Partida Rol por web

La iglesia es rodeada por una especie de diablillos que intentan entrar en ella chocando contra las vidrieras. Suenan como el granizo en una tormenta de invierno: brusco y decidido.

Reacciono en seguida ante la situación sin temer por mi seguridad, en cambio Demyan vuelve a parar sus rezos los cuales son necesarios para anular a la Bruja por lo que tengo que volver a tomar cartas en el asunto.

-¡Demyan! ¡Demyan!- grito angustiosamente a mi compañero mientras me arrodillo y me aferro a su pierna. Lloro fuerte y desconsoladamente, como un niño pequeño que está aterrado. Realmente estoy exagerando como cada vez que quiero que "papa y mama" paren de discutir. Aprieto fuerte mis brazos a su pierna mientras sigo gritándole. -¡Demyan! ¡Debes seguir leyendo! ¡Tengo mucho miedo! ¡No quiero morir! ¡Dependo de ti!- ¡já! Esto no se lo cree ni él... Pero oye todo por que despierte y lea que a mí nunca se me dio muy allá.

Demyan empezó a leer de nuevo con la voz entrecortada por el miedo pero a medida que pasaba las páginas su voz se hacía más segura. La estrategia de Anatoli había funcionado, apelar a la parte sentimental del filósofo había hecho que este despertara.

El filósofo cerró los ojos y continuo rezando sin detenerse, hasta que oyó en la lejanía el aleteo de un gallo y al poco rato su sonoro canto matutino. Entonces interrumpió sus rezos y dio un suspiro de alivio.

Las puestas se abrieron con un fuerte crujido y en el marco aparecieron los cosacos hablando animadamente. Es horrible que en nuestra tierra sucedan este tipo de cosas. Hasta es posible que... –y haciendo una mueca de espanto Tsbulia dejó la frase sin concluir. Sin decir ni una palabra los cosacos os condujeron a la aldea.

Todos los que os rodeaban miraban sorprendidos al filósofo. Incluso un infeliz muchacho a quien los cosacos lo mandaban a realizar toda clase de faenas para ahorrarse ellos la molestia de hacerlas, lo miraba atónito.

Pasó entonces cerca una mujer aún joven que siempre iba vestida con unas ropas tan ceñidas y una falda tan estrecha que eran una constante provocación para todos. Empeñosamente coqueta, solía adornarse los cabellos con los adornos más extravagantes, a veces, incluso, hasta se colocaba papelitos pintados en varios colores. Era la ayudante de la cocinera.

Buenos días. Dijo  con una amable sonrisa, pero después, con una mueca de terror pregunto. Pero, ¿qué te ha ocurrido? Tienes los cabellos completamente blancos.

¡Pues es verdad! Repitieron todos los presentes. ¿Cómo es posible que no nos hubiéramos dado cuenta antes? Si tienes la cabeza igual a la del viejo Javtuj.

Al escuchar estos comentarios, el seminarista corrió a la cocina, donde había visto un espejo muy sucio y manchado por las moscas, pero adornado con una guirnalda de flores, demostración de que era el utilizado por la coqueta ayudante de la cocinera.

Al lograr verse en el destartalado espejo, se horrorizó al verse con los cabellos tan blancos como los de un anciano. 

La noche pasó sin más sobresaltos, conseguimos sobrevivir y simplemente gracias a las oraciones a nuestro señor. Bueno, y al círculo de tiza... ¡Menos mal! Cuando nos vienen a recoger a la mañana se hace latente el peligro que hemos corrido y el peso que desprende mi cuerpo al estar a salvo.

¿Pelo blanco? Corro con Demyan al espejo para mirar mis cabellos pero cuando llego miro desilusionado. Los míos no se han tornado de ese color.

-¡Vaya! ¡El mío siguen igual!- digo mientras me toco el pelo y me peino un poco. -No te preocupes Demyan te queda muy bien.- la mezcla de pelo blanco, con gafitas y esa parsimonia que desprende mi compañero me hace pensar en los abuelitos de la plaza de Kiev que juegan al ajedrez y esas cosas. Entrañable.

