Partida Rol por web

El Atlante soltó una risotada. - Por nosotros no hay ningún problema - Repuso recuperando como si nada el acento neutro y distendido que había mantenido durante la partida, aprovechando para darle un buen repaso a Drake con la mirada - Mientras no sea demasiado impresionable... - añadió con sorna antes de levantarse, alzándose en toda su altura.

 Solo entonces se podían apreciar sus verdaderas dimensiones, tanto en altura, la cual rondaba aproximadamente el 1.90, como en anchura, cuya envergadura bien podía ser la de dos hombres fornidos. Las enormes y fuertes patas de crustáceo junto con la magnifica pinza tampoco ayudaban precisamente a medrar su aspecto amenazador. 

El resto de los hombres que lo acompañaban, incluido el tal Bill, se levantaron tras él relamiendose ante la perspectiva de un nuevo negocio y sin más, salieron del local, dejando sobre la barra alguna moneda extra al tabernero.

El tiempo pasaba lenta y pesadamente en el sofocante sótano y sin Solis la conversación había decaído a extremos de miradas esquivas y un incomodo y exasperantemente largo silencio. 

Parecía que hacía toda una eternidad que la detective se había largado y aquella puerta cerrada empezaba a atraer poderosamente la atención tanto del solenita como del ario. ¿A donde había dicho que había ido?, ¿No decía que no tardaría?. Tal vez debieran salir a echar un vistazo, total ¿que podía pasar?, tampoco es como si estuvieran encerrados... ¿o si?.

Lo cierto es que tenía demasiadas cosas en las que pensar para preocuparme de la charla vacía con el ario. Pero el tiempo empezaba a pesar, y el silencio era demasiado incómodo. Al final opté por responder a esas preguntas que había ignorado tanto tiempo.

- No creo que mi madre confiase en nadie. - ¿Podría estar muerta? Solis podría estar mintiéndome con la única intención de mantenerme controlado. - Aunque tampoco importa... no muchos serían capaz de leer este texto. Es un código secreto, entre nosotros. Por eso me necesita la detective. Supongo que esta no será la única pista que ella puede haber dejado en su camino a La Ciudad de las Bestias...

Hice una pausa. La ausencia de Solis me preocupaba, pero ella había dicho que esperásemos. Busqué algún tema con el que perder el tiempo.

- ¿Así que Angela es tu protegida? No debe ser una persona fácil de tratar...

-Sabia mujer, y buena madre tambien. Seguramente una razon por la que escribio ese libro fue para poder comunicarte de su actual estado y no te preocuparas, sino no te hubiera enseñado tal codigo.- Dije con total seguridad, por experiencia propia, sabia que las madres tenian ese don de siempre pensar primero en la familia, aunque siempre habia diferencias en sus metodos.- Sobre Angela, no, no es una persona facil de tratar. Es egocentrica, testaruda y sabelotodo, siempre cree tener la razon, y es exigente hasta la medula. Pero...- Desvie la mirada, con los brazos sobre las piernas en una resignada pose.- Yo tambien soy una persona dificil de tratar. Asi que lo considero un intercambio justo, o lo era antes de este desastre. Sonara raro, pero hecho de menos cuando ella se dedicaba a usarme como un soldado de juguete y tener duelos de insultos hasta el atardecer, se me hace raro verla tan... "distante" y fria conmigo.

"Y hablando de distancias. Solis deberia haber vuelto ya, aun saliendo a la calle para evaluar la manzana, no es normal que tarde tanto tiempo" Pienso para mis adentros, removiendome en mi asiento, hasta ahora estaba tranquilo por el hecho de que tanto Pierre, el libro y la anilla estaban conmigo, asi que sabia que ella no podia haber huido con ellos, pero... "Espera un segundo, tanto la anilla, como Pierre y su libro estan conmigo ¿Cierto? ¿Entonces, porque ella no ha sospechado de mi para llevarmelos conmigo?¿O que Pierre saliera huyendo sin ella?" En aquel instante, mire con mi unico ojo a Pierre, con una completa expresion de panico.

-Solis esta tardando demasiado, algo va mal.- Fue lo que dije, antes de saltar de un brinco de la silla y salir con paso rapido hacia la salida, comprobando si aun estaba abierta la puerta.

El picaporte gira sin esfuerzo y la puerta cede de forma brusca ante el ímpetu de Meyer. Fuera, el estrecho agujero y la escalerilla metálica, por la que hacía unas horas habían descendido, permanecían en una inquietante penumbra únicamente rota por las finas rendijas de luz que de vez en cuando se colaban a través de la trampilla superior. 

Un ligero polvillo se despredió del techo para caer sobre el hombro del ario, eran pisadas. Sin duda, había alguien en el piso superior.

