Partida Rol por web

Gruñó. Pero se contuvo. Soltó al hombre y se puso delante de él; el fulgor de sus ojos decreció, lo que venía a ser que había entrecerrado estos. 

– No quiero robarte – se encogió de hombros –. Espero que no haga falta. Verás, mi amigo y yo, necesitamos hacer un viaje. Debe ser discreto, y para eso no debemos desviar del rumbo a ningún parto – sonrió, de medio lado, con malicia –. Bueno, podemos, pero es posible que eso acabara por llamar la atención, de alguna manera. En cambio, tu barco está nuevo, sin rutas previstas. No eres un mercader, me atrevería a decir, y seguro que nadie sabe para que quieres ese barco, ya que hasta hace un rato nadie sabía que lo fueras a tener. ¿Verdad? – levantó las manos, en gesto conciliador; también, por supuesto, eso hacía que estuvieran más cerca de sus espadas –. Mi amigo y yo, por tanto, agradeceríamos si nos pudieras llevar a nuestro destino. A lo mejor hasta te pilla de camino – improbable, pero cosas más raras se habían visto –. ¿Hacia dónde te diriges? 

El hombre escuchó pacientemente absolutamente todo lo que dijiste mientras mantenía su ya conocida actitud recta y pasiva.

Notabas que te miraba a lo "ojos", aunque su boca no mostraba ninguna expresión.

- No creo que desees ir a donde va a viajar este barco - comentó tajante.

- Su destino no es zarpar de este puerto, es algo mucho más importante que eso -

.-Vrykul, eh? Creía que las habíamos destruido todas, pero parece que todavía queda una. Aunque su aspecto no es el mejor.-pensó para sí mismo Garroom mientras seguía observando la nave de guerra nórdica. El tiempo pasaba y el día iba avanzando cuando escuchó, a pesar del bullicio, unas pisadas en el muelle de madera. Se giró y vio al capitán humano que acababa de comprar el navío vrykul pero también vio a Lyareth que se lo llevaba hacia un callejón para tratar con él amistosamente. 

Garroom podía decidir si acercarse hasta el callejón y ver cómo Lyareth convencía al capitán de que les llevara hasta su destino o podía confiar en ella y esperar frente al navío y seguir observando los alrededores por si alguien había visto aquél pequeño secuestro. Garroom decidió juntar ambas opciones y empezó a caminar por los muelles paseando como cualquier otro que hubiese allí pero mantuvo su atención en el callejón y en los alrededores. 

Pasas de largo por el callejón donde está Lyareth para comprobar de reojo que ambos parecen estar hablando de manera sosegada, no sientes que haya hostilidad en su encuentro.

Sigues andando por los muelles para seguir con tu disimulo.

Con disimulo podrás comprobar que tu compañero Orco ha pasado cerca de la zona donde estás, probablemente esté tratando de comprobar que todo vaya bien puesto que ha pasado de largo ignorándote a conciencia.

De nuevo, entrecerró los ojos. Aquél hombre le daba cada vez más mala espina; sus comentarios, sus gestos, su excesiva calma. Todo parecía indicar que era peligroso, que algo iba a ir mal. Y cuando algo parecía ir mal, solía ir. De reojo vio al orco pasar de largo, y con aquello en mente decidió aceptar el reto.

– ¿Y qué es, eso tan importante? – preguntó, con una nota amenazadora ahora en su voz, mientras su posición cambiaba de manera perceptible hacia una más agresiva –. Cede el barco, solo un viaje, y luego te dejaré en paz. No quiero inmiscuirme... Pero me lo estás poniendo complicado.

El hombre medio sonrió, era la primera vez que notabas algo de "vida" en él.

- No te equivoques elfa, no te debo nada y no me das ningún tipo de miedo. Si he aceptado a escuchar lo que tienes que decir es porque uno con los años se da cuenta que la violencia es el mal de nuestra era - dicho aquello siguió escuchándote.

Esperó a que terminases de decir todo lo que tenías en mente para despejarte de algunas dudas.

