Partida Rol por web

Los tres seminaristas decidieron pasar unos días en Kiev antes de emprender de nuevo el camino. Demyan decidió que el día de partida seria el martes, día que coincidía con San Cristóbal de Licia patrón de los caminantes.

Mientras tanto, por la ciudad había comenzado a circular el comentario de que la joven hija del centurión más rico de la comarca, que tenía su finca a cincuenta leguas de Kiev, había regresado de un paseo por el campo totalmente golpeada, destrozada a golpes; y no se sabía quién la había maltratado de esa manera.

Fue el mismo rector del seminario quien se interesó en el caso y mandó llamar a los tres seminaristas, eran los únicos que había en ese momento en el edificio. Después de recibirlo en sus oficinas, le ordenó que sin pérdida de tiempo que se pusiera a las órdenes del centurión, quien los llamaba con urgencia a su casa y ya había enviado a buscarlos a unos criados y un coche.

Escúcheme, dómine. Dijo el rector y sin esperar la contestación de los tres seminaristas. Aquí nadie le está preguntando si quieren o no quiere ir. El caso es que si no obedece en el acto le haré dar una paliza con una vara verde de abedul como para que no se levante en una semana.

Cuando la noticia llegó a manos de Demyan, el teólogo se temió lo peor. Durante todos aquellos días que habían permanecido en la ciudad, no había podido olvidar a la chica del bosque, al igual que tampoco podía olvidar la historia de la bruja y aquella extraña casa. 

Cuando había preguntado, en todos y cada uno de los lados le habían dicho lo mismo, que aquello era un cuento absurdo carente de toda lógica. ¿Pero acaso él, como teólogo, no tenía la premisa de que existía Dios? Aunque después de todo, la teología desarrollase mediante argumentos lógicos todo lo demás, la primera premisa y base de todo era dogmática, y por tanto, si existía Dios, también podrían existir aquellos seres del averno. El seminarista se llevó las manos a las sienes mientras paseaba, temiendo que la chica fuera efectivamente la hija del rico centurión, y que, para colmo hubiese padecido él alguno locura y la hubiese dejado atrás, sin existir por tanto bruja alguna. 

Ante la llamada del rector del seminario, Demyan se sorprendió bastante. Ante sus palabras, estuvo tentado de decirle todo lo que había ocurrido aquella noche, pero no se sintió con fuerzas para hacerlo, a sabiendas de que se llevaría una buena reprimenda. 

-Iremos, señor rector -dijo ante la amenaza del mismo para después mirar a sus dos jóvenes compañeros. -¿Iremos solos o mandará a alguien a que nos acompañe?

Demyan se encargó de nosotros y nuestra partida en los días siguientes. Pero cuando ya lo teníamos todo preparado y decidido para partir nos hizo llamar el rector a su despacho. ¿Qué querrá de nosotros?

Una vez allí nos confirma las noticias acaecidas estos últimos días pero no entiendo ¿qué quiere que hagamos nosotros? Si somos dos niños... El caso es que a mí la curiosidad me pierde. ¡El Centurión! ¡Ni más ni menos! Y vamos a ir a su casa y ponernos bajo sus órdenes.

-¡Vamos! ¡No hay tiempo que perder!- exclamo emocionado. Quizá no debo comportarme así y más delante del rector pero a caso no dice la santa biblia que las emociones nos llevan a encontrarnos con nuestro señor.

No le gusta la gente que grita y ordena y es violenta y es seria. Y el rector grita y ordena y es violento y es serio.

Se sienta en la silla de manera correcta y le mira con ojos llenos de pavor. No hace falta que diga nada, pues ya está todo decidido de antemano.

Eso al menos es una ventaja.

Demyan:

¿Iremos solos o mandará a alguien a que nos acompañe?

El centurión ha mandado un carro con varios cosacos para que os acompañen y no os perdáis. Las últimas palabras del rector tenían cierto toque de malicia y de burla. ¿Habría llegado a oídos del rector la historia de vuestra desastrosa excursión al bosque o simplemente veáis provocaciones donde no las había y el rector pronuncio las palabras sin malicia?

Anatoli:

¡Vamos! ¡No hay tiempo que perder!

