Partida Rol por web

Los dos jóvenes múrlocs, acompañados por el recién nombrado Guardián Ergll, llegaron a la misma playa en la que había estado esa misma mañana cumpliendo su primera misión. Sin dificultad, los tres se lanzaron al agua y nadaron con gracilidad hacia el islote donde se encontraba la torre.

Cuando llegaron pudieron ver que en la orilla había una barca encallada en la arena. Estaba estropeada, con fuerte olor a humedad y la madera podrida; se notaba que llevaba allí bastante tiempo, lo más seguro es que años. La puerta de la torre, también con la madera podrida y estropeada, se hallaba abierta de par en par. Seguramente los adultos ya habían entrado dentro, y a saber si ya habían encontrado algo… o a alguien.

Wagl se quedó mirando la puerta principal dubitativo.

- Entrar por la p...puerta p...p...principal tal vez sea deee...masiado arriesgado. ¿P...p...por qué no buscamos una entrada alternativa?

Sugirió el pequeño múrloc al grupo, tal vez hubiese una ventana cerca del suelo al alcance de los múrlocs o una brecha en la parte posterior de la torre.

Le tomó lo suyo a Morg y a los demás nadar hacia la otra orilla donde se encontraba la gran torre, aunque no fue tarea difícil para ninguno. Ya que estaban acostumbrados a nadar por el agua tanto como lo estaban a respirar. Tuvieron que retener sus nervios para llegar sin hacer mucho escandalo y a la hora de enfrentar la gran entrada de la construcción humana, Wagl ofreció una idea bastante buena a decir verdad.

—Bien pensado Wagl, debe haber una saliente por la que podamos impulsarnos hacia alguna ventana o agujero en la torre. Demosle la vuelta a ver que hallamos, sin hacer mucho ruido.

Tras esto, Morg empezó a rodear el edificio intentando hallar un sitio por donde deslizarse al interior. Y más importante, alguna forma de llegar a él en caso de encontrarlo. De no ser así, no les quedaría otra opción al grupo más que entrar por la puerta principal.

Ergll subió a la orilla junto a Wagl y Morg, sacudiendo sus espinas para secarse, cual perro. Junto a ellos analizó la torre y sus alrededores, y ante la curiosidad incluso levantó en peso la podrida balsa para ver si había algo debajo. Tras llevarse la decepción de ver solo arena húmeda, la volvió a colocar en su sitio, perdiendo el interés. Se acercó a la torre, momento en que Wagl proponía buscar otra entrada y Morg empezaba a buscar.

-Quizá Ergll pudiera abrir nueva entrada. Basta con dar puñetazos a pared para abrir un agujero...

El múrloc comentaba su idea totalmente en serio, mientras crujía sus puños y comenzaba a andar hacia la pared.

La idea de tener a Ergll sacudiendo la torre a golpes no le terminaba de cuajar al murloc. Quien intentó calmarle y se llevó una mano a la boca para pedirle que haga silencio.

—¡Calla, Ergll! ¡Nos vas a meter en un aprieto a los tres si sigues zurrando la pared así!

Regañó y regañó al grandullón, intentando buscar algo con que distraerlo... Pero no halló nada. Se encogió de hombros y miró a Wagl con miedo en su rostro. ¡Busca algo! Le pedía con la mirada.

Wagl vio cómo Ergll trataba, no sin buenas intenciones, desbaratar todo el sigilo conseguido hasta el momento y al parecer demostrar lo "bien" que había entendido la propuesta del pequeño múrlo. Entonces el pequeño múrloc se acercó presuroso a Ergll y le cogió un brazo antes de que consiguiera llamar la atención de lo que hubiese cerca.

- Guardián Ergll.... mi propuesta era ir en silencio, eres el guardián de la aldea y por lo tanto nuestro guardián.... ¿no querrás exponernos al peligro sin necesidad de afrontarlo así de primeras, no? Además...- El múrloc comenzó a buscar en la torre hasta que vio algo...- Puede que necesitemos tu gran ayuda de otra manera.- Dijo el pequeño múrloc con una gran sonrisa al múrloc aparentemente (y efectivamente) descerebrado.

Ante las reacciones de Morg y Wagl, el enorme múrloc dejó de a un lado la idea de romper la pared a golpes, rascándose la cabeza. Hizo el intento de encontrar otra manera de entrar, aunque con su falta de atención, careció de éxito.

Fue entonces cuando Wagl se fijó en un detalle; por la parte trasera de la torre había una enorme roca plana que tapaba lo que parecía una apertura hacia dentro del desgastado edificio. Ergll se acercó y empujó la pesada roca lentamente, hasta dejar a la vista la entrada. Parecía que parte del muro se había caído hacía tiempo, y… quienquiera que fuere, lo solucionó colocando la roca. Ergll se acercó a mirar junto a los otros dos múrlocs el interior del edificio, aunque desde ahí fuera era difícil ver nada.

El pequeño múrloc mostró su agradecimiento a Ergll -Muchas gracias, Ergll. - Y entonces echó un vistazo en el interior...