- Ese barco ya hizo todo lo que tenía que hacer, salvo una cosa: arder - aquello último lo dijo con un tono especial.

- He adquirido ese barco con el único motivo de honrar a mis camaradas caídos en Rasganorte a manos de los Vrykul, llevo casi tres años buscando ese navío en concreto y ahora que está en mi posesión pienso rendirle homenaje a aquellos que hoy no están aquí para contarlo, no va a elevar el ancla para nada más -

– ¿Has comprado el barco sólo para quemarlo? – aquello, con diferencia, era una de las mayores estupideces que había escuchado hasta ese momento; sin embargo, aunque necios, los propósitos de aquél hombre eran nobles, y con los justos se solía poder tratar por medios más honrados que el asesinato. Al menos, debía darle una oportunidad. Carraspeó –. Hagamos una cosa, acompáñame. Tomemos algo, y conoce a mi amigo. Él te contará porque necesitamos este barco, y puede que quieras ayudarnos. Después podrás irte. No pierdes nada. 

El hombre asintió.

- Por educación aceptaré la invitación, pero también deberás correr a cargo de la bebida - comentó mientras dejó que le guiaras. 

Asintió, pues al fin y al cabo no esperaba menos, e hizo un gesto, todo lo amable que pudo, para que el hombre la siguiera hacia la salida del callejón, la misma por la que habían entrado y por dónde unos instantes antes había visto pasar al orco. Mientras caminaba, pensaba en como podrían convencer a aquél hombre de que les cediera el barco para una misión más importante que quemar unos restos, en que haría si igualmente se negaba, y en hasta que punto podría confiar en la nobleza de los humanos. Pocas razas había capaces de la justicia más elevada y a la vez de la más vil de las traiciones, pero la suya, aquella joven especie que buscaba hacerse con el control de todo Azeroth, era un vivo ejemplo de la mezcla de los más altos valores junto a los más bajos deseos. Era difícil tratar con ellos, tanto que para ella era imposible si no era mediante el acero. Por eso, y nada más, era que había intentado ganar tiempo, tiempo para que Garroom lo intentara.

No tardaron mucho en dar con él, estaba cerca, atento, pendiente de lo que podría suceder, y por tanto a la vista. En cuanto lo encontró, se encaminó hacia él, le posó una mano en el hombro, y señaló el más cercano de los locales, un edificio alto, de madera, a través de cuya puerta constantemente abierta se filtraba la música de algún bardo borracho. No era otra que la famosa Salty Sailor Tavern, y allí se dirigieron.

Por su parte, no medió palabra hasta que estuvieron sentados y con unas cervezas delante. Tampoco, como era lógico, quiso hablar ni dar pie a una conversación hasta ese momento. Necesitaban intimidad, y sólo la consiguieron cuando se reunieron ante una mesa sombría, apartada en un rincón, rodeados por las conversaciones altas de los marineros y la música de un laud y una gaita en armonía.

– Bueno. No nos hemos presentado. Mi nombre es Lyareth, y este es mi compañero, Garroom. Garroom, este es... – esperó unos segundos, aguardando la respuesta a la pregunta no dicha pero supuesta, y siguió después –. Nuestro amigo – continuó, diciendo hacia el chamán –, es el dueño del barco que hemos visto en el puerto en subasta. Su intención, al parecer, es quemarlo en honor a sus camaradas caídos en Rasganorte, luchando contra los Vrykuls. Parece un tipo razonable y justo, así que he pensado que tal vez podrías explicarle el porque necesitamos urgentemente ese navío, y como de nuestro fracaso o éxito puede depender el destino de Azeroth.

Sonrió, dejó sus espadas sobre la mesa, al alcance de la mano, y cogió su cerveza.

– Esperemos llegar a un acuerdo.

-Verás amigo, supongo que recordarás la última vez que el mundo estuvo en peligro.-empezó Garroom a hablar y dejó unos instantes para que el hombre hiciera memoria:-Pues ahora estamos igual, el enemigo se ha organizado mejor que nunca y está a punto de que los mismos cimientos que sostienen este mundo caigan.-expuso con solemnidad el chaman al hombre. 