Cuando termino de mirarme en el espejo, miro a los aldeanos que esperan para acompañarnos a descansar.

-Entonces... ¿Tan solo queda una noche?

La respuesta a la pregunta de Anatoli no vino de la boca de Tsibulia, ni de Doroch, ni siquiera de la niña Nadia, vino de Demyan; y ni siquiera era la respuesta que Anatoli esperaba. Ahora mismo voy donde el centurión para decirle toda la verdad, y comunicarle que me niego rotundamente a continuar los rezos en la iglesia y que me envíe en ese mismo instante a Kiev. Y, sin volver a pensarlo, se dirigió casi a las carreras a la casa del centurión.

Encontraron al Centurión, igual que la vez anterior, sentado frente a la mesa, con la cabeza hundida entre las manos. Su aspecto era mucho más triste y deprimido, y estaba tan demacrado y pálido sin duda por no comer nada durante aquellos días.

Buenos días, señores. Dijo el centurión al verles aparecer en la puerta. ¿Cómo os va en vuestros rezos? Supongo que lo cumples al pie de la letra.

No sé cómo podría decirlo, excelencia, pero he visto allí tantas cosas..., cosas diabólicas..., que poco ha faltado para agarrar el gorro y salir corriendo de la iglesia.

¿Qué estás diciendo?

‑Es la pura verdad, señor. La hija de su excelencia era una... Por supuesto que analizando las cosas con lógica es preciso tener en cuenta que era de noble estirpe. Sin embargo... Mi compañero también podrá decirle... 

¡Terminad de una vez! ¿Qué pretendes decirme? ¡Habla pequeño! ¿Qué quiere decir este atajo de temblores que tienes como camarada?

Demyan se vuelve loco, se vuelve valiente de repente y quiere contarle todo al Centurión. "Pero... Pero... ¿Estamos locos?"

Nadie del pueblo le retiene, ni si quiera yo. Yo no quiero que sepa nada, seguro que nos manda colgar o algo peor. Me niego, me niego y me niego. Pero claro, como era de esperar la valentía se acaba y cuando estamos frente al Centurión recae en mí otra vez la responsabilidad de contarle todo al señor del pueblo.

-Esto...- miro a Demyan entre extrañado y sonriente.

-Mi compañero. Mi compañero cree que el diablo se le ha aparecido... Pero simplemente pienso y creo que no me equivoco que él se ha enamorado de su hija fallecida. Cree que el diablo quiere arrebatarle su fe en forma de mujer y aunque no vaya a pecar de forma física si pueda hacerlo en su imaginación. Él lucha, no quiere y menos con su hermosa hija que en paz descanse.- empiezo a soltar una retahíla de excusas pero que suenan la mar de convincentes.

-Yo señor... Quería solicitarle algo... ¿Podría mi compañero abandonar la oración? ¿Podría encargarme yo de ello? Creo que debería volver al seminario y meditar sobre lo que le está sucediendo antes de que acabe falto de fe. Quizá los superiores puedan ayudarle.-"ayudarnos" pienso yo a mis adentros

Esto es un motivo más para que continúes rezando. Ahora comprendo mejor porque mi querida palomita tenía tanta preocupación por la salvación de su alma. La belleza de su alma inmortal solo es comparable a la belleza de su cuerpo, y esta belleza tienta a los hombres de alma débil.

Muy bien, tú continuaras con la lectura tal como te lo he ordenado. Además, piensa en que ya sólo te queda una noche, y al rezar y leer los textos sagrados estás cumpliendo con tu deber de buen cristiano, y además recuerda que serás espléndidamente recompensado.

Y usted señor filósofo, debería de castigarle con el látigo. Pero seré benévolo como me aconseja su pequeño compañero que con la mitad de edad tiene el doble de seso y fervor religioso que usted.

