Partida Rol por web

Un rayo de sol se filtró por entre las cortinas mal cerradas de la habitación. Primero fue a dar en el cabecero de la cama, pero según  discurrían las horas del día iba circulando cama abajo iluminando en su recorrido a Carmen Bejarano. Primero sus abundantes cabellos castaño oscuro que se desparramaban en la almohada como una cascada de ébano. Luego la piel tostada de su frente, producto de muchos días bajo el sol del camino. Cerró los ojos con fuerza justo antes de abrirlos cuando la claridad del día la arrancó del sueño y sus ojos marrones observaron adormilada la estancia. Sus labios rosados aun conservaban una ligera sonrisa producida por el sueño que estaba teniendo Carmen justo antes de despertar.  Suspiró y se incorporó lentamente. Intentó recordar el sueño que había tenido pero se le escapaba como el agua entre las manos. 

Se levantó y se aseó en la Jofaina que estaba en una esquina de su habitación. Buscó un vestido sencillo de color blanco con detalles en rojo y lo dejo sobre la cama para colocarselo luego. Antes cepilló sus cabellos a conciencia, dejándolos lustrosos; se perfumó detrás de las orejas y en las muñecas con un suave perfume de rosas y escogió de su cofre algunas alhajas sencillas con las que adornarse. Tres cuartos de hora después de despertar estaba lista para enfrentarse a un nuevo día.

Bajó a la sala principal de la posada y mientras caminaba hacia la barrar iba observando a los reunidos allí. Reconoció al capitán Simón y a Martina, y a aun sabiendo que era de mala educación, puesto que estaban conversando con otras personas, los saludos en voz alta.

-Martina, Capitán. Buenos días!!- dijo alegre y siguió su camino entre las mesas.

Saludé educadamente aquellos caballeros que estaban en la mesa de los posibles negocios. En los que nos veríamos envueltos en esta nueva aventura de Castilla.

Vi como Carmen hacia presencia en la taberna, era otra de las personas que veía hoy con muy buena cara, hasta sonriente a lo que le saludé.

- Buenos días Carmen y Ricardo - saludé con una dulce sonrisa y seguí prestando atención a lo que se pudiera decir.

La taberna estaba vacía, a excepción de un grupo de personas que se presentaba al fondo de la estancia. Imaginé que eran los que ofrecían trabajo. Estaba nervioso, a mis 16 años era la primera vez que me movía sin la tutela de mi tío... Me pregunté que pensarían de mi. Un chico joven, no muy bien vestido, solo llevaba una camisa blanca, unos pantalones manchados del polvo del camino y una capa para resguardarme del frío. En mi cinto, reposaban dos espadas de esgrima.

Me acerqué al grupo y procedí a presentarme: -Saludos... Mi nombre.... es Juan...eehh... he oído que se ofrecía trabajo... y he venido ...mmmm... ha hablar de las condiciones - me insulte mil veces por estar tan nervioso y dudar de todo lo que decía. Esto solo podía haber causado una pésima opinión de mi. Me sonroje y me puse todavía más nervioso.

Una palmada en el hombro del chico que se ha presentado como Juan.

Oh, vamos, no estés tan nerviosso... ¡Invítate a algo y vegás qué rápido nos conocemos mejor!

Jeremy no pudo evitar posar sus ojos en la exótica belleza que saludo con actitud familiar a la castellana y al montaignes, al oír el titulo con el que le llamaba le miro con una sonrisa tras la propuesta de copas gratis.

-Me caes bien capitán, hombre de mar y sabes sacar bebidas gratis- Tras eso miro al chico y reconoció que realmente era joven para estar en ese sitio -Pero no se si el mozo tiene permiso para beber aun- Rió un poco tras la gracia de meterse con el chaval, no iba a mal sino a romper la tensión que sufría el chico.

Junto a la dama castellana de oscuros cabellos baja del piso superior un chico joven, sus ojos se posan en la chica de capucha y ropas blancas y en las de Simon mientras hace una reverencia se acerca hacia donde su prima.

El hombre se levanta cuando llega Carmen y alza una copa hacia ella y después hacia Martina con una sonrisa en los labios.
- Es agradable tener tan hermosas compañías.- Después vuelve la vista hacia Carmen.-  Venid a mi mesa por favor, quizá lo que escuchéis sea interesante.

Se sienta y sirve algo de vino de sus copas para cada uno de vosotros mientras os sonríe.
- Verán ustedes caballeros y señoritas, Soy Angelo Vellini, y pertenezco a la liga de mercaderes vendelia. Y necesito que antes de que acepten el trabajo, todo lo que sea hablado en esta mesa, se mantenga en el más estricto silencio.

Yo soy mudo, mi buen caballero, tan sólo sois hábil leyendo mis labios.

Le guiño un ojo a Vellini y luego palmeo la espalda de Juan otra vez.

No seas tan duro con el mozo... yo le doy permiso para beber cuanto desee y pueda pagar.

Finalmente mis ojos vuelven a clavarse en nuestro mercader Vendelio y mi sonrisa permanece tranquila.

Sonrío ante las palabras de mi Capitán sobre que le invite a unas copas, hizo que me acordara de la cena de por la noche. Cerré mi boca para no soltar un comentario y seguí escuchando a los caballeros.

- Vamos caballeros, dejen al pobre chico que tome sus propias decisiones...si se cree mayor o adulto para venir a pedir este trabajo también tendrá pelotas para tomarse una copas con ustedes y conmigo. -

Y seguí escuchando al caballero Angelo Vellini.

