Partida Rol por web

Es una mañana fría y gris.

Estáis con vuestra compañía en primera línea del frente, a escasos 300 metros de la trinchera alemana.

La artillería francesa inicia un bombardeo rutinario sobre las posiciones enemigas. Mientras tomáis la ración del desayuno, los proyectiles pasan silbando sobre vuestras cabezas.

En vuestra trinchera se respira aburrimiento y nerviosismo a partes iguales. Si bien no hay orden de atacar hoy, Souville es un sector clave en constante combate. Y los alemanes tienen una mejor posición que la vuestra.

Por ello, el cuerpo de mando francés lleva semanas buscando una brecha en las defensas enemigas que rompa el punto muerto. Pero en vano.

En los anteriores asaltos, todos infructuosos, el número de bajas ha sido elevado. Estáis a la espera de refuerzos, que tendrían que llegar hoy mismo.

Al menos, lleváis tres días de descanso... todo el que los boches os han dejado, por supuesto.

Al acabar el desayuno, los soldados no saben cómo pasar el rato. Los poilus más veteranos les aconsejan que se ocupen en algo o al menos lo aparenten, pues los suboficiales están pendientes. Al que ven ocioso, le ponen a reparar los parapetos, achicar agua o limpiar las letrinas. En los mejores casos.

- ¡DeNeuve! ¿Aburrido? ¿Con sueño? ¡De vigía al parapeto! Conard! - El Sargento Baudet es de los que se levanta todos los días con el pie izquierdo. Y no sólo por su cojera. DeNeuve es un crío, y no sabe ni disimular un bostezo. Criatura inocente… cuántos como tú se lleva la guerra.

Estás en la improvisada enfermería de la trinchera con Valérie, tu única amiga y aliada en la compañía. Por su profesión, es la única que conoce tu secreto. Por sororidad, lo guarda hasta mejor que tú. Y en cierto modo por envidia, como te ha confesado... si fuese más diestra empuñando un rifle... quién sabe cuál sería su historia.

Valérie te está ajustando el vendaje sobre el pecho, para disimularlo. Aunque los uniformes son anchos, es mejor prevenir.

Le notas más despistada de lo normal, menos habladora. ¿Le habrá pasado algo? ¿Conviene preguntar?

El pobre DeNeuve y el capullo de Baudet pasan por delante vuestra. Lo habéis presenciado todo. Por suerte, vuestro sargento Bernard no es tan imbécil... aunque también hay que andarse con ojo.

En ese momento, sale Krullé del búnker de la ametralladora, con su cara de pocos amigos.

- Ya podría sonreir más, como la enfermera Gauvin... a ella sí da gusto verla. Aunque siempre está acompañada de Bussaglia... menudo pájaro. - Quien habla es Fournier, otro DeNeuve de la vida que está en vuestra escuadra. Pero este se las da de gallito y sabelotodo.

Estabas en el búnker de la ametralladora junto a Krullé y varios de los otros suboficiales, entre ellos el sargento Cannes. Estáis en su círculo de confianza, os tiene en estima.

Salís al exterior junto a Krullé. Ves a la tropa y escuchas el bombardeo francés. A este paso, los alemanes van a tomar vuestra posición por aburrimiento general.

Al oído, el sargento Cannes te susurra: No nos ha contado nada que no supiéramos ya... ¿verdad, Bernard? que los refuerzos probablemente lleguen hoy, pero no seguramente... Y que hoy no hay ataque previsto, que el bombardeo es rutinario... Que en otros frentes del sector parece que es donde se concentra el esfuerzo bélico ahora... Pero que la orden es mantener la posición...¿y cuál va ser si no? Putain!... Y no, no hay otro equipo de ametralladoras previsto... "con el que tenéis os basta"... eso tal cuál lo ha dicho el comandante, seguro... Y que demos las gracias por haber recibido máscaras de gas nuevas... ¿cómo que gracias? ¡Lo que nos tenían que haber mandado era gas! Que no queda...

Agustín estaba sentado en uno de los pocos lugares donde lograba mantener los pies secos. Al ver pasar al sargento en seguida se puso a desarmar el fusil para limpiarlo. Si algo había aprendido en el corto tiempo que llevaba allí era que cada vez que pasara un superior debía parecer que estaba trabajando. Y esa tarea repetitiva de desarmar el fusil, limpiarlo y volverlo a armar le permitía dejar de pensar en cosas que le causaran nostalgia. Ya era la tercera vez que iba a realizar esta tarea esa mañana, y podía realizarla casi sin mirar. Estaba demorando el armado cuando escuchó la frase de Fournier, y se rió por lo bajo. —Yo no miraría tanto a la chica si soy tú. Después sueñas con ella, je.— No solía hablar mucho, con Fournier intentaba bromear a veces, (aunque muchas veces la traducciones que hacía de las bromas que conocía de su infancia no eran comprendidas), y con Rémi conversaba a veces, aunque le costaba reconocer cuándo le hablaba en serio y cuándo se burlaba, aunque si involucraba a otros en el chacoteo, ahí se alejaba a realizar alguna tarea en solitario y en silencio.

