Partida Rol por web

Viaje al corazón de la Hydra

Acto 4.0

Cargando editor
25/11/2013, 01:22
Director

[Enfrente del Luky Roger, limusina alquilada, 20:15]

Los cuatro integrantes del dispar grupo de ladrones recién llegados a la profesión estaban a punto. Todavía dentro de la limusina, vestidos para la ocasión, había llegado el momento de poner en marcha el plan. Todas las piezas de dominó estaban en su sitio, sólo hacía falta alguien que diera un pequeño empujon...

 

 El Lucky Roger era una impresionante mole de cemento y mal gusto que se erigía como un recordatorio constante de los problemas en la cama de su arquitecto. La horterez del lugar sólo era comprable a su increible derroche en extravagancia. TODO estaba iluminado, o era reflectante, o estaba bañado en oro, o las tres cosas a la vez. Los guardias de seguridad, con su traje negro y gafas de sol con pinganillo, parecían cuervos vigilantes en una carpa de circo. El circo más ruidoso y caro del universo.

No había problema alguno para dejar la limusina aparcada en el casino si querían, un sistema informatizado se encargaría de que no faltara ni una moneda del cenicero, sólo tenían que concentrarse en perder el resto de su dinero como los demás clientes.

Unas simpaticas holo-coristas parapadearon al lado de la puerta del coche, esperando con paciéncia mecánica a que saliera alguien. Sus curvas hechas de luz parecían tan irreales como el resto del conjunto, pero no impedian que cualquier don nadie pudiera entrar al casino con un bombón colgando de cada brazo sintiéndose una verdadera estrella.

En las alturas, debajo de un enorme cartel de neón con el nombre del casino en letras de diez metros de altura, una estatua de alabastro del própio Carlisle les daba una grotesca bienvenida. Todo aquel que entrara en el casino tenía que pasar por entre sus piernas. Toda una declaración de intenciones, desde luego...

Notas de juego

Los proximos turnos serán editados para incluir los jugadores que están en la sala principal y os vean entrar (suponiendo que entreis, claro), si veis cambios en ese sentido, no os preocupeís, es para dar más espectáculo.

Cargando editor
25/11/2013, 16:11
Vicky Banks

[Lucky Roger, Mesa de blackjack]

A pesar del tímido riesgo, la fortuna sonreía a Jack y tras un par de manos más su pequeño montón de fichas había engordado sensiblemte por el valor de 20 Gremiales. 

- Bien jugado señor.- La crupier le felicitó con la aséptica profesionalidad con la que se habría dirigido a cualquier otro jugador, sin embargo, la sonrisa que le dedicó, encarnación de la esencia de la propia tentación, era solo para él.

La siguiente holocarta no llegó sola a sus manos si no que vino acompañada de una targeta provista de una banda magnética. 

- Desconoce gran parte de las virtudes de la banca. - Repuso a la alusión a su valentía dándole tiempo, deliveradamente, para darse cuenta de lo que tenía entre las manos. - Quizá una mesa más adecuada le libere de su timidez. - Comentó. Su mirada, oscura como la pez, pasó de la targeta a las manos enguantadas, el torso y finalmente los ojos azules de Jack. -El señor Benedict estaría encantado de tener un jugador más en su mesa, tal vez él en persona pudiera satisfacer su curiosidad sobre la exposición de esta noche. - Aclaró desviando la mirada en dirección a los ascensores de seguridad. Tras una última sonrisa, y como si su pequeña charla no hubiera tenido en absoluto importancia, volvió a centrarse en su trabajo, atendiendo las necesidades (de ser desplumados por supuesto), del resto de ingenuos jugadores.

- Tiradas (3)
Cargando editor
25/11/2013, 17:35
Dustin Eberhard

Lucky Roger  Piano-Bar 20:15

La sala estaba abarrotada, no es que me agradase mucho y eso sumado a la bronca en ciernes que parecia estar a punto de ocurri en la barra no aumentaba mis ganas de quedarme por ahi. Tenia que moverme y rapido... el tiempo pasaba y a las doce en punto empezaria la exposicion. Baje mi mirada al movil... el tecto seguia alli.

Lei el movil por segunda vez... la documentacion que exponia alli era de las que realmente te hacian plantear muchas cosas. Se habian encontrado piezas muy antiguas y con valor increible... mejor dicho incalculable. Ese tenia que ser el premio gordo por el que Alpharius se hubiera movido, no solo dinero sin mas... sonrio ligeramente. Necesito saber que hay alli dentro y ver como puedo colarme. Empecemos por lo basico, toca actuar un poco...

Levanto la mano para llamar a una camarera. y le pago la bebida. Hablando en cruzado con un ligero acento pijo y dando a entender que no soy de este lugar, con unos modales muy finos me dirijo a ella. - Disculpe señorita. - Le señalo un folleto sobre el Excelsius. - Este folleto me ha dejado intrigado. La verdad no sabia que el Excelsius fuera a hacer una exposicion. - Sonrio con igenuidad. - Si, lo se... esta todo lleno de carteles, pero acabo de llegar hace poco y la verdad no conozco mucho el lugar. Sin embargo, conozco a gente que le encantan estas cosas. ¿Sabe de alguien con quien pueda hablar sobre estos articulos en espeial?

Notas de juego

No se si tengo que hacer tirada para todo eso.

Cargando editor
25/11/2013, 18:11
Angela Gabriella Della Nocte

[Enfrente del Lucky Roger, limusina alquilada, 20:15]

Añoraba la elegancia propia de otra época, esa con canciones lentas, que hablaban de estrellas trágicas con voz desgarradora. Su belleza no estaba en sus largas y perfectas piernas o en sus curvas insinuantes que lucían en vestidos de seda y satén, aunque por supuesto tenían todo aquello. No, lo importante era aquella promesa en su mirada, que hacía que mereciera la pena morir por ellas. Esa era la esencia de la femme fatale. 

