o una bofetada que le sacara de su perplejidad, Reidar por fin parecía que se ponía a hacer algo que no fuera estar preocupado. Con las palabras de Lady Lovisa, sus piernas empezaron a moverse casi automáticamente. Cuándo se quiso dar cuenta de su situación en la biblioteca, ya estaba levantado sábanas, amontonando libros y abriendo las cortinas para tener una mejor visión. Incluso tuvo tiempo de dedicarse a encender algunas velas, aunque por un momento se quedó perdido en el hipnótico bailoteo de las pequeñas llamas.

A la pregunta de Lovisa, Frisk se quedó pensativo durante un rato
—Es posible, aunque no estoy muy seguro. Quizás en la armería haya algo de información sobre un resumen de todo lo que se ha usado en los últimos 2 siglos, aunque me temo que además de extenso, pueda ser algo ilegible. La lingüística y la caligrafía ha variado mucho desde el Sueco antiguo al actual, aunque supongo que con un poco de tiempo y estudio...— Frisk, se sacude algo del negro polvo que le cubre.
Tendrá que darme algo de tiempo para buscar dicho listado pues ahora mismo no tengo muy claro donde debe estar. Ahora si me disculpan, creo que sus compañeros han vuelto al castillo y deben ser recibidos.

Sacar las sábanas que cubrían los muebles junto a Reidar le hizo sentir que estaba haciendo una especie de exorcismo, o mejor aún, que estaba engrasando una maquinaria y poniéndola a funcionar. Una vez que las velas encendidas y el calor que se dispersaba desde el hogar empezaron a darle familiaridad al lugar se arrodilló junto al arcón para empezar examinar las armas, especialmente el escudo y la espada, que pudiera ser que estuviera corroía por la sangre si no la habían guardado limpia.

Castelferro miró con atención el tatuaje de Frisk. Se había pasado algunos años embarcado y estaba acostumbrado a tatuajes de muchos tipos; pero aquel...¹

—¿Eh? —la voz del mayordomo le sacó de su ensimismamiento—. Ah, sí, señor Frisk. Verá, me preguntaba si sabe usted dónde están los registros de las misiones de la Sociedad. Sería muy interesante averiguar si nuestros antecesores han estado anteriormente en Fjälbacka. Lo buscaría yo mismo pero —se econge de hombros—..., bueno, soy un hombre de acción y los libros no son mi especialidad. Me pregunto si usted podría ocuparse...²

Tras la redecoración llevada a cabo por Lady Lovisa el lugar desde luego parecía mucho más acogedor. Reidar seguía moviendo cosas de allá para acá mientras que Ebba en su habitual silencio se ponía a rebuscar entre libros viejos y polvorientos cualquier tipo de información útil.
El crujido de la puerta principal al abrirse fue estruendoso y se podía oír desde casi cualquier parte del castillo. A efectos prácticos se podría usar un timbre o un golpeado, y hasta que ese fuera el caso de la larga lista de arreglos y apaños que el mayordomo Frisk tenía en mente llevar a cabo, ese crujido sería ideal para saber si alguien entraba.

—Haré lo que pueda por encontrar esos documentos señor Castelferro, no obstante, parece que alguien está haciendo acto de presencia en la puerta principal, por lo que si me disculpa iré a recibirlo. Probablemente sean sus compañeros que ya están de vuelta, así que le ayudaré en cuanto esté disponible.—

Observas con cierta curiosidad y detenimiento el curioso tatuaje que lleva en su antebrazo que revela un símbolo hace tiempo perdido. La historia naval no es tu fuerte pero aún así consigues reconocer el símbolo.

—Claro, vaya, vaya —concedió Castelferro al mayordomo—. Yo seguiré... eh... por aquí —añadió con un amplio gesto de los brazos que parecía abarcar toda la biblioteca.

Cuando Frisk salió, el ocultista corrió hacia donde estaba Lady Lovisa atareada, contemplando una herrumbrosa espada y un escudo que no tenía nada que envidiarle en años al arma.

—¿Preparando su equipo de combate, milady? —bromeó antes de ponerse más serio y proseguir en voz baja—. He observado al señor Frisk y, o mucho me equivoco o nuestro fiel mayordomo es un apasionado de la historia naval  militar sueca o un espectro de doscientos años de edad... Claro que, viendo el resto del decorado, la segunda opción sería la más plausible.