Incluso a esas horas de la mañana, Rémi seguía teniendo las pintas de un muerto. Por las ojeras y el ánimo que trae, no parece haber dormido demasiado bien. Acostumbrarse a estar en el frente debe ser algo que llega sin que te des cuenta. Se queda mirando al vacío hasta que ve al teniente salir del búnker, y le mira pasar sin levantar la cabeza. Al oir el comentario de Fournier siente que debería decir algo, pero de alguna manera no se nota con ganas de compadrear. Ve a sus compañeros hacer y hablar en este ambiente y no termina de convencerse de estar ahí. Como si fuera más lógico que se tratara de un mal sueño —algo que más de uno sentirá, seguramente. Se limita a mirar el fango de los suelos con el fusil tirado a su lado, echado contra el parapeto y muñecas encima de las rodillas, ocupando media trinchera. Definitivamente no es el día.

Pon algo de sangre en el vendaje para disimular— Le miró a los ojos y suspiró — ¿Me vas a obligar a preguntar? — Le rozó un de sus manos mientras miraba a su alrededor mostrando la inseguridad que tenía y que siempre trataba de ocultar. No quería ser descubierta y por el momento todo le había ido bien — Cuéntamelo porque ya sabes que hoy puede ser nuestro último día — La alusión a la muerte era algo más que habitual en el frente. Una cruda realidad que día a día se encargaban de recordar con el listado de fallecidos, desaparecidos y, aunque no se comentase abiertamente, deserciones.
Se puso de pie frente a Valérie tocándose el falso bigote. Se llevó la pipa a la boca, la odiaba, no le gustaba el olor a tabaco pero allí era necesario. Le ayudaba a ocultar su verdadera identidad y a su vez mitigaba el olor a muerte, sangre, vísceras y orina. Si, en el día a día se veía a soldados haciéndoselo encima, no se hablaba sobre ello pero cualquiera con un par de ojos lo había visto en más de una ocasión. Nadie es inmune al miedo, en el frente no

Bernard sale de la reunión con cara de circunstancia. Krulle esta desmoralizado, los chicos también lo están y el está igual o peor. 

- Diablos, estamos en la mierda. Como se les ocurra atacar hoy nos follan vivos. ¿Qué les vas a decir a los chicos? Yo no se que inventarme ya. Le diré al cabo que krulle esta pensando un posible ataque a ver si así no se duermen. Y yo con el pie que me va estallar del hinchazón. Puta mierda joder. Ni cagar puedo. 

Léandre esta paseándose tranquilamente para ver el animo de los soldados mientras piensa en una estrategia contra un posible ataque, al fin y al cabo su trabajo es encontrar posibilidades donde para sus superiores no las hay, buscando puntos débiles y fuertes, aunque realmente no deja de repasar siempre lo mismo, se sienta junto con Agustín al ver que cuando pasa un superior hace el paripé de estar limpiando el fusil, pero me he dado suficientes paseos para darme cuenta. - Tranquilo Agustín, conmigo no hace falta que finjas, al fin y al cabo lo importante no es estar trabajando todo el rato sino ser productivos, eso si, yo no te he dicho nada de esto. Guiño un ojo. Saco el pequeño tablero de ajedrez de cuero portátil que llevo continuamente y saco unas pequeñas piezas de madera de una cajita muy bien cuidada. Coloco las piezas en su posición correspondiente. - Agustín, ¿sabes jugar? Y si no alguno de vosotros sabe, en momentos de aburrimiento no hay nada mejor que un rival al que poder combatir rápida y directamente, para los alemanes tendremos que esperar - Por cierto Fournier no te fijes tanto en ella, para lo que importa es mejor tener la cabeza libre de sentimientos, lo digo por experiencia. Nunca habéis oído hablar de ninguna experiencia, de hecho no sabéis nada de la vida privada del cabo Léandre.

Lo sorprende el comentario amistoso del cabo, en su servicio allá en Argentina los cabos solían tratar a la tropa con más rigor aún que los oficiales.

—Si, señor. En el club francés solíamos jugar ajedrez al salir del río.— contestó mientras terminaba de armar el fusil a gran velocidad y se lo echaba al hombro. —Soy no muy bueno, pero puedo intentar.

-Toda la gente es mala... hasta que se vuelve buena. Gira el tablero para que su rival juegue con las blancas y darle algo de ventaja. -Cuando quieras.