En el Lucky Roger no había nada de aquel glamour, pero eso no me impidió hacer una entrada digna de una de ellas. Alguien, no me importaba realmente quién, abrió la puerta de la limusina para mi. Saqué las piernas apoyando con gracia de bailarina mis tacones de aguja sobre la alfombra. Después tomé la mano que me ofrecían y salí en un movimiento fluido e ignorando la oda al mal gusto que me rodeaba. Por mi actitud, podría haber estado en un estreno de la ópera o en una premiere exclusiva. 

Mis pasos eran sutiles, dejando tras de mi un revuelo de seda roja y un perfume suave, apenas perceptible. Mis labios, perfectamente perfilados en carmín rojo dibujaron una leve sonrisa dirigida a nadie en particular y mis largas pestañas negras descendieron en un gesto insinuante. No importaba cuantas coristas, holográficas o reales hubiera en aquella entrada, en aquel instante, era la única estrella. Y estuviera Carlisle prestando atención a mi entrada o no, mi mera presencia sobre la alfombra roja y dorada, con luces reflectantes para indicar la entrada, era justificación suficiente para que añadiese diez metros más a aquella demostración de complejos que había puesto en la entrada. 

Dejé que alguien abriese la puerta por mi y entré, estudiando la sala de juego con gesto ligeramente aburrido, propio de quien no valora el dinero y esta falto de emociones. Extendí la mano en un gesto lánguido. 

- ¿Qué tiene que hacer una dama para conseguir una copa de champagne digno de ese nombre? - pregunté  con voz suave a nadie en particular. 

Luego me giré y me cogí del brazo de Sigfried, ignorando por completo al hombre gordo y con un puro que había pedido la copa para mi a uno de los camareros. 

- ¿Puedo ir de compras mientras juegas querido? Prometo que incluiré un nuevo conjunto de lencería - dije de forma sugerente y propia de quien ni siquiera va a intentar contener el gasto. Sonreí y me acerqué a él cogiendo la tarjeta dorada de su chaqueta que prometía gasto prácticamente ilimitado - Eres tan generoso - ronroneé antes de dejar la marca de mi carmín en su mejilla. 

Volví a girarme e hice un ligero gesto a  la primera camarera que pasó. Su traje ridículo era incluso más inmundo de lo que habría elegido Sookie y eso era mucho decir. 

- Querida, necesito guardar algo importante en la caja fuerte. ¿Serás tan amable de llamar al responsable de seguridad? - sonreí con amabilidad, aunque debería estarme agradecida por darle una excusa para evitar las manos pringosas de la mayoría de los jugadores... - Me gustaría zanjar ese detalle antes de poder... relajarme - hice un gesto sutil indicando la tarjeta dorada. - Gracias - sonreí de nuevo, aún colgada del brazo de Sigfried. 

Cargando editor
25/11/2013, 18:26
Frank Muller

[Lucky Roger, Piano-bar / Ring de combate]

Quien lo diría. En medio de tanta gente trajeada con sus mejores galas, parecía que si había algunos, que compartían mi particular sentido de a diversión. Le lanzo a la camarera la cantidad pedida como precio y durante un instante, me deleito catando la bebida servida. Excelente Pienso para mi tras el primer trago. Paladeando el ron, ya con mas parsimonia, vuelvo a comprobar los datos que me ofrece el localizador.

Mi compinche, no se halla demasiado lejos. Precisamente, parece estar en el otro lado del local. En donde se celebraba cierto combate, que había sido anunciado a bombo y platillo desde días antes. Por tanto, acabo mi jarra y tras echar una mirada divertida a los conatos de pelea que se van produciendo y, claro, conteniendo mis ganas de un poco mas de juerga, avanzo hacia la sala en donde sucede el combate. Y allí, el griterío es atronador mientras el publico, al borde del delirio, se divierte. Vaya si se divierte.

He aparecido en uno de los momentos culminantes de la pelea. Y si ya en la otra sala, los ánimos parecen caldearse, aquí es que hierven. Algo que sin duda me complace. Me detengo en una de las zonas exteriores y mis gritos se suman, por un instante, a los de la muchedumbre rugiente. Se suman hasta que recuerdo para que estoy allí en medio. Y no. No puedo evitar un suspiro de frustración al recordarlo. Maldito trabajo. Por tanto, recuperando la compostura, mas o menos, me enciendo un puro, presto atención al ritmo de las vibracione4s del localizador y echando humo en mas de un sentido, mientras miro de reojo a la luchadora espectacular que vuela por el ring, busco a mi compinche con ganas, muchas ganas, de empezar la juerga sea del tipo que fuere.

Notas de juego

Dime si he de tirar algo master, para localizar al compinche Por mi, que empiece el lio.

Cargando editor
25/11/2013, 20:41
Aaron Kernell

[Lucky Roger, sala principal] Era increíble lo mucho que podía centrarse el ser humano en tales actividades, tanto destructivas como perniciosas. Y lo peor de todo, que se llegaba a sentir un cierto placer de ellas. Observa a toda criatura que es capaz de abarcar con la mirada, hasta el punto de sentirse agobiado. Cierra los ojos y suspira, intentando relajarse. Todo llegará, no te alteres, todo llegará... Entre la oscuridad que le cubría, la música ensordecedora y la multitud... Se sentía una vez más invisible. Aquel estado tan habitual, tan conocido. Tan terrorífico. Y a la vez tan protector. No era nada para nadie, pero sería fácil romper su anonimato si alguien decidía que él sería un problema. Camina por la sala, evaluando, buscando, guardando en su memoria lugares, posiciones, personas. Aquel era un mundo peligroso. Fácil de entrar, difícil de salir. Por no decir imposible. ¿Tendría algo que ofrecer?