- Parece oscuro...podría entrar yo primero y echar un vistazo para volver e informar de la situación ahí dentro....o podéis acompañarme, lo que prefiráis.-

Ofreció ese primer plan el pequeño múrloc conociendo sus capacidades de subterfugio, siempre abierto a propuestas, antes de entrar en la torre a lo loco.

Morg miró a los lados, y suponía que si el otro grupo se había ido con sus propias antorchas poco les habrían dejado a ellos para utilizar. O nada, realmente. Tendrían que tantear a oscuras si querían adentrarse en la torre. El murloc descolgó su espada y frunció el ceño.

—Que vaya Ergll delante de Morg y de Wagl. Tú cuida nuestras espaldas.

Los jóvenes múrlocs cruzaron la brecha en la pared para inspeccionar el interior de la torre (empezando por el piso bajo, por supuesto). Ergll lideraba al trío, y gracias a su infravisión ninguno de los tres tenía demasiado problema para continuar el camino. Tras atravesar la brecha, pisando un suelo de ladrillo, se encontraron en una habitación circular (del mismo diametro y tamaño de la torre) amueblada con estantes de madera. En algunos había platos, en otros jarras de cerveza... podía verse también un armario cerrado junto a los estantes y una mesa rectangular en el centro de la habitación, con un mantel de cuadros rojos donde se encontraba servido un pollo a medio comer sobre su plato, una jarra de cerveza y cubiertos. Claramente aquello era una cocina y/o comedor, y quienquiera que fuera se había dejado la comida sin terminar.

Avanzando por la habitación, la cual estaba alumbrada con una lámpara de cirios que colgaba del techo, se podía distinguir el brillo de un líquido rojo que se extendia por una parte del suelo. Al fondo de la habitación estaba la podrida puerta de entrada que el trío quiso evitar, y junto a ella, la fuente de ese líquido... uno de los guerreros múrloc que venían acompañando al líder Murggle yacía muerto junto a la puerta, apoyado contra la pared. Su arma estaba cerca de él, y en su pecho podía apreciarse un gran agujero por el que se había vertido toda aquella sangre, dejando ver la pared tras el cadáver. A unos metros cerca de él, se encontraba una escalera que daba al piso de arriba.

Ergll echó a correr hacia el cadáver del guerrero, arrodillandose junto a él y pasándole la mano por el hombro. No se molestó en intentar hacer que hablara; puede que Ergll fuera un cenutrio, pero sabía lo que aquello significaba. Y se limitó a apoyar su frente en la del cuerpo de su hermano caído, para despedirse.

Wagl estaba conmoncionado ante la visión de aquella macabra escena.

- Esto es malo, esto es muy malo. Deberíamos darnos prisa en subir e investigar más para evitar que el resto de los guerreros sufran la misma suerte que este.

Wagl trató de analizar más en profundidad el lugar para tratar de averiguar antes de proceder algo que esclareciese lo que estaba pasando en esa torre.

Morg se acercó timidamente al guerrero caído tras Ergl e hizo lo que pudo para contener las ganas de vomitar. Aquella aterradora visión era suficiente para descorazonar a cualquiera, pero ahora el murloc temía más por la seguridad del grupo de guerreros que por estar en una peligrosa torre abandonada. Se apresuró a tomar el arma del murloc caído y miró a las escaleras, cogió aire y con él toda la valentía que estuviese cerca antes de empezar a ascender.

—Mantengamonos juntos, no le gustaría nada a la Madre Shrla que corramos la misma suerte de este guerrero. Hay que descubrir el paradero del jefe Murggle cuanto antes.

Tras un rato mostrando sus respetos al cadáver de su hermano, permitiendo en ese mismo tiempo que Wagl realizara una rápida búsqueda por la habitación, Ergll se levantó lentamente, atendiendo a las palabras de sus camaradas.

-Sí, debemos encontrarlos. Paradero de líder... y paradero de enemigo. Enemigo haber derramado sangre de múrloc, enemigo deber pagar con su sangre...-decía apretando con rabia el puño.

Se quedó mirando la escalera que había a un metro escaso, que daba camino al siguiente piso de la torre.

El suelo y la pared estaban en bastante buen estado (a pesar de la humedad y óxido del edificio por estar en mitad del mar). Sin embargo, al examinar la zona donde se encontraba el cadáver del guerrero caído, Wagl pudo vislumbrar una especie de polvo negro a los pies de la escalera, parecía que en dirección al guerrero que había muerto.

Justo en la paredde piedra, entre el cadáver y la escalera, veía brillar un pequeño objeto dentro de un pequeño orificio. Metió los dedos en el mismo y examinó lo que parecía una esfera de plomo. Estaba fría, pero recubierta por el mismo polvo negro que encontró en el suelo, y con un color negruzco por uno de sus lados, como si se hubiera quemado.

Wagl había encontrado algo que sus mientras observaba la planta en la que se encontraban y entonces encontró algo... -Hay algo aquí- Dijo Wagl mostrando lo que tenía en la mano. 

