Partida Rol por web

La anciana sonríe ante las palabras de Jaqueb y la visión de las dos mujeres avanzando hacia el oasis con ansias. 

Bebed vosotros mismos y comprobad que esto no es una ilusión -afirma la mujer señalando el pequeño lago junto a su tienda -pero aquí vuestro señor tiene poca presencia, solo el desierto es el que concede estos dones, este oasis. Pero este lugar es pequeño comparado con otros oasis, capaces de alimentar a un centenar de bocas. Pero decidme ¿que hacéis en este lugar? -pregunta directamente. Sus ojos apenas se ven por las profundas arrugas y la cantidad de arrugas refleja los años pasados bajo el sol del desierto.

Aceptando su generosa oferta, intenté beber del cuenco con la esperanza de que realmente ese agua existiese y no fuese una ilusión.

- Es una lástima que considere que incluso este pequeño oasis del vasto desierto no es un regalo de nuestro Señor, a fin de cuentas él es el creador de cada cosa que vemos, tocamos, o bebemos - terminé el agua mientras pensaba que aquella anciana parecía que había dejado de creer. No sabía si desvelarle los secretos de la misión que llevábamos en conjunto ¿y si esta anciana no era más que otra prueba?

- Antes de responderle amable anciana, he de reconocer que la curiosidad por saber cómo ha logrado subsistir aquí en soledad me corroe el alma -

Tengo tanta sed que en cuanto la anciana permite que bebamos me apresuro a beber, no se en que momento pierdo las formas pero en mi apremio por saciarme el agua recorre mis antebrazos cayendo varias gotas al suelo. Doy un hondo suspiro y bendigo al cielo por el presente que nos acaba de brindar, es entonces cuando vuelvo a prestar atención a la anciana y a Jaqueb.

- Nuestro hermano tiene razón- apoyo a mi compañero- teníamos sed y hemos sido saciados...el que hallamos encontrado este oásis es sin duda obra de nuestro Señor, así como la existencia del mismo...- miro a mi alrededor comprobando la extensión del oasis con la misma pregunta de Jacob rondándome la cabeza.
 

La anciana mueve su pequeña y frágil mano con algo de desdén, restando importancia a vuestras palabras -La creación es algo que las frágiles mentes humanas nunca serán capaces de entender. Respecto a vuestras preguntas, no he estado aquí durante toda mi vida, he viajado de una punta del desierto a otra con mi gente, con mi esposo, amigos e hijos. Por desgracia los años no pasan en balde y mis huesos ahora están cansados -argumenta la mujer mientras se sienta en un pequeño montículo de arena sobre una manta de piel de cordero -mi marido y yo decidimos quedarnos aquí, un lugar tranquilo, mientras nuestra familia y nuestra gente continuó con su vida nómada. Ahora su cuerpo vuelve a generar vida, enterrado bajo aquellas plantas -su dedo se levanta señalando hacia la escasa pero fuerte vegetación situada al lado del oasis -y yo me uniré a él en el futuro, aunque tampoco tengo demasiada prisa -concluye tratando de bromear.

Sonreí ante el comentario de la anciana.

- Desde luego sus hijos deberían estar orgullosos de tener una madre tan luchadora - comenté tras comprobar cómo había logrado sobrevivir a una vida de nomadismo junto con toda su familia.

- Pero sigo creyendo fielmente que infravalora la capacidad humana del entendimiento - aclaré mientras miraba de nuevo a mis compañeras.

- Quizás, usted que ha viajado tanto y conoce este desierto... conocerá algo sobre la Lágrima del Oasis ¿me equivoco? - fallé a conciencia sobre el nombre de la reliquia que habíamos venido a buscar a esperas de comprobar si la mujer era capaz de corregirme.

Mientras la anciana habla miro de manera inconsciente hacia el lugar donde dice haber enterrada a su esposo, ciertamente parece que esa pequeña zona del oasis está generando vida, pues se me antoja más verde y dinámico... es soprendente como actua la obra del Señor, como si la muerte sólo sea un trámite para generar nueva vida... sin duda el Señor es Misericordioso.

