Partida Rol por web

Una vez escuchado las palabras de aprobación de Ambrosio, Teófanes extendió la mano con las bridas de su caballo tordo  a este y después se despidió del resto de frateres con un ligero meneo de cabeza.

- Os buscare  en la primera posada que se encuentre  en la entrada de la ciudad. - advirtió ;- en el mal caso de que me descubran y me ajusticien, negarme...no consentiré que  os jugueis la vida por mi.- Una esquiva sonrisa fue lo ultimo de Teófanes a sus compañeros para poco después desaparecer entre la multitud.

-Dios os guarde, hermano -hago un gesto de bendición. Por supuesto, no haré caso de sus últimas palabras. Daría la vida si es necesario por el hermano Teófanes.

-Hermanos, si no tenéis una idea mejor, deberíamos empezar a indagar. Quizá sería buena idea comenzar en algún mentidero, haciéndonos pasar por frailucos borrachos. Nada mejor que alguna taberna para hacernos con los últimos rumores. También podríamos ir a alguna parroquia haciéndonos pasar por peregrinos.

- No me place ejercer de judio sin serlo, ni al lobo ejercer de oveja por mucha piel que se lleve encima, a ambos les cazarian.

-veome con mas talento para rumorear en tabernas, vayamos pues.

Si me lo permiten, no estaría de más que pasara por el mercado. Allí hay gente de todos lares y aunque quizás no sean tan habladores como los que frecuentan las tabernas, puede que pueda conseguir alguna información que nos sirva de ayuda más adelante. Luego podríamos reunirnos todos en la taberna y, quizás, con la ayuda del Altísimo, encontremos algo entre todos que nos sirva para nuestra empresa.

—De acuerdo entonces, vayamos por separado. Nos reuniremos donde nos dijo en hermano Teófanes.

Teófanes se perdió entre la multitud. Sin embargo, no anduvo ni veinte pasos con su caballo cuando dio con una taberna. No tenía ni nombre. Mientras tanto, Inocencio queriendo investigar y de Lucea con un ardid en mente a modo de actor profano (frailes borrachuzos), intentarían sonsacar toda la información posible a aquellos ciudadanos en tabernas.

Por su parte, Juan Olivares, más recatado y quizá más cauto (¿frailes en una taberna?), decidió ir al mercado local. Las gentes de los puestos de las inmediaciones les indicaron que había un buen foro donde solían vender día si y día no comidas y viandas, telas y zapatos. Le indicaron que estaba cerca de la taberna con la que el fráter Miles Campillo habíase topado nada más insmiscuirse en la ciudad.

-Hermano Teofanes, mi poca vista me face ser mala compañia para investigar et descubrir, ejerza pues hermano en esas lides, que ego tratare de no estorbar et con suerte de fayudar un  comino, que poco más podré.

-Si la cosa no sale con la ayuda de Dios, mi espada sabrá ayudarnos a ambos que esa no entiende de moros ni de cristianos ni de borrachos ni ebrios.

Me presto pues a acceder a la taberna de marras, confiando en que los frailes de esta ciudad de Toledo tengan costumbres tan disolutas como las de algunos a los que he tratado de olvidar, por vergüenza ajena. Si se han visto a frailes en lupanares, gozando en lugares religiosos de la compañía de supuestas sobrinas, a solicitantes mancillando a sus feligresas y a religiosos amantes del licor de Baco consumiéndolo sin rubor en cualesquiera sitio como poseídos y tentados por el Diablo, no será tan raro que se vea al frater Ambrosio ir a beber a una taberna.

Juan prefirió moverse por los aledaños del mercado que en una taberna de gusto desconocido en territorio ajeno. Aunque nunca rechazaría remojar el gaznate con un buen vino, ahora mismo le apetecía más el bullucio del mercado que la compañía de hombres de pobre espíritu como los que podrían encontrarse los demás fráteres en semejante lugar.

Observó, con ojo experto las mercancías del lugar. Algunas de más calidad y otras que intentaban pasar por tales, Juan se reencontró a sí mismo. Con los ojos que le proporcionaban la experiencia buscó a un comerciante de telas, puesto que, sin ser judío, era a juicio de Juan el que más información le podía proporcionar acerca de la judería.

Dios os guarde buen hombre. Traeis buenas piezas de lana, ¿puedo preguntaros por su origen?

-Hermanos frateres aguarden un momento. ¿Acaso no fabrá en aquestas tierras algun frater nuestro grande or pequeño, lo mismo da, que capisque aquesta zona y que fayuda pueda prestarnos en nuestra lyd?