Dada que la expresión del hombre, le decía que no le creía así que expuso algo de la información revelada por la Reina de Dragones:-Verás hay una isla, cerca de la Vorágine. Según nuestras fuentes, allí se está reuniendo el enemigo para golpear atacar a la madre Tierra. Es algo que no podemos permitir.-sabía que no debía revelar toda la información pero la suficiente como para poder llamar su atención:-Pero si el destino del mundo no es suficiente, hay una recompensa muy lucrativa para todos aquellos que nos ayuden.-aquello si que atraería la atención del humano. 

Asintió, aunque más por apoyar a su compañero que porque estuviera de acuerdo con aquél método de persuasión. Aquél humano acababa de gastar más dinero del que ella había tenido nunca, en un barco que pretendía quemar simplemente en memoria a sus compañeros caídos. Estaba claro que el método para llegar a él no iba a ser el oro, sino el honor y esa clase de majaderías que solían ser poco prácticas a la hora de la verdad, amén de resultar en algunas de las peores estupideces de la historia. Fuera como fuera, era ese el camino que había que llevar.

– Aunque sabemos que la recompensa, seguramente, no será el problema – se apresuró a añadir –. Luchaste en Rasganorte contra las huestes de vrykul, me atrevería a decir que te enfrentabas a ellos debido a su alianza con el Lich King. Hoy una amenaza mucho mayor se cierne sobre todo Azeroth, ayúdanos a detenerla.

El hombre os miró, escuchó vuestra propuesta y sobre todo vuestras motivaciones. Por su rostro podíais intuir que no se esperaba en absoluto cual era la misión que teníais a vuestras espaldas. Vio entonces que podía ser partícipe de algo mayor, de algo honorable.

- Mi nombre es Laris, Laris Cunningham, y considero que vuestra misión debe ser llevada con éxito sin obstáculos - comentó serio.

- Si me permitís participar y que una vez finalizado todo esto podré rendir homenaje a los caídos tal y como era mi idea inicial, el barco será vuestro durante lo que dure el viaje - parecía que habíais logrado vuestro objetivo.

- ¿Lo consideráis justo? - esperaba una respuesta por vuestra parte. Era ahora o nunca.

– Tienes nuestra palabra – aceptó en seguida, extendiendo la mano para sellar el trato –. Una vez lleguemos a la isla, no te impediremos acompañarnos o, si lo deseas, irte y rendir homenaje a tus camaradas – se encogió de hombros –. Si lo deseas, yo misma te ayudaré a hacer arder el navío en cuanto lleguemos allí, si quieres unirte a la misión.

Ya tenían transporte, un aliado de valor, y un objetivo claro. Ya era el momento...

– Es hora de ponerse en marcha.

Os levantasteis de la mesa tras pagar para así dirigiros a los muelles. Como bien habíais dicho el tiempo apremia y había que entrar en acción cuanto antes.

Amarrado y a buen recaudo, yacía inmóvil el barco que os llevaría hasta vuestro destino.

las cuerdas estaban justo donde se esperaba, amarrada en el barco y finalizada por un ancla que andaría clavada en el fondo del mar, a simple viste parece que tan solo desplegando las velas y liberando el ancla el barco debería ya estar listo para zarpar.

Gracias al trabajo en equipo, lograsteis preparar el barco para que zarpase rumbo a un destino poco concreto pero con una importancia de altas proporciones.

El navío era robusto, rápido y hasta podría decirse que fácil de manejar. En cuestión de una hora ya estabais adentrados en mitad del Mare Magnum, sin ninguna visibilidad de tierra y aún a bastantes kilómetros de la vorágine y la supuesta localización de vuestro objetivo.

En la despensa había comida, quizás no de una calidad exquisita pero comestible y suficiente para afrontar el trayecto. Actualmente estabais atravesando una tormenta, no era fuerte pero hacía que las maniobras no fuesen agradables. En esos instantes era Laris quien llevaba el timón mientras ustedes le acompañabais...

