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Warcraft: Una Pequeña Gran Historia

Epílogo

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20/05/2019, 03:06
Director

Tras el triste funeral de su compañero y su otro hermano, el guerrero caído en batalla, nuestros héroes mantuvieron un silencio amargo hasta que se decidió que era hora de cenar. Pese al mal trago, la tribu múrloc no debía olvidar que seguían vivos, y por consiguiente debían nutrirse para permanecer fuertes. Como premio a su cacería esa misma mañana y como agradecimiento por salvar a sus compañeros en la Torre del Mar (aunque habiendo recibido una buena reprimenda por parte de los adultos por desobedecer órdenes), nuestros protagonistas cenaron carne del cangrejo gigante que mataron en su primera misión. El sabor de esa carne les consolaba un poco el mal trago de haber perdido un amigo, e incluso compartieron con Ergll por su ayuda en la Torre.

A la mañana siguiente, descubrirán la desagradable sorpresa de que casi todo el pueblo está enfermo. Todos se encuentran en un estado de fiebre, frío y un dolor intenso en el estómago, incluso el líder Murggle. Solo Ergll, la oráculo Shrla y nuestros protagonistas se encontraban bien. Tras una inspección, descubrieron que todos los que estaban enfermos habían comido del otro tipo de carne que se había cazado; otro grupo de jóvenes múrlocs había vuelto ese mismo día después de un largo viaje y habían traído carne de un animal que los humanos llamaban “vaca”, en un pueblo que se encontraba al oeste de Charca Próspera. El viaje hasta allí duraba unas 7 horas de ida, así que sin perder tiempo nuestros héroes comienzan su viaje para averiguar qué demonios ocurría para que esa comida envenenara a los suyos. Ergll se quedaría en el poblado para proteger a Shrla y los demás.

Casi a mitad del camino, cruzando un frondoso bosque, oyeron unos gritos cerca de ellos. Mirando con curiosidad, vieron a dos humanos ataviados con armaduras, maltratando y encadenando a una joven orca, una jovencita, no tendría ni 16 años, con la cual los dos infames asaltadores tenían aviesas intenciones carnales. Aquí nuestros héroes, aun sin haber sido detectados por los dos humanos, tendrían la opción de continuar su camino ignorando lo que estaban viendo, o intentar hacer un ataque sorpresa a los dos atacantes para liberar a la joven orca.

En cualquier caso, tras otras pocas horas, nuestros héroes llegarían al pueblo humano que mencionaron los otros jóvenes múrlocs, llamado Stratholme. Las calles estaban vacías, los establos también. Las granjas que estaban más a las afueras, los locales, las casas, todo vacío. Hasta que, siguiendo un ruido que habían oído, nuestros héroes encontraron a un granjero humano, de espaldas dentro de uno de los bares. Le hablaron (como pudieron), hasta que se dio la vuelta y pudieron comprobar el verdadero horror; piel gris y podrida, trozos de carne que caían al suelo de su cara y brazos, sangre, ojos vacíos y azules como el hielo… se trataba del Azote de los No-Muertos. Ahora todo encajaba; la carne que habían comido sus hermanos múrloc estaba infectada… y no les quedaría mucho tiempo para convertirse en esas criaturas no-muertas.

Huyeron del granjero no-muerto hacia las calles, pero de repente todo estaba infectado. Los No-Muertos se habían alzado y deambulaban por la ciudad, los que vieron a nuestros héroes comenzaron a caminar hacia ellos. No tenían más remedio que huir, pues un único arañazo o mordisco de esas criaturas les infectaría. Cuando se vieron sin salida, cuando creyeron que todo estaba perdido, varios no muertos fueron reventados de repente, machacados hacia las paredes. Decenas de no-muertos comenzaban a caer, y los que antes estaban atentos a nuestros protagonistas, ahora se volvían a acabar con aquel que estaba deshaciéndose de los suyos.

-¡POR LORDAERON! ¡Y POR MI PADRE, EL REY!

