Partida Rol por web

Era evidente que aquella criatura no estaba por la labor de parlamentar. En realidad dada su morfología, similar a la de un insecto, Rob tenía serias dudas incluso de que fuera capaz de hablar. Aunque cuando lanzó un escupitajo a través una especie de trompa similar a la de una mosca y el líquido verdoso derritió parte del acero de la carreta el mediano sintió algo que otra raza habría considero miedo. Claro que para un mediano como él se tradujo en una curiosidad preocupante. 

Entonces escuchó la carga a sus espaldas. Aunque tuviera boca estaba claro que la paladín no venía con intenciones de comenzar un diálogo. 

Rob intentó apartarse pero el voraz de la oscuridad se abalanzó al mismo tiempo sobre él por lo que no le quedó más remedio que retroceder para intentar esquivar su trompa, tropezando fatalmente con Valeria. La muchacha aprovechó su impulso para empujar hacia atrás al monstruo y poner a salvo al mediano, pero a costa de quedar casi abrazada a aquella criatura. ¡Lo tenía difícil para maniobrar usando su espada en aquella postura! El monstruo por su parte parecía dispuesto a clavarle sus puntiagudas garras en los costados mientras su trompa provocaba un sonido de succión que solo podría anunciar otro escupitajo. 

Maldito Rob! por su imprudencia ella se encontraba en medio de una refriega donde parecía tener todas las de perder. Su brazo había quedado trabado entre las patas/garras/loquesea de la criatura y no tenía mucho más para defenderse... ¿O sí lo tenía?

-Por la autoridad divina que me confiere Pinxopa, Diosa que encarna todo lo bueno que se puede encontrar en el calor de un suculento plato de guiso y la tranquilidad que provoca una bella historia contada a la luz de una hoguera durante una noche fría de invierno, te ordeno que te apartes y te tranquilices! No queremos hacerte daño, no vamos a hacer nada si tú no lo haces -la paladín dudaba de que el bicho entendiera sus palabras, pero confiaba en que el poder de su deidad le diera el tono justo a su voz para calmar a la fiera.

Rob notó cómo Valeria pasa a se lado gritando y se lanza sobre la criatura, acabando a horcajadas encima de ella.

- ¡Hala! Si tantas ganas tenías de lanzarte encima de alguien, podías haber escogido a uno que diera menos grima, Val. Garlukan tampoco es el hombre más guapo del mundo, pero seguro que podrías encontrar a un humano de tu tamaño sobre el que lanzarte así...

Pero el escupitajo ácido del ser insectoide había derretido parte de una carreta y ahora intentaba apuntar con esa trompa a su amiga, así que corrió hacia ella lo más rápido que pudo, alzando la mano en la que llevaba el saquito para infusiones y lanzándola a la trompa del ser.

Rob no tenía muy claro si la Raíz Dorada afectaría a la fisiología del monstruo en forma de insecto, pero había utilizado esa hierba en alguna ocasión con humanoides y durante varias horas se habían comportado con él como perfectos caballeros, considerándole un gran amigo a pesar de su difierencia de estatura, que era la razón por la que, según Rob, los humanos desconfiaban de él. Si esa raíz funcionaba como esperaba, ese devorador de la oscuridad se quedaría prendado de la mujer paladín. Lo cual, viendo la efusividad con la que Valeria le está tratando, no dejaba de resultar preocupante, pero seguro que eso es mejor a que termine igual que la carreta que estaba en la entrada de la mina.

Nora no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo podía ir todo tan mal? Se preguntaba una y otra vez mientras buscaba entre sus bolsillos alguna respuesta inmediata.

—¡Aquí está! Esto me servirá— Cogió uno de los petardos que le había dado Rob y lo ató a la punta de una de sus flechas. Lo encendió con rapidez y apuntó hacia el interior de la cueva.  La fecha salió zumbando. Su intención no era dañar al voraz, por miedo a herir a alguno de sus compañeros, sino llamar su atención y dar a los dos unos segundos preciosos para poder escapar sanos y salvos de allí. Estaba claro que no eran rivales para la criatura. El problema era "¿se habría ya dado cuenta el mediano?"…

Valeria intentaba utilizar su palabra de ley para que el monstruo obedeciese pero el efecto fue justamente el contrario¹. La criatura clavó con ganas sus garras en los costados de la muchacha. El dolor fue atroz cuando aquellos punzantes miembros se estiraron para atravesar y desgarrar la carne a su paso. 

