Partida Rol por web

En cuanto tuviera una oportunidad saldría de allí como pudiese. Mejor si no le veía nadie, pero tampoco estaba para elegir. Aquellos tres daban el pego para seguir con la ametralladora, por lo que solo tenía que asegurarse de que ningún oficial estuviera cerca para oirles gritar avisando de su fuga. Mientras examinaba el terreno intentaría convencer a sus compañeros, si es que el ruido de la ametralladora no los dejaba sordos antes.
—Aaagh... —Se tocó la herida del costado, mostrando una mueca de dolor—. Gracias por no disparar. Otra de esas y no lo cuento de verdad —hizo un gesto al que estuviera más ocioso— ¡Ven, ponte tú! Solo tienes que ir metiendo las tiras de munición en el bicho este. A mí me está costando hasta estar de pie. ¡Prueba! —Incluso si no estaba muy convencido tiraría de él hasta ponerlo en su sitio usando parte de la fuerza que le quedaba.

Eso era ya un infierno y cuando pensaba que no podía ir a peor…. Gas — ¡LAS MÁSCARAS!— Gritó para advertir de lo que les caía encima. El mismo se la colocó lo mejor que pudo — Joder, joder seguro que algún inútil muere por no llevarla — Fueron palabras de frustración en medio del caos que les rodeaban. Ya preparado para intentar soportar la nueva amenaza, trató de asomarse al cráter para ver si les rodeaban o, en cambio, aún conservaba un diminuto atisbo de esperanza en salir con vida de esa cloaca
Se tumbó en el suelo observando cuando noto que el vendaje ya no le dejaba casi respirar hasta que una sonrisa iluminó su rostro —Quizás él no tenga máscara… Morirá sin que tenga que hacer yo nada

Bernard divisó en la lejanía las tropas alemanas y comenzó a reunir y asistir a los hombres - Agrupaos!…estas bien muchacho. Apoyate en mi. Eso es… - cuando de repente vio el gas emanando del crater y a Bussaglia adviertiendolo. - Replegada! Hay que alejarse de aqui! - y se puso a comprobar si todos los soldados que estaban por allí disponían de mascara. 

Lograste colocar al chaval en tu posición, los tres estaban más a la tensión de la ametralladora que a tí. Debían dar cobertura a las tropas, sin hacer fuego amigo. No era fácil, y encima Baudet no estaba para dar órdenes o asumir responsabilidades.

Con sigilo, jugando la carta del convaleciente, te fuiste haciendo a un lado. Ya no se oía el trajín de pasos ni voces: los refuerzos debían de haber terminado de salir de la trinchera.

Antes de irte, escuchaste a tu espalda: ¿Dónde vas? Era el tipo que te encañonó primero. Pero esta vez no te apuntaba, seguía al pie de la ametralladora. Tenía la misma cara seria e indescifrable de antes. 

En un abrir y cerrar de ojos, los dos pasasteis a fuego y acero a por lo menos media docena de alemanes. Morían con cara de sorpresa, pensando que erais de los suyos. O demonios, con esas máscaras.

Agustín recordó aquel día el resto de su vida. La sangre. Los gritos. Los asesinatos. Muertes sucias y rápidas, sin honor. Hasta ese momento, al menos seis almas segadas fríamente, entre los prisioneros y la escaramuza. Desde entonces, se preguntó si aquel día fue cuando perdió su humanidad.

El gas venenoso iba llenando la trinchera, otra vez en calma. Perdíais visibilidad. Pero tanto un bando como el otro parecían estar a medio camino de vuestra posición. La ametralladora rugía. Pierre se estaba sacrificando por todos.

El gas formó una niebla que colmó y rebosó el cráter, así como la trinchera, hasta más allá de la ametralladora. Ésta rugía, diezmando a los alemanes, que estarían a mitad de camino. Como vuestros refuerzos.

O eso creísteis ver antes de que la visibilidad se redujese hasta escasos 10 metros, entre el gas y la máscara.

Bernard, Bussaglia, Fournier y los supervivientes lograsteis ascender hasta el borde del cráter, al punto donde justo un momento antes os acababa de caer encima un proyectil. Todos os pusisteis las máscaras a tiempo, gracias a los avisos que os disteis entre vosotros. Fraternité. 

Erais apenas 5 hombres de avanzadilla. ¿Podríais usar la situación a vuestro favor?