Con su grito de guerra, Arthas Menethil, el Príncipe Heredero de Lordaeron, avanzaba con su martillo de Paladín acabando con todos los miembros del Azote que se interponían en su camino. Varios caballeros de Lordaeron marchaban tras él, desmembrando y matando con sus espadas a todo no-muerto que se les acercaba, apoyando a su príncipe. Fue entonces cuando nuestros héroes pudieron escapar. Tocaba volver a su hogar, pero tenían por delante otras 7 horas de viaje…

Una vez hubieron llegado, ya en la entrada encontraron el horror… dos múrloc no-muertos estaban justo en la entrada de la aldea, se fijaron en nuestros héroes y empezaron a correr hacia ellos hambrientos. Tras defenderse, entraron en la aldea en busca de la oráculo Shrla y Ergll. Sin rastro de ninguno de los dos, fueron defendiéndose de los múrloc no-muertos intentando llegar a la guardería, donde suponían que estaría Shrla, y así era. Sin atacar ni querer hacer daño, entre lágrimas, usaba su bastón para bloquear y defenderse de los ataques de los bebés y niños múrloc no-muertos; los niños a los que tanto amaba ahora intentaban comérsela. Tras rescatarla y salir fuera, teniendo via libre hacia la salida, corrieron hacia ella llevando a la oráculo de la mano, cuando fueron detenidos por lo que más horrible que podían ver. El gran jefe Murggle, el que una vez fue el gran héroe de la aldea, ahora convertido en miembro del Azote de los No-Muertos, estaba ahí parado, en la salida de la aldea, con su gran arma en mano. Dispuesto a dificultar las cosas. Dispuesto a que nuestros héroes formen también parte del Azote de los No-Muertos. Tras una encarnizada batalla entre nuestros héroes y la oráculo Shrla contra el Murggle no-muerto, que parecía no tener fin, varios otros múlocs no-muertos aparecieron haciendo un circulo, no dejando que nuestros protagonistas escaparan. Justo cuando Murggle iba a darle el golpe de gracia a Shrla, un múrloc enorme le paró el ataque agarrándolo del brazo y lanzándolo contra otros múrlocs no-muertos. Ergll, que había estado defendiéndose sin parar desde que comenzó aquel infierno, había conseguido a duras penas derribar al no-muerto Murggle. Cubierto de heridas y sabiendo que le quedaba poco en el reino de los vivos, Ergll ordena a nuestros protagonistas y a Shrla que se marchen y vivan por el resto de los hermanos de la aldea, mientras él se quedaba luchando para darles tiempo de huir. Agradecidos, nuestros héroes se marchaban corriendo de la aldea, llevando en brazos a la oráculo; al fondo oían los gritos y el sonido del combate, demostrando Ergll durante sus últimos momentos ser merecedor del título de Guardián de la Aldea.

Tras unos días de viaje, perdidos, sin saber a dónde ir, nuestros héroes acabarían por encontrarse por una caravana de orcos marchando dirección a la costa. Su líder no era otro que Thrall, el Jefe de Guerra de la Horda, que recién ha liberado a su pueblo de la esclavitud de los humanos. Montado en su lobo de guerra, avanzó observando con curiosidad a nuestros héroes, pero sin intención alguna de hacer ningún daño.

A) Si nuestros héroes salvaron a la chica orca en el bosque que cruzaban, ella les reconocerá en ese momento y se acercará a Thrall a hablarle de ellos y contarle como les salvó. En ese momento, Thrall ofrecería a los múrlocs viajar con los orcos a nuevas tierras, donde construirán la tan famosa Orgrimmar y se les permitirá a nuestros héroes vivir con ellos.

B) En caso de no haber rescatado a la chica orca, ella ni siquiera estará en la caravana, desconociéndose que hicieron los dos salvajes tras divertirse con ella… y en cualquier caso, nuestros héroes tendrán que seguir viajando para buscar un nuevo hogar.

Estos son los dos finales posibles que habría tenido la historia, dependiendo únicamente de la bondad de nuestros protagonistas; el punto de decisión entre dar prioridad a lo que ellos mismos tenían que hacer, o ayudar a un ser que se encontraba en pelígro.

Espero que hayais disfrutado jugando esta partida como yo diseñándola, y espero que coincidamos en futuras aventuras.