Mientras tanto Rob intentaba inútilmente que la criatura ingiriese la raíz dorada mientras la trompa de la criatura se movía en un amago de ¿morder? ¿comer? ¿escupir? Fuera lo que fuera que iba a hacer la bolsita en sus narices provocó que la trompa se moviera espasmódicamente y acabara volando por el aire. 

Por fortuna una explosión de luces estalló por encima de ellos en el momento adecuado cuando Nora disparó su flecha[3]. El voraz hizo un ruido muy raro, como el que podría hacer un grillo gigantesco, mientras sus punzantes brazos soltaban la presa de la paladín y su cabeza se movía en todas direcciones, sin duda cegada por aquella luminosidad.

Rob frunció el ceño al ver que su bolsita de Raíz Dorada salía despedida con una especie de estornudo. Al menos esperaba que su acción sirviera para que el bicho voraz no pudiera seguir escupiendo ácido durante un rato por esa desagradable trompa.

Con un gesto ágil, desenvainó su espadín y se lanzó sobre la criatura derribada. - ¡Eh! ¡Deja a mi amiga, zopenco! Si no crees en la palabra de Pinxopa es cosa tuya, pero ¡no claves tus sucias zarpas en Valeria!

Se acercó a la criatura y empezó a clavarle la delgada hoja con saña, olvidando las enseñanzas de su maestro y usando movimientos más propios de un apuñalador que de un espadachín entrenado. Después de todo, el mediano prefería quedarse al alcance de la bestia y darle a Valeria la oportunidad de recomponerse que usar sus tácticas habituales para frustrar a la criatura y llevarla a situaciones en las que el pequeño tamaño de Rob le pudiera suponer una ventaja.

Nora salió corriendo de su escondite al ver al mediano controlar la situación (a su manera, como siempre, claro) con la intención de proteger a Valeria de ese monstruo.

—¡Vamos, sal de aquí, yo te cubro!— Le dijo a la paladín mientras se colocaba entre ella y la criatura, lanza en mano, en posición de ataque.

Valeria no se detuvo a pensar, su instinto la impulsó a actuar al ver la ventaja que le estaban ofreciendo sus compañeros, para zafarse de aquel abrazo mortal. Sin embargo, su furia por la falta de respeto a la voluntad de su diosa le impidió actual con la gracia que la caracterizaba.

-Maldita bestia del averno, como te atreves a desafiar la voluntad de Pinxopa? -espetó con rabia. Tal era la cerrazón en su fe, que sus músculos se paralizaron a mitad de camino, impidiéndole huir.

Era una situación desesperada. El pequeño mediano estaba ahora a horcajadas de la criatura descargando su puñal una y otra vez. Viendo como saltaba la sangre verduzca en todas direcciones parecía imposible reconocer al normalmente bienintencionado hombrecillo, convertido ahora en una fiera asesina. 

Por su parte Nora se interpuso entre Valeria y el monstruo, lo cual fue una suerte ya que la paladín en lugar de retroceder decidió encararse al monstruo. Otros podrían pensar que era una estupidez pero para aquella mujer su honor era más importante que su vida. 

El sorprendido monstruo se intentaba librar del pequeño acuchillador cuando un grito retumbó en la caverna: 

- ¡GARLUKAAAAAN!

El bárbaro se abalanzaba sobre el monstruo blandiendo su espadón. Su embestida atravesó a la criatura por el pecho y moviendo frenéticamente sus músculos hizo que la espada desgarrase de forma violenta la carne de la criatura. Aquello era una completa carnicería.

Al final de unos minutos la cosa estaba muerta en el suelo, casi irreconocible entre las puñaladas recibidas por Rob y el brutal cercenamiento de Garlukan.

