Partida Rol por web

-Bueno tienes razón, siempre nos usaban... asi que suerte que la explosión no nos mató, o nos dejó hechos polvo, y que estábamos medio cerca. La verdad, yo fui al refugio con lo puesto... Poco más. ¿Tu?-Le pregunto despreocupadamente a Juan.

Cuando Nara se disculpó, yo negué con la cabeza y le sonreí cariñosamente, como quitándole hierro al asunto. 

—No pasa nada... 

Sin embargo, ni ella ni Xose sabían que significaba aquellas palabras. Pese a todo, traté de grabármelas a fuego en la mente. Tal vez no eran más que unas palabras sin mucha importancia pronunciadas en una charla casual, pero... tenía un presentimiento de que eran algo más.

... 

En cuanto a lo de que no nos había registrado, no había caído en la cuenta de ello. Si no nos habían quitado las armas, tal vez era o porque no pensaban que fuéramos una amenaza real, o porque se les había escapado registrarnos... lo cual sería absurdo. ¿Quizás no teníamos nada que temer? Xose parecía desconfiar, y a mí, la verdad, tampoco me daba aquello muy buena espina. Así que miré algo desconfiada a los guardias, en especial a los que estaban apostados en las atalayas. Sin embargo, mi atención divagaba rápido... Después de todo, yo era feliz viendo el verde de la hierba... tanto que después de haberme resistido lo suficiente, no aguanté más y me tiré al suelo a acariciarla.

—¡Qué suave...! —exclamé, sorprendida.

Cualquiera que me viera, pensaría que estaba loca... No todos los días se veía a alguien acariciando la hierba con la cara... 

—Nara, ¡mira! ¡Es tan suave como tu pelo~!

Los guardias de afuera parecen más preocupados por organizar al enorme grupo de supervivientes sin que haya muchos altercados que de desarmaros o amenazaros. Aunque es cierto que hablan violentamente y os tratan con mucha brusquedad; no parecen demasiado amigables. Los que hay sobre las torres no apuntan a nadie con sus armas. Algunos miran hacia afuera y otros hacia adentro, aunque las defensas de metal parecen estar colocadas para defenderse de un ataque desde el exterior. De todas formas tanto vosotros como los otros supervivientes que os acompañan vais armados con armas rudimentarias y artesanales como porras, bates, machetes, cuchillos... y ellos llevan armas de fuego en su mayoría, además de ir bien equipados con protecciones completas.

-A nosotros nos pilló por sorpresa. Se empezaron a escuchar explosiones y nadie sabía nada, nos cogieron y nos metieron en el búnker. Después, una vez allí preguntando me enteré que las explosiones las llevaron a cabo los ferrolistas, jamás se han llevado bien, tú sabes, son la competencia. Aún así me pareció muy desproporcionado bombardear casi toda Galicia por acabar con los de Arousa- me acerco más a mi oyente para susurrarle -Los narcos de Arousa son más poderosos de lo que ellos se creían, no es fácil acabar con ellos- 

Todo aquello me resultaba muy raro: las ventanas tenían barrotes pero nos dejaban a nuestro aire, con nuestras armas, y ciertas comodidades...

- Sunhee, ven, quiero asomarme fuera... Por favor acompáñame a la puerta. - se lo dije mirándola aunque no la cogí de la mano, solo necesitaba su presencia cerca.

Me acerqué al umbral de la puerta y salí, teniendo a Sunhee siempre a mi vista desde donde estaba. 

El aire fresco de la playa y los bosques que nos rodeaban me calmaron un poco, hasta pude disfrutar un poco del paisaje. Las vistas se estropeaban con aquellas atalayas y los hombres armados. En un instante volví a la realidad y miré alrededor buscando a alguien con quien hablar. Mi intención era dirigirme educadamente a alguien que nos pudiera explicar dónde estábamos, qué hacíamos allí y por qué nosotros... Y si podían darnos algo que llevarnos a la boca.

Cuando Nara sale fuera ve a dos narcos acercarse y le ordenan que entre. Justo venían a vuestro barracón, a vuestro encuentro. Una vez dentro, uno de ellos os habla a todos.

 -Es vuestro turno de ducha, coged todo lo que necesitéis y acompañadnos. Estaremos en la puerta esperándoos- 

Antes de la llegada de los guardias, me dio tiempo a medio terminar la conversación con Juan. 

-Si, fueron los ferrolistas, aunque quizás no fuera contra los de Arousa. Y de verdad, empiezo a creer que son poderosos, ¿sabes algo más de ellos? ... ¡¡Eh!! Espera, vienen, creo...

Había visto como Nara salía a la puerta, con Sunhee, pero entraron casi de inmediato, con dos guardias, indicando que iríamos a las duchas. Pregunté en voz baja: -Nara, Sunhee, ¿Qué hacemos con nuestras cosas? ¿Las dejamos aquí a buen recaudo? ¿Sencillamente nos van a dar hogar, cama, aseo y luego comida por nada? ¿Que pasará aquí?

