Partida Rol por web

El verano había llegado, y con él los turistas. Point Avalon bullía de actividad esos días, y no solo humanos venían a visitar el pueblo costero. Changelings de toda la zona aprovechaban las festividades para visitar a los Kithain locales y embriagarse con el Glamour generado.

Todos los veranos era costumbre que los nobles de las areas costeras se reunieran en Point Avalon aprovechando uno de los fines de semana de más actividad. Este año, el lord de la Cresthaven (el territorio situado directamente al norte de Point Avalon) mandó un mensaje diciendo que este año vendrían con un invitado más: Un niño Shide que había pasado su crisálida recientemente. Se trataba de un ritual típico entre la nobleza, donde el recién descubierto Shide tenía la oportunidad de experimentar de primera mano las políticas cortesanas antes de encontrar su sitio entre los suyos.

A pesar de que la corte de Deepwood Glen, el territorio situado al sur, no solía confirmar formalmente su asistencia, no se solían perder la reunión anual, por lo que era de esperar que se los encontraran también allí.

Erissa estaba tomando un café pensativa en uno de los restaurantes del paseo marítimo de Point Avalon, con la cabeza levemente inclinada sobre un pesado libro que había encontrado en una de sus ''batidas'' la biblioteca municipal acerca de protocolo noble. La joven sidhe gustaba siempre de perderse por los anaqueles y estanterías del pequeño municipio, paseando entre el glamour de viejas historias y la magia vibrante que se escondía entre las páginas de los silenciosos libros.

Golpeó con la cuchara del azúcar en la taza de café varias veces, algo inquieta y sobretodo, incapaz de zambullirse en los protocolos de la nobleza inglesa del siglo XVII. Erissa tenía la noción de que sus deberes y obligaciones como lady eran lo más importante, pero solía desenvolverse tanto entre las hadas plebeyas, los Kithain y los mortales, que el mero hecho de tener que recibir a lord Cresthaven y a su niño apadrinado le ponía de los nervios. Cualquier error de protocolo podría ser letal en una situación semejante y eso la preocupaba. ¿Y si no estaba a la altura? ¿Y si hacía un ridículo espantosa en frente del aristócrata Fiona?

Parpadeando levemente para disolver esos pensamientos, dio un trago a la taza de café y dejó que la bebida la despertase del todo. Echó un vistazo por el cristal del Tully's, observando los muelles con una leve sonrisa algo melancólica.

La pequeña Errant estaba caminante por las calles de Pont Avalon, llevando entre su manos a la pequeña Simone. Estaban entre si, conversando de forma superficial entre ambas. Intercambiando opiniones sobre las ultimas series vista por Simone y Errant.

Duraron un tiempo entre aquella conversación. Hasta que en un momento a otro, Errant se quedo callada y no prosiguió conversando con su hija. No porque ella se hubiera aburrido del tema, si no porque en su mirada había captado algo lo suficientemente interesante como para que ella olvidara la conversación actual.

Lo que habia observado, no era otra que su lider, Errisa que de rostro melancólica y solitaria se encontraba en un pequeño restaurante. De la cual, no tardo en darle vuelta al asunto dado su naturaleza inquietante dentro de ella.

-¿Y esta que le paso ? ¿Habra tenido un mal dia ? - Penso ella, mientra caminaba al encuentro de Errisa. Y de la cual, al entrar pudo observar como esta, bebía sola en su asientos. Sin mas acompañante que su tristeza--Estará meditando en soledad... Pero...Ya que la vi, debería hablar con ella...¿pero como inicio la conversación ?-Y en su mente, formulo muchas preguntas y respuesta por el cual iniciar una conversación, pero en todas las termino rechazando. Por considerar que seria muy brusco de su parte, saltar de esa manera enfrente de ella o de otra forma como ella pensó-"Lo sencillo es lo mejor. Algo casual es lo optimo" Y con esta resolución, que ella se sentó para acompañarla, no si antes sentar a lado a su hija para que no estuviera tan apartada del asunto.

Hola Lady Errisa, ¿Que tal todo ?-Dijo en un tono amigable y con una sonrisa en el rostro.-Mira, ¿como ha crecido no crees ?-Soltó asi otro tema, referente a su hija. Mientra miraba a Errisa y pensaba que tribulaciones interna tendrá en su pequeña mente.