Cargando editor
25/11/2013, 21:53
Terrence Nightingale

[Zona central, la barra]

 

¿Y qué pegas les ponía yo a los marineros?, se había preguntado Terrence, con la memoria zarandeada entre tantas sonrisas y tantas ofertas de copas. No podía recordarlo, quizás porque hacía tanto tiempo desde que una mañana, en Oxbridge IX, había decidido que nunca, nunca más en lo que le quedaba de vida. Había que ver lo mal que le venía la bebida a los recuerdos. Cierto, las posibilidades de que le diesen información sobre la becaria del profesor Flint eran escasas; cierto, no eran el público que había tenido en mente cuando comenzó a moverse entre la multitud. Pero algunos eran aceptablemente atractivos, con ese estilo tan burdo y soez de la clase trabajadora. Y querían comprarle bebidas. ¿Qué más podía pedir uno? 

Unos minutos más tarde, Terrence se encontró concibiendo una lista mental de qué más cosas podían pedirse. Civismo figuraba a la cabeza.

El comienzo de los empujones le había pillado por sorpresa, ocupado como estaba en sonreír y en extender su encanto. Ese era el problema de las ilusiones: era fácil dejarse llevar y no prestar atención suficiente. La sangre burbujeaba, la risa estaba siempre al borde de la garganta, el tiempo parecía dilatarse y, a poco que uno se descuidase, era fácil perder el control. Un pelín como la bebida. De modo que mientras Terrence sonreía y no se daba cuenta de cómo la agresividad se acumulaba, cada uno de aquellos marineros estaba rozando a Terrence, oliendo la sangre de Terrence y sintiendo, en alguna parte, que sólo él podía satisfacer las cosas que no habrían sabido contarle. El deseo sí que era una forma de magia.

Ah, las clases trabajadoras, suspiró Terrence para sí mientras se echaba hacia atrás. Parte de él disfrutaba del espectáculo. Es decir, marineros entrelazados, algún desgarre en las camisas, todo por su causa, bien, no sería él quien se quejara. Pero otra parte prefería evitar llamar la atención de la seguridad. Estar allí era importante, y si le expulsaban podía dar al traste con sus planes. La ventaja es que los maromos, entre los gritos y los golpes, parecían ocupar la mayor parte de la atención y las miradas. Hasta había espacio libre en la barra. 

Asegurándose una buena vista de la pelea, por esto del valor educativo y anatómico, es en la barra donde se colocó. Dio un sorbo a una de las copas que le habían caído en la mano, saboreó la fuerza del licor, olió el alcohol, lo recibió y lo tragó como si se tratase de un regalo o de un milagro. Ah, el alcohol, tan indispensable, tan necesario. Sólo una, por mojar los labios, se dijo. Aquella era, por supuesto, la segunda. 

Quizás reconociéndolo, hizo una pausa. Depositó la copa en la mesa y, mientras miraba la pelea con una ligera sonrisilla irónica, sacó la pitillera del bolsillo de su chaqueta. Era un objeto de plata labrada, hermoso aunque también un tanto ostentoso para las circunstancias. La abrió y extrajo un cigarro. Dentro de la tapa, grabado, se podía ver escrito en cursiva "Propiedad de Bos-" pero Terrence la cerró decididamente antes de que le diera tiempo a leerlo entero o a recordarlo. También tenía en el bolsillo su mechero, pero prefirió mirar alrededor con ligereza y buscar a alguien que no estuviera atendiendo a los marineros en conflicto... por mucho que uno de estos, después de haber recibido un puñetazo y de casi perder la camisa, estuviese inmovilizando a otro mediante el maravilloso sistema de yacer sobre él. 

¿Su teoría? Cualquiera que no se emocionase por un poco de acción tenía más posibilidad de poder darle algo de información. Lo cuál, como pudo comprobar en seguida, era falso. Su corazón aún estaba bombeando con hervor y con fuerza, el hormigueo se extendía desde su mente a las mentes que le rodeaban, mezclado con el alcohol y el aire super-oxigenado. Había casi tanta gente prestándole atención a él como a la pelea. Frente a Terrence, se alzaban ya media docena de mecheros encendidos y, detrás de estos, de caras sonrientes. Algunas de ellas también de marineros. El encanto, pensó resignado, y sus consecuencias. ¿Qué podía hacerle? Aceptó una de las llamas tomó una intensa calada y dejó escapar el humo lentamente, sonriendo. Por unos instantes, pareció que su sonrisa -hermosa, blanca, afilada como la de un tiburón- era lo único real entre aquella neblina. Puede que los varios corazones que lo miraban contuviesen los latidos, esperando, ¿qué exactamente? Quizás a que hablara. 

Cosa que hizo finalmente con cierta languidez, exhalando las palabras entre otras hileras de humo. Eran palabras en comercial, el idioma que consideraba más apropiado para ver si había una sola persona civilizada entre aquella masa inculta y de aquella categoría. 

-Algunos -comentó mientras miraba a su audiencia- parecen no darse cuenta de lo poco atractiva que es la violencia. 

Si podía encontrar a alguien de Royal, o al menos a alguien que hablase comercial entre todos aquellos, quizás pudiera elaborar en el atractivo potencial del conocimiento, y aún más, de la información. Con algo de fortuna, el utilizar un único idioma podría reducir a la masa, o al menos reducir su interferencia. Eso sí, no sin cierta hipocresía hacia sus propias palabras, Terrence miraba de reojo la pelea cuando el humo hacía borrosa su imagen. Bendita CEO-Reina Victoria, ahora eran tres marineros enredados, y casi no quedaba nada de ropa por desgarrarse...

