Partida Rol por web

Sede Central del SIG (Servicio de Inteligencia de Geld)
Pullach, cincuenta kilómetros al norte de Gelder

Te encuentras en el sótano -5 de uno de los edificios mas seguros de todo el mundo, a veinte metros por debajo del suelo y a cinco puertas acorazadas y vigiladas de la salida mas cercana.
Por suerte tienes pleno acceso a esta zona y no te encuentras en una misión, si no la cosa sería muy distinta.

La habitación en la que estás tan solo se encuentra iluminada por una lampara situada sobre una mesa. Sobre la mesa hay tres carpetas, cada una con un número de expediente no consecutivo en la portada y el sello de "Alto secreto" impreso.
No has dudado en echar un vistazo a los tres expedientes mientras esperas a que tu superior haga acto de presencia, conoces el método y sabes que tienes que elegir una de las tres misiones.

La primera consiste en seguir la pista de una espía del Imperio que ha sido liberada por la fuerza de una prisión en Scudia. Fue acusada de espionaje y encarcelada, poco después un grupo de élite irrumpió en la prisión. Scudia no tiene medios ni interés para investigar el asunto, pero a Geld le interesa saber por qué el Imperio da la espalda a uno de los suyos para después liberarlos con tanto riesgo, si es que ha sido el Imperio quien ha liberado a esta persona.
El objetivo es seguir la pista y localizar a la espía, se encuentra en tierras confederadas camino de el Imperio.

La segunda carpeta contiene menos información, no por desconocimiento si no porque no requiere mucho mas datos. Se trata de una eliminación en el Imperio. Un desertor de Geld se ha vendido al enemigo, contiene las ubicaciones de fabricación de armamento y algunos proyectos especiales. La misión consiste en eliminar al traidor y recuperar toda la información antes de que se reúna con su contacto y se efectué la entrega.

El tercer expediente conlleva sabotaje. Un silo de misiles imperial se encuentra en la frontera entre el Imperio y Omertia, la única salida es su destrucción total para evitar que cualquiera de las dos facciones tenga el control sobre él.
El objetivo esta claro, independientemente de quien controle el silo este debe ser inhabilitado sin importar el riesgo para el bando que domine el lugar.

Una vez has terminado de leer todo entra en la sala el General Gehlen, un hombre de unos cincuenta años cuyo rostro expresa cansancio pese a que nunca parezca fatigado.
Se sitúa frente a ti, al otro lado de la mesa, y observa durante unos instantes las tres carpetas. Cuando habla su voz resuena en toda la sala.

- ¿Y bien? ¿Lo tiene claro o necesita ampliar su información sobre alguna de las opciones?

-General Gehlen -le saludé con una ligera inclinación de mi cabeza-. He leído los tres informes y creo que me ha bastado para tomar una decisión. Aunque debo advertirle -esbozé una sonrisa- que estoy totalmente parcializado con ella. Ha sido algo más bien... de carácter personal. En cuanto lo ordene, partiré en busca del traidor y lo asesinaré. Quisiera saber si la misión únicamente se limita a eso y a la recuperación de los documentos que posee, o si existe la posibilidad de tener que identificar al contacto del desertor y eliminarlo.

Aguardé entonces la respuesta del General. Aquel tipo de misiones habían sido corrientes y numerosas durante mi "corta" carrera. No podía soportar a los traidores de Geld, era algo que no entendía ni concebía. Realmente se escapaba de mis manos y cuando frente a mí se encontraba una situación como aquellas inmediatamente no podía evitar que mi atención se centrara en los causantes directos de los males de Geld.

Mi hermano no murió en vano y no iba a permitir que ratas desertoras mancharan aquello por lo que él, yo y toda mi familia luchamos tanto.

Gehlen asiente satisfecho y recoge las carpetas de la mesa.