Nora, por su parte, permanecía impávida, lanza en mano, defendiendo a una Valeria que acababa de perder pie debido a las heridas sufridas. Su voluntad podía se de acero pero su cuerpo había sido castigado duramente.

Con una sonrisa, el mediano envainó el estilete que en sus manos hacía de espada ropera.

- ¡Bravo, Garlukan! Siempre es una buena estrategia distraer a estas cosas para que un bravo guerrero como tú acabe con ellas - le dijo. Obviamente a Rob no le interesaba lo más mínimo la fama de matamonstruos, sino que tenía unas aficiones ligeramente más materiales, como demostró enseguida al agacharse a rebuscar entre los despojos de la criatura. - ¿Ves, Valeria? ¡No tenías por qué preocuparte! Estaba todo controlado. Parece mentira que a estas alturas no te fíes de mi planificación...

Levantó un momento la mirada para fijarse en la mujer, recordando sus últimas palabras mientras se enfrentaba al voraz de la oscuridad. - Además, seguro que Pinxopa ha guiado el brazo de Garlukan para acabar con los infieles, ¿no crees? - Le dijo con una sonrisa. - El único problema es que no nos ha dicho nada sobre el señor Gangas...

Con un rápido movimiento de su mano, recogió la bolsita que había saltado por los aires cuando se la intentó meter al insectoide entre sus fauces y la volvió a meter en su saquillo.^[1] - ¿A ver qué tenemos por aquí? - susurró mientras apartaba los harapos que cubrían al voraz.

Rob revisó los harapos de aquella criatura. Por un momento creyó realmente que nada útil podría sacarse de un ser tan extraño - el pequeño aventurero desconocía el término alienígena - pero al final vio un objeto brillante que resultó ser un cubo de cristal del tamaño de un pulgar. ¿Un dado? Pero en sus caras no se veía nada. Aunque en el interior había una pequeña voluta de humo que se revolvía constantemente¹.

Miro alrededor. Aquella criatura no parecía estar por motivos de trabajo en la mina. Dudaba que los voraces de la oscuridad se dedicasen a la minería. Pero recordó que al entrar estaba observando la carretilla. Así que Robo hizo lo mismo e intentó comprender por qué había entrado allí aquella criatura. Encontró algo enganchado en una de las ruedas. Un harapo oscuro de una tela casi idéntica a la que vestía el voraz. Revisó al bicho pero no parecía tener más desgarros en sus ropas que los provocados por una ración de cuchilladas y la espada de Garlukan²

Pero lo que de verdad buscaban allí era alguna pista de Hernan o los bárbaros desaparecidos. Pero allí no había rastro alguno, al menos que él viera. Lo que había era una mina que se internaba en la oscuridad, donde probablemente les esperarían aquellos que habían atacado la aldea y, con un poco de suerte, los aldeanos secuestrados³.

Rob observó un momento el cubo y el humo de su interior, a penas el tiempo suficiente para comprobar si sus caras están numeradas, y rápidamente lo guardó en uno de los bolsillos de su jubón. Luego se levantó y dio un pequeño paseo por la entrada de la mina.

- Parece que hay más de uno - dijo agitando en el aire el trozo de tela que separó del carro sin dudarlo ni un momento. - Pero, ¿cómo se ha dejado esto aquí? - se preguntó mirando al chamán. - ¿Habrán traido a los bárb... habitantes de su poblado en ese carro? - Le preguntó. Desde luego eso sonaba mucho menos interesante que la teleportación, pero viendo que el voraz no había aguantado más que un par de cuchilladas y un tajo de Garlukan, tal vez estos seres no sean tan poderosos como nos había hecho creer el anciano.

- De todas formas, aquí fuera no hacemos nada - dijo tratando de animar a sus compañeros para moverse hacia el interior de la mina. - Aún nos queda uno de esos cohetes - añadió dándole los fuegos artificiales a Valeria - pero si llevamos antorchas ahí dentro nos van a ver llegar mucho antes de que sepamos qué nos vamos a encontrar - avisó a sus compañeros. ¿Dónde estaban los enanos cuando les necesitaban? "Para moverse por las minas, siempre sigue a un enano", decía su tío. "Si no puede ver en la oscuridad o comunicarse con la piedra, al menos le oirás caer por un agujero en el suelo antes de pisarlo tú". Giró la cabeza hacia le bárbaro, que al menos tenía barba como todos los enanos (y las enanas que no se depilaban según la moda humana), pero en seguida llegó a la conclusión de que no era buena idea dejar que el mejor guerrero, el héroe que había matado a la mayor parte de sus enemigos, se despeñase por una sima en la mina. - Bueno, ¿nos vamos? - preguntó ofreciéndose tácitamente a ir él primero.