Asentí con la cabeza a Nara, dispuesta a salir para disfrutar de nuevo de la suave hierba cuando...

—¡¿Ducha?!

Estaba deseando darme una ducha. ¡De verdad que sí! Pero las palabras de Xose me hicieron dudar... ¿dónde íbamos a dejar nuestras cosas? ¿Sería seguro dejarlas sin vigilar? Y, lo más importante, ¿era seguro ducharnos?

—Yo... también pienso que esto es raro —les dije—. Antes me fijé bien, y las atalayas no parecen estar pensada estrictamente para vigilarnos, aunque también pueden hacerlo, claro. En cuanto a las vallas... pues parecen más bien pensadas para defender del exterior, eso sí... Pero... nos tratan mal...

No era difícil de ver aquello último... solo había que prestar atención al tono en el que nos hablaban y cómo nos miraban. Éramos como mercancía sin valor para ellos. Dudé un poco antes de continuar, garantizándome que ninguno de los guardias, ni nadie que no fuera Nara y Xose, pudiera escucharme...

—No creo que les importe que llevemos palos y cuchillos... ellos van mucho más armados que nosotros. Quizás por eso no nos han registrado bien: porque nos ven como insectos. Creo que... deberíamos tener cuidado.

Estaba claro que, antes de entrar en la ducha, trataría de buscar alguna manera de escapar si algo iba mal. No sé. Que nos asaltasen cuando estuviésemos desnudos o que trataran de fumigarnos con algún gas raro... De hecho, si podía evitar ducharme, lo evitaría... por mucho que me pesase no poder quitarme el olor a sudor. Ya buscaría un lago o un río luego... o me ducharía al día siguiente si no pasaba nada raro.

Eso sí, había algo que me preocupaba más incluso:

—Nara... no te separes de mí, por favor...

Mientras habláis entre vosotros en susurros, los demás supervivientes de vuestro barracón, incluidos Elisa, Juanita y Juan, ya están listos. Se han preparado con entusiasmo ante la idea de una buena ducha tras meses de ínfima higiene. La mayoría han dejado sus cosas sobre las camas y llevan lo puesto, otros han conservado algún arma pequeña, como un cuchillo o daga entre sus ropas. Todos os miran, esperándoos para salir.

Yo tampoco tenía muy claro qué hacer, y sentía la presión de todos mirándonos.

- No tiene mucho sentido que me lleve las flechas a la ducha, creo que las tendré que dejar aquí, muy a mi pesar. - fui a mi cama y las solté encima. - ¡Tendrá que venir un ejército de zombis para que me separe de ti y lo sabes, Sunhee! - sonreí mientras la rodeaba con mis brazos y me dirigía fuera. Me sentía insegura e incómoda pero intentaba infundir tranquilidad y seguridad a mis amigos. Me corroía por dentro no llevar mi arco, pero tampoco quería llamar la atención de los guardias nada más llegar. Es mejor pasar desapercibida para que luego no te echen de menos si desapareces.

- Ahora nos vemos, Xose! Ten cuidado y vuelve pronto por favor. - dije suponiendo que las duchas no serían mezcladas.

Al final, parecía que había que dejar las cosas allí, y eché en falta el cuchillo, que casi se podía esconder en cualquier parte. De todos modos, guardé mis cosas en la mochila, y dejé está lo más apartada posible, y me dirigí con los otros. 

Fui a la fila casi sin decir palabra. La verdad, no me apetecía hablar con los desconocidos, y con Juan delante de tanta gente no se podía continuar la conversación. Y algo del miedo a los narcos que había visto desde niño también me hizo quedarme quieto en la fila. Asentí al al comentario de Nara, y esperé a ver qué ocurría entonces. 

Como Nara y Xose, dejé mis cosas en la mochila y la guardé en mi cama tratando de ocultarla lo mejor posible dentro de las circunstancias. Al menos que no estuviera demasiado visible. En cualquier caso, cogí la daga y me la guardé dentro de la ropa. Cuando entráramos en los vestuarios, esperaría un poco a ver qué ocurría o trataría de ocultar la daga cerca del lugar en el que fuera a ducharme, para tenerla a mano por si acaso...

—Nos vemos pronto, Xose...

Por lo menos, yo podía ir con Nara. Si fuera Xose, no sé si podría ducharme... Y es que incluso sin armas, Nara podía ser muy peligrosa. Con ella podía sentirme segura y protegida.

Eso si, durante el camino hasta las duchas estuve atenta en búsqueda de una vía de escape en caso de que pasara algo.

Los guardias os guían hasta las duchas atravesando el recinto. Frente a la puerta de uno de los barracones unos niños ríen y juegan al caracol, en otro un par de ancianos están asomados a una ventana, charlando animadamente y comentado las caras de los recién llegados. El suelo está cubierto de suave hierba verde, e incluso hay flores blancas por aquí y allá. El barracón de las duchas es otro barracón más, idéntico por fuera al vuestro, pero con una docena de duchas separadas en su interior. Antes de entrar otro grupo sale, ríen, huelen a jabón, y están limpísimos. La humedad y los olores perfumados salen por la puerta, donde podéis ver un pequeño arco iris al incidir la luz del sol en el ángulo óptimo.