[De camino a "El Loro Feliz"]

Un muy convencido Alan y una no tan convencida Drake, siguieron a Crank, el hombre-cangrejo, y al resto de su compinches, a través de las angostas callejuelas de la ruidosa ciudad. Aun no les habían explicado exactamente en qué consistiría el trabajo, pero tampoco hacía falta ser muy listo para averiguarlo. Es decir, estaba bastante claro que aquellos tipos no eran ingenieros precisamente y en cuestiones de negocios el midgardiano tampoco era un hombre que precisara de muchas palabras.

Al salir a una de las bocacalles, el atlante y su banda doblaron la esquina para adentrarse en lo que parecía ser un improvisado zoco en el que, y a pesar de ser ya más de las 11 de la noche, la gente se apelotonaba para comprar y vender cualquier cosa a empujones y voz en grito sin demasiada consideración. Sin embargo, y a pesar de lo abarrotada que pudiera encontrarse la calle, si que parecían cuidarse mucho de no encontrarse en el camino del alto midgardiano y su inquietante comitiva. La razón saltaba a la vista, la gente aun solía tener aprecio a sus piernas tal y como estaban...

Al llegar a una caseta de cucarachas fritas para llevar se desviaron de la dirección principal para salir a una nueva callejuela, esta vez algo más silenciosa e iluminada pobremente a través de cascados y parpadeantes letreros de neón medio descolgados. Allí, bajo un destartalado cartel en el que un loro les miraba con una mueca medio desquiciada que pretendía ser una sonrisa una viejecita menuda y armada con un palo de escoba les esperaba con el ceño fruncido en un rostro surcado por centenares de arrugas. 

[El Loro Feliz]

- ¡pinche pendejo!, tener hijos para esto... ¿porqué habéis tardado tanto?- Se quejó la mujer fulminando al atlante con la mirada. Este, y a pesar de su descomunal envergadura en comparación a la pequeña anciana, pareció encogerse mientras se entretenía en rascarse la nuca en busca de alguna excusa improvisada. - No mames vieja, el pobre Bill no puede seguirnos el paso con esas patas tan cortas...- Terció desviando la mirada hacia el tal Bill a quien no le gustó nada convertirse de repente en el centro de atención.

- Bah...- Bufó la pequeña mujer haciendo un gesto con la mano como si diera el caso por perdido, tenía cosas mucho más interesantes que atender, como por ejemplo el alto y fuerte midgardiano y esa extraña muchachita que traía con él. Así que sin ninguna clase de recato y con el morro que caracteriza a los viejos, se abrió paso entre la banda de fornidos delincuentes para plantarse frente a los exóticos desconocidos. 

 -mmm... - Se tomó su tiempo para examinarlos sin asomo de verguenza alguna.  -estais muy delgados, venid, he hecho magdalenas...- refunfuñó finalmente haciendo un ademán con la mano, invitándoles sin opción a réplica a seguirla hasta el interior de la trastienda.

[Callejuelas de la Luna Escarlata]

Tras preguntar a un par de tipos, las habladurías del lugar guiaron a Alpharius a través de las angostas callejuelas de la luna hasta un pequeño establecimiento abarrotado de cacharros, cables, leds y clavijas de todo tipo. En él, un hombre de aspecto sudoroso y concentrado, se afanaba hurgando entre las tripas de lo que parecía ser un androide inerte. 

Tan inmerso estaba en su trabajo que ni siquiera se dio cuenta de que el enmascarado llevaba un buen rato esperando ya tras el mostrador, a pesar de la campanita que había anunciado su entrada.

[Callejuelas de la Luna Escarlata]

Carraspeé al hombre. No parecía indiferencia sino puro despiste, como el de algunos novicios demasiado inmersos en una lectura que solo ellos pueden encontrar interesante. Nunca me había desagradado ese tipo de actitud y lo encontraba en cierta manera entrañable, asi que procuré no sonar demasiado grosero.

- Disculpe. Buscaba una memoria para un sirviente. aclaré con rapidez. No quería importunar el fisgoneo de cableados y clavijas de aquel hombre. Y tampoco que se acordase en excso de mi rostro llamativo. Y también una máscara. Mis dedos enguantados acariciaron el metal batido de lo que hasta entonces había sido mi rostro. Aquel trozo de metal tenía valor para Alpharius, pero no para Edmound. Y si quería sobrevivir tendría que llegar a un pequeño consenso. Honestamente me vale con la estructura de algún androide que tenga inservible o algo de chatarra.

