Partida Rol por web

André responde al ofrecimiento de la chultana con la misma sonrisa que ésta le dirige. Aunque era bien capaz de cuidar de sus propias heridas y no pocas cicatrices habían marcado su espalda, prefería que aquella sucia puñalada no guardase recuerdo en su cuerpo. No sería él quien se negara a recibir el toque de los dioses.

La compañía de Yagra es fugaz y pronto el grupo se reúne en una misma mesa con las mismas preguntas acuciantes, sino más, que cuando se despertaron. La invitación de la semiorca es bien recibida por el joven noble, quien, pese a intentar mantener los modales, no puede evitar deleitarse más de la cuenta en los platos de comida caliente que abarrotan la mesa.

Las palabras de Raynard añaden más incertidumbre si cabe a una situación cada vez más extraña. Si lo que Volo decía era cierto era posible que la única persona que podía arrojar algo de luz sobre su situación se encontrase en grave peligro. Si no daban con Floon pronto sus esperanzas de recuperar todo aquellos que habían perdido se desvanecerían con él.

- Ojos de Xanathar, Zhentarim... ¡como si tengo que enfrentarme en solitario a toda una orden de los Magos Rojos de Zhay! - responde André a las palabras de Oki. Con excesiva intensidad, cabe añadir - Si lo que nuestro amigo Raynard ha averiguado es cierto es posible que la única persona que puede arrojar algo de luz sobre nuestra situación se encuentre en grave peligro. Si no damos con Floon pronto nuestras esperanzas de recuperar todo aquello que hemos perdido se desvanecerían con él. ¡Y eso es algo que no puedo permitir!

Dándose cuenta de que ha subido el tono más de lo debido carraspea y desvía la mirada mientras busca llevarse cualquier cosa a la boca. Apurando la bebida observa a sus compañeros de desaventura. Suspira.

- Perdonadme - se disculpa retomando su habitual cadencia al hablar - Debo confesaros que no es resolver este enigma lo que me empuja a buscar respuestas, aunque ciertamente quisiera encontrar al culpable que se encuentra detrás de todo esto. Antes de perder la memoria, momentos antes para ser precisos, una joven dama me acompañaba. Adrianne Whitehall es su nombre. Desconozco su actual paradero y temo que haya sufrido la misma suerte que todos nosotros. Por ello debo asegurarme de que se encuentra sana y salva, aún si nunca consigo recuperar los recuerdos que me separan de ese instante...

Oki miró con ojos enternecidos André y le puso su manita sobre la de él.

—Oh, eso es tan tierno y romántico. Yo te ayudaré a encontrar a tu Adrianne. Yo también soy de perder a mis parejas. Mayormente porque se me escapan. Aunque me ha pasado que también me las he olvidado en algún sitio.

—Los Zhent, ¿eh? —rumió Sihq—. Me da en la nariz que me son familiares, y no poco. Quién sabe, ¡quizá hasta podría ser un mandamás dentro de la orden! —declaró sonriente y con ojos soñadores, que se apresuró a sustituir por un semblante solemne—. Y eso sería muy útil para nuestra búsqueda, por supuesto. Ayudar a mis compañeros siempre es lo primero. No os preocupéis, sir André —le susurró con voz grave a su compañero, poniéndole la mano en el hombro— seguro que encontraremos a vuestra... prima.

Los seis discutís sobre que hacer, aunque parece claro que salir a buscar a Floon parece la mejor de las opciones. Algunos encontráis mas reticencias, pero sea como sea tampoco parecen presentarse muchas alternativas.

Mientras termináis de devorar vuestro abundante almuerzo, las puertas de la taberna se abren con un fuerte empellón. El hombre que espera a la entrada es un gigante semiorco que mira en derredor en busca de algo, aunque no sabe muy bien que.

Nada más verle, los seis tenéis la misma revelación: lo que sentís al verle es lo mismo que habíais sentido cuando conocisteis al resto de  vuestro grupo. Ese hombretón os es familiar, y una extraña sensación de confianza emana de él, lo mismo que os ocurre con todos los otros. Cuando entra, el hombre os mira, y por su reacción, es obvio que el ha sentido lo mismo que vosotros al veros.

La chica se ha sentado con los brazos echados tras la silla, balanceándose en las patas traseras de esta en un cuidado equilibrio. Cuando observa al semiorco bufa.

-Otro conocido más… Somos multitud por lo que parece- asiente, mordiendo un trozo de pollo con la boca abierta-. ¿Le invitamos a unirse?

Ojeas la taberna en busca del anciano del tatuaje, pero parece que se ha ido. ¿Quizás durante la refriega? O en el momento en que os sentasteis a comer. Sea como sea, ya no está allí.