Cargando editor
26/11/2013, 00:02
Esteban Castillo

[Frente al Lucky Roger]

El asunto de las Damas de la Trinidad era grande. Era de esperar que unas reliquias como aquellas fueran la comidilla de los círculos arqueológicos, de coleccionistas y de tratantes de antigüedades. Pertenecían a la civilización Shii, una raza de humanos, al menos más humanos que tipos como Piraña, nativos de la Cola de la Hidra, y con un nivel tecnológico sumamente primitivo.

Era evidente que había algo más, aunque todo lo que arrojaba la búsqueda eran rumores y teorías, algunos de ellos escalofriantes. En un nodo de discusión alguien había copiado una serie de artículos científicos sobre el tema, varios de ellos firmados por el mismo hombre, un tal Flint, pero obviamente no tenía tiempo de leerlos.

Si los poderes tras las reliquias sabían algo más, o qué había de verdad en todo aquello, se me escapaba. Tenía claro, empero, que organizaciones como la Familia no hubieran dedicado recursos a la búsqueda de una quimera.

No era asunto mío, por supuesto. No me había embarcado en esa absurda gesta en busca de reliquias legendarias, y no seguía en ella porque anhelara beneficios materiales o poder. Mi ambición iba por otro camino muy distinto, y por el momento, pasaba por confeccionar una escalera de cadáveres hasta el cabeza de Familia, cortársela y dejarla rodar dando botes por los escalones.

Pero estaba abierto a dar un rodeo para hacerlo.

Seguro que más de uno lo habráa pensado. ¿Qué podían ofrecer unos primitivos a los grupos más poderosos de la galaxia? ¿Quizás lo que había provocado que una civilización avanzada regresara a la Edad de Piedra?

Guardé mi teléfono y recogí la americana del asiento trasero. El reloj de la pantalla marcaba las ocho y cuarto. Me quedaban menos de cuatro horas para preparar lo que debía hacer, fuera lo que fuere.

—Espérame bajo el holocartel que hemos pasado hace cinco minutos—dije, todavía dentro del vehículo—, el de la señorita ligera de ropa que tenía un orgasmo después de besar al chico que comía caramelos. Eran de la misma marca que los tuyos, ¿verdad? Sobre el pago a tus amigos, en primer lugar tienen que hacer su trabajo, y en segundo tengo que hacer el mío y salir vivo del casino. Dicho lo cual, si no aparezco por allí antes de que amanezca o me pongo en contacto contigo, vuelve a casa, descansa y olvídate.

Me bajé del vehículo y me puse la americana. La ardiente esfera de los cielos empezaba a fundirse con el horizonte, derramando los últimos momentos de su luminosidad anaranjada sobre los edificios de la Perla.

—Es una lástima que te pierdas la diversión —añadí, antes de cerrar la puerta y cruzar la calle hacia el Lucky Roger.

Había hecho muchas locuras durante los dos últimos años, pero meterme en medio de la cena de un grupo de hienas era algo nuevo. La Familia, ladrones, la seguridad del casino y Dios sabía quién más, iban a reunirse esa noche alrededor de la reliquia. ¿Podía pedir algo más?

Comprobé mis mariposas ocultas. La pistola era bastante más conspicua, y no me hubiera sorprendido que la retuvieran en la entrada, a pesar de que algunos de los que entraban iban obviamente armados; incluso un tipo que había sustituido la mitad de uno de sus brazos por un cañón.

Sonriendo, sin mirar atrás, me adentré en el edificio.

Cargando editor
26/11/2013, 02:05
Jack "Black" Shepard

[Lucky Roger, Mesa de blackjack]

Jack recogió la holocarta que le tendía la crupier. Revisó disimuladamente la tarjeta y su banda magnética. Podría ser un número de hotel, pero no estaba mal. Abstraído, jugó como antes, pero con la atención puesta en todo menos en el juego. Perdió, naturalmente, y los ingresos que acababa de cosechar se los devolvió a la crupier. Seguía saliendo de la mesa con más dinero del que empezó, así que seguía sin importarle. Sabía que, si jugaba por encima de su zona de confort, se arriesgaba a no ganar siempre. Mientras ganase la guerra, daban igual las batallas.

- Creo que el señor Benedict me distraerá menos que usted- apuntó el joven como excusa en tono halagado, a sabiendas de el escrutinio al que era sometido y las indiscretas sonrisas arrebatadoras. Hasta de la mala suerte podía sacarse una oportunidad, aunque sólo fuese en concepto de comentario ingenioso-. La próxima vez trate de no parecerse tanto al amor de mi vida.

Y, pese a lo fácil de semejante frase dicha, no dejaba de ser sincera, lo cual la hacía más impactante. Quizás la crupier, en parte, diese aquellas muestras para distraerle. Para jugar con él. O, como era más probable, para probarle. Testearle. Así funcionaba el juego. Por desgracia, si bien a Jack le gustaba jugar, si bien sabía hacerlo, su atención en aquel momento estaba divida entre demasiados frentes. No podía pararse a concentrar esfuerzos.

Ángela, Excelsius, Benedict, los gremiales, la crupier. No podía entretenerse demasiado.

Por no poder, no podía ni seguir allí apostando sobre seguro eternamente hasta hacerse de oro.

El primer Romance, digan lo que digan, siempre será una puta mierda.

Así pues, Jack entregó los diez gremiales de la mano y dejó caer la sota de corazones holográfica sobre la mesa, mirando a la crupier. Bajó la misma, una tarjeta de contacto rezaba Jack "Black" y su número de teléfono. Sonrió, la guiñó un ojo con una media sonrisa y se giró, abandonando la mesa. Tan pronto dio la espalda a la crupier la sonrisa se borró de sus libros, componiendo un semblante neutro. Aséptico.

- Ya sabe lo que dicen, señora. La suerte sonríe a los valientes- dijo sin más, terminando como ella empezó, haciendo un ademán para despedirse de la mujer con el rostro ladeado, separándose de la mesa.