- El contacto es un mero captador, acabar con él descubriría a nuestros hombres en el campo. El informe no lo dice, pero no queremos que se sepa de su asesinato. Es una eliminación limpia, no debe haber cadáver ni evidencias de una muerte provocada. El cuerpo debe desaparecer, es mas útil para nosotros que piensen que ha cambiado de idea. Puede que al intentar encontrarlo y convencerlo salgan a la luz mas agentes enemigos, aunque sin son inteligentes simplemente recularan y reasignaran a todo el equipo.

Da un leve golpe en la mesa para alinear las carpetas y hace un gesto con la cabeza a modo de despedida.

- En el arsenal podrá elegir el equipo apropiado para llevar a buen puerto esta misión. Recuerde que actuará en territorio enemigo, no dispondrá de piso franco ni de cobertura de ningún tipo. Elija sabiamente su equipaje para pasar la frontera y no levantar sospechas una vez esté en el Imperio.

El General se marcha y te deja solo en la sala. Sabes que al final del pasillo está el arsenal y que tienes que rellenar un impreso por cada unidad de equipo que retires. Es tan tedioso que mas de una vez has llevado menos de lo esencial solo para no tener que lidiar con el molesto burócrata de la ventanilla.

La misión estaba dada y solo faltaba cumplirla. Me dirigiría al territorio enemigo, sin mucha información sobre que me deparaba. Tenía que ir solo y eliminar al objetivo, en silencio y sin contratiempos. Abandoné la sala prontamente y me dirigí al arsenal. No sabía que equipo especializado necesitaba, así que opté por algo medianamente básico.

Me aproximé al personal del lugar y solicité las formas correspondientes para mi equipo, disponiéndome a rellenarlas con todo lo necesario. Debería llevar ropas normales, quizá una armadura, coraza o chaleco ligero como blindaje por debajo de la misma, en caso de encontrarme en algún desafortunado tiroteo. Llevaría también una pistola, con munición suficiente y silenciador. Y por último un juego de dagas y cuchillos, tanto puñales de asesino como de lanzamiento. Además de los pertrechos necesarios, como alimentos, etc.

Luego de allí, me dirigiría hacia mi siguiente destino, para luego partir en busca de mi objetivo.

Una vez equipado abandonas las instalaciones del SIG y, tras llegar a Gelder, abordas un tren con destino a la frontera con el Imperio.
Durante el viaje repasas mentalmente la información que has leído hace apenas unas horas. El hombre al que buscas se llama Mordecai Vanunu, tiene 54 años, pelo cano y altura media. Has visto su foto, no será difícil reconocerlo si no va disfrazado.
Se cree que ha abandonado Geld y se esconde en Lyudmila, no muy lejos de la frontera norte del Imperio, posiblemente para estar cerca de casa si tiene el trato sale mal.

El tren se detiene al llegar a la frontera. Pese a que la vía continua dentro de territorio imperial todo el mundo debe bajar y pasar los controles pertinentes para volver a subir al tren tan solo unos metros mas adelante, eso sí, ya en suelo del Imperio.
Los controles consisten en unas preguntas rutinarias y en registros aleatorios del equipaje, incluso en determinados casos cacheos.

Barajas tus opciones, puedes intentarlo en la frontera como un viajero mas o buscar alguna alternativa. Sabes que una valla y varios puestos de vigilancia controlan toda la frontera del Imperio. Hay controles en carreteras y ferrocarriles, y todos son tan estrictos como este.
Sea como sea tienes documentación falsa, si no encuentran la pistola o los cuchillos deberías poder entrar sin problemas.

Reflexiono durante mi viaje desde Gelder hacia la frontera cómo actuaré al llegar a ella. No tenía tiempo de hacer un rodeo e ingresar al Imperio por otro lado y luego buscar otro medio de transporte. Decidí que pasaría por allí mismo, pero me arriesgaba demasiado si llevaba mi pistola encima, un cuchillo quizá que sería más lógico como arma defensiva.

Cuando llegábamos a la aduana de la frontera me dirigí al baño de mi vagón y escondí mi pistola de la mejor manera posible. Entre algunas placas del techo, en un recoveco del suelo o incluso dentro del orinal.