Demyan bajo la cabeza y aguanto la bronca del Centurión sin inmutarse. Con el pelo blanco y la cabeza gacha parecía un abuelo cocheando. 

Cuando termino de hablar el Centurion, con la misma rapidez que había ido a buscar la reunión salió del cuarto camino de la cocina donde se sirvió un vaso de aguardiente, bebiéndoselo al salto.

En la cocina, a pesar de que varias veces los cosacos le hicieron preguntas sobre cómo había pasado la noche, Demyan no dijo una palabra de cuanto había sucedido y solo con medias palabras les reveló que había advertido algo raro. Se quedó cómodamente recostado en el banco de la cocina, fumando su pipa y escupiendo a menudo sobre el suelo.

Parece que la historia que le cuento al Centurión cuela completamente y nos libramos de la fusta y vete tu a saber cuantas cosas más. Por un momento he temido por mi vida, por nuestra vida...

Ya en la cocina me acerco a Demyan que parece deprimido, extraño, como si supiera algo que a mí se me ha escapado.

-Demyan... Lo siento... No podemos decirle la verdad. Al menos no por ahora... ¿Qué te ocurre? ¿Viste algo ayer por la noche que no me di cuenta?

Demyan te devolvió una mirada vacía con los ojos muy abiertos, era la misma mirada que tenían los cosacos cuando bebían mucho pero Demyan apenas había bebido nada. ¿Qué ocurre? Pregunta de repente sulfurado. ¿QUÉ OCURRE?....  Tú también lo has visto con esos ojos de sapo. Dicho esto el filósofo pidió un poco más de aguardiente, Doroch no se negó, y poco después otro baso más. Los demonios…. tú también vistes a esos demonios… ¡No podemos hacer nada!....  Vamos a morir a manos de esa bruja…. ¡El mal existe! Las palabras del filósofo salían a borbotones de su boca expresando ideas inconexas. ¿Se habría roto algo dentro de la cabeza de Deyman? 

La niña que andaba por la cocina de un  lado a otro cumpliendo pequeños recados, llenando vasos de aguardientes, trayendo bandejas de comida o espantando a los gatos y perros que se acurrucaban debajo de las mesas, se acercó alertada por los gritos de Deyman. ¿Qué pasa? Si vais a armar escándalo que al menos sea cantando y no voceando como niños mal criados. 

Sí, yo también había visto esos demonios pero quizá mi fe aún iniciada mezclada con mi inmensa imaginación infantil hace que vea todo desde un prima diferente.

Si, tengo miedo, estoy confuso con todo lo que sucede y si pudiera saldría corriendo y me escondería bajo las sábanas pero no puedo, no tengo opción y tengo que pasar la última noche con esa bruja. Quizá mi última noche.

Miro desconsolado a Demyan y no puedo evitar soltar una pequeña lágrima más de miedo que de tristeza.

-Tranquilo Demyan, para ti ya pasó todo. Yo me encargaré de hacer dormir a esa bruja.- miro al resto de aldeanos. -Tranquilos, cumpliré la promesa y os salvaré de la maldición de la hija del Centurión.- tengo mucho terror pero me siento orgulloso, como un héroe.

La pequeña que tanto nos había ayudado se acerca con tono despectivo y malhumorado pero me da igual. Hago caso omiso a sus palabras ya que ella precisamente está en una posición cómoda.

-¿Me puedes dar un último consejo para la última noche? No sé si podré lograrlo solo... Y estoy nervioso.

La niña aun con los brazos en jarra a la altura de la cintura contesto visiblemente sorprendida. Pues… Pues no sé. Mi abuela dice que las ramas de Sabina las confunden y el ajo germinado.  Más tranquila bajo los brazos y continuo hablando sobre diferentes amuletos o remedios, pero  a veces parecía que la niña confundía remedios. Por ejemplo: decía que las estacas mataban a los hombres lobos y la plata a los vampiros, o que el hierro frío alejaba a los fantasmas y para ahuyentar hadas había que usar flores de ajo. Pero de algo sí que esto segura y es que el canto del gallo asusta a todos los seres de la noche.