El hombre levantó la vista en dirección al mostrador ligeramente sobresaltado, realmente no esperaba visitas a estas horas de la noche y menos de un tipo enmascarado. Solo cuando estuvo seguro de que se trataba de un cliente dejó el destornillador a un lado y apartando con cuidado el androide sobre el que trabajaba se acercó hasta la plancha metálica que hacía las veces de mostrador y "mesa de operaciones".

- Así que una memoria y una ... mascara.- comentó sacándose el cigarrillo de la boca y sosteniendolo entre los dedos. Aunque no se había quedado mirándole más tiempo del necesario, Alpharius sabía que le había dado un buen repaso. - No hay problema amigo, ¿para qué tipo de androide? - Preguntó encaminándose hacia el otro extremo del mostrador para alcanzar una gran caja de cartón repleta de piezas. Tras ello, volvió sobre sus pasos para ponerla frente a Alpharius y empezar a rebuscar. 

- ¿Te sirve algo como esto?. - Preguntó extendiendole una cubierta metálica que en algún momento debió pertenecer a la carcasa  del rostro de un viejo androide. Estaba cascada, no tenía asomo alguno de florituras y parecía algo oxidada en los extremos pero las dimensiones se asemejaban bastante a las de Alpharius.

- Si, eso mismo me vale. respondí. No ibamos a ponernos quisiquillosos ahora, aunque seguí echandole un ojo mientras le seguía dando datos al dueño del local. Me gustaba el toque roto y desgastado, teniendo en cuenta que tendría que comprar ropa a "juego". No podíamos seguir uniformados, y habría que buscar algún harapo también a Angella. Y lo de harapo no era una metáfora refinada de Venedecti.

- Es para una M1N3Rv4 0.5. No tenía muy claro cuanta gente de aquí usaría ese tipo de sintético...salvo para actividades poco nobles. Tampoco importaba demasiado, cuando uno pensaba que, al fin y al cabo, ni siquiera eran seres vivos. El asunto era saber si podría conseguir una o tendríamos que cargar con el cuerpo inerte de Minerva por el resto del viaje.

Eso si, si aquel hombre no lo tenía en esos cientos de cajas qeu había por allí, no lo iba a encontrar en ninguna parte.

El hombre miró a Alpharius, frunció el ceño y después... después soltó una buena risotada. -tío, no sabes la suerte que has tenido...- Comentó pasándose una mano por la frente sudorosa. - Ese tipo de pijadas no suelen dejarse ver por el borde exterior -Explicó volviendo a dejar la caja de trastos en su sitio, es decir, en el suelo. - Pero debe de ser tu día de suerte, yo no tengo nada que ni remotamente pueda funcionar en un M1N3Rv4, tal vez en un j3Ny o un m011y, ¿pero en un M1N3Rv4?, no tío esas son pura leyenda por estos barrios. Sin embargo justo hoy se pasaron por aquí unos tipos que vendían una, si quieres puedo ponerte en contacto con ellos...- Ofreció encogiéndose de hombros.

- Lo llamaría suerte si me funcionara, pero así según la tengo no me vale ni para vender en chatarra. Reí ante el comentario del tendero, aunque por dentro estaba en estado magmático.

Que le jodieran con un palo candente si no sabía quién eran. Me parece que la comisaria se había llevado algo más que el USB. Y si no nos había dado la memoria...era porque había algo en ella que de verdad le interesaba. Al menos antes de un más que posible formateo.

- Me vendría bien. Le dije al hombre de la tienda, intentado tranquilizarme. Iba a tener que armarme de paciencia en aquel puto asteroide ¿Cuanto te doy por esto? pregunté, alzando la pieza de la máscara.

- Por cierto, necesito comprar un par de cosas más. No se si sabrás recomendarme. Busco una tienda donde pueda conseguir algo de ropa para pasear por aquí y...me encogí de hombros. Tampoco hacía falta demasiado disimulo en un lugar como este. Útiles de seguridad. Me hacían falta ganzuas, algún inhibidor electrónico y chips de seguimiento. Si no tenían de eso aquí, no se donde lo iba a comprar.

Allí conseguiría preguntar por cosas más preocupantes. Venenos, por ejemplo.

Las palabras de Meyer sobre mi madre me hicieron pensar. Estuve a punto de explicarle la situación pero... no, no le importaba. Era algo que prefería guardarme para mi. Luego le escuché hablar de Angela como... como un enamorado con el corazón roto. Era gracioso. Aunque en parte eso me hizo pensar sobre la actitud de ella y lo que me había enseñado antes de separarnos. ¿Qué pretendía? ¿Empujarme hacia a este tío? ¿O era alguna clase de prueba auto-impuesta para demostrarse a si misma que no le importaba? Aquello era muy turbio, así que decidí que sería mejor no meterme en medio.