Propongo pues buscar algun frater que conozca aquestos lugares y que nos guie como pastor en tierras de lobos. Pues tiempo fabra para disfrazarnos de hereje, o de manchar nuestros habitos en lúgubres antros.

¿ qué sus parece aquesta revelación?

-Que tiene mucho tino, hermano Inocencio. Busquemos a ese frater y tengamos una justa plática.

Teófanes creyó oír algo antes de dejar a su caballo en manos de Ambrosio ,mas no  perdió tiempo frenando su avance para descubrir que querían sus mercedes. Se adentró entre los puestos del mercado y pronto se agenció unas túnicas  descoloridas, una buena espada de puño y medio, así como  su respectiva vaina.

Su idea era clara, se disfrazaría de joven judío, e intentaría sonsacarles de manera sutil alguna información  de la que necesitaba. Si en algún caso lo descubrían,  huiría al bosque  y se ocultaría hasta pasar el día. Pero Teófanes  tenía en mente no dejar que eso aconteciera.

Teófanes y Olivares pronto se introdujeron en el mercado. Allí había puestos de todo lo imaginable: alimentos, telas, ropas, especias, ganado, espadas, bisutería de poco valor, etc. Pronto Juan encontró a un comerciante que poca pinta tenía de judío:

Del Reino de Portugal, buen hombre -y le llamó tal que así, que con la capucha apenas pudo diferenciar que era fráter-. Es fina, de calidad ¡y muy barata! Sólo por diez monedas del Rey es su bolsillo ¡Ande! ¡Ande y tóquela! Pero si quiere abrigos de esta lana... ¡también poseo!

___________________________________________________________

Teófanes intentó comerciar unas túnicas descoloridas y una espada que bien pudiera valerle. Rápidamente se le acercó un muchacho que salió de uno de los toldos. Todo lo que necesite caballero, está aquí y allí, ¡venga! Y lo acercó a la tienda.

Te ofreció las túnicas a 5 Monedas y la espada a 18.

Inocencio y Ambrosio habían entrado en la taberna. En su cabeza: investigar todo lo que pudieran y tal vez encontrar algún otro fráter o persona que pudiera guiarles en Toledo. En la taberna apenas había clientes, tan sólo un par de mesas ocupadas y tras la barra el tabernero. Al entrar no os miraron con especial interés o discrepancia, pues Toledo era grande y multicultural.

-Ya que estamos aquí, no estará de más que preguntemos un poco.

Me acerco a la barra.

-Buenos días, tabernero. ¿Qué puede ofrecer a un par de viajeros cansados del camino?

Si me disculpa un momento buen señor... -dice mientras se dirige hasta donde está Teófanes-. Buena espada, sí señor. Una mercancía como esta no se vende todos los días, además con tanta gente vendiendo buen acero toledano. Por este precio, las túnicas bien podría considerarlas como un buen regalo de bienvenida a esta hermosa ciudad. No vamos a dejar sin abrigo a un joven de noble espíritu... Una vez despachado al comerciante volvió a sus menesteres... Pues sí son buenas telas -dice examinando con buen tacto las telas del comerciante-. Aunque he de decirle que, en efecto estoy más interesado en su mercancía de lana. ¿Proceden estas de la región? Tengo entendido que en la ciudad existen gran variedad de lanas...

No, buen señor -respondió el comerciante-, ya le dije que venían del reino de Portugal*. Las únicas lanas que encontrará son procedencia de otros lugares de Castilla y se venden y transportan muy a menudo, y tampoco hay mucha variedad.

Cerveza, vino, aguardiente... vos diréis, señor. -respondió el tabernero- Y de comer el plato del día: alubias con garbanzos... pero no esos garbanzos del sur, ¡no, no! Garbanzos castellanos, ¿eh? ¡Toledanos sin duda!

El tipo parecía simpático y amable.

-Con tan digno origen, quién diría que no a una buena comida. Para acompañarla un vinito iría muy bien. Tenía ganas de algo consistente. -tras esperar unos instantes- ¿Cómo van las cosas por Toledo? Hace tiempo que no paso por aquí y no estoy al tanto de las últimas noticias.

En seguida me cae bien el buen hombre.

No le había entendido bien señor. Esta lana, ¿la ha comprado directamente al campesino que la vendió, conoce el origen? Tengo entendido que aquí venden también lana de comerciantes judíos... -dijo, bajando un poco la voz-.