Alea Jacta Est. Dime algo útil, Benedict.

Echó a andar, cruzó la sala y llamó con la tarjeta al ascensor de seguridad.

Esperó.

Miró en derredor.

- Tiradas (1)
Cargando editor
26/11/2013, 10:09
Siegfried Straufenberg

[Entrada del Lucky Roger]

La elección del traje de gala no me disgustaba, también era cierto que uno gastaba una percha más que decente para hacerlos lucir. Con media sonrisa torcida, con movimientos económicos no exentos de elegancia bajé de la limusina. León se estaba encargando de abrir las puertas siguiendo a la perfección el papel de chófer, esperé pacientemente con el brazo dispuesto para recibir a Angela y entrar por la puerta grande. Posiblemente éramos los únicos que estaban por encima de la chabacanería del lugar, pero había un cierto encanto en ello que no me pasó desapercibido.

La muesca desdeñosa fija, cual auténtico gangster de época, no se movió ni un milímetro al entrar al casino. Aquello eran negocios, nada más, y esa actitud exudaba por cada poro; una caja de aspecto resistente bajo el otro brazo. Con la actitud tolerante de aquel que lo tiene todo hecho esperé por la que para la galería sería la mujer objeto o prometida del capo que representaba. El pez gordo que espera que todos se plieguen a sus deseos. Cuando Angela se cansó de coquetear y volvió, como estaba en el guión, aproveché para pasarle la caja con suavidad

-Toma querida-añadí al darla también la tarjeta, aproveché a colocarla un mechón rebelde, como un gesto de familiaridad que no era extraño en ningún aspecto, el señor Tony cuidaba lo que era suyo-diviértete-la voz ronca, cazallera salía sola. Sin hacer un esfuerzo consciente había dejado que el pesado abrigo lo cogiera el mozo, aparentemente educado pero que únicamente cumplía con su trabajo, y ahora buscaba una mesa en la que hacer rato. Como si no hubiera nada más que hacer en todo el asteroide. Pero al tiempo con desidia, como un pasatiempo aburrido hasta que llegara lo importante. La actitud era fundamental.

El gesto chulesco, espejo de otros días, fue absolutamente natural al sacar un imponente puro zubano y prenderle lumbre con un mechero zippo dorado. Ostentación absurda, pero diablos, aquello era hasta bueno y, sin lugar a dudas, con mucho más estilo que el burdo obeso que acechó a Carmen instantes antes. El paso lento y oscilante acabó llevándome hasta una mesa de Blackjack en la que, por lo que parecía acababa de quedar un hueco libre, la butaca aún estaba caliente. Cual Pedro por su casa tomé asiento y a la famosa frase de Hagan juego arrojé con desidia cierta cantidad, la ficha rebotando sobre el tapete hasta el centro donde giró un par de veces antes de caer mientras manejaba las cartas sobre la mesa que me correspondían con habilidad digna de un tahúr. Tanta sabiduría de tantas tabernas diferentes destiladas... ahora a ver si se llamaba la atención de Carlisle para unirse a la mesa.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Por lo que me comentó el director era un uso viable, un dado extra lanzado y guardado, por lo que 5g4.

30 Gremiales en mesa (no sé si es mucho, poco, o adecuado, la idea es que sea algo un poco ostentoso)

Yo también sé poner imágenes, hombre ya xD

Cargando editor
26/11/2013, 14:24
Jack "Black" Shepard

[Lucky Roger, Mesa de blackjack]

Jack abrió los ojos como platos mientras esperaba junto al ascensor de seguridad.

No puede ser.

¡No podía ser! Un momento digno de las persecuciones de Benny Hill, sin duda.

Acababa de levantarse de la mesa de BlackJack y justo entraba Él. Jack quedó pasmado, con cara de gilipollas, al ver el despliegue de medios que habían edificado Ángela y su troupe. No se creyó ni por un instante semejante fachada, por supuesto, e incluso le hizo algo de gracia por dentro aquella mascarada, pero bajo aquel aspecto y carácter Della Nocte le daba escalofríos. Demasiado artificial. Demasiado exigente. Demasiado vanidosa. La mentira de Siegfried era más sencilla, más tibia, menos hiriente.

Jack vio cómo Siegfried se sentaba en el asiento donde él había estado segundos antes y no se lo pensó. Abandonó a anchadas el ascensor, dirigiéndose al baño de caballeros más cercano. Se quitó el largo abrigo y sacó un peine de los bolsillos. Un peine bastante usado, todo sea dicho. Lo mojó y comenzó a alisarse el cabello, apresurado, deshaciendo los nudos del mismo a base de tirones. Le costó lo indecible con semejante rebeldía atada a la raíz, pero cuando lo consiguió lució un cabello estirado hacia atrás, alisado, con la frente y las orejas despejadas.

Sacó del abrigo un cartel de "Se Busca" arrugado y lo desplegó. Era él. Volvió a doblarlo y guardarlo junto al resto. Siguió sosteniendo la tarjeta con banda magnética que daba al ascensor de seguridad con una mano, pero con la otra aferró su abrigo como un manto, cubriendo la hebilla que rezaba "Hijo de Puta Peligroso" y el muslo que revestía de correas de cuero. Seguía llevando pantalones de cuero, botas militares y una camisa negra, pero no podía hacer nada con lo primero, lo tercero hasta sería una ventaja, y lo segundo ciertamente daba igual.

Así pues, puso rumbo presto de vuelta a su mesa de JackBlack, poniendo su mejor cara de poker. Su mejor cara de anodino guardaespaldas o guarda de seguridad. Hizo una señal muda a la crupier, llevándose un índice a los labios, pero lo mudó en cuanto se acercó a Siegfried, o Tony, plantándose a una distancia que no invadiese su espacio vital pero sí hiciese notar su presencia. Como quien sabe que no debe acercarse demasiado a su jefe.