Justamente en ese momento Cid emergió del interior de una de las embarcaciones allí amarradas. Como de costumbre, iba acompañado por el viejo Pete, que a su lado parecía un crío. La pareja era inconfundible, y casi una institución en Point Avalon. El anciano llevaba toda la vida allí y durante muchos años había desempeñado la misma labor que ahora recaía sobre el troll. Desde que se había jubilado se dedicaba a acompañar al que había sido su aprendiz y, por supuesto, a meter las narices en todo lo que se le ponía por delante. Anciano en apariencia, pero joven de espíritu, nadie conocía esa ciudad mejor que él y en ella era conocido por todos.

El grandullón fue el primero en abandonar la embarcación, que se empezó a mecer tan violentamente al deshacerse de tal lastre que el viejo, aun manteniendo una buena forma física para su edad, tuvo que pedir ayuda a su amigo para poder regresar a tierra. Cid aprovechó que tenía aquella mano ajada y llena de callos entre las suyas para depositar en ella un pequeño puñado de billetes arrugados.

—Ten, y no insistas —su voz siempre quedaba empañada por el rumor de una amenaza, aun cuando no lo pretendía, pero quienes le conocían ya estaban acostumbrados—. ¿A quién han llamado? Pues ya está. Sabes que te hace más falta a ti que a mí, abuelo.

Pete, que siempre presumía de sentirse más joven que él, contestó a la pulla, pero ya daba igual. El troll no le estaba escuchando. Cid se había vuelto y al hacerlo había encarado el restaurante, en el que vislumbró de inmediato la forma feérica de Erissa. La muchedumbre que recorría el paseo y la que había dentro con ella no importaban: la sidhe relucía como una perla en la arena.

—Nos vemos luego, Pete, ¿vale? —dijo, mientras caminaba en dirección a ella, volviendo la vista atrás un único instante para despedirse.

El anciano rio, y dijo:

—Muy bien, chico —y, justo cuando abría la puerta del local, gritó— ¡No te olvides que vas a hombros de gigantes, pequeño!

Cid no pudo evitar sonreír, pero el gesto no duró mucho. No lo hacía a menudo y aunque no la habrían descrito como agradable, de tan inusuales que eran sus sonrisas resultaban hasta exóticas. Mientras avanzaba hacia la mesa que ocupaba Erissa cayó en la cuenta de que Errant también estaba allí, sentada junto a una niña.

—Mi señora —murmuró, e inclinó la cabeza, permaneciendo de pie frente a todas ellas—. Errant.

El semblante de etéreos rasgos de Erissa se iluminó de inmediato al levantar la vista sobre Errant y Simone, irguiéndose con una amplia sonrisa para recibirles. Al fin alguien la libraba de la lectura apergaminada que hasta hace un momento estaba llevando a cabo. Aquella tarde Erissa vestía únicamente con un ceñido vestido de lino blanco que acompañaba con un cinturón de hebillas que se daba un aire medieval lo suficientemente convincente como para hacerla parecer una dama de otra era; en su forma feérica, visible solo para los Encantados, se atisbaban las afiladas orejas de punta detrás de la larguísima melena de oro entretejido y cuándo se inclinó para acariciar cariñosamente el pelo de Simone, la majestad irradiada de sus movimientos pareció colmar toda la vacía cafetería.

No tardó mucho en recoger una silla para que se sentaran las tres en la discreta mesa de café donde todavía reposaba el inmenso libro protocolario y la taza de café a medio beber.

— Hola, Errant. —les mostró una de sus mejores sonrisas tanto a ella como a la niña que la acompañaba— Y que lo digas, has crecido un montón desde el último verano, Simone. ¿Cuántos van ya?

La puerta del Tully's tintineó levemente, anunciando la llegada de Cid, sintiéndose de inmediato reconfortada por su presencia. Sentía que el trol, aparte de ser su mano derecha, era el principal apoyo que tenía en las materias de la nobleza y quizá pudiera su inseguridad en respecto al recibimiento de lord Cresthaven con su pragmática forma de ver las cosas. Erissa le saludó jovialmente, recolocándose uno de sus rubios mechones de pelo tras la oreja y con un movimiento fluido, le indicó:

— ¡Cid! Bienvenido. Siéntate con nosotras, por favor —Echó una mirada confidente a sus dos amigos, y guiñándole el ojo a Simone, les comentó— Tengo que comentaros algo importante para hoy.

Simone se quedó mirando con cara de fascinación a Erissa. La belleza sobrenatural la noble Shide siempre la abrumaba. Se quedó allí parada hasta que Erissa se dirigió a ella.