Dentro os espera una gran sorpresa: las duchas tienen agua caliente. Os enjabonáis como niños, Juanita también, sí. Sentís el agua recorrer vuestra piel. Elisa parece algo más tímida y recatada, y se va a la ducha más alejada. Jugáis y os aseáis como hace muchísimo tiempo que no hacéis. El momento termina siendo una fiesta, y a todos os embarga una sensación extrema de bienestar. Los guardias, que se han quedado fuera todo el tiempo, no os interrumpen, y cuando termináis os guían de nuevo a vuestras camas, mientras sentís el sol sobre vuestra húmeda piel, y el frescor estival costero de las últimas horas de la tarde en vuestros pies.

Al llegar al barracón otra sorpresa os espera: la mesa está cargada de comida, más que suficiente para los doce que hoy dormiréis aquí. Hay pan, frutas, verduras, algo de carne y sobretodo pescado. Todo está cocinado al fuego, o hervido. Hay manzanas, puré de patatas, sopa verde de col, salsa de tomate, bacalao, sardinas, pulpo, mejillones, bocadillos de fiambre, bollos de pan blanco, negro y amarillo, y hasta una botella de vino tinto que tendréis que compartir entre los doce. Es un gran festín, nunca antes habíais visto tanta comida junta, ni de esta calidad. Así que sin pensarlo demasiado lo devoráis entre risas y lágrimas de felicidad.

Esta noche, tras comprobar que vuestras cosas, incluidas las armas, aún siguen donde las dejasteis, dormís. Y lo hacéis como angelitos; como hacía muchos años que no hacíais, quizá desde que erais pequeños... o quizás es que nunca, jamás en vuestras vidas, habéis tenido la suerte de acostaros en una cama con un colchón como éste, tras una ducha como ésta, y habiendo disfrutado una cena como ésta.

Lo que jamás esperé fue lo que sucedió. No sólo pudimos ducharnos tranquilamente... sino que fue con agua caliente. ¿Cuándo fue la última vez que me había duchado con agua caliente? Y encima luego nos dieron de comer en cantidad. ¡Hasta pulpo y vino! ¿Había algo mejor? Por momentos, incluso había olvidado la sensación de peligro y las miradas de los guardias... pero en lo más profundo de mi interior sabía que tarde o temprano nos pedirían algo a cambio de todo lo que nos estaban proporcionando. Después de todo... nadie daba nada gratis.

Pese a todo, mis expectativas por ese lugar habían cambiado por completo. Ya no lo veía con tan malos ojos.

—¿Qué tal tu baño, Xose? —le pregunté durante la cena—. Nosotras súúúper bien, ¿verdad, Nara~?

Para las chicas, compartir baño era de lo más normal del mundo, pero... recordaba como José y Gaspar evitaban ir al baño juntos cuando estábamos en nuestro primer refugio. Nunca llegué a entender bien por qué, pero me preguntaba si a Xose le pasaba igual...

En cualquier caso, independientemente de mis pensamientos y mi curiosidad, la noche acabó cayendo... y, tras comprobar que todo estuviera en orden con mis cosas, acabé totalmente frita. No era fácil resistirse al sueño en una cómoda y blandita camita.

Extraño era, efectivamente. Pero por ahora no parecía que lo fuera desde el lado malvado, si no que aquello parecía lo que habían querido hacer de Hoke: niños jugando, mayores descansando del trabajo, protección, tranquilidad, paz y belleza... ¡Y agua caliente! ¡Y corriente! Si para mi el agua caliente era un lujo para algunas fiestas en Baroña, la corriente no la habia visto jamás hasta el bunker... Así que me dispuse a disfrutarla. 

-​​​​​​-Pues para mi, Sunhee, una pasada- dije, con una sonrisa de oreja a oreja tras aquel rato. -No me lo esperaba. 

Y el remate, la comida. El pescado era bueno, realmente bueno. Y el pan excelente. ¡Y había pan blanco! Todo un lujo. 

Y una botella de vino. 

Tampoco bebí tanto. 

Pero, oh, ¡ bendita bebida! Eso terminó de alegrarme el día. Y ya hacia el final, repleto de comida y alegre por todo, comencé a cantar: 

A la mañana siguiente todo el mundo está de buen humor. Alguno incluso con dolor de cabeza o de tripa por los excesos cometidos durante la cena. El ambiente es de optimismo, y os preguntáis qué os deparará el día de hoy. Más aún cuando afuera, en la calle que forman los barracones, unos cuantos narcos empiezan a levantar una especie de estructura. Desayunáis los restos de la cena de anoche cuando la Faro entra por la puerta.

 - ¡Escuchadme todos! Estad atentos que van a venir a buscaros-

- Perdone, pero...¿quiénes van a venir? ¿qué tenemos que hacer?- pregunté y no sé cómo las palabras salieron de mi boca, porque tenía todo el miedo que podía albergar en mi cuerpo.