Deberías de seguir el ejemplo de tu camarada, más joven y con mucha más ilusión. Espero que los años que has pasado entre nuestras paredes no te haya quitado la ilusión deservir a Dios. Le recrimino el Rector a Alexsey, verdaderamente el Rector era uno de esos hombres duro, violento y serio que tan poco le gustaban al estudiante de Retórica.

No perdamos más tiempo, el carro ya debe de estar preparado y los cosacos deben de estar esperando. ¡Vamos, Vamos! Dice el Rector con impaciencia levantándose de su mullida silla y recorriendo la sala hacia la puerta.

De camino al patio, el Rector se queda hablando con un cosaco de aspecto fiero y muy bien vestido. Con gran cuidado llegas a escuchar las palabras que le dirige el Rector al cosaco. Dele las gracias de mi parte por los huevos y la harina, y dígale que los libros que me ha pedido se los enviaré cuando mis escribientes hayan terminado de copiarlos. Dígale también que he sabido que por su finca pasa un río en el que se pescan muy buenos peces, abundando el sabroso esturión. Que me envíe alguno pues los que venden en el mercado son muy malos y caros... Entonces, espero... Ah, y no se olviden de amarrar muy bien a estos chicos, que a la menor oportunidad trataran de escaparse. El cosaco asiente con gesto serio y se despide del rector con un seco “adiós”.

En seguida veis el carro que le esperaba en el patio: era tan grande que se podía comparar con un cobertizo sobre ruedas, pues tenía aproximadamente las dimensiones de un horno de cocer ladrillos. Sin embargo. Al lado del carromato estaban cinco corpulentos cosacos. Por sus vestimentas dejaban saber que su amo era un hombre muy rico. Las singulares cicatrices que tenían en la cara probaban que habían participado en algún combate, y seguramente de forma gloriosa.

Hola, espero que tengamos un buen viaje. Dijo uno de los cosacos, sentándose en el pescante, al lado del cochero. Los otros cosacos se sentaron en la parte trasera del carro junto con los seminaristas, acomodándose encima de los sacos llenos de las mercancías compradas en el mercado.

Alexsey contemplo con horror la cara del cosaco, era la misma cara que le había hablado en la casa de la bruja pero esta vez tenia cuerpo. ¿Sería brujería, alucinaciones o simplemente una mala coincidencia? 

Sin decir nada, tira de la manga de Anatoli, su compañero de infancias, y le señala con la mirada, pálido y temoroso, al cosaco.

— Es él.

Las palabras del seminarista parecían bastante cargadas de un significado que Demyan no alcanzaba a desentrañar. De lo que no tenía ninguna duda, era de que la situación se había tornado ciertamente extraña. Con el gesto serio, vio como los otros dos seminaristas se montaban en el carromato. ¿Por qué los habían llamado precisamente a ellos? ¿Por qué sabían que estaban en la ciudad? El teólogo se acarició la barbilla pensativo una vez que se hubo acomodado en el interior del habitáculo que los llevaría hasta su próximo destino. 

-Que el Señor nos guarde en el camino -dijo con una sonrisa para volver a dibujar en su rostro un gesto impasible. 

Después, dedicó miradas casi ocultas a los cosacos que tenían por acompañantes. ¿Por qué tanta compañía? Tan solo eran dos niños y él, ¿qué peligro podía haber?

Subo obediente al carro, el haber escuchado las intenciones ocultas del rector me ha hecho perder la confianza que tenía en él, si a caso la tenía claro. Hago caso a todo lo que nos dicen los cosacos para no ser atados como les había dicho nuestro superior, quizá si somos obedientes no nos hagan nada y en alguna oportunidad podamos escapar.

Eso sí, en cuanto tengo un momento en el que no me escuchen intento hablar en secreto tanto con Alexsey como con Demyan pero es el más joven el que toma la iniciativa para hablarme y aunque no incluye en la conversación a Demyan, me aproximo también a él incluyendole.

-¿Cómo que es él Alexsey? ¿A quien te refieres? ¿Dónde le has visto? Yo lo único que sé es que el rector nos ha vendido, nos ha intercambiado por vino, pescado y seguro que mujeres, estoy seguro. Nos llevan a un ricachón. Yo no quiero ir, a saber lo que nos hacen.- intento susurrarlo todo aunque me altero un poquito de solo pensar la situación. Tengo algo de miedo, esto ya no son brujas y gatos enfadados, es alguna clase de mafia. -Chicos tenemos que hacer algo.- miro especialmente a Demyan, es el mayor, él sabrá que hacer, pero no pierdo de vista a mi amigo, si tiene que decirnos algo, es el momento.