Cuando comentó el asunto de Solis... me di cuenta de que era verdad. Llevaba un rato preocupado, sin querer reconocer que quizá estábamos en problemas. El ario se levantó hacia la puerta, con intención de salir probablemente. Y sin consultarme. ¿Qué mierda de guardaespaldas era este?

Preocupado, cogí la anilla y el diario, y los guardé en bolsillos diferentes. Al menos no perdería los dos a la vez. Tras levantarme me llevé la mano de nuevo al cuerpo para asegurar que los objetos estaban en su sitio. Siempre me volvía un poco paranoico con estas cosas. Y me acerqué hasta Meyer.

- Nos ha dicho de esperar aquí. ¿Qué haces?

- ¿por esa chatarra?, 50 centavos serán suficientes. -Respondió el mecánico alargando la mano para descolgar un auricular de la pared, tras ello, y presionando algunos botones del panel, le hizo una señal con el dedo a Alpharius indicándole que esperara.

- Que pasa hermano... - Sin duda, alguien había descolgado al otro lado de la linea. -Sí, tengo un comprador. -Hizo una pausa para alargar el brazo que tenía libre hasta una libreta que andaba tirada sobre el mostrador. -espera, espera...- Ayudándose con los dientes, destapó un bolígrafo para empezar a garabatear lo que parecía ser una dirección. -¿que?, ¡claro que está interesado! - nueva pausa. -si, es un tipo con suerte... - alzó el pulgar en dirección a Alpharius esbozando una ancha sonrisa. -venga tío, siempre es un placer hacer negocios con vosotros cabrones. -Y sin más, devolvió el auricular a su sitio. 

- Aquí es. -Añadió extendiendo el papel garabateado al enmascarado. -Fideos "La Garganta del Kraken", detrás del Zoco, en la calle del comercio, no tiene pérdida. - Explicó satisfecho. -Diles que vas de mi parte, Joe Fixit. Los fideos de ese viejo gordo son de los mejores de por aquí y en el mercado podrás encontrar casi cualquier cosa prácticamente a cualquier hora.-

Pues quizás me había equivocado, pensé al escuchar la conversación telefónica mientras echaba mano al bolsillo y sacaba cincuenta centavos. Pese a todo tenía que acordarme de preguntar discretamente de donde había salido aquella memoria. El mecánico tenía razón en algo: un objeto así no llegaba al asteroide todos los días.

- Muchas gracias por todo. respondí con un tono que reflejase la alegría que no podría mostrar sonriendo. En realidad algo me escamaba de la situación, aunque quizás era solo la atmósfera del lugar. A ver si sale bien la cosa. dije, como despedida, alzando la mano mientras salía del local.

Y ahora, al Zoco. Prefería echarle un vistazo al lugar antes de ir a la Garganta del Kraken...

"Abierta !Maldita sea¡" Pense con furia, apretando los dientes, casi a punto de tragarme mi sombrero de haberlo tenido ahi, que ridiculo debia haber montado delante de Pierre por un nimio presentimiento. Solis habia confiado en que no nos escaparamos, dejando aquella puerta abierta para nuestro uso, y yo casi la arranco en un ataque de panico. Y seguramente me habria tirado un buen rato, lamentandome a mi mismo, de no haber notado al instante que mi atuendo era victima del mal estado del domicilio.

-Shhh.- Indique a Pierre detras mia, llevandome una mano a la boca para que se callara de inmediato, y luego señale al techo, haciendo notar el ruido de pisadas.-¿Solis?- Consulte con Pierre en un susurro, aunque el sabria tanto como yo.

El tabernero seguía frotando el mismo vaso sin dejar de mirar a los ursos de reojo. De repente, un gran estruendo hizo que giraran la cabeza al tiempo que oían el sonoro "¡Hijo de puta!" del dueño. Una enorme mujer apareció de entre el polvo causado por la reciente remodelación del local, concretamente un agujero en forma de su silueta en mitad de la pared, y se sacudió el polvo blanco de los hombros como si nada. Se giró hacia los presentes y sonrió mostrando unos afilados dientes metálicos.

La enorme mujer hizo una seña hacia atrás y varios secuaces irrumpieron en el local quedándose prudentemente a su espalda.

- Drake, ahora- exigió cómo si los presentes le debieran algo.- Es una estúpida zorra paliducha con rastas, se que estaba aquí- añadió molesta, como si tener que dar explicaciones fuera ya una gran concesión.

Ahora que se paraban a escuchar, los pasos eran rápidos y cercanos entre si, como si se tratara de alguien que diera pasitos muy cortos y apresurados. En el momento que los dos callaron y se pusieron a escuchar, los pasos cesaron, cómo si quien estuviera arriba permaneciera expectante.