- ^ Disculpe, Señor Strauf...- dijo marcando cuanto podía un acento Ario, hablando, todo sea dicho, en ese idioma, sin terminar el apellido-. Iba a subir ahora mismo por el ascensor de seguridad- dijo señalando al mismo, al fondo y a sus espaldas-. La amable crupier que tiene delante me invitó a la mesa del Señor Benedict- explicó en un tono neutro, meramente explicativo-. A sabiendas de quién es usted y sus mayores intereses- apuntó aquellas palabras como si hubiese algo escondido tras el juego-, me preguntaba si no tendría el gusto de acompañarme.

Y le clavó los ojos. Más bien dicho, le sostuvo la mirada. Pese a que seguía teniendo el porte de un asalariado de una Familia mafiosa, le miró con clara gravedad, y es que abiertamente conocía su verdadera identidad y, aparentemente, o eso creía Jack, el motivo por el que se encontraba en el Lucky Roger. Por otro lado, si hubiese querido ir contra él sin más, ya lo había hecho, pero tener la llave del ascensor de seguridad le reportaba cierto juego de cara a Siegfried, más que nada por las posibilidades y las implicaciones de ello.

- Lamento la intromisión, pero soy un gran admirador suyo- mintió sin vergüenza alguna-. Llevo siguiendo su trayectoria desde antes de pisar Dogma- vamos, que tenía el cartel de "Se Busca" metido en un bolsillo del abrigo que tenía sobre la ingle-, y no quisiera que perdiese el tiempo en mesas por debajo de sus necesidades ^.

Eso y que no me vendría mal hablar contigo en privado, Siegfried.

Sólo quedaba convencer a la crupier, pero eso sería fácil. Debía serlo, vamos.

Notas de juego

^ Idioma: Ario.

Master: puedes reconocer a Siegfried y a Angela después de haber estado siguiendoles tanto tiempo pero es imposible que Jack conozca el pseudónimo que está usando el ario si no lo ha mencionado en ningún momento.

Cargando editor
26/11/2013, 18:06
Sugar

[Lucky Roger, Piano-Bar]

- ¿forastero eh?, ¿de donde vienes?. - Se interesó la despampanante camarera, o al menos fingió muy convincentemente que se interesaba por Dustin. -Esta noche tenemos muchos clientes de fuera. -Comentó obsequiándole con una encantadora a la par que probablemente ensayada sonrisa. -Déjame adivinar, ¿aficionado a la arqueología?. -La mujer apoyó los codos cómodamente sobre la barra mientras se entretenía de forma distraída enrollando una y otra vez un mechón de su pelo alrededor del índice. -A mi la verdad es que me interesan más otro tipo de anillos, ya sabes: carísimos, llenos de brillantes y que vienen envueltos en una bonita caja roja con un lazo. No se que pueden tener de interesante todos esos trastos viejos pero si es lo que buscas yo de tí preguntaría al primer Comercial con pinta de empollón que puedas encontrarte. Esta noche tenemos una buena colección de ellos... - Terminó señalando con la cabeza hacía el resto del gentío, la mayor parte de él al parecer concentrado al rededor de un atractivo joven con algún que otro problemilla para espantar moscones (Terrence).

Cargando editor
26/11/2013, 19:56
Dustin Eberhard

[Lucky Roger, Piano-Bar]

Sonrio ante lo directa que es la camarera. - Venir... ojala pudiera decir de un unico sitio, pero la verdad es que ya he andado bastante estos ultimos años. Y no, la verdad es que la arqueologia no es lo mio... pero conozco a unas personas que si. - Me encojo de hombros. - Asi que ya ves... aqui estoy para ver esos anillos y decidir si podrian interesarle a ellos. Por supuesto que pagan bien pero no tanto como para permitirme comprar una joya como la que describes, aunque visto tu atuendo. - Le hecho una mirada de arriba a bajo muy lentamente. - Tu pelo, tus ojos y esos bonitos labios tuyos, te recomiendo un diamante en el centro rodeado de rubies... realzaran tu rostro aun mas y te daran un verdadero toque unico. - Le doy un leve trago al whisky. - Aunque claro... solo es una idea.

Veo un individuo levantarse de la mesa de blackjack y dirigirse a un ascensor... parece que ha tenido suerte pero de pronto su cara cambia y se va al baño. pasan unos minutos mientras le doy algo de conversacion a la camarera sobre lugares de otros sistemas. Cuando le veo salir de nuevo y dirigirse de nuevo a la mesa y hacerle un gesto de silencio a la crupier... esto sin duda empieza a salirse de lo normal... incluyendo su comportamiento ante el hombre que acaba de sentarse en su sitio. Le hago un gesto a Sugar para que me de otro vaso, mientras coloco el movil de manera que pueda hacer varias fotos en direccion a la mesa de blackjack discretamente.

Vuelvo a centrar mi  atencion en la camarera y miro en direccion a donde me señala la camarera. - Asi que tengo que buscar comerciales... lo que me faltaba, todos o demasiado hedonistas o acostumbrados a mirarse demasiado en el espejo. - Miro la disposicion de la gente, el alboroto de antes y como uno de ellos parece moverse como pez en el agua. Termino mi whisky y hago un gesto con la mirada indicando a la mas que obvia seguridad que aparece a nuestro alrededor. - Gracias pero si me metiera ahi ahora mismo... la cosa iba a complicarse y no me gusta demasiado ser el centro de atencion, prefiero los lugares oscuros y poco frecuentados. - Sonrio ligeramente mirandola a los ojos.