El pequeño múrloc exhibia en su palma una esfera, fria y pesada, era de plomo y la esfera presentaba partes negruzcas, como si hubiese sido quemada y además estaba recubierta de un polvo.

-Esto estaba en la pared de piedra, incrustado... y está recubierto de un polvo negruzco que, no he podido evitar observar, parece coincidir con el mismo polvo que hay en la base de la escalera y que, aparentemente, apunta hacia nuestro aliado caído... Además, este lugar está en muy buen estado y poco alterado por el ecosistema para haber estado abandonado...¿No creéis?... ¿Y qué es esta esfera y ese polvo...? Esto me huele a brujería humana, hermanos.-

Wagl se mostraba ahora claramente más preocupado que antes, parecía que lo que hubiese en esa torre era poderoso y letal, muy letal, tenían que ir con cuidado hasta la próxima planta, pero no sin prisa.

Los tres múrlocs subieron las escaleras que giraban como un caracol, siguiendo el diámetro de la torre. Antes de perderlo de vista del todo, Ergll se llevó una mano al pecho mirando otra vez al múrloc muerto de la planta baja; un hermano caído que debía ser vengado. Y así lo haría el guardián de la aldea, o al menos eso pensaba. Cerró los ojos y continuó subiendo tras Morg y Ergll.

Una vez llegaron a la primera planta, los múrlos se encontraron con un largo pasillo. El suelo estaba decorado con la misma piedra que el de la planta baja, y el pasillo se extendía hasta una ventana al final, tras la cual se podía ver el mar. A los lados del pasillo, había cuatro puertas a cada lado, todas cerradas, y con la madera igual de podrida y estropeada como las que habían estado viendo hasta ahora, efecto de la contínua humedad. De repente...

... se escucharon fuertes estruendos en el piso de arriba. Claramente una batalla se estaba llevando a cabo pero... ¿donde estaban las escaleras que llevaban allí?

Wagl se asustó ante el estruendo y otra vez dejó que sus instintos actuaran antes que su mente y comenzó a correr por el pasillo para llegar a la tercera puerta y abrirla, no sin antes decir - ¡Aprisa, abrid cada uno una puerta para ver si encontramos más rápido ascenso a la próxima planta!- 

Morg ascendía las escaleras observando con curiosidad la lanza, el arma del caído guerrero de la planta baja. Ciertamente debía ser un arma de buena calidad, si pertenecía a un guerrero veterano de la tribu. Se giró y observó a Ergll, quien parecía todavía un poco afectado por la muerte de su compañero. Le arrojó la lanza para que la tomase.

—Mejor que lo que sea que esté arriba no te pille con las manos desnudas, grandullón.

Estaba seguro de que la gran fuerza del murloc le sería bastante útil con un arma como esa; si no es que cualquier arma realmente. Solo esperaba que no rompiese la lanza antes de encontrarse con ningún enemigo o se habría preocupado por nada.

El estruendo le tomó por sorpresa al igual que a todos, y asintió con la cabeza a la rápida orden de Wagl, por su parte se fue a la ultima puerta del lado izquierdo e intentó abrirla con golpes de su espada. Con un poco de suerte, la madera podrida cedería ante los impactos.

Ergll, que aceptó agradecido la lanza de manos de Morg, tras observarla unos instantes y oir los estruendos del piso de arriba, se apresuró a la orden de Wagl y rompió una de las puertas de un puñetazo... encontrandose con una habitación llena de barriles. Uno de ellos estaba abierto, y podía apreciarse un líquido amarillento con espuma en su interior, con un aroma que invitaba a beberlo. Lo mas seguro, es que fuera aquello a lo que los humanos llaman "cerveza".

Wagl por su parte, abrió a toda prisa otra de las puertas... provocando que todo lo que había dentro le cayera encima, y acabara en el suelo. Una fregona, mopas, una escoba, trapos, toallas... parece ser que ese era el cuarto de la limpieza. Una de las mopas se le quedó en la cabeza a modo de peluca, lo cual sumado a su expresión de sorpresa, hacía de él una figura cómica.

Morg por su parte, rompió otra de las puertas... encontrandose con un pasillo iluminado por antorchas y una escalera que llevaba al piso de arriba. En el suelo, justo antes de las escaleras, podía verse una alfombra hecha con la piel de un animal, lo más probable un tigre albino.

Wagl andaba aún con la mopa en la cabeza con expresión de frustración. 

- No he encontrado la escalera...y huelo a suciedad mezclada con agua mezclada con...espero que no sea orín.-

El pequeño múrloc al ver que Morg descubrió con éxito en seguida la puerta que conducía a la escalera se quitó la mopa con presteza y exclamó -¡Genial Morg, has encontrado el camino! ¡Aprisa, no hay tiempo que perder!.- Y el pequeño múrloc, a pesar de ser el más menudo y el menos apto para entrar de frente a un combate corrió a través del pasillo hasta quedarse al pie de las escaleras para esperar a sus compañeros y, una vez todos reunidos, subir las escaleras.