Había cosas que odiaba, y los barcos eran una. Tal vez no tanto como los zepelines que habían desarrollado los goblins, pero casi. Sobre aquellos navíos, con miles de kilómetros de agua a su alrededor, se sentía desprovista, vulnerable. Había tantas cosas que se escapaban de su control que, de ocurrir algo, no podría hacer nada. Sobre las aquellas cáscaras de nuez estaba totalmente supeditada a la habilidad del timonel, al tiempo y al oleaje, a que ninguna criatura demasiado grande hiciera un agujero en el armazón y les llevara a pique... En nada podía servir de ayuda más que en un ataque de los nagas, por ejemplo, y dudaba que estos fueran a estar tan cerca de la Vorágine.

Así que una vez subió, dejó rápidamente la cubierta para irse a uno de los camarotes, sin siquiera despedirse, y descansar todo lo posible. Al menos, el bamboleo y el crujir de las tablas no la molestaban en absoluto, por lo que rápidamente pudo conciliar un sueño ligero. Garroom podía guiar al humano hasta su destino, no en vano el chamán debía de sentirse igual de feliz en medio de un desierto que de un océano –un elemento u otro, que más daba–, así que no la necesitaban para nada.

De repente en mitad del océano comenzasteis a escuchar un siseo que se repartía por todos los lugares del barco ¿de qué se trataba? desde vuestra posición no podíais ver nada ni a nadie...

Cuando comenzasteis a inspeccionar los alrededores del barco os llevasteis una desagradable sorpresa

¡Nagas!

Estaban trepando por la parte inferior exterior del barco, ¡salían del agua!, pudisteis ver como un par de ellas estaban a punto de saltar hasta la cubierta mientras que otra cantidad ingente emergía lentamente desde las profundidades del océano, podíais ver sus escamosas partes del cuerpo avanzando a un ritmo pausado pero constante.

Mientras escalaban Laris logró impactar a una de ellas con un cuchillo arrojadizo haciendo que cayese al mar de nuevo carente de vida, sin embargo la otra criatura con un fuerte impulso logró ascender hasta la cubierta. Todo parecía controlado si se tenía en cuenta que Garroom y Lyareth podrían ser dignas adversarias ante una sola criatura, pero toda esperanza quedó reducida en cuanto observasteis que a varios metros detrás vuestra había otra naga que se había colado en el barco, realmente era difícil tener controlada toda la embarcación porque si aparecían del agua había muchos ángulos donde podían aparecer, de hecho el sonido siseante envolvía todo el lugar, pero no era momento de quedarse parados ¡había que reaccionar!

Maldita mi suerte. Como ya había dejado claro, los barcos y el mar no la gustaban. Su escasa presencia en cubierta era la prueba más patente de ello. Y justo durante una de las pocas veces que había decidido salir a estirar las piernas y ver qué tal iba todo –en otras palabras, enterarse si quedaba mucho, pues ya incluso de dormir se estaba aburriendo–, ocurrió. Supo lo que eran antes de ver al primero. Lo supo porque los conocía, porque había tratado con ellos en el pasado, y porque de hecho, si atendía a las historias, eran su mismo pasado. Aquellas criaturas jamás le habían gustado, pero sabía que eran poderosas. De primera mano.

Hacía mucho que servía a Illidan, y aún recordaba todo lo sucedido. Al fin y al cabo, no era una humana, no olvidaba con tanta facilidad. La Bruja del Mar, Lady Vashj, había sido parte del ejército de su maestro tanto como lo habían sido ellos mismo, los elfos de sangre, bajo el estandarte del Príncipe Kael'thas. Juntos habían robado el ojo de Sargeras, juntos habían combatido en Corona de Hielo, y juntos habían viajado a Terrallende cuando el Rey Lich se había impuesto. Sus caminos no se habían separado desde entonces, pero estaba claro que allí, en Azeroth, no todos pensaban igual. Si la presencia de una sierva de Illidan les suponía algún respeto no parecían muy dispuestos a reconocerlo, así que solo les dejaba una opción.

– Moriréis entonces – gruñó empuñando sus armas, atacando en una danza mortal de acero y sangre. Al fin algo que puedo hacer.