Ebba se encontraba sentada en el suelo entre dos de las enormes estanterías corridas abarrotadas de libros. A su alrededor, varios volúmenes y pergaminos se dispersaban por el espacio del suelo, el lugar más amplio que había encontrado para desplegar toda su parafernalia. A un lado, uno de los volúmenes permanecía abierto por una página en concreto y, sobre la falda que había en su regazo, la joven Björklund sostenía una colección de variopintos libros, bastante mejor preservados -o más nuevos-, que parecía no pertenecer a la biblioteca*. Dos de ellos estaban abiertos y la muchacha seguía las líneas en ellos con un dedo mientras escribía con su pluma en el cuaderno -donde ya lleva escrito bastante- con la otra, mirando alternativamente a estos volúmenes y al grande que estaba abierto a su lado. 

Estaba a punto de llamar a Ludovico para que la ayudara en su búsqueda, cuando vio que se acercaba a Lady Swedenborg para decirle algo. Sin perder nunca de vista a su amiga, no se había situado muy lejos de donde Lovisa se encontraba y, dado su silencio habitual y su oído atento, captó parte de la conversación del señor Castelferro y no pudo evitar levantar la cabeza, merced a su curiosidad innata. Cuando captó la mirada del joven, le hizo un gesto con la mano para que se acercara y escribió en su cuaderno de notas: "¿A qué te refieres?".

Castelferro le dedica a Ebba la mejor de sus sonrisas, se acerca a ella y se agacha para ponerse a su altura. En esa posción parece aún más cómodo que cuando caminaba como un pavo real por la sala del castillo; sin embargo, algo en su pose llama la atención: mantiene una pierna lista para levantarse lo más rápido posible.

—Verá, señorita Björklund, no quiero parecer un tarado —resopla un instante, divertido—, pero he visto uno de los tatuajes que luce nuestro insigne ayudante de cámara y me ha parecido extraño descubrir que era común a los miembros de la tripulación de un barco hundido en 1676 —se encoje de hombros—. Bueno, podría ser un recuerdo por algún antepasado; en fin, no sé. ¿Ha descubierto algo?

La muchacha clavó una profunda mirada de color aguamarina en los ojos del joven mientras lo escuchaba con atención. Sus párpados se fueron entornando a medida que oía sus descubrimientos, hasta que se convirtieron en meras rendijas pensativas. Con algunas ideas dando vueltas ya por su inquieta mente, Ebba escribió rápidamente: "¿Sabes el nombre del barco? Puedo investigar un poco cuando acabe con esto". En realidad lo primero que se le había pasado por la cabeza era preguntar directamente al señor Frisk por ese elaborado tatuaje del que Ludovico hablaba; sin embargo, a pesar de lo poco que había conocido al mayordomo por el momento, su instinto le decía que no sería una persona tan fácil de leer y había aprendido hacía ya tiempo a callar e informarse un poco más acerca de este tipo de cosas, antes de meter la pata. 

Lovisa sonrió a Castelferro -En realidad no, estoy inspeccionando cuáles de estas armas podrían pertenecer al espíritu que le ha hecho escribir como una autómata a Ebba -explicó y al hacerlo, en ese mismo instante, se dio cuenta de su error -Bah. Debería preparar el viaje y las armas que necesitaré allá, no creo que pueda resolver ese misterio ahora... -comenzó entonces a inspeccionar las otras armas del arcón y de la habitación fijándose en cuáles podrían servirle* al tiempo que el ocultista iba a hablarle a Ebba.

Tras unos minutos desparecido, Frisk vuelve y al abrir la puerta de la biblioteca, con él aparecen varias figuras conocidas. El resto del grupo ha vuelto.

Friskl abre la puerta de la biblioteca y su estado es altamente sorprendente. Una enorme cantidad de telas y sábanas han sido apartadas y minuciosamente dobladas y dejadas en un rincón. Lo que antaño era un lugar lleno de polvo ahora rezuma vida. Las velas dan un toque cálido a la estancia. Los libros en algunas zonas siguen amontonados mioentras que otros están perfectamente ordenados en sus estantes. Observáis como Ludovico y Lady Lovisa mantienen una pequeña conversación cerca de un arcón con armas antiguas y parecene estar discutiendo algo sobre ellas. Ebba por su parte intenta interactuar con ellos escribiendo a toda prisa en su block de notas. Reidar por su parte busca entre varios libros a la vez algo que solamente el tiene en su cabeza. Su aspecto es bastante digno en comparación a su "norma de etiqueta" y parecen no haberse percatado de vuestra presencia.

Tal es mi urgencia por llegar a la biblioteca que tengo que hacer un esfuerzo consciente por no adelantar al señor Frisk mientras lo acompaño. Avanzo por los pasadizos y salones del castillo a grandes zancadas, sintiendo una mezcla hirviente de emociones entre las que logro distinguir la ira, la preocupación, el miedo, la decepción… Estas parecen revolverse unas contra otras, de modo que cada una sobresale por encima de las demás durante un instante antes de volver a hundirse en el pozo oscuro de mis entrañas.