Agustín se tomó un tiempo exasperantemente largo para pensar su segunda movida. En realidad estaba dudando entre tomar una actitud respetuosa que podría ser tomada por cobarde o una osada y agresiva. Finalmente se decidió por la línea que jugaba la mayoría de las veces, el gambito del rey, sacrificando un peón y luego dos, para llegar rápidamente a una posición estratégicamente débil pero llena de trampas para su rival. Un solo golpe táctico podría significar la diferencia entre una victoria aplastante o una derrota deshonrosa. El que tuviera mayor capacidad de cálculo y de prever las sorpresas que preparaba su rival ganaría. Estaba tan concentrado en el tablero y las variantes de movimientos que se forman en su cabeza que por un buen rato se olvidó de dónde y con quienes estaba.

Valérie dudó por unos instantes. Realmente se la veía indecisa y apesadumbrada. No se atrevía a mirarte a los ojos. ¿Le habría revelado tu secreto a alguien?

- Anoche... otra vez... - Su voz era un susurro. Y temblaba. Solo entendías palabras sueltas con el bombardeo de fondo - intentó... pero no... yo....

Al ver que no le dais coba, al revés, que le reprendéis su actitud, Fournier se marcha. - Menuda panda de imbéciles... - Murmura lo suficientemente alto para que le oigáis.

Antes de que podáis replicarle, veis que va la enfermería, pero se queda en el umbral. Sabéis que allí está Bussaglia, que todas las mañanas acude a que le curen sus heridas de metralla.

La partida de ajedrez comienza. A Rémi no le molesta... hasta agradece que el cabo no le diga lo que tiene que hacer.

El soldado Fournier, un chaval que va de chulo por la trinchera, entra sin avisar en la enfermería. - Valérie, como quedamos ayer vengo a que me chequees... - Se calla de golpe al ver a Adrien. Es incapaz de disimular su mirada de asco. El niñato se cree mejor que todos, desde luego. - Vaya Bussaglia, no pensaba que áun estuvieses aquí... las heridas de metralla curan mal, ¿eh viejo? Bueno, viejo no, que aún ni eres un veterano como Abbadie.

Con una sonrisa de superioridad, levanta pecho volviendo la mirada a Valérie - Vendré más tarde, florecilla. - En dos pasos está en el umbral de la puerta - Lo mío es serio, pero no grave. Puedo seguir esperando.

Valérie, una mujer que consideras fuerte y valiente, no ha sido capaz de articular palabra ni despegar la vista del suelo ante este niñato. ¿Qué le pasa hoy?

El soldado veterano Abbadie se acerca a vosotros. No está en vuestra escuadra, pero es un hombre afable con todo el mundo. Hasta paternalista. Se cuentan muchas historias de él... es de los pocos que ya era soldado antes de la guerra, en África. Lo que nadie sabe es cómo es posible que nunca haya ascendido.

- Hombres inteligentes... una pena que vuestro destino os haya traído a este pozo... más haríais por todos en una fábrica o un ministerio. Ojalá la vida os sonría pronto. Y ahora, que gane el mejor.

- Hombre callado... no eres tan distinto a otros que estamos aquí. Pero distintas son las redenciones de cada uno. - Jerome se para frente a Rémi, apoyando su gran mano en tu hombro - Harías bien en aprovechar cada rato. La vida es... fugaz.

Cannes se encoje de hombros... en verdad es un hombre de acción. La estrategia no es lo suyo. Quien sí entiende de estrategia es uno de tus cabos, Manas. Podrías consultar con él tus dudas, ese chico podría tener futuro en la academia militar... pero primero necesita curtirse, como tú, para no ser un chupatintas como el capitán. Que en paz descanse.

Ves al cabo Manas jugando a su querido ajedrez con el francoargentino... ¿Izoard? A su lado, Abbadie parece el padre del soldado Plourde. O su cura.

- Eh Manas, ¿te pagan ahora por jugar al puto ajedrez? Encima la torre la tienes clavada en cuanto muevan el alfil a f5. ¿Para qué coño juegas a esto si no tienes ni puta idea? Mueve el culo quiero comentarte algo sobre la reunión con krulle…

Rémi pasa el rato ensimismado, escuchando de fondo las conversaciones, que casi confunde con las explosiones y demás ruidos lejanos.
Al acercársele Abbadie a ponerle la mano encima, casi como un reflejo, se la quita con brusquedad.
—Quita joder —responde irascible, ignorando lo que le haya dicho. Se levanta con su buen metro ochenta y estira brazos y espalda, dejando que crujan sonoramente. Parece más despierto, aunque eso a menudo en el caso de Rémi no tiene por qué ser positivo. Posa la mirada sobre la partida de ajedrez y se acerca a sus compañeros. Pone gesto extrañado al ver el tablero y pregunta en alto—: ¿Se permitían traer cosas al puto frente? —se gira sobre sí mismo, como buscando responsables— ¡Ni un pitillo me dejaron pasar! ¡Ni el filtro! ¡¡Me cago en Nivelle, Poincaré y la madre que los parió!! —al empezar a caminar pega un revés y chapotea con la bota en un charco, probablemente empapando a media tropa con la tontería. Se marcha del sitio a saber qué parte de la trinchera, a menos que alguien lo encare.