Nada más abrir las puertas de un fuerte empujón, contemplas la supuestamente famosa taberna. En el centro de la sala vez un enorme pozo, que parece sumergirse hacia las profundidades de la tierra. Una cuerda con una polea pende del centro, colgando para que las gentes se enganchen y salgan de allí. Rodeando el pozo hay mesas, donde la abundante clientela charla y disfruta de la comida y bebida.

Dos plantas se alzan por encima, mas pequeñas, todas con una barandilla que permite contemplar la planta inferior. Camareros recorren la taberna cargando cervezas y tintos a sus clientes. En la barra, un hombre de abundantes patillas friega vasos y sirve bebidas con gesto adusto. Tras el, apoyado en la pared, reposa un enorme mandoble de aspecto llamativo.

Cuando ojeas la planta baja, algo pasa.

Observas a seis individuos sentados que charlan y comen y beben entre ellos, y de pronto, sin que sepas muy bien como, sientes que les conoces. No sabes quien son. Pero sabes que son tus compañeros. O lo eran. No recuerdas ni sus nombres, ni sus caras siquiera, solo sientes la extraña sensación de haberlos visto antes.

Ellos se vuelven cuando tu entras, y por como te miran, crees que lo mismo que te acaba de pasar a ti les ha pasado a ellos.

Esa sensación tan extraña solo corrobora algo: ellos son muy probablemente las personas que estabas buscando.

Tras una inquisitiva mirada al interior de la taberna, el semiorco comienza a caminar con paso firme al interior. Varias cosas le desconciertan mientras avanza.

La primera de ellas es el pozo. Si lugar a dudas, un lugar curioso para tener un pozo, pero él no es que sea experto en pozos. Igual está ahí por algo.

Lo segundo es el mandoble que está colgado tras el camarero, en la barra. Una pieza magnífica, sin duda. Mientras camina, no puede evitar fijarse en las muescas y arañazos que recorren el arma. ¿Qué batallas habrá librado ese espadón? Si tuviese tiempo y no estuviese tan desconcertado, seguramente disfrutaría escuchando las historias que acompañan al arma.

Y la tercera, la que tiene delante, porque el bruto ya ha llegado hasta la mesa donde se encuentra el grupo reunido. Sin decir nada, los mira, uno a uno. No sabe el motivo, pero está claro que le resulta familiares. ¿Por qué?

—Vosotros —dice al fin, tras unos segundos parado frente al grupo—. Me dijeron que debía reunirme con vosotros aquí. Y no sé por qué, pero vuestra cara me resulta familiar.

Esas son las únicas palabras del gigante, que permanece ahí de pie, a la espera. Sin duda, no parece la persona más amable del mundo, pero su mirada parece decir algo más que la de cualquier otro semiorco gigantesco que se pueda ver. No sin duda su actitud, porque a todas luces, parece un salvaje cubierto de cicatrices, cosa que su gigantesco hacha que porta en su espalda parece corroborar.

Oki miró a Siqh de arriba abajo con una ceja levantada y luego se echó a reír con fuerza, con las manos sobre la barriga. Cuando se recuperó del ataque de risa, señaló al humano, al tiempo que se secaba una lágrima del ojo con una mano.

—Sí, seguro que los Zhents te pondrían a cargo... a cargo de limpiar las letrinas.

En eso se les acercó un enorme semiorco con cara de pocos amigos. Aunque los semiorcos rara vez tenían cara de muchos amigos. Les dijo que sus caras les resultaban familiares y que alguien le había dicho que se reuniera con ellos.

Oki lo miró con aprehensión.

—Si vas buscando venganza contra alguien que te la haya jugado o algo por el estilo, te aseguro que no he sido yo. Siempre me están confundiendo con una estafadora mediana que se parece mucho a mí, pero no soy ella. Te lo puedo asegurar.

─No digas más, resulta que no nos recuerdas pero te resultamos familiares. Otro amnésico, chicos. Quienquiera que nos ha hecho esto también lo ha hecho con él ─dijo el humano mago ignorando la palabrería de la mediana y señalando con un ademán de la mano al semi-orco.

¿Otro? ¿Cuántos serían en total? Raynard no podía fiarse por completo de la palabra del recién llegado, bien podría ser un espía enviado por alguien, pero las probabilidades de que alguien de ese tipo pudiera ser manipulado para convertirse en una suerte de topo dentro del grupo sin descubrirse a sí mismo eran ínfimas. Incluso inferiores si se tenía en cuenta esa sensación de familiaridad. Había estado con el grupo de amnésicos, seguro... Y no parecía tener mucha información útil que aportar. O tal vez algo sí.

