Partida Rol por web

Dayana miró el paquete y se sorprendió, era sorprendente ya que ella había olvidado hacer el pedido de comida de esa semana para su gato. ¿Casualidad? Al parecer tenían algún vínculo sorprendente, y eso le hizo pensar que sus buñuelos de sepia seguramente eran también algún tipo de casualidad entre ellos, pues no sabía seguro por que escogió ese alimento en lugar de cualquier otro.

Lo cogió sonriente y lo agradeció - seguro que Panter te lo agradece más que yo... Aunque nunca se dónde está... Es bastante libre él, solo aparece para comer.

-¡Vaya que solicitado está señor Moretti! -dice la enfermera al ver el grupo que está alrededor-. ¿Me dejan un momento con él a solas? -pide la enfermera

Al cabo de unos minutos Murphy aparece sin escayola, aunque cojea aún un poco

-SIII!!! por fin!! Gracias Señorita Pomfrey! - Le di un abrazo, y entonces cuando se fue, empecé a rascarme la pierna con un gusto increíble - aaaahhh  que maravilla!! ... Gracias a todos por hacerme compañía, ! vamos todos a celebrar que ya no tengo escayola al gran comedor!!- y salimos todos de la enfermería, aunque yo aún iba un poco cojo.

El chico salió detrás de Murphy silenciosamente como era su costumbre.

Después del desastre en la clase de DCAO, pero mientras sus compañeros aún lidiaban contra aquellos endemoniados duendecillos, Amaris ingresó a la enfermería y buscó con la mirada a la enfermera.

—Madame Pomfrey —susurró entre dientes, en un vano intento de calmar su furia desbocada.

Y no necesitó decir más. La sangre que salpicaba su túnica y sus múltiples heridas eran suficiente explicación. 

Antes de asistir a clase, Eduardo se asoma por la enfermería y sonríe a las camas vacías. "Otra vez será, grandota", guiña un ojo y acelera el paso porque llega tarde.

-¿Pero que te ha pasado criaturita? -preguntó la enfermera mientras te ayudaba a quitarte el uniforme manchado. La enfermera comenzó a aplicarte algunas cremas y usó un par de hechizos que hizo que el escozor se fuese, aunque seguía doliendo

—Quirrel —dijo por toda respuesta, y agregó: —Prepare sus cremas y hechizos, Madame Pomfrey, porque llegarán más...

Amaris estaba furiosa con el profesor de DCAO y con Dumbledore, por contratarlo. Estaba harta de ver que la enfermería era uno de los sitios más concurridos de Hogwarts por la inoperancia o la indiferencia de algunos profesores. Quizá era así como creían que debía ser, pero Amaris no lo creía así.

¡Eran niños! ¿No se suponía que los adultos debían protegerlos? En Hogwarts tenían más posibilidades de sufrir heridas en una clase que haciendo travesuras...

Cuando la enfermera terminó con las curaciones, Amaris le pregunto: 

—Madame Pomfrey, ¿puedo retirarme? Muchas gracias. Ha sido muy amable —sonrió, o lo intentó. Aquello fue más una mueca doliente que una sonrisa. 

A pata coja y casi arrastrando la segunda llegaba Dayana empezándose a marear un poco por la perdida de sangre y el insufrible dolor que se acumulaba, había tenido la suerte de que William le sirviera más que de apoyo, pues seguramente el muchacho debía estar sintiendo hasta el último gramo de sus 35kg. Aún y así la niña no dispuesta a admitir su pésimo estado intentaba sonreír y su rostro mostraba sonrisa más propia de una mueca que de una gesticulación agradable o natural. Sus ojos enrojecidos no dejaban caer ni una gota, orgullo y voluntad tenía de sobras, aunque deseaba con todas sus fuerzas que le cayera una buena bronca a aquel profesor.

Su cuerpo incluso temblaba por el dolor y solo esperaba que la señora Pomfey acabara con aquel estado enncuanto antes.

Will quien traía a Dayana a la enfermería, le ayudo a la chica para acomodarse en una de las camas y luego trato de llamar la atención de la señorita Pomfey, para que la atendiera pronto.

El chico se quedo a un lado esperando a que sus compañeros mas heridos fueran atendidos, antes de que revisaran también sus heridas.

Amaris regresó a la enfermería después de cambiarse de túnica y arreglar su aspecto. Sin dudas lucía mucho mejor que cuando abandonó el terreno donde se dispuso la clase de DCAO, pero era evidente por su expresión tensa y los movimientos mesurados que las heridas le provocaban dolor.

Ensimismada en sus pensamientos, no se percató de la presencia de Dayana ni en la de William, y se dirigió hacia el sector de la enfermería donde, poco antes, la enfermera le había efectuado las curaciones. 