- Hemos odido hablar de la Lágrima de Osiris pero no conocemos apenas nada- trato de apoyar a mi compañero, me he dado cuenta de que ha dicho mal el nombre de la reliquia... no se exactamente cuales son sus intenciones, pero confio lo suficientemente en él para dejarlo hacer.
 

La anciana mira con sorpresa a Jaqueb y Julia -¿La lágrima del Oasis? ¿la lágrima de Osiris? No se nada de esas lágrimas. Conozco la historia de una joya, la Lágrima del Desierto, pero no se si esa será la que estáis buscando... -responde enigmática la anciana.

Miré a mis compañeras mientras sonreía, aquella mujer sabía algo y además con detalles si era capaz de recordar el nombre exacto.

- ¡Debe ser esa! - exclamé mientras sujetaba con delicadeza las manos de la anciana.

- ¿Cree usted que podría hablarnos de ella? - mi mirada era esperanzadora, era la pista más cercana que habíamos obtenido en días. 

¿Lagrima de Osiris? en que estás pensando Julia... dejaremos la cosa en una mera anécdota, no es necesario de que enteren que le he cambiado el nombre sin querer. Pienso mientras disimulo mi rubor de mejillas quitándome de la cara un mechón rebelde con los dedos de las manos.

- Claro... tiene que ser esa- corroboro las palabras de Jaqueb- seguramente es conocida con otros nombres, de ahí nuestro error... nos encantaría conocer su historia- animo a la anciana para que hable acercándome un poco más ella, expectante.

Si, por supuesto, acercaos -responde afable la anciana mientras os hace un ademán con la mano a los tres para que os acerquéis. El oasis, rodeado de altas dunas de arena, es un idílico lugar que parece va a dar respuesta a vuestra búsqueda -se dice que la Lágrima del Desierto es una joya con propiedades mágicas, un diamante de color azulado. Se dice de él que, dependiendo del día, su color varía desde un azul similar a las limpias aguas de un oasis hasta un color semejante al de una noche sin estrellas. Si seguís en ese rumbo -dice señalando con el dedo al noroeste -encontraréis un oasis, un lugar mucho más grande que este. Allí hay un palacio que...

La mujer cae hacia delante con fuerza, impulsada por una extraña fuerza. En su espalda veis una flecha clavada muy profundamente, manchando sus ropajes con una sangre oscura y densa. Su mensaje, la valiosa información, se desvanece al igual que su vida.

Encima de una de las dunas, justo a vuestras espaldas, veis al hombre que ha dado muerte a la anciana. Un hombre cubierto con ropajes del desierto guarda el arco que ha utilizado para matar a vuestra anfitriona y desenfunda una pequeña cimitarra del cinto. Sus ojos os miran atentamente mientras avanza con lentitud y seguridad hacia vosotros.

Cuando se encuentra a media docena de metros el asesino se detiene en seco y, esgrimiendo su arma ante vosotros, proclama -Hoy, por fin, se hará justicia -acto seguido se lanza a por vosotros, tratando de que su cimitarra pruebe vuestra sangre.

Me quedo boquiabierto al contemplar como la amable anciana de la que tan injustamente dudé yacía sin vida junto a mis pies víctima de una flecha que de manera certera impactó en su espalda.

A modo de reflejo llevé mi mano a la espada corta que hasta aquel momento pensé que no serviría de nada. Había un guerrero que clamada justicia ¿desde cuando la muerte era justa?

Habíamos obtenido la información que necesitábamos sobre la Joya, quizás no toda, pero si la suficiente para continuar.

- Hermanas, esa mujer ha dado su vida por contarnos lo que ahora ya sabemos. No desperdiciemos su sacrificio - dije mientras alzaba la espada haciendo que brillase con el sol.

- Corred rumbo al noroeste, yo intentaré librarme de ese hombre, necesito haceros ganar tiempo y que no utilice su arco. Yo os alcanzaré en cuanto pueda - dicho aquello esperé a que el guerrero se acercase, tenía que frenarle, tenía que distraerle... nuestra misión era más importante.