Nora se sintió aliviada al ver cómo Garlukan se deshacía de esa espantosa criatura. Al menos ahora tenían la certeza de que los voraces eran mortales.

Ayudó a Valeria a levantarse y se preocupó por su estado.

La pantera se acercó al insectoide, olisqueó ligeramente y se apartó con la cola entre las piernas. La situación era complicada. No sabían cuántas más se hallaban en el interior de la mina.

—Quizá Luna pudiera seguir el rastro, guiarnos (ella ve mejor en la penumbra), y alertarnos de la presencia de esas cosas pero en la más absoluta oscuridad sería difícil defendernos y entrar con antorchas delataría nuestra presencia en demasía— suspiró— Estoy de acuerdo contigo Rob—.

— O quizá el anciano pudiera utilizar su poder de druida para invocar a los espíritus y transformase en murciélago, … o en luciérnaga, o en… — notó cómo se le acababan las ideas, eso era evidente y se dejó caer en el suelo, con mueca de niña malhumorada.

Se sentía derrotada pero cogió fuerzas, se levantó con energía y continuó —Aunque quizá sólo haya una manera de averiguar qué hay más allá de la entrada. Seguidme.— Y echó a andar junto a Luna, despacio, con sigilo, pegada a la pared de piedra, arco en mano, hacia el interior de la mina.

El rostro de Rob se iluminó ante las palabras de Nora. ¡Alguien había dicho que estaba de acuerdo con él! El mediano no escuchaba eso todos los días, pues parecía que los humanos tenían alergia a la lógica de sus pensamientos. Iba a contestar enseguida a la exploradora, cuando escuchó la sugerencia de que el druida se transformase en algún tipo de animal.

- ¡Espera! ¿Quieres decir que puedes transformarte? - Le preguntó, distraido al chamán. - ¿En qué? ¡Luciérnagas! ¡Eso sí que tiene que ser divertido! Puedes volar, dar luz y seguro que hay más de dos formas de hacer sonreir a la gente*... Y... ¿podrías transformar a otros?... ¿A mí? - preguntó. La idea de convertirse temporalmente en un ser completamente diferente era casi tan atractiva como la de volar o teleportarse.

Giró la cabeza y vio cómo Nora no le había esperado y ya se adentraba en el túnel. - ¡Oye, espera! - le dijo. Evidentemente, lo de darle la razón no iba a durar. ¡Humanos! - Vas a necesitar a alguien con cabeza ahí adelante - dijo corriendo hacia ella. Además, yo encontré esas huellas, así que seguramente pueda ayudarte a seguirlas. ¿Ves? Van por aquí - dijo pisando sin querer el rastro que había encontrado antes. - ¡Ups!

Nora echó un vistazo al suelo mientras Rob hablaba con el chamán. El hombre se encogió de hombros:

- Aunque puedo transformarme en muchas cosas... ¿nunca hibeis probado a usar antorchas? 

El viejo se acercó a un montón de piedras que había a un lado de las carretas y tomó una de las antorchas que allí había tiradas. Sin duda los mineros las usaban para adentrarse en la oscuridad.

- Yo la llievo.- dijo mientras se acercaba a la exploradora para iluminarla.

Nora revisaba el suelo. Había pisadas de botas. Muchas. Recientes. Los bárbaros había tenido que pasar por allí quizás unas horas antes. También había un marcas de algo que había sido arrastrado. ¿Un cuerpo quizás? ¿Hernan? 