─Me llamo Raynard ¿Quién eres tú y quién te dijo que nos buscaras?

—Soy Brogtah —bravó el semiorco respondiendo al humano. Después arrugó el gesto, como si quisiese recordar qué ocurrió, para decir—. Me lo dijo el guardia que me soltó de la prisión donde me encontraba. Al parecer, mientras estaba inconsciente vino un viejo a traer este hacha y esta armadura para mí, además de decirle que cuando despertase viniese aquí, que estaban mis compañeros.

—No sé mucho más, ni quién es el viejo ni nada. Me encontraron en un callejón hace tres días tras una explosión de luz, pensaban que era un ladrón y me apresaron. Poco más puedo contar —terminó de decir el clérigo, mientras seguía mirando al resto de componentes del grupo.

Tras pensarlo unos instantes, dijo—. Muy bien, si tengo que reunirme con vosotros, ya lo he hecho. ¿Ahora qué? —desde luego, el bruto no parecía muy incómodo por el hecho de no recordar nada. Seguramente, fuese fruto de haber recibido varias conmociones en la batalla. A todo se acostumbra uno...

- Bien hallado seáis, Brogtah - saluda André educadamente - Siento que vuestros huesos hayan terminado en una fría celda. Sentaos con nosotros. Por favor. Hay comida y bebida abundante. Mi nombre es André y, como el resto de los que comparten mesa conmigo, me encuentro en la misma situación que vos. Nuestra memoria y nuestras pertenencias nos han sido arrebatadas.

Haciendo un gesto a la camarera el mancebo solicita que traigan una silla para el recién llegado. Aquella mesa estaba cada vez más concurrida.

- En nuestro caso un hombre llamado Floon Blagmar nos encontró a todos inconscientes hace tres días en aquel mismo callejón y nos trajo aquí por orden de un misterioso mecenas. Desconozco si el viejo del que habláis pueda ser el mismo hombre, pero cabe la posibilidad de que así sea - comenta encogiéndose de hombros - Hemos intentado localizar a este tal Blagmar, pero al parecer ha desaparecido sin dejar rastro. El último sitio donde fue visto es un local en el distrito del puerto y es allí donde tenemos pensado dirigirnos en busca de respuestas.

Aquella sensación de familiaridad ciertamente ayudaba a evitar incómodas escenas en las que la desconfianza podría alargar innecesariamente las presentaciones. André sabía que podía confiar en aquel corpulento semiorco y que, con su espada, estaría dispuesto a luchar a su lado.

- Decidme, Brogtah, ¿cuáles son vuestros últimos recuerdos? Nuestra amnesia parece extenderse más de un mes y cabe la posibilidad de que la vuestra esté algo más despejada.

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   Tras escuchar lo que dijo Raynar y las palabras de André pienso en lo que pueda haber oído escuchar y me perdí en mis pensamientos, a tal modo, que el tiempo pasó sin darme cuenta.

   A la idea de ir al Dragón Ensartado, asentí dando mi conformidad.

   - Es un punto de arranque, contad conmigo. -

   Por lo que escuché después, a la mediana no le entusiasmaba la idea de los grupos nombrados antes.

   Al oir hablar a André, sonreí.

   - André, eres un romántico, ¡y que lo diga yo!. - Luego con el rostro serio añadí. - Cuenta con mi espada y con algo más si fuera necesario. Yo también perdí algo... pero palidece en comparación con tu pérdida. -

   Antes de proseguir la charla la puerta se abrió y alguién entró... me resultaba familiar de forma peturbadora, porque a todas las luces era un orco... y yo no me relaciono con orcos. Cuando avanza un poco más me percato que más bien, debía ser un semiorco, aunque no es que esto cambiase mucho la situación.

   Tras la presentación y un par de intercambios, abro la boca para hablar, pero André es más rápido, así que cierro la boca y espero. Cuando acaba vuelvo a abrirla.

   - ¿Brogtah, no? - Miro con curiosidad al semiorco. - Darkomin, de la casa Drumer. En efecto, me resultáis tremendamente familiar, aunque una neblina nubla mi mente y no consigo recordaros... no importa, lo recordaré. -

   Hago un gesto con la mano a una de las sillas alrededor de la mesa, si es que no se ha sentado ya.

   - Seguro que todos podremos ayudarnos mutuamente y descifrar este misterio. -

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—Unos jinetes atacando una caravana que defendía —dijo el semiorco mientras se sentaba en la silla que le ofrecían aquellos desconocidos que parecía conocer—. Después... Oscuridad. No sé el tiempo que ha pasado. Pero ya que estamos en una taberna, estaría bien comer y beber algo. Tampoco sé el tiempo que ha pasado desde la última vez que lo hice...