 

Cargando editor
26/11/2013, 22:01
Vicky Banks

[Lucky Roger, Mesa de blackjack]

La crupier aceptó de buen grado la suculenta apuesta de Siegfried, tanto que incluso se permitió el lujo de guiñarle un ojo de forma tentadora, traviesa, casi cómplice. Sabía interpretar tan bien su papel que uno corría el riesgo de olvidar por un momento donde estaba y pensar que se trataba solo de una vieja amiga con la que pasar un buen rato, sin tener en cuenta el dinero. Después de todo, solo eran fichas de plástico.

- ¿carta? -Preguntó barajeando las holocarcartas con maestría profesional sin perder esa sonrisa felina que, en lo que llevaba de noche, ya había engatusado a más de uno...

Cargando editor
26/11/2013, 22:15
Director

No hacía falta ser Perry Mason para darse cuenta de quien se escondía tras la sonrisa de la crupier. Como ellos, Solis ni siquiera se había molestado en ocultarse: un uniforme neutro, una placa con el nombre de otra persona y mucho morro era lo único que le hacía falta para colarse sin levantar sospecha en el macrocomplejo de Carlisle. La había reconocido al instante, y estaba seguro de ella también. ¡Incluso le había guiñado un ojo! (si un tuerto era capaz de hacer algo así). El pobre infeliz que tenía comiendole la oreja en su propio idioma ni siquiera se veía venir donde se estaba metiendo, tampoco él estaba muy seguro, pero honestamente, no era su problema. Al menos no desde la traición de Meyer. Esa mujer era el diablo, gritaba peligro por cada uno de sus poros y había que estar ciego para no verlo. Vale, está bien, les había salvado la vida en una ocasión, pero pasearse con ese culo por ahí tenía que ser como mínimo pecado.

Cargando editor
26/11/2013, 22:58
Director

[En alguna habitación de hotel...]

El hombre envuelto en las sábanas blancas pataleó. No tardaría mucho en liberarse de aquel enredo, Drake sólo tenía unos segundos antes de que el matón se recuperara.

- ¡No te diré una mierda, so loca!- gritó, a través del tejido, mientras se debatía contra ella.

Estaban armando un escándalo de cuidado, y a través de la puerta abierta de la habitación pudo ver como se abrían algunas puertas de otras habitaciones. De una de ellas estaba saliendo un tigre blanco de Shandara mientras un grupo de chicos borrachos se tambaleaban sin parar de reirse.

Cargando editor
27/11/2013, 09:46
Siegfried Straufenberg

[Lucky Roger - Mesa de Blackjack]

Justo durante la acción de recoger la primera carta una interrupción. Una voz en ario dirigiéndose a mi por un lateral y, por si fuera poco, con medio apellido pronunciado en voz alta por dicha voz desconocida. No había empezado con buen pie; más bien podría decirse que había empezado con muy mal pie con una acción que denotaba inexperiencia y falta de tacto. Aunque el primer instinto era, y debería haber sido, un directo de panzerhand a la cara del infausto personaje; tenía una misión que cumplir y un papel que representar con la ausencia de violencia que eso implicaba. Desde luego no procedía llevar allí las herramientas de mi profesión, pero el impulso siempre estaba. Giré con calma, importunado, mirando de arriba a abajo al interlocutor, sin mostrar la carta por un momento.

-Mah, scussi, io no parlo a sua lingua cavaliere.-un chapurreo de cruzado y venecti con perfecto acento. Tony debía hablar así, una suerte que yo también. Me percaté de un detalle más y sonreí, la excusa perfecta para largar al impertinente- vuosa persona partió del asiento e io lo tomé. Non mi piace partire, ahora juego io. Buona sera cavaliere- sin más palabras volví a centrar mi atención en la mesa de juego. 

Definitivamente sería un novato, no era el único que le había reconocido, sin ir más lejos la croupiere había dado muestras de ello, pero no había montado una escenita. Qué falta de sutileza más imperdonable. Y cuánta suerte de que tuviera otras cosas que hacer. ¿Ascensor? ¿Seguridad? ¿La croupiere también le conocía a él? ¿Bajo qué excusa me iría con un crío despendolado al que ni siquiera conocía? Ni en sueños, aquello apestaba a encerrona y no iba a dejar a mis compañeros en la estacada. Tenía una misión y la cumpliría por los medios a mi alcance. Que fuera yendo el desconocido al ascensor, yo tenía toda la noche. Y si la profesional tenía algo que decirme no dudaba que lo haría mucho mejor y en privado.

Astutamente, se dio cuenta de la situación y entró al trapo ofreciendo carta -Me piace-con gesto inmutable la consulté y esperé a que la ronda finalizara, negándome a intervenir en el resto de mano. Cuando acabó, las cartas fueron reveladas con gesto dramático y sonrisa amplia: Una reina de corazones y el as de diamantes. Blackjack.-Sos un sol, bellisima-felicitó a la croupiere con cortesía recogiendo las fichas de la ronda y preparando la nueva apuesta. El juego tenía que continuar, la noche aún era joven y hasta lo estaba disfrutando.

Cargando editor
27/11/2013, 12:58
Jack "Black" Shepard

[Lucky Roger - Mesa de Blackjack]

Jack sonrió por dentro. Se esperaba una reacción así, y no podía reprochar nada, pues su papel se lo exigía, pero lo que no se esperaba era que el ario hablase Veneccti tan bien. Sin lugar a dudas, eso resultaba sorprendente, y en el buen sentido, porque algo tendría que lucir Siegfried para resultar atractivo a ojos de Jack. Algo para reforzar su mascarada y hacerla congruente. Bueno, todo lo congruente que podía ser aquella máscara, claro está.

Bueno, Jack ya había pegado el disparo de advertencia. Con ello se daba por satisfecho.

