En la sala de atrás

La librería de la familia Hayashi es un lugar cálido y cómodo, donde cualquiera puede conseguir el libro que anda buscando. Atendida por su actual dueño, el joven Edward, la librería adquirió más popularidad en los últimos años, debido a los encantos del joven. Pero para la gente que ve "más allá" Edward no es un joven común, sino uno de los invocadores más poderosos de la región.

Atravesando un pasaje secreto, la librería cuenta con una gran sala llena de libros muchos más peculiares: Libros de magia e invocación, lugar que el joven Edward ha convertido prácticamente en su hogar. Es allí donde jóvenes invocadores en busca de aprendizaje van a parar cuando deciden recurrir a Edward para que este les enseñe alguna que otra cosa. Sin embargo, no todo lo que ocurre allí detrás es solo estudio....

Antaño, cuando su abuelo regentaba aquella librería, la entrada a la sala secreta se accionaba como en las viejas historias: tirando de un libro específico para que la estantería se apartara lo suficiente como para cruzar al interior. Pero un joven Edward buscó darle un lavado de cara a todo aquello y le pidió a un amigo suyo como favor que le modificara aquel mecanismo para poder accionarlo desde un pequeño mando que siempre llevaba consigo.

En aquel momento tenía una clase con Miu Sakurai y la puerta de la librería estaba cerrada; pegado al cristal había un cartel que rezaba: "Dando clase, en caso de necesidad llamen a..." y debajo estaba escrito el número de teléfono del librero, que estaba en aquel momento recibiendo a la joven que acababa de entrar.

Edward cerró la puerta con un giro de llave y giró sobre sus talones para ver a Miu, dedicándole una cariñosa sonrisa. Se acercó a ella y le cogió el rostro con su mano derecha, depositando un beso en su mejilla que prolongó durante un par de segundos.  - Hola. - le susurró con dulzura cuando se separó de su mejilla - Te echaba de menos. ¿Cómo estás, Miu-chan? -

Miu llevaba minutos nerviosa. En realidad, llevaba nerviosa desde que se había levantado esa mañana. Siempre que tenía clase con Edward su corazón iba a mil pero gracias a sus piernas que iban por su cuenta consiguió llegar ahí. Y ahí estaba él, guapo y atractivo como siempre, haciendo que las mejilas de Miu se encendiesen con tan sólo una mirada. Ya cuando se acercó a besarla en la mejilla simplemente se derritió.

Ho-hola, Hayashi-san. Dijo con respeto e incluso con una reverencia. Varias riñas se había llevado por no conseguir tutearle aún, pero es que con los chicos le costaba mucho dar ese paso. Sus manos en el regazo jugaban nerviosamente.

El joven amplió un poco su sonrisa al ver cómo se retraía ligeramente. Le parecía una joven adorable y le provocaba una mezcla de atracción y ternura que le encantaba. - Vamos a pasar dentro, ¿has practicado los ejercicios de concentración que te pedí? - sacó el pequeño mando del bolsillo interior de su chaqueta y una de las estanterías hizo 'clic', abriéndose ligeramente. El rubio metió la mano en la rendija y tiró un poco para que la pared secreta se apartara, haciendo un gesto con la mano para dejar pasar a la muchacha. - Las damas primero. -

Miu asintió y avanzó por el amplio portal que se acababa de abrir ante ellos. Ni siquiera había parpadeado cuando se abrió, pues era algo ya normal y lo había visto tantas veces que no le parecía raro. Otra cosa fue la primera vez que lo vio, que se pasó todo el rato con la boca abierta y sin pestañear. Tampoco habló mucho, pues su cerebro estaba concentrado al completo en procesar la información.

Bueno, lo he intentado. Ya sabe que soy muy torpe y tampoco buena en los estudios. Dijo con algo de resignación y tristeza. Pero de verdad que lo he intentado. Dijo apretando los puños y los ojos fuertemente, demostrándolo.

- Es suficiente para mi. Digas lo que digas, tienes mucho potencial para ésto. Los estudios son muy importantes, pero no necesarios para invocación. Recuerda que yo abandoné mis estudios universitarios para dedicarme a la magia. - le dijo una vez dentro. La sala de magia de la librería no era muy grande, pero la falta de muebles hacía que pareciera más grande. Apenas había una mesa y un par de sillas bastante bonitas y cómodas, donde solía dar sus clases. Dos puertas en la única pared sin estantería con libros: una para un pequeño baño y otra para un despacho que Edward había montado en lo que antes era un trastero. Ahora allí tenía una cama, un ordenador, una pequeña nevera. Junto a la cama, siempre había un baúl cerrado.