—La... lady Erissa —acertó a balbucear, mientras se sujetaba la falda y hacia una pequeña reverencia. La pequeña miró alternativamente a Erissa y a su madre, buscando un gesto de aprobación. Había entrenado por lo menos cien veces la reverencia delante de un espejo, y esperaba haberla hecho bien esta vez. Entonces se dio cuenta de que no había respondido a pregunta de su Lady.

—He cumplido ocho años ya... —contestó en un susurro mientras agachaba la cabeza, sonrojándose un poco.

Por suerte, Cid, el enorme Troll que Simone nunca sabía si estaba enfadado o no, entró en el bar, apartando la atención de ella.

—Sir Cid —saludó, haciendo de nuevo una reverencia con torpeza, sin mirar al gigante azul a la cara, tras lo que huyó tras su madre y al lado de la ventana. Ahora era cuando ellos empezarían a hablar de las cosas de mayores, así que al menos al lado de la ventana podría observar la fiesta de fuera.

—Lady Simone —contestó a la niña, dedicándole una discreta reverencia. 

Entonces miró a Erissa, asintió, y dejó en el suelo su caja de herramientas. La había tallado él mismo en madera de roble años atrás, pero de tanto cargar con ella por Point Avalon el arcón arrastraba casi tantos remiendos como la armadura de su velo. 

Incluso sentado se alzaba por encima de muchos. En su forma feérica Cid era el perfecto arquetipo de troll: tenía la tez de una tonalidad azulada, los ojos claros y una discreta cornamenta coronándole el rostro. Siempre iba envuelto en la armadura con la que había emergido de la crisálida y que parecía crecer con él, de un plateado curtido pero ornamentado, y sus facciones, duras y ásperas, hacían de preludio a su carácter. Su forma humana, a falta de una armadura real, era casi igual de imponente, y el troll suplía la falta de esta con ropa deportiva, holgada y cómoda. Aunque en su etapa ansarina había sido un tanto pendenciero, desde que había trasladado su fidelidad de la Corte Oscura a la Luminosa todos sabían que intentaba actuar de una forma más digna y, sobre todo, menos drástica. Tenía muy mal temperamento, sí, pero los consejos de su señora Erissa y del viejo Pete ayudaban mucho a ponerle cerco. Con todo, quienes le conocían sabían que tras todo ese montón de músculos y placas de armadura quimérica se escondía un gran corazón.

Con los labios prietos y expresión taciturna, aguardó a que Erissa continuara. De vez en cuando sorprendía a la niña de Errant mirándola justo cuando ella le miraba, causándola un pequeño susto que hacía que apartara la vista de él. Lo hacía sin mala intención, para divertirse, y cuando pasaba, apretaba los labios aún más para esconder una sonrisa. 

William acabó de liar un cigarrillo con una mano. Estaba esperando a Lily en el bar.

Lily.- susurró casi para si mismo.- Vamos Lily, van a presentar a una princesita en sociedad. - Se apoyó junto a la puerta del bar. -Quiero ver si una hada malvada de los bosques profundos la condena a pincharse con un huso.

Errant no vigilo mucho a la pequeña Simone, si no que en su lugar estaba mas concentrada en la presencia de Errisa y de la cual pudo ver ella, como una amplia sonrisad le regalaba, que de igual forma Errant se la regreso mientra pensaba para si mismo-¿Sera de verdad o de mentira ? Como es noble, le sera facil fingir. Pero es una amiga mia...Al menos, espero que no halla entre falsedades- Y observo ella el gran libro de sus manos, que de pequeña risa le salio en pensar lo aburrido que es aquella lectura-Errisa,errisa. ¿Ṕorque leéis eso ?...No es algo muy divertido, en especial para una dama como vos.

Y en eso, llego la presencia de Cid y de su presentación. De la cual era tan rutinaria, tan potente como una roca, ha veces Errant se preguntaba si solía reír en su tiempos de soledad-Hola Cid....Vamos Cid, sonríe un poco. Estamos entre amigos, ¿Ya hace cuanto que no nos veíamos ?- Luego, su rostro cambio a uno de asombro al escuchar las ultimas palabra de Errisa-¿Que es lady Errisa ?

— No, en efecto. No es precisamente divertido —sonrió hacia Errant golpeando el lomo del inmenso libro cerrado con la uña- Pero está relacionado con la llegada de lord Cresthaven y su pupilo, que recientemente ha pasado la Crisálida.