—Disculpe, Madame Pomfrey, olvidé mi varita aquí —dijo.

Fue entonces que descubrió la presencia de William.

—¡Hola! Solo venía a... —Y a Dayana —recoger... mi varita. —susurró. 

Amaris apretó los labios y los puños. Quería gritar, maldecir a aquel engendro del mal llamado Quirrel, y también abrazar a Dayana, llorar, preguntarle quién, cómo, cuándo y por qué... Pero todo eso ya lo sabía, y Dayana no necesitaba su pena ni su...

—¡Como habrán acabado esos duendecillos! —exclamó, y se sentó cerca de donde se encontraba su amiga. Sonrió; y fue una sonrisa forzada, pero sonrisa al fin. Miró a Dayana a los ojos. 

—Gracias —susurró.

El odio que sentía por Quirrel se hizo más grande, enorme. Y el único consuelo lo tenía en aquel rumor de que el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en la escuela estaba maldito, ya que ningún maestro podía ocupar ese puesto durante más de un año sin sufrir un destino desagradable.

Y espero que sea muy terrible para Quirrel, pensó.

Amaris, dejó a un lado su odio y su pena, y se enfocó en lo práctico, lo que mejor sabía hacer: las asignaturas y las tareas.

—¿Ya te dijo Madame Pomfrey si debes quedarte aquí unos días? Si es así, no te preocupes. Te traeré los libros y todo lo que necesites, y vendré cada día con los cuestionarios y los trabajos que nos den. Todo lo teórico. Así no te retrasarás con las clases.

Hizo una pausa.

—Cualquier cosa que necesites, ya sea enviar una lechuza, cuidar de Panter, lo que sea... cuenta conmigo —y forzó otra sonrisa. 

Dayana levantó el pulgar haciéndose la fuerte con una sonrisa ladeada de "c!aro que estoy bien tranquila" aunque su estado no dijera lo mismo.

- será de agradecer tener los apuntes sin duda, y en cuanto a Panter... Tranquila mientras tenga comida seguirá desaparecido jeje se asegura de ir a su ritmo.

La doctora aún nos había dicho nada, pero ella misma preferiría pasar unos días ahí, ya que caminar era casi imposible y su cuerpo no estaba tan seguro de estar bien como la voluntad de la niña.

- ¿Tú estás bien? Esos diablillos no te dejaron ni responder desde el inicio... - quizás podía parecer absurdo, pero a Dayana le preocupaban más las heridas de Amaris que las propias, después de todo, aquel mal profesor prefirió anular su Flipendo para ayudarla y eso ocasionó un ataque más brutal del necesario contra la chica, además que se preocupara de que no le ayudara, pero no se preocupara de evitar el ataque hacia ella misma prefiriendo ver a dos alumnas heridas en lugar de permitir que estas se apoyaran, hacia que la insatisfacción de Dayana hacia aquella "ardilla*" traidora creciera.

Tras una rápida mirada, la niña pudo distinguir dos piernas estropeadas (y una posible fractura de tibia y peroné, visto la hinchazón de la zona y lo inerte que se encontraba la pierna) y algunas heridas en la cabeza. ¿Cuánto tiempo le llevaría recuperarse? ¿Dos meses? La pequeña bruja sonrió, dibujando en sus labios una enorme y forzada sonrisa para disimular su preocupación.

Amaris sacudió la cabeza apartando aquellos amargos pensamientos de su mente. Su amiga era la persona más orgullosa, voluntariosa e incansable que conocía, y no pasarían muchos días que verían a Dayana batallando otra vez contra lo que fuera que le pusieran en frente. 

—Cuenta con ello, pero ahora descansa. Después traeré tus libros y todos los apuntes y las tareas que nos den en clase. Ya verás como apruebas todo, ¡y sin varita! —exclamó.

 Y cuando Dayana le preguntó si estaba bien, los recuerdos de Amaris dieron un pequeño salto atrás, muy pequeño, cuando otra persona le hizo la misma pregunta. La pequeña aún no entendía el porqué de aquella pregunta si después... Apretó los labios. Aquello sí que había provocado una herida muy profunda, quizá porque la había pillado por sorpresa.

—¿Lo preguntas por esto? —Amaris se encogió de hombros, restándole importancia a sus heridas. —Solo son rasguños. ¡Lo único herido allá fue mi orgullo! —exclamó, con una media sonrisa. —Pero ya lo arreglaré...

Y era cierto. 

Las heridas le dolían y le impedían moverse con libertad, pero el golpe más duro lo recibió su orgullo. Que aquellas estúpidas criaturas la hubiesen abrumado con sus ataques de buenas a primeras era humillante, sí; pero incluso aquel golpe a su orgullo había sido un rasguño comparado a lo que llegó poco después...