En el momento en que cruzo el umbral de la estancia en la que se ha reunido la otra mitad de la Sociedad, compruebo que mis compañeros han estado trasteando en el lugar, aunque apenas registro las diferencias causadas por sus actividades: ahora mismo no podría importarme menos lo que sea que hayan hecho con este condenado sitio. Mis ojos buscan como un faro a mi hija Ebba, centelleando como una tea encendida detrás de un muro de hielo azul. No tardo en verla cerca de un arcón grande y viejo, discutiendo algo con lady Swedenborg y con Castelferro al tiempo que escribe apresuradamente en su libreta. Aprieto los dientes.

—Ebba —la llamo; aunque no llego a gritar, la tensión de mi voz y el tono cortante que empleo hacen que la diferencia sea difícil de apreciar—. Te dije que no lo hicieses y me has desobedecido. Te di los motivos y me has ignorado. Me gustaría saber por qué. —Me quedo mirando a mi hija a los ojos, el disgusto escrito claramente en mis angulosas facciones. Luego desvío la mirada hacia los otros dos, y parezco aumentar de tamaño cuando inspiro profundamente por mis fosas nasales dilatadas—. Y ustedes, también me gustaría saber por qué no lo han evitado. ¿O acaso ha sido idea suya?

La arruga en mi entrecejo deja claro que no estoy para bromas.

Es posible adivinar la naturaleza de una persona por su forma de vestir, por su olor corporal, por la presencia o ausencia de rastros de mugre debajo de sus uñas o por el barro en la suela de sus botas. Si el detective hubiera conocido por primera vez al hombre que, en ese preciso instante, revolvía viejos volúmenes en las estanterías de la biblioteca del castillo, su juicio experto hubiera errado dramáticamente. Pero Reidar era su amigo, y, por lo que les había contado el señor Frisk, tanto vagabundo como can fueron abordados por fuerzas misteriosas bajo extrañas circunstancias. El detective atravesó la biblioteca como un borrón, ignorando de momento la reprimenda del coronel hacia su hija.

—Reidar... ¿qué ha sucedido? —inquirió, abarcando con la mirada al resto de los presentes¹— ¿Cómo está Geri?

Al menos la nueva vestimenta del vagabundo supondría un feliz cambio para el señor Niles. Observó a su fiel y espigado mayordomo con una mirada vacante, nublada por las reflexiones de aquella jornada donde se habían agregado más misterios que certezas, circunstancia que le resultaba tan aleccionadora como desesperante.

De pronto, llegó la tormenta Alvar y con él el resto de nuestros compañeros. El listado mental de armas y escudos que había conformado de los arcones se me disuelve como una pastilla de cianuro en la boca, en donde van a morir las primeras y turbulentas palabras con las que pienso en contestar al coronel. No, mejor no.

Tomo aire y mientras lo espiro siseante al tiempo que me levanto lentamente en mi lugar como una serpiente que se prepara a atacar, me voy transformando y recupero toda la compostura que había estado a punto de perder, alzo el mentón indolente, las palabras salen de mi boca con contenido y gélido desaire -Ante todo coronel y compañeros, me alegran ver que se encuentran enteros, sanos y salvos. Aquí estuvimos ordenando y relevando armas, investigando sobre Fjälbacka -luego mis ojos color caramelo, caramelo a punto de hervor, se detienen en el hombre y su marcialidad -Yo no estoy aquí para cumplir órdenes suyas, por mucho que a usted le guste esa idea estimado coronel -una sonrisa desafiante se esparce por mis labios -Consideré que Ebba era lo suficientemente mayor como para sopesar sus elecciones y cargar con las consecuencias de sus actos, y ya la ve -extiendo una mano hacia ella, ejemplificadora -Sana y salva. Por supuesto, me quedé a su lado todo el tiempo atenta a lo que necesitara, en ningún momento estuvo sola.

Junté mis manos delante de mí, los nudillos me sonaron en cuanto las apreté -Dígame, señor Björklund, ¿Es mejor mandar un soldado a la guerra entrenado o sin entrenamiento? ¿Cómo sobrevivirá mejor? -inquirí ladeando la cabeza y parpadeé -Porque lo que usted planea con su hija al no dejarla practicar su habilidad es mandarla al campo de batalla con un arma que no sabe manejar.

Dicho esto me di vuelta para seguir con mis tareas, mejor que Reidar, Ebba y Castelferro contaran su versión de los hechos, ya bastante cabreada me encontraba y temía que las palabras se me deslizaran de la boca, palabras poco afortunadas.