Entonces fue cuando empleé mis habilidades para pasar completamente desapercibido entre la multitud y resultar totalmente calmado.

Automáticamente se forma una cola para pasar por el control de la estación. Cada pocas personas sacan a alguien de la cola para un examen mas dedicado.
Uno de los soldados imperiales no deja de mirarte mientras estas en la fila. Cuando apenas queda una persona para que te toque el soldado se acerca a tu posición, justo cuando está a punto de situarse a tu lado el hombre que tienes delante abandona la fila y se marcha en dirección contraria con evidente prisa.
El soldado que se acercaba acelera el paso y comienza a perseguir al hombre que intenta huir. De repente eres el siguiente y el hombre que está en la puerta hace un gesto para que te acerques.
Pide tu documentación y te hace un par de preguntas genéricas sobre la duración y el motivo de tu estancia en el Imperio. Das las razones habituales y logras pasar a territorio imperial.

En cuanto todos han pasado el tren avanza para recoger a todos los pasajeros que han accedido al Imperio. No ves al hombre que intentó huir, puede que solo fuese un comportamiento sospechoso o que realmente tuviese algo que ocultar, sea como sea parece que te ha salvado de un cacheo mas que peligroso.

Subes al tren y te apresuras a recuperar tu arma. Sin embargo cuando vas a entrar el aseo está ocupado, unos instantes después la puerta se abre y sale un tipo orondo con una voluminosa maleta. Te sonríe con cierta vergüenza y después toma asiento al fondo del vagón.
Entras y buscas la pistola soportando un nauseabundo hedor, pero no está donde la dejaste hace unos minutos. No hay ni rastro del arma y sabes que es imposible que se haya caído o movido sin intervención humana.

-¡Maldición! Alguien la tomó, espero que ese hombre haya sido el único en entrar al baño luego de subirnos o encontrarla será una pesadilla...

Me dirijo hacia el vagón donde se encuentra el hombre de la maleta, no me importaba que hubiera tomado el arma, lo que realmente me preocupaba era que efectivamente fuera él quien la tomó y no otro, del que no tengo ni rastro.

Tomé asiento en algún punto del vagón que me permitiera observarlo disimuladamente. Lo haría durante unos cuantos minutos (al menos media hora) y en el caso de que se levantara lo seguiría a cualquier parte del tren. Trataré de descubrir si se trata de un agente enemigo, de alguien peligroso o si simplemente es un pasajero idiota.

Luego decidiré que hacer con él y cómo recuperar mi arma.

Observas al hombre durante un buen rato. Ha dejado la maleta en el estante que hay sobre los asientos y desde que se ha sentado no hace otra cosa que leer el periódico.
Regularmente pasa página y mueve la cabeza a medida que cambia de articulo. De vez en cuando levanta la cabeza para mirar por la ventana, pero no tarda en volver a su lectura.

Un empleado del tren pasa por el vagón anunciando la próxima parada dentro de unos minutos. No es la tuya, sabes que todavía quedan al menos una hora de viaje, pero desconoces si el hombre orondo se bajará del tren dentro de diez minutos o seguirá hasta, al menos, la siguiente estación.

Todo se había complicado, la próxima parada se acercaba, allí tanto el hombre de la maleta, como quién tuviera mi arma podrían abandonar el tren y no lo volvería a ver. Tenía que reaccionar rápido, para saber si aquel era el culpable del robo o no, y continuar la investigación antes de que el tren se detuviera en su penúltima parada.

Observé alrededor, buscando saber si el vagón contaba con muchas personas o pocas, en cualquier caso, mi objetivo era detectar algún vaso de café que pudiera tomar cautamente. En caso afirmativo, caminaría indiferente por el pasillo y tropezaría "accidentalmente" para arrojarle todo el contenido sobre el traje.

De esa manera podría atinar, como amable persona, a intentar limpiar su camisa, aprovechando para chequear su cuerpo en busca del arma, y en caso de que no la tuviera, aguardar a que fuera al baño a limpiarse.