Medio a tientas fue guiando a su compañero hacia un punto por done salir de la trinchera para volver a zona francesa. Esperaba salir al margen de por dónde venían las avanzadas, debía hacerlo rápido antes de que empiecen a volar granadas de uno y otro bando. Antes de subir se sacó la chaqueta robada y le arrancó la suya al otro soldado (para evitar caer bajo fuego amigo). Retrocedieron unos 50m y se cubrieron en uno de los agujeros dejados por la artillería, apuntando a la trinchera que acababan de dejar. Allí esperarían a que la avanzada francesa los sobrepase y luego Izoard le diría a su compañero de volver a la retaguardia. No sentía ningún remordimiento por su accionar. Había eliminado más o menos la misma cantidad de alemanes que si hubiera disparado la ametralladora, y además había salvado su vida y le había dado la oportunidad a otros dos de hacerlo, aunque Pierre hubiera decidido no usarla. Y los prisioneros tuvieron una muerte menos cruel que la que les hubiera dado el gas (Agustín prefirió y olvidarse del que había dejado con una granada atada a la rodilla) La cara de sorpresa de los alemanes al morir, esa imagen si sería difícil de borrar. Por algún extraño motivo era más fácil quitar una vida si no se miraban los ojos.

Aunque le pilla más o menos desprevenido, no se para al oir la pregunta.
—¿Cómo que a donde voy? —gira la cabeza para ver a quien le pregunta— Voy a que me remienden como mínimo, joder. No me voy a quedar aquí mientras tenga plomo en el cuerpo. Casi no me puedo tener en pie —No iba a esperar la respuesta. Esta gilipollez de la lealtad y el patriotismo le estaba llenando bien el gorro.

Como la vez anterior, el soldado se quedó mirándote seria e intensamente sin decir o hacer nada más. Te dejó marchar. O eso parecía. Poco a poco saliste del nido de ametralladora. Putain, ¡Qué tipo más raro! 

Observaste que tu sector de la trinchera estaba despejado. Y que a escasos pasos de tí había un pasillo hacia la retaguardia, lejos del frente. Desde tu posición no había visual directa con la enfermería, donde suponías que estarían Baudet y el resto de los que te podían identificar. Nadie te iba a ver marchar.

Los dos os resguardasteis fuera de la trinchera, observando de reojo cómo el gas se expandía por ella. A vuestro alrededor cayeron un par de proyectiles de la cobertura alemana que intentaba frenar el avance francés, pero os cubristeis sin problemas.

A tu compañero y a tí os pareció ver a través de la neblina mortal cómo soldados alemanes saltaban al interior de la trinchera. Disparasteis al bulto, por si acaso. La ametralladora de Pierre ya no rugía.

No tardaron en llegar los primeros soldados franceses de refuerzo a vuestra posición. Pasaron de largo a la carrera, con las máscaras puestas, la moral alta y dispuestos a un combate encarnizado cuerpo a cuerpo con los alemanes.

Un sargento se detuvo a vuestro lado, al instante reconociendo que érais del primer ataque, por vuestra mugre y la sangre: ¡Informadme, rápido! ¿Quién tiene la posición?

La neblina mortal os envolvía. Apenas se veía nada, y encima la máscara se empañaba con vuestro vaho. Siguiendo la última orden de Bernard, estábais replegados en el borde del cráter, con buena cobertura. No se veía el otro extremo del cráter ni las trincheras... Pero se oían quejidos y chapoteos: los alemanes entraban. La ametralladora de Izoard ya no rugía.

Los primeros refuerzos franceses no tardaron en llegar a vuestra posición. No se atrevieron a avanzar más, dudaban, aunque parecían traer la moral alta.

Un sargento se detuvo a vuestro lado, al instante reconociendo que érais del primer ataque, por vuestra mugre y la sangre: Sargento, infórmeme.. ¿Quién tiene la posición? ¿Sólo cuenta con 3 hombres aquí?

¿3 hombres? Bernard miró a ambos lados. ¿Dónde estaban Fournier y Bussaglia?

Cuando la niebla se hizo tan densa, Fournier vió su oportunidad. Adieu, Adrien... Nadie sospechará... Valerie es mía...

Mientras ascendíais tras Bernard, se quedó rezagado y agarró a Bussaglia por detrás, tirando de él hacia el fondo del cráter.

Con una mano le intentaba arrancar la máscara. Con la otra mano hizo presa en su torso mientras rodaban hacia el fondo. El asombro de Fournier fue máximo al notar... Era imposible. Aún con más ímpetu quiso imponerse.

Bussaglia, afortunadamente, había evitado que le quitase la máscara en el forcejeo. Pero estaba atrapado entre el barro y el hombre.

—Alemanes reconquistado trinchera. Los nuestros en cráter o al otro lado. Dejé trampa en ametralladora. Dijo Izoard en modo telegrama creyendo que así hablaba más rápido. Por dentro rezaba, rogando que no le ordenaran volver a avanzar. Los franceses llegarían casi al mismo tiempo que los alemanes y la batalla se parecería más a los combates medievales a hacha y espada que a la guerra moderna, que ya bastante cruel era.