- Te noto algo nerviosa. Ven, hoy probaremos algo diferente. - le dijo, cogiéndola de la mano - Hoy probaremos la relajación como canalizador de la concentración. ¿Quieres un café o un té caliente? -

Ed la llevó hasta las sillas, soltándola para coger ambas y ponerlas en el centro de la sala, una frente a otra. Le señaló una de ellas, con una sonrisa.

Miu asintió. Claro que estaba nerviosa. ¡Cómo para no estarlo! Siempre le pasaba delante de los chicos y pensó que con Edward tras algunas clases se le pasaría. Pero no fue así y cada vez le latía el corazón más rápido. Negó a lo de pedir nada, aunque pensó que un té no le vendría mal. Se puso manos a la obra, que era lo importante.

Se sentó en la silla, algo tensa, apretando las manos en el regazo, sería y cogiendo aire para luego soltarlo poco a poco. Vale... ¿y ahora qué? ¿qué hago? Dijo ansiosa por aprender y practicar.

- Debes relajarte, Miu-chan. Cierra los ojos y pon tus manos sobre las rodillas. Imagina que no estás aquí. Imagina que yo no estoy. Sólo escucha mi voz, como si fuera tu propio pensamiento. -  comenzó a pedirle mientras él mismo se cruzaba de brazos y prestaba atención a sus gestos. Era tan bella cuando se concentraba... - Respira hondo, relaja tus hombros. La comodidad es primordial para ser fuerte. Debes confiar en ti misma, pues tienes aptitudes para la invocación.

- Ahora concéntrate en tu poder. Hay una presencia espiritual aquí, así que tu deber es sacarla a la luz. Piensa en la energía de los espíritus, en su vínculo con algunos humanos. No son de este plano, pero debes traerlos a él con tu fuerza de voluntad. Inténtalo. - no había ningún tipo de presencia sobrenatural, pero los sentidos de Edward eran sensibles a aquello y si el poder tenía éxito él lo sentiría

Miu cerró los ojos y suspiró. Qué fácil era decir que se imaginase que no estaba ahí y que él no estaba ahí. ¡Eso era imposible! Si llevaba pensando todo el día de ayer en que hoy estaría ahí. Sin embargo, se dejó guiar por el sonido de su voz. Esa voz que le daba tanta calma y a la vez tanta energía.

Se concentró. Realmente se concentró. Pero ella no sentía nada. Tras mucho esfuerzo, Miu abrió los ojos apenada y buscó con la mirada su maestro. Lo siento, Hayashi-san. No noto ninguna presencia. Dijo decepcionada y derrotada. Por mucho que él dijese que ella tenía potencial, ella siempre se había visto como una inútil.

- Eso es porque no hay ninguna presencia aquí, Miu-chan. - el profesor se levantó y se colocó frente a ella, poniendo una rodilla en el suelo y cogiendo su mano. - Sólo quería que pusieses en práctica tus poderes para expulsar espíritus. No te preocupes, si has sido capaz de notar que no hay nada aquí es porque lo has conseguido. -

Se levantó un poco para depositar un beso en su mejilla, sosteniendo la otra con una mano. - Enhorabuena. Estoy orgulloso. -
 

Miu dio un pequeño bote ante el beso. Claramente no se lo esperaba para nada. Se quedó callada, paralizada. Sus mejillas se volvieron de un tono rosado bastante gracioso y tierno y sus ojos empezaban a secarse por no parpadear. Sí, bueno, el beso había sido amistoso en la mejilla, pero aún así, la había pillado de improviso. Él no parecía haberle dado importancia, así que lo primero que pensó Miu fue: Tú tampoco se la des. Y así fue como intentó actuar con normalidad.

Gra-gracias, maestro. Dijo sin saber muy bien dónde mirar y tirando por tierra sus esfuerzos por actuar con normalidad. Es gracias a usted, que es muy buen profesor y tiene paciencia con una alumna tan torpe como yo. Intentó seguir.

Sonrió ante sus halagos, suspirando un poco por lo poco que confiaba la joven en ella misma. No quería ponerla en un aprieto, pero era realmente difícil estar así con ella y mantener la calma. Aún tenía la mano en su mejilla y la miró a los ojos con intensidad.