- Usted hable que de aquí no saldrá nada. -

Aquel grupo, se había tomado a bien mi presencia lo que me tranquilizo, mas no estaba seguro de como actuar y aun no me encontraba relajado. El hecho de invitar a unas cervezas no me importaba si con eso hacía más fácil mi aceptación allí. Así que saqué unos maravedíes, los puse en la mesa e invite dudoso de si actuaba correctamente: - Para los que aceptemos la empresa una ronda... una ronda de cerveza- sonreí al hombre con acento montaignes en agradecimiento de la idea. 

A continuación mire a la mujer encapuchada, procurando hablar como un hombre seguro de si mismo, algo que no creo que consiguiera por culpa de mis nervios: -No será la primera que beba...- después miré al que inició aquel tema - Y os aseguró que no será la última- cerré aquella frase con una sonrisa. Me sentía orgulloso de haber hablado con soltura por fin, así que me dirigí a Vellini: -Yo os aseguro que no estoy aquí hablando con vos, de hecho, juraría que estáis solo en la mesa- me arrepentí automáticamente de decirlo. La ocurrencia me pareció inadecuada y volví a sonrojarme. Mejor estar calladito...

El avalones sonrió cuando el chico de soltó la melena y ahogo una risa en sus adentros ante esa ultima frase del chaval.

-Te acepto esa copa, pero a la próxima invito yo- Termino la primera copa que se auto-invito del señor Vellini -No se preocupe, suelo tener memoria selectiva para estos detalles, seguramente se me olvide del todo si alguien me preguntara del tema- Tras eso observo a la bailarina acercarse nuevamente a la mesa, le gustaba como ver como iba y venia, sea el caso tenia buena vista de todos los ángulos y no iba a ser el quien se quejara de ello.

Carmen arrugo un poco el entrecejo extrañada, pero la sonrisa no abandono sus labios. Miró al comerciante intentando recordar si lo había visto en algún lado pero su cara no le sonaba de nada. Se acercó a la mesa que ocupaban sorteando el resto del mobiliario con gracia, como un cisne que se desplaza por el agua. Ricardo acercó una silla para ella y otra para él y se sentaron a la mesa con tan variopinta compañía. 

-Señor Vellini, encantada de conocerle. Yo Soy Carmen Bejarano.- se dirigió también al resto de asistentes que aún no conocía.

Cuando escucho las condiciones del Ángelo Vellini, dijo.

-Señor, mis labios están sellados.

Sentía mucha curiosidad aunque no sabía que podría a portarle ella al comerciante. El camarero les había dicho la noche anterior que sería un encargo peligroso. Aun así escucho atenta. "nunca se sabe" pensó.

Miro al muchacho y sonrío.

Mozalbete, si algo he aprendido en mi vida, es que las cosas se aprenden a base de errores, meteduras de pata y buen vino JAJAJA...

Miro entonces a don Angelo.

Señor, como dijo aquí el chico, usted no esta hablando aquí con nosotros, pero me encantará oír de que se trata el trabajo y las pagas que conllevan dicho trabajo.

En ese momento levanto mi vaso de vino y lo apuro de un trago.

Salud...

Cuando el muchacho solicita una ronda de cerveza y el posadero se va a poner a ello, Angelo alza la mano y lo detiene mientras mira con mal gesto al chico.

- ¿Os faltan modales acaso?¿No se os educó de pequeño? Os he invitado a vino, puesto que soy vuestro anfitrión podríais indicarme cuando os voy a servir que no deseáis... y solicitarme otra cosa, si lo que deseabais era cerveza me lo podíais haber dicho... ¿alguien más quiere cerveza simple en vez de vino castellano de crianza?

Vamos, señor Vellini... El chico es un poco nuevo en todo esto y cayó en mi juego al no creer que la copa debería de ser inmediata. Yo os acompañaré con el vino castellano sin dudar, pero no seáis tan rudo con el mozo.

- Prefiero seguir degustando el vino de Castilla sin duda alguna, y dicho esto que tal si nos sigues contando en qué consiste la cosa. - dijo mientras le pega un trago a la copa y esperaba escuchar a Angelo Vellini.

Jeremy rió esbozando una divertida sonrisa ante la queja de su anfitrión

-Oh, por favor, no nos tome en serio con esto, solo queríamos animar un poco al chico a que se soltara y cogiera algo de confianza, por supuesto que agradecemos el magnifico vino que estamos degustando a su salud.- Dio otro trago agotando su copa

-Pero creo que no estamos aquí por la bebida y la maravillosa compañía.- Remato la frase dedicando una amistosa mirada a las féminas de la mesa.

No puedo evitar reirme ante los acontecimientos.

jajjajajaajaj Por favor Don Angelo, el muchacho a cometido un error... fijaos... ahora mismo si le pidiéramos que nos dijera su nombre lo haría tartamudeando jajajaj no se lo tengáis en cuenta. 

Dicho eso, me sirvo yo mismo un nuevo vaso de vino.

Es un buen vino, pero la verdad... me gustaría saber más sobre el encargo. Si no os molesta claro está. 

El rojo de un tomate es un rojo intenso, vivo y llamativo. La rojez de mi cara debía superar con creces este último. Se podría cambiar la expresión de rojo como un tomate, por una que cambiara el concepto de rojo, rojo como el joven Juan.

-Disculpad mi...miss modales, n..no...non..on...no quería menospreciar vuestra invitación...lalla..la aceptare con gusto ....y forma. La ronda puede esperar.....- Bajé la mirada al suelo, no había caído en la invitación de Vellini. Si ya me  lo dijo mi tío: hablar es de necios, escuchar es tarea de sabios.