Partida Rol por web

Amaris mira las moneas de cobre y sonríe amable mente.

-Que mono-dice mientras extiende su sonrisa aún más- pero me temo que no es suficiente, si tuvierais un poco más y me asegurarais que podéis conseguir el resto en este día podría valerme, pero sin duda alguna necesito un pequeño seguro para saber que voy a cobrar lo suficiente o si no, tendré que buscar a otra gente que necesite de mis servicios, porque creedme si os digo que los guías en las ciudades son muy necesarios si no se quiere perder uno y derrochar todo un día en búsquedas infructuosas.

Luz ríe divertida y de una forma muy agradable cuando ve el gesto de Lugh y ante la lógica respuesta de Amaris, rebusca entre sus pertenencias y extrae una bolsa de la que saca unas monedas de brillante plata.

- Aquí tienes tus honorarios-dice mientras le entrega las monedas después de haberlas contado- espero que no os importe chicos, pero creo que es lo menos que puedo hacer por la ayuda que nos estáis ofreciendo, además, tengo algo ahorrado, así que estos gastos puedo soportarlos

Aigentarinji también asiente, y aunque vienen de lugares distintos, aparentemente también debe tener algo de dinero para cubrir los gastos de todos en este viaje.

-¿Os parece bien que partamos en cuanto terminemos de almorzar? Cuanto antes nos instalemos, antes podemos...ver la ciudad ¿no?

Howard rió divertido ante la situación que se desarrollaba ante sus ojos.

- Claro... - No tenía muy claro si se trataba de Luz o de Ai. - Saldremos en cuanto estéis listas, si no nos dejáis pagar nada es lo menos que podemos hacer.

Mientras terminaba de comer cavilaba sobre lo que les había traido a la ciudad y sobre el estado de su pierna. Se sentía impotente despojado de su agilidad. 

-Tengo que comprar más saetas. - Decidió al fin.

Lugh miraba las monedas de su amiga con curiosidad, alternando su mirada con las suyas. Al parecer, no tenía muy claro por qué las de esta valían más, aunque puede que a esas alturas ya se lo imaginara. Sin embargo, tras unos segundos decidió olvidarse y volverse a centrar en la comida. Por todo lo que estaba devorando, podría decirse sin lugar a dudas que su estómago no tenía fondo, y menos teniendo en cuenta su atlético cuerpo y su reducido tamaño

La joven se encarga de que os tengan dispuestos vuestros caballos para cuando termináis de comer. 

La ciudad es un torbellino de gente y aunque ahora, en la tarde notáis que ha disminuido notablemente la actividad agradecéis tener a vuestra guía, la cual os lleva rápidamente entre calles evitando las aglomeraciones.

Por supuesto, no para de hablar en ningún momento comentando cualquier detalle por mínimo que sea, un vendedor que una vez la regaló algo, o simplemente una puerta que ha sido pintada recientemente. Parece que Amaris tiene historias para todo.

Cuando llegáis a una pequeña plaza (qué más bien es un ensanchamiento de la calle para situar un pozo) Amaris comienza a gritar a una mujer que se encuentra en una ventana, la cual parece reconocerla, así que la chica corre sin más preámbulos hacia la puerta de la casa como alma que lleva el diablo.

Antes de que lleguéis a comprender lo ocurrido, observáis, cómo unos hombres comienzan a acercarse en el sentido contrario. Sin duda alguna sus intenciones no son buenas y cuando queréis mirar hacia atrás, veis como dos hombres os cortan el camino.

Ahora que lo pensáis, llevabais ya un rato caminando por calles que no estaban tan concurridas. 

Uno de los hombres que viene desde el lado contrario (son cuatro los hombres que vienen desde esa dirección) comienza a hablar.

-Vaya vaya, esta chica no deja de sorprenderme, ¡es infalible!. Seguro que os ha contado mil historias para manteneros ocupados jejeje.

Aparentemente no llevan armas, pero sospecháis que algo deben ocultar entre las ropas cómodas que portan. Sin rasgos distintivos más allá de un mal afeitado, los hombres comienzan a cerrar un poco el cerco.

-Mirad chicos-el que os habla debe tener unos 40 años- la cosa es así de sencilla, habéis entrado en nuestro barrio y no me extraña, ya que posee las mejores tabernas de la ciudad, pero la pega...la pega es que tenéis que pagar un peaje. -sonríe al decir esto echando una mirada pícara a las dos chicas- Dadnos todo lo que tengáis o no volveréis a ver la luz del día...

En el tiempo que llevas en la ciudad, has descubierto que hay una red de asaltantes en uno de los barrios bajos de la misma. Son compañías enteras de bandidos, divididos en pequeños grupos que buscan la manera de asaltar, robar, secuestrar y cualquier acción ilícita que se pueda realizar a las gentes que vienen de paso a Americh y sobre todo en sus primeras visitas.

Una de las tácticas comunes es atraer de alguna forma a los grupos de viajeros hasta el barrio, donde la guardia de la ciudad (mercenarios contratados por el consejo regente) es más permisiva con lo que ocurre y los golpes se pueden dar con más tranquilidad.

Esto ocurre por supuesto, porque todo el barrio está controlado por un solo hombre, Bladimir Rechar, el cual tiene un puesto en el consejo de la ciudad que pronto abandonará como ya has escuchado, pero esa posición le permite alterar la cantidad de guardia necesaria para controlar los barrios bajos para mayor provecho de todos...todos los de arriba por supuesto.