Los cosacos parecen contentos seguramente por el vodka que han bebido en Kiev, pero alguno de ellos también está algo cabizbajo. ¿Sera por el agravio sufrido por la hija de su amo, o simplemente porque estaban triste de abandonar Kiev sin haber bebido suficiente vodka?

En el campo no se oye ni un ruido. Parece como si todo hubiese muerto; sólo en las alturas, en el abismo celeste, tiembla una alondra, cuya plateada canción desciende por los peldaños etéreos hasta la tierra enamorada; de vez en cuando el grito de una gaviota o la aguda llamada de la codorniz también resuenan en la estepa. Indolentes y distraídos, como paseantes sin rumbo, se alzan los robles hasta las nubes, y los golpes deslumbrantes de los rayos del sol incendian parte de su follaje con grandes manchas de pintura, extendiendo sobre el resto de la fronda una sombra oscura como la noche que sólo alguna fuerte ráfaga de viento impregna de oro. Las esmeraldas, topacios y rubíes de los livianos insectos se derraman sobre los abigarrados huertos, sombreados por los gallardos girasoles. Los grises almiares de heno y las doradas gavillas de trigo se disponen en grandes hileras y se extienden por la inmensidad de la llanura. Las ramas extensas de los cerezos, los ciruelos, los manzanos y los perales se curvan bajo el peso sus frutos, y el cielo se refleja en el límpido espejo del río, circundado por un marco verde y altivo...

-No podemos huir -susurró Demyan mientras proseguían el camino a la par que miraba a sus dos compañeros. -Veremos que hacer cuando lleguemos a nuestro destino, aunque para seros sincero... esto no me huele nada bien. Aún así, con estos tipos, ¿creéis que nos sería posible huir?

Dicho esto se fijo en el rostro de los demás cosacos. En ellos, se reflejaba cierta antítesis, ya que había alegría y tal vez tristeza. El seminarista se acarició la barbilla mientras se fijaba en el resto del carromato y en el camino. ¿Dónde se encontraban?

La orientación no estu fuerte, en el seminario se estudian disciplinas más elevadas como la teología o la retórica no habilidades mundanas como la orientación o el comercio, pero a pesar de tu fata de cono cimientos reconoces que vais en dirección contraria a donde vivía la bruja. También, al ver el camino que timan los cosacos recuerdas que has oído hablar de un gran Centurión que se encuentra a una jornada de viaje de kiev.

Alexsey baja la voz, como ha hecho tantísimas veces en el seminario, por la noche, cuando él y sus amigos (echa de menos la iniciativa e invención pequeño Petya en estos momentos) quieren burlar el toque de queda y se quedan hasta tarde hablando, contándose secretos entre susurros. Mira a Demyan, suspira. En fin, habrá que confiar en todos.

— Cuando estuvimos en la casa de la anciana, me encontré con uno de estos cosacos. Su cabeza estaba en un bote de conservas, y hablaba. El resto de su cuerpo había desaparecido.

>> Os lo juro por Horobets.

Cuando escucho la historia de Alexsey se me erizan los pelos de los brazos, bueno pelusilla que aún no me han salido pero si los tuviese se me erizarían. Miro a uno y a otro, no les veo asustados sabiendo que vamos a un lugar donde seguramente nos encierren, nos esclavicen y lo que es peor, acaben con nosotros, por un momento soy yo el que más miedo tiene.

-Señor cosaco... ¿Podríamos parar? Me gustaría orinar.- le pido a uno de los escoltas. -Porfi...- doy saltitos y entrecruzo las piernas para que se crean la mentira. Podría ser una manera de escapar o al menos intentarlo.

El cosaco miro con cara de pocos amigos al niño. Claramente no puedes bajar, tenemos que llegar a la casa hoy.
Otro de los cosacos miro con más ternura al niño. No ves que no puede aguantar más.
¿Y que? Que se mee encima.
Estas loco, el vodka te a disuelto el cerebro. ¡Si se mea aquí mojara toda la mercancía.
!VALE!¡Vale! Nicolay frena el carro y que baje. Nicolay gruño y tiro de las riendas de los caballos.