Erissa se acomodó delicadamente sobre el asiento, cruzando las piernas bajo las faldas de su vestido de lino blanco. El pelo suelto le alcanzaba la cintura hasta el pecho, de un rubio tan amielado que parecía que en cualquier momento una inmensa abeja quimérica fuera a aparecer para reclamarlo como suyo.

— Quería empaparme de protocolo noble y no he visto mejor opción que leer un poco de protocolo. Aunque quizá no ha sido la mejor de las ideas... De hecho, va a ser esta tarde cuando llegue nuestro señor vecino al feudo para que les recibamos como toca. ¿Os parece que nos vayamos preparando ya para darles la bienvenida?

Hola Cid....Vamos Cid, sonríe un poco. Estamos entre amigos, ¿Ya hace cuanto que no nos veíamos ?

Cid se esforzó en sonreír a Errant, más por cortesía que por ganas. Respetaba a la piskey, pero el sentido del humor nunca había sido su punto fuerte ni sonreír una de sus mayores destrezas. Sabía lo que se esperaba del comportamiento de un noble, pero nunca le había gustado que le convirtieran en el centro de atención, ni siquiera cuando lo que se le exigía era cumplir con sus obligaciones como juramentado de Erissa. Aun así, masculló una respuesta cuando sintió la mirada de sidhe posarse sobre él. Lo habían discutido un millón de veces: tenía que ser más sociable.

—Sí, sí que hace mucho tiempo —sus labios se ensancharon una vez más en otra sonrisa ciega, sin dientes—. Me alegra ver que os ha tratado bien.

Quería empaparme de protocolo noble y no he visto mejor opción que leer un poco de protocolo. Aunque quizá no ha sido la mejor de las ideas... De hecho, va a ser esta tarde cuando llegue nuestro señor vecino al feudo para que les recibamos como toca. ¿Os parece que nos vayamos preparando ya para darles la bienvenida?

El troll asintió lentamente a la sidhe.

—No creo que sobre eso haya escrito algo que no sepa ya, lady Erissa —y carraspeó, tratando de sacudirse el bochorno de encima en cuanto se dio cuenta de cómo había dicho lo que había dicho. La devoción y aprecio que sentía por su señora eran sinceras, pero no le gustaba ser tan… transparente, ni mucho menos parecer un adulador—. No tiene de qué preocuparse, de verdad. La corte de Cresthaven está llena de amigos, empezando por Lord Tiersen. Todo irá bien, se lo prometo. 

Erissa procuró acabarse el té, echándole los últimos granos de azúcar para endulzarlo un poco. A la sidhe le encantaban los dulces y eran probablemente una de sus mayores de debilidades, aunque no le habían impedido mantener una dentadura perfecta que mostró al sonreír hacia Cid al oírle. Era consciente de que la estima que mostraba el trol hacia ella era algo que se había fraguado durante años de largos veranos junto a las olas y por ello tenía la certeza de que Cid rara vez, por no decir nunca le mentía. Confiaba en Cid más que en nadie en Point Avalon y probablemente en el mundo, después de tanto tiempo y tantas aventuras.

— Sí, es verdad. Lord Tiersen es un caballero encantador — Erissa parpadeó, recordando de nuevo al aristócrata Fiona— Y toda su corte está a la altura. Tengo ganas de conocer a su pupilo. ¿Nos ponemos en marcha hacia los muelles?

Erissa pidió la cuenta a uno de los camareros, dejando algo de propina mientras peinaba con los dedos la falda de su vestido, ya de pie. Miró a Errant y a Simone esgrimiendo la misma sonrisa que siempre parecía tener encima. La melena casi parecía flotar hasta el final de su espalda y sus ojos estaban achispados de glamour y probablemente las dos bolsitas de azúcar que había echado al Earl Grey. Manías.