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   Di mi asentimiento con la cabeza, la historia cuadra con lo que nos pasó a todos, más o menos.

   - Si, todos parecido, estábamos haciendo nuestras cosas importantes y, de repente, aparecemos aquí y han pasado entre mes y medio y varios meses parece ser. Unos más, otros menos. -

   Y esa extraña sensación de conocernos todos, pensé para mí.

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Tenéis comida de sobra, y todavía acabáis de conoceros. Aunque puede que vuestro destino esté claro, no tenéis necesidad de apresuraros. El día prácticamente acaba de empezar y dejar comida en el plato es de mala educación.

-Uhm, ¿una pregunta? -añade Amelia, que sigue mordisqueando un trozo de pollo con cero educación. Habla con la boca llena, sonriende de vez en cuando a Raynard-. ¿Cómo sabéis que esa mujer, Amelia, está desaparecida? Pregunto. Podría haber vuelto a su casa. Han pasado meses, ¿no? Quizás deberíamos comprobar esas cosas. Asegurarnos de que lo que creemos perdido lo esté de verdad, aunque bueno, yo estaba bastante lejos de aquí... Puerta de Baldur. Me he movido bastante. Además de que estaba en una situación bastante comprometida, las cosas han mejorado bastante.

Antes de poder responder a la mediana, un semiorco de aspecto embrutecido se acercó al grupo. Sihq se maravilló con los caprichos de la sangre al comparar el rostro del recién llegado con el de la semiorca que se había marchado hacía sólo un rato.  Pero a pesar de la patente fealdad del individuo, Sihq procuró unirse al saludo grupal con un buen apretón de manos haciendo acopio de toda su fuerza de agarre, que no era mucha.

—Bienhallado, Brogtah. He de deciros que me resultáis tan familiar como el resto, y que, en vista de los recientes acontecimientos que han acabado con mi jarra hecha añicos, resulta tranquilizador contar con la compañía de un guerrero de vuestra categoría. Teníamos otra semiorca con nosotros hace un rato, pero no era ni mucho menos tan horrip... Imponente como vos. 

Sihq caviló un rato en silencio, cómodo con la compañía y con una extraña calma cada vez más asentada dentro de sí. Quizá el hecho de olvidar hubiese sido una bendición. O quizá fuese el vino. Seguramente esto último, porque, se lo imaginaba, ¿o acababa de hablar Amelia de sí misma en tercera persona como si estuviera desaparecida? 

Miró al resto del grupo con inseguridad. En algún momento se había perdido en las conversaciones; era hora de pasarse al agua.

El semiorco devoraba la comida, más que comerla. El resto no tenía claro si es que llevaba más tiempo del que una persona normal pudiese llevar sin probar bocado, o es que era su manera de comer. Aunque una familiar sensación les decía que posiblemente fue más bien lo segundo.

Lo cierto era que la conversación se le escapaba a veces. Lo que no se le escapaba era el muslo de pavo que estaba sobre una bandeja, al cual echó mano para darle un bocado que casi parte hasta el hueso. Ventajas de tener colmillos más prominentes que el resto de razas.

—Entonces... —dijo con la boca llena, para tragar, dar otro bocado y seguir hablando con la boca llena—. ¿Decís que tenemos que ir al puerto o buscar a esa mujer desaparecida? ¿O la desaparecida está en el puerto?

─Doy por hecha vuestra incorporación al grupo, Brogtah. O reincorporación, yó que sé ─añadió en tono de disgusto, algo claramente producido por la frustración de no poder asentar la sensación que tenía en ningún recuerdo.

El arcanista humano suspiró y se puso de morros, pero ya no estaba demasiado tenso. Paseó la vista por los rostros del heterogéneo grupo reunido en torno a la mesa, como si buscara un punto de conexión, algo que despertara una chispa en su mente, alguna memoria... sin éxito. Daba igual cuánto lo intentase, o con qué intensidad, no había manera de hacer retornar aquellos recuerdos. Tal vez fuera mejor así.

─Y un cuerno, tengo la sensación que he estado haciendo cosas que tendrán un peso notable en mi futuro cercano. Cuanto antes lo resuelva, antes podré tratar de encauzar de nuevo mi vida. Con lo bien que estaba yendo todo... ─pensó para sí.

─Sí, al puerto. En una taberna en particular es donde esperamos encontrar una pista del paradero de la persona que nos encontró cuando llegamos inconscientes a esta maldita ciudad. Como punto de partida parece bastante sólido.