—Estoy bien, no te preocupes por mí —sonrió. —Tú solo ocúpate de descansar y de hacerle caso a las indicaciones de Madame Pomfrey. ¿Lo harás?

Y, finalmente, con un susurro a los oídos de Dayana: 

—Y si, con tanto tiempo libre, se te ocurre cómo "devolverle el favor" a Quirrel, también cuenta conmigo —y esta vez su sonrisa fue genuina, pícara incluso. 

Aquello último era algo "muy poco Amaris", siempre tan comedida, pero también algo latosa.

Justo en esos momentos llegó Jonh corriendo (lo cual era muy poco frecuente). Aunque, a decir verdad, tan pronto llegó y se cercionó que tanto Amaris como Dayana, que eran las que más le habían parecido heridas, estaban bien, pareció relajarse e incluso llegó a carraspear.

- Vaya... menos mal. O sea, que es malo que estéis tan mal pero... Quiero decir que no estáis tan mal... Me estoy liando- en realidad era sencillo, se dijo mentalmente, es solo decir <<me alivia saber que estáis mejor de lo que pensé por un momento>>, por supuesto lo que hizo, en vez de decir eso, fue acercarse a ambas. Y al también presente Willliam- Ambas tenéis que descansar. Si necesitáis algo os lo puedo traer- se ofreció con tono sincero y preocupado Jonh.

Eduardo por fin pudo moverse. Llegó del examen sudando y con algunos rasguños que se irían en un lavado de manos. Había sido una tarea de mucha adrenalina, pero había entrenado lo suficiente para obtener un buen resultado. A pesar de ello, sintió que esos diablillos venían realmente del inframundo. No podía haber bicho tan molesto.

Al entrar, vio que casi todas las camas estaban ocupadas con alumnos de primer curso y Madame Pomfrey atareada con todas las desgracias que les sucedían. Parecía como si solo los de primero tenían la maldición.

—¿Hola? ¿Estáis bien? —preguntó, antes de correr las cortinas. Cuando lo hizo, pegó un grito—. ¿Pero? ¿Qué os ha pasado? ¿Cómo unos duendecillos os han hecho todo eso? —de tanta pregunta, parecía una locutora de radio, pero no entendía nada.

Enseguida, la enfermera le echó un líquido con un bastoncillo en sus rasguños y le mandó irse porque ocupaba demasiado espacio ante todo el cúmulo de gente que se encontraba. El testarudo se negó.

—¡No! Déjeme ayudar. No son hipogrifos, pero sé cómo funciona lo... básico... —dejó su mochila a un lado y fue corriendo donde tenían las gasas, para intercambiarlas por nuevas—. Así, las sucias a la basura. —Luego rellenó los cubos con agua fría y mojó los trapos que se pondrían en las hinchazones—. Templadas se cambian por frías. —Finalmente agarró una vieja escoba marrón y recogió el suelo—. Ningún obstáculo.

Contento por el resultado, sonrió a los compañeros. Todo lo que había hecho se podría hacer con magia, pero el esfuerzo físico era más gratificante para descargar la adrenalina acumulada del principio.

—Señora Pomfrey, ¿podrán venir a las clases de hoy? Lo digo por apuntar los deberes que deben hacer y traer sus libros.

-Podrán ir, aunque Amaris y Murphy deberían tener cuidado con las clases, no les conviene excederse demasiado, y Dayana debería evitar las clases de acción o vuelo, está a nada de caer exhausta

Entré en la enfermería y me quedé descansando allí. Esa clase había sido matadora.

Me quedé descansando todo lo que pude hasta la siguiente clase. - Esto es normal?... les pregunté a todos mis compañeros heridos. - Ser mago es más peligroso de lo que jamás pude imaginar...

Martes:

Me quedé todos mis dos tiempos libres de esa mañana descansando, y tras la clase de la tarde también me quedé ese turno descansando.

Estaba a las puertas de acabar en el hospital asique no me convenía menearme demasiado en absoluto. 

—"Hogwarts es duro, herirás a la gente y te herirán, sufrirás, pero te volverás más fuerte" —respondió a la pregunta de Murphy con un tono de voz que, se notaba, repetía las palabras que había escuchado de otro mago o bruja y suspiró.

Su humor se ensombreció de golpe.

—Nunca creí sentir algo así, pero... detesto a Quirrel. Y le deseo lo peor —confesó.

- Ser mago es más peligroso de lo que jamás pude imaginar...

El chico solo agacho su cabeza con una mirada melancólica ante el comentario de su compañero, a su mente vino el recuerdo de su padre.