Lilly se había pasado con la burra (la moto) por el taller de Lex un rato antes. Para una noche que libraba quería pasarla con ella; ni putas ganas tenía de ir al muelle a recoger a un noble gilipollas y su nuevo pupilo tocahuevos. Pero Lex estaba a tope de curro. Tres coches esperando que les metiera mano y dos lanchas en el puerto. Tenía que aprovechar ahora que luego en invierno la demanda caía en picado. Lilly lo entendía, pero remoloneó todo lo que pudo hasta que Lex prácticamente tuvo que echarla del taller.
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Aparcó la moto cerca del muelle donde recogerían a ese par de orejas puntiaguadas. Nada más quitarse el casco ya tenía el cigarrillo en la boca. Dejó el casco allí mismo anclado a la moto. Todos en el pueblo sabían que esa era su moto y pobre del capullo que se atreviera ni tan siquiera a mirarla dos veces; normalmente nadie la tocaría ni aunque la dejase sin candado, pero en verano había muchos capullos que tardaban un par de días en enterarse de quien era Lilly y pude que alguno de esos idiotas tuviera una muy mala idea. Con los orejas puntiaguadas por aquí no tenía ganas de tener que perder también el tiempo en tener que rastrear capullos y arrancarles dientes para dar ejemplo.
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Se paró frente a la cafetería dando un par de caladas. Vio que la que la jefa ya andaba por ahí, al igual que la pequeñaja (con su aún más pequeñaja) y Cid. Reunión de “hadas amosorosas” queeeee bien…
Ah, allí estaba William. Joder, siempre le costaba verlo. Tiró el cigarrillo al suelo y lo apagó con la punta de la bota antes de entrar. Saludó al trío de luciérnagas con un ademán de la cabeza mientras se dirigía sin pararse hasta William.
- ¿Qué pasa, Will? – levantó la mano para chocarsela en un saludo – Parece que ya estamos todos para recibir a sus altezas… - dije con evidente sorna y una sonrisa maliciosa que dejaba claro que alguna idea le estaría rondando la cabeza aunque tan sólo fuera para tocar las narices un rato.

-Me ha costado encontrarte pero aquí estás. - le chocó la mano, y se ensombreció un poco al pensar que, seguramente, Lily haya tenido la sensación de dar una bofetada a un atún. - Es un detalle que altezas enseñen el mundo al pequeño en un ambiente menos... acolchado. - miró furtivamente a Simone, preguntándose si la niña lo habría visto a él. -¿Crees que los Deepwood se pasarán por la recepción también? Yo creo que sí- Luego hizo un torpe gesto de saludo al resto del grupo.

Cid observó con una expresión neutra a Lily caminar por el paseo marítimo, y le saludó con la cabeza igual que había hecho ella. Entonces se levantó Erissa, y él también. 

—Sí, tal vez deberíamos —persiguió con la mirada a la Redcap, y se percató de que William también andaba por ahí—. Creo que estamos todos, miseñora. 

oh, ¿por eso esta tan angustiada, Lady Errisa ?-Errant había escuchado los rumores referente al nuevo Chaliengs que venia a estas tierras, pero ella no le había dado mucha importancia.-"Son cosas de nobles"- Pensaba ella, restandole importancia. Dado que nunca le habia visto mucho interes a la politica en general, excepto cuando fuera importante para su propio bienestar personal- La mejor educación es la sencillez, seguramente aquella corte ha estado de viaje por mucho tiempo. Algo gentil le agradara seguro.-Y Errant fijo sus ojos en William al acabar la frase. Pareciendo le algo curioso que todo los demas hallan caído en el mismo restaurante-William,Lily un gusto verlo de nuevos.-Luego, se levanto ella dado que el asunto parecía estar ya sanjado. Era hora de ayudar la pequeña Errisa en sus líos aristócratas.

Lily sonrió divertida ante la idea de que vinieran los Dairaenn.

- Así seguro que no se nos calentará la cerveza jajaja – apunté divertida ante mi ocurrencia.

Miró su reloj.

- ¿Sabes si queda mucho para que lleguen? – pregunté ya con cara de aburrida.

— ¡William, Lily! Me alegro tanto de veros — se acercó a ambos, ya saliendo del Tully's.

Dirigió una amplia sonrisa a la redcap, pues aunque prácticamente fuera la antítesis de todo lo que un sidhe debía representar, sentía una empatía y una familiaridad con Lily que tan solo tenía con Cid en las ocasiones en las que ambos se abrían y hablaban de sus sentimientos. A pesar de que Erissa era muy emocional, no solía revelar sus pesares y sentires más allá de escuchar los de los demás.

— Estamos ya todos. Vayamos al puerto a recibir a los recién llegados, ¿sí?

William se quedó cerca de Lily, buscando alguna moneda para comprar un helado.

Vayamos, no sea que los reciban otros en nuestro lugar. Lady Erissa, ¿Qué dice el protocolo de hacer alguna performance en honor de los invitados?

Erissa se quedó pensativa, sujetando todavía el libro de protocolo inglés de los tiempos de Oliver Cromwell. Se golpeó los labios con el dedo y luego le comentó a William mientras caminaban:

— Una vez sean hechas las presentaciones y los invitados ya estén acomodados, se puede dar un espectáculo. ¿Qué tienes en mente?