Así pues, te dedicas a vigilar la entrada de nuevas caravanas y grupos de viajeros que llegan a la ciudad aunque sin mucho éxito, pero por fortuna, escuchas algo sobre un grupo que se ajusta a las características que te dieron, así que indagas un poco y descubres hacia qué zona piensan llevarlos.

Cuando todo ocurre, tú ya estás allí. El grupo está siendo rodeado por unos bandidos que pretenden vaciar sus bolsillos de la forma más limpia posible, ya que no han calculado muy bien su número y son 6 contra 6. Y ahí estás tu, observando un poco separado los acontecimientos...

Una altura de unos 6 metros, los edificios por aquí no son muy altos, pero suelen ser aguardillados, así que no tienes problemas para ocultarte. Además, las fachadas tienen muchos puntos de apoyo para escalar y descender con relativa facilidad.

Alan suspira mientras ve acercarse a aquellos saqueadores.

-¿Hemos pagado a la chica? Decidme que no, por favor, que luego recuperar el dinero va a ser más difícil.

Vuelve a suspirar y se pega a la pared, listo para plantarles cara a los asaltantes.

¡No me lo puedo creer!, ¿es que ya no se puede confiar en nadie? -Dijo Howard presa de la exasperación.

Lugh miró a los hombres con curiosidad, sin dar muestras de estar preparándose para combatir. Parecía estar encajando las piezas, como si no acabara de comprender lo que ocurría

¿Por qué no vamos a ver la luz del día? No me gustan los interiores, prefiero estar al aire libre. ¿Y qué es un peaje?

Observáis una figura en uno de los tejados de la plaza. Parece estar vigilando la escena con atención sin perocuparse demasiado por esconderse. No sabríais decir cuales son sus intenciones pero no parece mostrar una actitud amenazadora

Los hombres continúan acercándose y parecen ignorar el comentario de Lugh (aunque alguno de ellos parece no estar tan seguro ante las respuestas confiadas del grupo)

De sus ropas extraen una colección de porras, espadas, cuchillos y espadas cortas, fáciles de ocultar, pero sin duda alguna armas de maleantes de poca monta

Lugh frunció el ceño al ver las armas. Puede que fuera algo despistado o que cayera fácilmente en sus ensoñaciones, pero aún guardaba el mínimo sentido común necesario para deducir que aquella situación no iba a acabar bien

No sé por qué queréis luchar, pero no os acerquéis más. No os hemos hecho nada

A Howard se le había agotado la paciencia, la ira y la frustración que había sentido en los últimos meses estaba comenzando a tomar forma dentro de él, demasiadas cosas que no entendía, demasiadas muertes y demasiada maldad, si nadie hacía nada tendría que hacerlo él.

Desenvainó sus armas y el sonido del acero le sonó como una melodía por primera vez, un calor le subía por el espinazo y le hizo olvidarse de la molestia que podía sentir aún en la pierna.

Iba a hacer que lamentaran su estilo de vida.

Los hombres comienzan a cerrar el cerco a vuestro alrrededor. Las chicas se juntan a los caballos y Alan y Nyphel toman posiciones defensivas mientras Howard y Lugh se enfrentan a los primeros que llegan.

Parece que los atacantes no son muy diestros, aunque dado su número uno de ellos consigue pillar desprevenido a Lugh y le alcanza levemente con su porra, aunque no le afecta nada el golpe, si consigue desestabilizar al chico que retrocede un par de pasos y vuelve a tomar la posición dispuesto para un nuevo envite.

Por su parte Howar, muestra su valía como combatiente lanzando un fuerte golpe con su cable apuntado a la cabeza de su atacante, el cual es capaz de detener el golpe quedándose indefenso contra el corte horizontal que el chico le hace en el estómago provocando una fea herida y haciendo que el hombre se lleve las manos a la herida y caiga al suelo con un gesto de sorpresa y miedo.

El resto, pugna contra los otros cuatro hombres que os atacan. Alan parece mantener a raya a su hombre mientras Nyphel también consigue herir al suyo. Las cichas intentan correr, pero uno de los hombres ha cogido a Aijentarinji por la muñeca y esta comienza a gritar desesperada.

Observas como el combate comienza. Los maleantes no parecen tener mucha habilidad, cosa que no se puede decir del grupo, que demuestra saber cómo luchar, no son expertos, pero se manejan bastante bien. En el primer embite, uno de los maleantes yace en el suelo con una fea herida, no es mortal, pero esa acción te demuestra que no tienen mucho interés en ese ataque o que no pensaban que sería algo tan complicado.

Por otra parte, observas que las dos chicas tienen problemas, una de ellas huye, pero a la otra la han cogido por la muñeca.

Lugh soltó un bufido, molesto. Si esos hombres querían pelea...

Os vais a enterar

Como si sus manos fueran dos abanicos alargados, comenzó a hacerlas ondear alrededor de su cuerpo, trazando extraños semicírculos hasta acabar en una postura algo forzada, con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y las manos colocadas de forma perpendicular a estos. Entonces oyó el grito de alerta de Ai, y apretó los dientes. Tenía que darse prisa. Con una rápida finta, se lanzó a por su atacante