Y otra cosa más: en este bosque habita el rey de los gnomos, El Viy. Si te encuentras con el ten mucho cuidado y nunca le mires a los ojos. Entonces uno de los cosacos llamo a la pequeña Nadia que corrió a cumplir uno de sus encargos. Por otro lado, Demyan se había quedado dormido en el banco de madera. 

Un pastor que estaba a tu lado, el cual nunca había visto, pareció oír la palabra bruja y se interesó por el tema. ¿Hay alguna señal que permita saber si alguien es o no es una bruja? Pregunto a su interlocutor, que no era ni más ni menos que Tsibulia.

Ninguna, y cualquier cosa que se haga es inútil; ni las oraciones sirven.

Estás equivocado, amigo mío. Dijo Doroch que siempre quería calmar los ánimos. Hay ciertos sabios, a quienes Dios les ha concebido especiales dotes de inteligencia, que han dicho que las brujas se distinguen porque tienen un pequeño rabo.

Para mí, todas las mujeres viejas son brujas. Dijo Tsibula.

¡Idiota! Gritó Halia, la mujer Tsibula, que en aquel momento ponía otra cazuela sobre la mesa. Tsibula sonrió satisfecho al ver que había herido la vanidad de su mujer. El pastor, celebrando la broma, soltó una carcajada tan estruendosa que pareció el mugido de una de sus vaca.

Viy... Se me queda grabado ese nombre tras mi convesación con la niña. Jamás escuché antes una historia sobre él, quizá sea una leyenda del pueblo que no ha trascendido hasta Kiev.

Mientras escucho atento la conversación de los mayores como sin parar. Otra cosa no pero hambre tengo un rato.

-Esto está riquísimo Halia. Tú jamás serías una bruja.- esbozo una sonrsa a la mujer con toda la boca manchada del guiso. Y después justo rompo la conversación del cosaco y el pastor para inmiscuirme.

-¿Y cuál es la historia del Viy?- a. fin y al cabo toda esta historia surgió en un bosque...

¡Gracias pequeñín! Dijo Halia alagada por el comentario y como agradecimiento, además de su bonita sonrisa, añadió un cazo más al plato del joven seminarista.

Tsibula comenzó a contar la historia sin darle mayor importancia. Un chico pidiendo que le cuenten cuentos a la luz de la hoguera era lo normal.

Se dice que el viy es un ser antiquísimo de tiempos remotos de nuestros antepasados, se dice que estaba por estos bosques mucho antes que el primer hombre bárbaro cazara en estos prados y mucho ,mucho antes que la palabra de deux llegara.  Se dice que es alto como un edificio; unos dicen que es delgado como un álamo otros que es grueso como una montaña; que anda sobre dos pies, que tiene cuatro patas, incluso que repta como las serpientes o que tiene tantas piernas como un ciempiés. ¡Todo palabrería estúpida! Pero hay algo en lo que coincide todo el mundo, el Viy tiene unos largos parpados que le cubren los ojos y llegan hasta el suelo. Son tan largos que el solo no puede levantarlos y necesita de ayuda. ¡Pero ay de aquel que este delante cuando sus parpados estén levantados! Su vista es más aguada que la de un gato en la noche y más precisa que la de un águila, puede ver cualquier cosa, engaño, o escondrijo.  

Doroch completo la información de Tsibula. Dicen que las brujas le sirven. También dicen que es al revés, que las brujas guardan algo de gran valor para Viy y que este por miedo a ver destruida esta reliquia les hace caso.  Pero todo esto son leyendas y cuentos.

¡Tú y las brujas! Doroch si piensas que todo está relacionado con las brujas nunca conseguirás casarte. ¡Siempre pensaras que tu mujer es una bruja! Todos estallaron en carcajadas menos Doroch que permaneció serio con su semblante imperturbable.