El sargento asintió a tus palabras, aunque esperaba que el ataque de Krullé hubiese dado más frutos. Era mejor defender una trinchera que tomarla. Ya comenzaban los disparos de los alemanes en vuestra dirección.

Se volvió hacia su tropa y gritó: ¡Granadas!

Una lluvia de granadas cayó a lo largo de la trinchera, pillando a los alemanes en esa ratonera. Acto seguido, los soldados franceses se lanzaron al hoyo y a la niebla.

Efectivamente, aquello iba a ser peor que una guerra medieval. Aquello era un infierno.

El conflicto había llegado finalmente, no como le hubiese gustado. Un enfrentamiento directo no era una idea inteligente y pudo decir que tuvo suerte de continuar con la máscara puesta.
Cuando le tocó uno de los pechos, el dolor fue agudo incluso tras el vendaje. Con el barro ya cubriéndole el rostro, alzó la mirada a tiempo para ver tras una nueva explosión, como un gran cascote golpeaba la cabeza de Fournier derribándolo. La sangre comenzó a manar, de un color oscuro que rápidamente oculto su rostro dando una imagen dantesca con los ojos abiertos como platos. Su cuerpo temblaba y los labios emitían quejidos y solo una palabra — Ayuda— Adrien hizo lo que debía en un momento tan delicado, se puso en pie y se fue sin mirar atrás dejando agonizar a ese asqueroso ser —Justicia— El dolor que sufría no pudo ocultar la satisfacción que sentía en aquel momento

Va au diable. Bussaglia había estado a punto de morir. O de ser descubierto. Pero no, ese día no. Al borde de sus fuerzas, ascendió del fondo del cráter como pudo. Allí se quedó Fournier agonizando.

Sentía gente a sus espaldas, en la niebla... Los alemanes. Pero todos avanzaban igual de lentos. Bernard le reconoció a tiempo entre la bruma antes de que los refuerzos franceses abriesen fuego sobre él. Otro golpe de suerte, en verdad.

Sin mediar más palabra salió de la zona en silencio, intentando disimular la cojera. Por fin iba a poder salir de aquel agujero infecto, aunque fuera desangrándose. Si el glorioso ejército francés no se iba a ocupar de él ya lo haría Lane, Faucher o el viejo barbero de la calle Brun. Cuando llegue con el uniforme y la cara llena de mugre no se lo van a creer. Ya se está imaginando a Jolie poniéndole las compresas calientes, como solía cuando volvía de alguna trifulca.

Pasa rápido junto a las entradas de cada sección de trinchera, por si alguno le echa el ojo. En cuanto enfila la salida va todo lo rápido que pueda hasta ser solo un punto en el horizonte.

Ibas con ganas hacia tu libertad y tus anhelos. Pero no ibas a llegar muy lejos...

De repente, notaste que te sujetaban del hombro por detrás. Te volviste y viste al misterioso y cansino soldado mudo. Va au diable... Antes de que pudieses replicarle o defenderte, se ajustó a tu cuerpo haciendo de muleta.

Sin mediar palabra avanzateis en silencio hasta el siguiente punto de control en la retaguardia. Allí, el tipo dijo, poniendo su ya esperable dura mirada: Ayudadme a llevarlo a la enfermería, está gravemente herido. Le debo la vida, y en vanguardia el puesto está desatendido. - Putain, como mentía el mudo. Las mataba callando.

Antes de que te dieses cuenta, estabas en una camilla. En verdad, con esa metralla en el cuerpo nunca hubieses llegado a la calle Brun.

Cuando terminaron contigo, ambos comentasteis a elaborar un plan un poco más elaborado para desertar.

No podía decir que no le sorprendiese la actitud del tipo. Se dejó llevar con toda confianza tras ver lo que se traía entre manos. Le debía la libertad y casi que la vida a ese tipo, y desde luego iba a contar con un par de favores y alguna que otra recompensa en cuanto volviésemos a París. Quizá le viniera bien un curro donde cobrase buen dinero y trabajara poco, y de esos Rémi podía ofrecerle unos pocos.

Igualmente no se creía que se hubiese escapado de esa mierda y estuviera a poco de poder irse. Desde luego ese tipo le dio la oportunidad que necesitaba.

Izoard decidió retroceder, consideraba que su servicio estaba cumplido con creces. Palmeó la pierna de su compañero y emprendió una lenta marcha hacia la trinchera desde donde había partido esa mañana, siempre agachado, siempre temiendo a las balas perdidas. No se detuvo a mirar si lo seguía o no, con dar el ejemplo estaba hecho. Viviría, eso era lo importante, y daba la oportunidad de vivir a otro que hubiera muerto asfixiado por los gases. Con eso se conformaba.

¿Le permitirían ahora volver a su casa? Probablemente no. Pero ya tendría tiempo de pensar en eso.