En cualquier caso, debería ir al baño, momento en el que lo asaltaría en silencio.

De la media docena de personas que viajan en el vagón ninguna está cerca del hombre. Por suerte el único café que hay pertenece a un hombre mayor que duerme plácidamente.
Te aproximas al orondo y tras fingir un tropiezo casual derramas sobre su pecho el medio vaso de café que portas. Al no estar ya caliente la reacción no es tan dramática, aún así el susto y posterior enfado es bastante exagerado.
Intentas limpiar al hombre pero este se apresura a apartar tus manos y se aleja maldiciendo hacia el aseo. Por lo que has podido palpar, y tras verlo mas de cerca, no es viable que lleve el arma bajo la ropa. La camisa está a punto de reventar y los pantalones no podrían ocultar una pistola.

Con las prisas el hombre se ha dejado la maleta. Un equipaje tan enorme e hinchado como él, abrirlo puede ser tan peligroso como desactivar una bomba, pero parece ser tu única opción.
El problema es que ahora todo el vagón ha observado la escena y alterna su mirada entre él y tu.
 

Ya casi no era necesario abrir la maleta, aquel hombre no me había parecido un agente y no sería culpable de robar el arma, salvo que lo hubiera hecho solo por hacerlo.

Ahora que ya estaba en aquella posición, debía continuar, no podía quedarme con la duda de que hubiera ocultado la pistola en el maletín. Aprovechando el revuelo, y poco después de que el hombre se marchara al baño, cuando los pasajeros dejaron de prestarme atención, la abrí.

En caso de que estuviera allí la pistola, la tomaría y volvería a mi lugar, luego de cerrarla y dejarla en su sitio. En caso de que no estuviera, la cerraría y la dejaría en su sitio, pero partiría hacia el siguiente vagón.

Sin que nadie se percate de tu movimiento abres la maleta con cuidado de no dejar caer nada. De repente ves que algo se mueve entre un montón de ropa completamente descolocada.
No tardas en distinguir un par de ojos y parte de la cara de un niño. Apenas debe superar los siete años aunque solo ves su rostro. Su mirada se clava en ti, parece totalmente atemorizado.

Oyes como el hombre sale del aseo con prisa y se dispone a regresar a su asiento, todos los presentes observan al orondo y se dan cuenta de que su enorme enfado permanece alojado en su expresión.

Rebusco entre el bolso, ignorando al niño que allí había. Me causaba una profunda curiosidad y sin dudas que era absolutamente sospechoso. Intentaré determinar, simplemente por su rostro de temor, si éste era por que yo lo había descubierto (y estaba asustado por que lo delate) o si era por encontrarse allí en contra de su voluntad.

En cualquiera de los casos, lo que haría lo decidiría más adelante. Por ahora lo que me importaba era el arma, en cuanto terminé de rebuscarla en el bolso rápidamente, lo cerraré y lo devolveré. En caso de no encontrar el arma, me dirigiré a otro vagón, sin dejar de pensar en el niño y el hecho de volver en el futuro a resolver eso.

En caso de encontrarla, la guardaré y volveré a mi asiento en ese mismo vagón.

Por como te mira deduces que el temor del niño es que seas un soldado o alguien que lo ha descubierto. Cuando comienzas a tantear en busca del arma su rostro pasa a ser de confusión.
Tras unos segundos en los que rastreas la zona mas accesible de la maleta, y viendo que la llegada de su propietario es inminente, decides que la pistola no se encuentra dentro.
Cierras la maleta y como si no hubiera ocurrido nada abandonas ese vagón para entrar en el siguiente sin cruzarte con el tipo orondo.

En el vagón al que accedes hay una docena de personas, cuatro de ellas van juntas de modo que hay numerosos conjuntos de asientos vacíos.
No ves a nadie sospechoso, gente normal que viaja al Imperio. La mayoría tienen aspecto de imperiales, el resto son de Geld.
Mientras te sientas repasas las opciones de que el arma se haya caído a través del falso techo o por el hueco de la pared al arrancar el tren. Es tan remota la posibilidad como que alguien haya optado por entrar en el aseo y buscar precisamente en el sitio donde ocultaste el arma.
Sin embargo, a tenor de las evidencias, no parece haber mas posibilidades.