Me quedo absorta ante el relato de la anciana, pero entonces justo cuando va a ampliarnos la información su vida es sesgada por un asesino, me quedo mirándola sorprendida... incapaz de articular palabra, aquella anciana no merecía ese final. Ante mi inmovilidad Jaqueb reacciona con rapidez haciendo que por fin sea capaz de tomar el control de mi cuerpo. No quiero dejarlo sólo... podría luchar y ayudarlo... pero no tengo espada.

 Como puedo me echo a un lado cogiendo el brazo de Judith para arrastrarla conmigo y librarla del ataque de aquel guerrero, no entiendo por qué quiere matarnos, pero en verdad nuestro compañero parece ser el único capaz de hacerle frente, aún así... aferro un puñado de arena y se lo arrojo a la cara para darle un poco de ventaja a Jaqueb mientras salgo corriendo en la dirección indicada.

- Te esperamos...- le anuncio a Jaqueb tratando de llevarme conmigo a Judith

Después de saciar ávidamente mi sed presto atenciòn a la conversación de mis compañeros con la anciana pero no intervengo. Estoy descubriendo que no soy muy habladora.

Cuando el cuerpo de la mujer cae al suelo, sin vida, cunde de pronto el caos. Por unos momentos contemplo paralizada al guerrero, que se acerca imponente hacia nosotros, pero ese instante de pausa que se toma para hablar me permite reaccionar. Con dedos temblorosos busco el saquito bajo mis ropajes, lo abro y vierto parte en la palma de mi mano.

Pero Julia me coge entonces del brazo y tira de mí.

Opongo resistencia a Julia para permanecer donde estoy hasta que el jinete se abalance sobre nosotros, y entonces abro el puño y soplo los polvos hacia el hocico del caballo.

Todo ocurre demasiado rápido. Jaqueb prepara su espada para recibir al asaltantes mientras trata de convencer a sus compañeras para que se marchen. Sin embargo Judith y Julia no abandonan a su compañero inmediatamente. Julia, en un intento de distraer al enemigo,lanza un puñado de arena al asaltante mientras trata de hacer que Judith se marche con ella, dejando a Jaqueb solo ante el peligro. Sus acciones no tienen el resultado esperado, el hombre del desierto no da importancia a la arena y Judith no parece dispuesta a abandonar a su compañero.

Justo antes de que el guerrero lance un tajo mortal a Jaqueb Judith imita a su compañera, lanzando una lluvia de arena al enemigo. Los resultados de los peculiares polvos, sacados de una pequeña bolsita, se hacen notar al instante.

El guerrero flaquea y tropeza, con sus miembros convertidos en gelatina. El arma resbala de su mano y cae al suelo un par de segundos antes que él. Vuestro enemigo yace en la arena, profundamente dormido. Judith ha gastado todo los dones que el profeta le entregó y la vieja anciana yace muerta.

- ¡Buen trabajo! - exclamé doblemente agradecido, uno porque han seguido a mi lado, y dos por lograr dejar inconsciente a aquella amenaza.

- Este malhechor debe recibir su justo castigo, sin embargo estoy seguro de que antes podrá contarnos muchas cosas - dije con tono serio. Aquel hombre merecía la muerte por lo que había hecho.

- Buscad a ver si hay algo con lo que podamos maniatarle, quizás en la tienda de la difunta anciana o quien sabe si la propia vegetación puede ofrecer algo resistente - indiqué a mis compañeras pretendiendo que toda aquella situación no quedase allí. 

A pesar de que mi intención había sido distraer al asesino y poner a salvo a Jaqueb, puedo constatar que el Señor sigue con nosotros... pues el desenlace ha sido mucho mejor. Observo con la respiración entrecortada el cuerpo inerte del guerrero... en verdad merece la muerte pero quien debe juzgar a aquel infame no somos nosotros, aún así está claro que debemos inmovilizarlo.

- Tienes razón hermano, buscaré en la tienda de la anciana para ver si encuentro alguna cuerda o tela para maniatarlo- anuncio mientras entro en la humilde morada de la difunta habitante de aquel pequeño oasis... tiene que haber algo útil, me digo a mi mismo moviéndome con presteza.