- ^ Mis disculpas, caballero- le replicó en un natural y normal Veneccti, si bien mantuvo su acento ario-, le he confundido con otra persona- mintió, escudándole-Tengo otra cita, no se preocupe ^- hizo una ligera reverencia, a modo de disculpa, y se giró, pegando un paso para alejarse-. Sí que lo es- fue lo último que dijo, confirmando las palabras de Siegfried acerca de la crupier-. Demasiado- apuntó para si, por lo bajo, ya en Cruzado.

A Jack le recorrió un escalofrío mientras iba de vuelta rumbo al ascensor de servicio. La crupier no era más que una crupier - desde el punto de la vista de las circunstancias que en ese momento importaban, claro está -. Al menos, así era estadísticamente hablando. Claro, que la estadística muchas veces se iba a tomar por el culo, eso era cierto. Pese a todo, al Dogmático comenzaba a escamarle. Esa mujer no se permitía un respiro. Ni un segundo. Trabajar así tenía que ser muy duro. Jack solía hartarse en seguida y aflojarse los tornillos, no fuesen a reventar. Claro, qué cada quien tenía sus propios niveles tolerables ante una personalidad forzada. Una buena crupier estaba acostumbrada.

Finalmente, pasó la banda magnética ante el ascensor de seguridad y esperó. Se volvió a colocar la chaqueta, se pasó una mano por el cabello hasta revolverlo, deshaciendo lo hecho, y subió al mismo cuando se abrieron las puertas. Tal como vino, se fue, y la como se fue, vino.

- A saber cómo cojones acaba esto- dijo mirando a la Venecctiana vestida de frívola, torciendo el gesto-, porque aquí se va a liar una fiesta que ya quisieran las hermandades de Dogma- negó con la cabeza.

Jack había hecho lo mínimo. Ofrecerle un roto a un descosido. A partir de ahí, cortesía aparte, sinceramente, no tenía ni idea de cómo proceder. Tenía el corazón dividido. Por un lado, sentía lástima por delatar sin más a aquella gente. No era de recibo, y no ganaría nada relevante con ello. Por otro lado, no podía ayudarles en una empresa así. Demasiado elevada como para no ponerse moralista. Eso, asumiendo que su informador tuviese razón.

Cargando editor
27/11/2013, 14:11
Angela Gabriella Della Nocte

[Lucky Roger - Junto a la mesa de la ruleta]

Esbocé esa sonrisa de quién tiene un secreto. Un secreto sexy, de los que sólo se comparten con la persona adecuada, naturalmente. 

Miré con adecuada indiferencia la copa de champagne, la rosa y la correspondiente invitación que traía la camarera en una bandeja. Ni siquiera miré de quién venía, no importaba. Suspiré con mirada soñadora, mi mente claramente en alguien muy distinto a quién enviaba aquella invitación. 

La camarera, joven aunque no tan inexperta, captó aquel sutil pié para preguntar y, al igual que con las otras cuatro le hice prometer que guardaría el secreto. Intercambié una mirada cómplice y mi voz descendió hasta ser un susurro cargado de emoción desbordante. 

- Son sus ojos - comencé - Su mirada arde con el fuego de cien soles y su voz... - suspiré de forma soñadora - nunca antes había escuchado algo igual. - tomé la rosa roja y la olí, como si recordase algún placer prohibido. Suspiré de nuevo devolviéndola a la bandeja - Ah, Diego de la Vega, no hay nadie como él en toda la galaxia. - esbocé una sonrisa y volví a mirar con ensoñación. 

La camarera regresó con la copa intacta y yo acaricié la caja con la misma sonrisa conocedora, mientras una de las chicas que se ganaban la vida "dando suerte" en la ruleta se acercaba, buscando el modo de preguntar. Una vez más repetí otro fragmento de la historia, mi dedo tapando mis labios rojos en una muda petición de guardar el secreto. 

- Nadie conoce su pasado... - susurraba en oído ansiosos - Pero sólo verle hace que se me acelere el corazón - me llevé la mano al pecho.

Por un instante miré a mi alrededor. Una sonrisa de Cheshire entre el humo de la Oruga, una croupier conocida y un tipo con aspecto de ario hablando con Sigfried. Acaricié la fina y sencilla cadena de plata, cuyo colgante se perdía en mi escote. 

Una nueva bandeja con otra copa de champagne, una pequeña pila de fichas y otra invitación llegaron a mi. Las ofertas mejoraban, pero dejé claro una vez más que sólo había un hombre que me interesase: Diego de la Vega. 

A mi espalda, alguien susurro su nombre, como un hechizo capaz de arrancar suspiros a la más fría de las mujeres. Sonreí de forma enigmática y continué esperando con calma al jefe de seguridad o al contable. 

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

 

 

Cargando editor
27/11/2013, 18:02
Director

El móvil de Angela vibró discretamente en su pequeño bolsito de mano, a juego con sus zapatos por supuesto. La bandeja de entrada de Tesla tenía un mensaje nuevo. Incluso en los confines de la galaxia, la gente no podía vivir sin sus jugosos cotilleos. 

Esta vez se trataba de dos fotogramas captados, como ya era habitual, desde la indiscreta cámara de un dispositivo móvil. Mostraban los seguntos consecutivos de un bastante bien plantado Siegfried jugando sus cartas en la mesa de blackjack, mientras otro hombre, rubio, con el pelo lamido o tal vez mojado, pegado a la cabeza y vestido con gabardina de cuero, se le acercaba para entablar alguna clase de conversación privada. 

El remitente parecía interesado en saberlo todo a cerca de la peculiar pareja: quienes eran, qué hacían o de que podrían estar hablando a hurtadillas, todo. Después de todo no hacía falta ser una experta bruja de la matriz para saber que si lo que quieres es dejar a alguien en bragas o destapar los escándalos más turbios, Tesla es sin duda tu blogger.