Todo conducía hacia el interior del túnel, por supuesto. Con la luz del viejo vieron que a intervalos regulares había porta-antorchas en las paredes. ¿Valdría la pena coger más de aquel montículo e ir dejando un rastro iluminado? El rastro era fácil de seguir ya que por el momento sólo aquel túnel se internaba en la oscuridad de forma inequívoca, descendiendo.

Al ver cómo danzaban sus sombras entre las estrechas paredes de roca, Nora sintió un escalofrío. La decisión de llevar antorchas era un arma de doble filo, podían ser vistos con facilidad y eso la ponía nerviosa. Miró a Luna que se había parado por un momento y escuchó también el extraño sonido que venía del fondo.

Empezó a pensar en los peligros que aguardaba la cueva en su interior: monstruos, trampas… ¡trampas! Ahora era ella la que se había parado en seco. Miró a Rob y dijo:

—Creo que tus habilidades de saqueador nos vendrían bien en un momento como éste, ves tú delante, junto a Luna. Yo iré detrás de ti. Abre bien los ojos—.

Entonces se giró hacia el gigantón y dijo —Garlukan, protege a Valeria. Todavía está recuperándose—.

 —Sath irá en el centro, iluminándonos con la antorcha. ¡Vamos!—. 

Rob negó con la cabeza cuando vio la antorcha. La luz del fuego en un pasaje oscuro iba a revelar su presencia en toda la mina, tal y como había comentado antes, pero no tenía muchas ganas de discutir con el anciano senil. Tal vez, después de todo, si estaba bajo el influjo de los monstruos cucaracha esos y sencillamente pretendía delatar su posición.

Nora empezó a hablar y en seguida abrió la boca para protestar. - ¿Cómo que saquead...? - se interrumpió de golpe. El resto de la frase era mucho más importante que el hecho de que Nora aún pensase que él se dedicaba a saquear cosas en vez de al noble arte de recogerlas para que no quedasen perdidas.

- ¡Junto a Luna! - dijo con una sonrisa. Vale, había especificado "junto" y no "encima", pero estaba seguro que se le ocurriría algo por el camino para poder, al fin, montar en la pantera. - ¡Vamos preciosa! - le dijo al negro felino, poniéndole la mano en un costado. - ¡Nos toca investigar juntos!

Sin más dilación, avanzó junto al felino por el pasillo, esperando que todo el mundo reaccionase a tiempo para seguirle.

Rob abría paso pero estaba más atento a la enorme pantera que descendía a su lado que a las vías que seguían. De hecho en un determinado momento incluso llegó a tropezar con uno de los travesaños para caer rodando unos metros ante la sorpresa de todos, incluida la propia luna. 

Por suerte para el mediano no había ninguna trampa que disparar en ese recorrido y lo único que sucedió es que terminó en una cámara donde convergían tres vías: la que conducía al exterior y que ellos habían seguido hasta allí y otras dos producto de una división a izquierda y derecha. 

En el centro de la sala había montones de cobre sin tratar abandonado. Probablemente era lo que los bárbaros sacaban de la mina antes de ser interrumpidos. También había un cadáver que debía llevar allí bastante tiempo, quizás un par de semanas, pero que con la frescura de la caverna se había mantenido más o menos intacto pese a que algunos escarabajos habían formado un hogar en varias de las cavidades de su cuerpo. Al menos en las visibles. Era un hombre de aspecto fuerte pero que tenía el rostro desencajado en un eterno grito que permitía ahora a un escarabajo del tamaño casi de un puño llevar alimento a la progenie que jugueteaba por entre sus muelas. 

Cuando Valeria se giró para preguntarle al chamán si conocía a aquel individuo se dio cuenta de que el anciano ya no iba con ellos...

Valeria miró asombrada a un lado y al otro. El anciano ya no estaba, pero no había visto el momento en que los había abandonado. ¿Cómo había ocurrido?

-Hey! Sath... Sath se ha ido -apenas hubo pronunciado aquellas palabras, cayó en la cuenta que un sonido sordo, como de tambores, parecía provenir desde las profundidades de la mina¹.

-Amigos... escuchan eso? debemos darnos prisa, el ritmo se acelera a cada momento. Creo que algo malo va a ocurrir cuando la "música" se detenga.