- Deja de considerarte una inútil, Miu, porque tienes mucho potencial en tu interior. Es una de las tantas cosas que me gustan de ti... - le susurró con una caricia dulce y acabó mordiéndose el labio inferior - Eres preciosa. -

Hizo gesto de acercarse para darle un beso en los labios, pero pareció contenerse por algún motivo. - Y es difícil estar en clase contigo y contenerme las ganas de volver a besarte... -

A medida que Edward hablaba, los ojos de Miu se iban abriendo cada vez más y sus mejillas se tornaban cada vez más rosadas. ¿Estaba soñando? Sí, eso, era un sueño. Esto no le pasaría en la vida real. De hecho había tenido sueños muy parecidos a este muy a menudo. Así que tal y como hacía en sus sueños, se dejó llevar.

Tras las últimas palabras de su maestro, simplemente cerró los ojos y esperó ese tan ansiado beso. Se conformaría con los besos del sueño ya que en la vida real no podría conseguirlos.

Mientras acariciaba su mejilla, el profesor besó los labios de su alumna con dulzura, cerrando los ojos mientras sus labios acariciaban los suyos. Cuando se separaron, Ed sonrió levemente al notar el color en sus mejillas. - Eres preciosa cuando te pones así, pero no debería darte vergüenza... - le susurró, cogiendo una de sus manos y acariciándola, quería que la joven se sintiera más cómoda y menos cohibida

Miu sigue sonrojada. Por mucho que su maestro le dijese eso, no podía evitarlo. Este sueño se sentía especialmente real, era extraño, pero no iba a quejarse. Había sido un beso... mágico, especial y maravilloso. Ninguno de sus otros sueños se igualaban a este.

N-no quiero despertar de este sueño... Dijo pensando en voz alta. Al fin y al cabo era un sueño, podía decir lo que quisiese.

No pudo evitar soltar una leve risa cuando Miu dijo aquello y le pellizcó el brazo izquierdo con una sonrisa pícara. - Me temo que no estás soñando, Miu-chan. - le confesó, levantándose y cogiendo su mano, para que ella hiciese lo mismo. Esperó a que lo hiciera para rodear su cintura con los brazos, sin separar la vista de sus ojos ni un momento. - Y ahora mismo quiero estar aquí contigo... -

Miu más que quejarse del dolor del pellizco se sorprendió de que le doliese. Un momento... ¿no era un sueño? Entonces fue cuando sí se sobresaltó y se puso muy colorada. Su cuerpo empezó a temblar entre los brazos de su sensei.

¿Cómo...? ¿Por qué...? Su boca empezó a mascullar totalmente confusa. ¿Por qué se comportaba así su maestro? Era imposible que quisiese algo con ella... ¿no? ¿Era una prueba?

¿Es una prueba? Le preguntó temerosa aún temblando. ¡Con tanta distracción no podía moverse!

Ladeó la cabeza y volvió a reir un poco, divertido. - No, Miu... no lo es. Sólo... bueno. Sólo quería que supieras que no te veo sólo como una alumna para mi. Pero si eso te molesta no lo volveré a hacer, lo prometo. - dijo apartando los brazos de su cintura despacio pero sin apartarse de allí, aun mirando a sus ojos con una expresión más dulce

- Disculpa si te he puesto nerviosa, de verdad. -

Miu estuvo a punto de decir algo, pero su mano fue más rápida y antes de que él pudiese quitar las manos de ella por completo, su mano se agarró a su manga y le detuvo.

Espera... dijo después... como si fuese más un pensamiento en voz alta. Vale...¿y ahora qué? ¿Ahora que le digo? Muy rápido habían ido su mano y su boca, más que su cerebro.

¿No la veía como a una simple alumna? Bueno... para ella tampoco era un simple profesor.. era un profesor muy guapo, simpático, amable... un suspiro salió de sus labios.

Ed giró la cabeza un poco, sorprendido, cuando ella cogió su manga y le paró de seguir apartándose. - ¿Qué ocurre, Miu-chan? - le susurró, inclinándose un poco para estar más cerca de su rostro

- Dudo que pueda permanecer mucho así sin desear besarte más y más... - le confesó en un murmullo, acariciando la muñeca de la mano que sostenía su manga