Analizando las posibilidades, y dándome cuenta de que no tenía muchas opciones, opté por volver al baño y hacer una última revisación del lugar. Buscando en cada hueco posible en el baño con la esperanza de encontrar mi arma. 

En caso de no encontrarla, volveré a sentarme en mi lugar original y continuaré vigilando, quizá el ladrón vuelva por curiosidad a la escena del crimen.

Regresas al vagón donde escondiste tu arma. El hombre, cuya camisa está empapada y manchada, te lanza una mirada de odio al pasar por delante de él. Observas como acomoda la enorme maleta contra la pared y puedes ver una pequeña apertura en la cremallera lateral.

Entras en el aseo y levantas el techo en todos aquellos puntos que es posible. Sigues rastreando en dirección contraría a la marcha del tren suponiendo que la inercia se ha encargado de desplazar la pistola hacia atrás. Puede que, si hay una pared, haya acabado en la esquina del cuarto y no llegues con facilidad.

Continúo buscando en lo que sería mi última esperanza. Quizá no había buscado tan bien la vez anterior y la pistola efectivamente se encontrara allí. ¿Qué sucedería si no estaba? ¿Cuál sería el próximo paso?

Ya en el Imperio no podía llamar la atención si no quería ser cazado como una rata o provocar una guerra. Atacar a cualquiera y dejar un mínimo de pistas que seguir sería muy idiota, y desaparecer un cuerpo arriba de un tren no parecía ser una manera factible de "pasar desapercibido".

No me podía arriesgar a atacar al hombre de la maleta y el niño sin estar absolutamente seguro. Sería demasiado riesgoso. ¿Acaso encontraré mi arma en el baño, o continuará perdida?

Apoyando tus pies en la pared metes completamente tu brazo en el falso techo. Palpas cada poco intentando encontrar tu arma o un hueco por el que haya podido caerse.
Finalmente tocas algo y en seguida te das cuenta de que se trata de la pistola, se ha debido mover hasta una esquina cuando el tren ha arrancado.
Con la yema de los dedos atraes la pistola hasta tu mano, coges el arma y en cuanto la recuperas regresas al suelo aliviado.
Escondes la pistola y sales del aseo. Ves al hombre al que has vertido el café, se dispone a bajarse mientras el tren entra en la ultima estación antes de llegar a tu destino.

El tipo orondo transporta con bastante esfuerzo la maleta, si no supieras cual es su contenido pensarías que su condición física es lamentable.
Al mismo tiempo que el hombre abandona el tren otras personas suben. Un par de mujeres bastante atractivas para ser imperiales se sientan en una zona con varios asientos libres.
Tras ellas un hombre de avanzada edad toma asiento lo mas cerca de la puerta que puede.

Uno de los empleados del tren avisa del inminente abandono de la estación, también recuerda la siguiente parada e informa que llegareis a ese lugar en tan solo media hora.

Quizá una gran preocupación siguió al alivio de haber encontrado el arma, ¿cómo podría haber sido tan idiota? El arma había estado allí todo este tiempo, incluso podría haber hecho una barbaridad, podría incluso haber asesinado a aquel hombre sin saber y todo por un maldito malentendido.

Reflexioné sobre ello, las posibilidades y el futuro cercano de mi misión, tratando de enfocarme en cuestiones productivas como cuál sería mi siguiente paso. Miraba el paisaje desde mi asiento, perdiendo mi vista en el horizonte, y de vez en cuando echando un vistazo a las hermosas muchachas que se habían subido. 

No era un hombre al que las mujeres significaran una gran distracción, especialmente cuando me encontraba en una misión, pero no podía evitar el hecho de disfrutar de ellas, o en aquella ocasión, al menos su imagen. Le solté una sonrisa a una, pero no quería ir más allá, debía concentrarme en lo importante.