Partida Rol por web

Lugh se llevó una mano a la barbilla, pensativo

Quizás tienes razón. Puede que hayamos extinguido a una especie entera. Seríamos conocidos como los mata-huesosos, aquellos que sentenciaron al último ejemplar de huesoso que pisó la faz de Gaïa. Sí, ese nombre me suena bien. Huesoso. Porque lo de afuera eran huesos fijo. O eso, o tenía una piel muy dura. ¿Es eso posible? Quizás raspando durante mucho tiempo...

Alan ladeó la cabeza.

-¿Huesoso? Podría ser, pero yo creo que lo de fuera no era hueso. Es decir, si no, no podrías haber cortado su carne, ¿No? ¿Sentiste que era muy duro? ¿Crujió algo cuando le golpeaste? No se...¿Qué tal bestoso? Porque era un oso tan grande como una bestia, o fiera...¿Fieroso? No me gusta...

Suspiró.

Garroso, quizás. O puede que no fuera un oso. Puede que fuera algo distinto...

Cuando le preguntas a la joven, al principio parece preocupada y cohibida, pero en cuanto tratas el tema del hielo, se relaja repentinamente.-No, yo no he tenido nada que ver con eso, me refería más bien a...bueno...a ponerme un poco...

Intenta buscar alguna palabra que no resulte muy brusca pero parece no encotrarla.

-Tenía miedo...es una criatura realmente grande y no pensaba...bueno...no pensaba que fuerais tan poderosos.

Enrojece al decir estas palabras, claramente avergonzada por su falta de confianza.

Continuáis durante un buen rato con vuestras opiniones sobre qué era el ser sin llegar a ninguna conclusión. Con esto termináis la dura jornada (algo más corta de lo habitual) y decidís preparar el campamento.

Esa noche, Lugh no puede resistirse y pone al fuego un pequeño pedazo de la carne de la bestia. Después de unos minutos, reparte un pequeño a cada uno con toda su ilusión.

Sin duda alguna, las expresiones que ponéis todos deben ser espectaculares ya que comenzáis a reír al instante. La carne es terriblemente dura y su sabor es terrible así que todos optáis por la comida que llevabais aun así, gracias a eso, mantenéis buen humor y es una noche muy agradable.

El resto del camino a Americh ocurre sin problemas. Realmente no es una ruta muy transitada, de hecho sois los únicos que la recorren en su totalidad, ya que la gente con la que os encontráis es de los pequeños pueblos y granjas que hay en el recorrido.

Todos habíais escuchado historias sobre Americh y Nyphel os contó bastante sobre la ciudad de libre comercio más importante de Gaia.

"Americho es la primera y más grande de todas las ciudades de libre comercio. Se encuentra situada en el punto donde convergen las fronteras de Lucrecio, Kannon y Bellafonte. En ella vive todo tipo de personas, desde familias enteras que han encontrado allí su lugar, pasando por asesinos y ladrones, hasta nobles caídos en desgracia. La ciudad actualmente es un lugar seguro donde vivir aunque en sus orígenes fuera fundada por lo peor de la sociedad, aunque por las noches no son del todo tranquilas, tiene unas normas estrictas que todo el mundo debe seguir.

La ciudad está gobernada por un consejo de comercio. Se trata de once importantes burgueses que controlan la mayoría de los negocios de la zona y algunos gremios de ciudades cercanas.

Americh no tiene un tipo de arquitectura concreta. Podéis encontrar desde rústica casas de piedra, mansiones lujosas, edificios orientales hasta torres barrocas."

Aun con las historias de Nyphel, la ciudad os resulta abrumadora. Nunca habíais visto algo parecido, más de 200.000 personas habitan esa ciudad. ¿Cómo podríais encontrar algo en un lugar así? Por desgracia Nyphel tampoco ha estado en el lugar nunca, así que os encontráis un poco perdidos ante un inmenso mar de gente.

Lugh estaba totalmente fuera de sí. Nunca había visto nada parecido, y la visión le dejaba sin palabras. Incluso había detenido su charleta habitual, algo tan extraño como aliviador. Más desde que Alan había comenzado a darle juego, desde el día anterior. Los dos se habían pasado hablando de chorradas gran parte de la noche, y todo el resto del camino. El pequeño parecía no cansarse nunca, y sus reservas de energía eran ilimitadas

Ahora, sin embargo, incluso él se había quedado sin palabras. Habiendo crecido lejos de las grandes urbes, aquello era algo totalmente impactante y sobrecogedor para alguien como Lugh. Los últimos días habían sido una constante marea de nuevos descubrimientos, por lo que no era difícil imaginarse que en esos momentos el chico debía de estar pasándoselo en grande. Incluso parecía haberse olvidado momentáneamente de Luz, a la cuál permanecía pegado durante gran parte del día

Al entrar en la ciudad, Alan susurró un "Guau" mientras alzaba la vista para contemplar los enormes edificios que se erigían ante ellos. Acostumbrado como estaba a los poblados pequeños, para él aquello era mágico. Una marea de gente paseaba junto a ellos, algunos ignorandoles, otros fijándose un instante en ellos, pero todos con vidas e historias diferentes. Alan quería conocerlas todas, hablar con toda esa gente, escuchar lo que quisieran contarle...pero si hiciera eso seguramente acabaría loco.

-¿Por donde empezamos? Lo tenemos complicado-Dijo estirándose-¿Alguna idea?

Aquí va a ser imposible seguir un rastro Murmuró Lugh, confirmando lo obvio mientras miraba las transitadas calles con curiosidad

Alan asintió.

-Entonces mejor vamos a tomar algo en una taberna mientras abordamos el asunto. Estoy cansado de comer raciones.