Partida Rol por web

Los tres aventureros avanzaban por la garganta nevada a paso vivo pese a que la nieve llegaba por encima de las rodillas a un humano de estatura media. No diremos que estaban huyendo porque los enanos nunca huyen sino que hacen retrocesos estratégicos. O eso afirmaba Gromenauer mientras apartaba la nieve de delante de sus narices con su recuperado escudo como si se tratase de una especie de quitanieves de fantasía medieval. Roark iba a su lado, como siempre, con el paso vivo que lo caracterizaba. Y a la izquierda, un poco más atrás, el druida que todavía no tenía claro como se había metido en aquel lío.

Porque que te persiga un gigante de hielo momificado en medio de unas montañas nevadas se puede considerar un lío de envergadura. La suerte es que las momias no destacan por su velocidad. Lo malo es que las momias que miden seis metros de alto tienen zancadas que compensan esa lentitud. Y lo peor es que cuando uno está en medio de un paraje nevado todo parece igual. ¿Dónde estaba el puesto avanzado? ¿Cuánto quedaba para llegar? Y lo más inquietante: ¿qué podría hacer un puesto invernal contra el embiste de una momia helada gigante?

El bravo enano apartaba nieve todo lo rápido que podía ¡Si esa estúpida cueva no se hubiese derrumbado, podrían haber acabado con esa momia allí mismo! ¡Pero no, la estúpida cueva tenía que empezar a caerse justo cuando habían conseguido otro de los trozos de filacteria! ¡Menuda casualidad! ¡Ya podían esforzarse en hacer cosas que no fuesen tan previsibles!

Por suerte, habían conseguido escapar. No sin que Roark protestase porque no podía llevarse todo el tesoro, por supuesto. Aunque seguramente algo habría cogido antes de salir de allí. De todas formas, Gromenauer tenía lo que quería. Era el único motivo por el que habían venido hasta el Norte.

El Norte. ¡Estúpido sitio lleno de nieve! Desde luego, era mejor que la arena del sur, pero no era buena cosa cuando te persigue un gigante momificado puesto ahí por los estúpidos azotamentes. Pero el guerrero era mucho más listo que esos azotamentes. Por eso había traído al mediano.

—¡Mediano! —bravo el enano mientras apartaba la nieve—. ¡Tú eres el que conoce esta zona! ¡Busca desde dónde acabar con esta cosa! ¡No vamos a estar huyendo eternamente!

Lo cierto es que el mediano era una criatura bastante curiosa. Decía ser un druida... ¡Pero los druidas viven en bosques, no en páramos helados! Lo cierto era que les había guiado bien hasta la cueva donde descansaba la criatura, y con ella el trozo de filacteria. De momento, había sido útil.

Pero el enano esperaba que todavía lo siguiese siendo. No quería tener que acabar con la momia en medio de una tormenta de nieve...

Albyn entrecerró los ojos para evitar que la nieve se colase en ellos y le entorpeciese la visión.

Sin duda alguna, sus compañeros de viaje eran, como poco, sacados de algún cuento cómico para niños. El enano no paraba de quejarse, se quejaba por todo, incluso cuando no había de qué quejarse. Por fortuna, su palabrería estaba a la altura de su habilidad con el combate... Eso sí, estaba totalmente obsesionado con algo denominado filacteria.... Era algo que a Albyn le llamaba poderosamente la atención... ¿Quizá pudiese ser un ingrediente? ¿Sería la filacteria un componente definitivo de la mítica poción Coates? Su familia llevaba generaciones buscando la receta definitiva de aquel famoso brebaje pero, de momento, su receta familiar únicamente servía como desinfectante y provocaba un estado de embriaguez en aquellos valientes que se atrevían a probarlo...

Albyn se sacudió la nieve de la cara y buscó el puesto avanzado. No podía estar muy lejos. De hecho reconocía una de las colinas cercanas al puesto. ¡¡¡Sí, así era!!! Debían dirigirse hacia esa colina. Quizá, con un poco de suerte podrían despistar a la momia y girar hacia el puesto avanzado...

Se giró hacia el humano.... Otro tipo bastante peculiar... Tenía las manos "demasiado largas" y era amigo de lo ajeno... pero se le intuía buen corazón... Fue por su culpa por lo que Albyn decidió ir a aquella cueva... Se ofreció a llevarlos hasta ella porque vió uno de los mapas del humano... Aquel mapa tenía un símbolo que Albyn reconoció, era un dibujo que su tatara tatara tatara tatara abuelo dibujaba... y cuando su tatara tatara tatara tatara abuelo dibuja algo... era porque había algún ingrediente del Coates cerca...

Sus compañeros buscaban tesoros, Albyn la fórmula definitiva del Coates. Parecía una buena alianza...

- Vayamos hacia esa colina, podemos intentar despistar a la momia y, después, dirigirnos al puesto avanzado...

Roark no se explicaba como habían acabado perseguidos por una momia. ¡Si ni siquiera protegía el tesoro! Protegía la maldita filactelia esa, que en qué maldita hora se metió él en semejante jaleo, y por su culpa no había podido llevarse ni una mísera moneda porque aún estaba desactivando la trampa que protegía el tesoro. -Yo vivía mucho mejor cuando me dedicaba a redistribuir la riqueza mundana de los demás hacia mí...- farfulló por debajo de la capa que le cubría el rostro. Si el maldito druida hubiera avisado de que un gigante de hielo protegía aquella cámara lateral... Bueno, Gromenauer la habría abierto igualmente por la mierda de la filactelia...

Roark seguía repasando mentalmente los aciagos acontecimientos del día cuando Gromenauer, que al menos había conseguido su filactelia de las narices, propuso alterar el plan de "salir corriendo en dirección al puesto avanzado" a "aplicar una trampa a la momia" en su lugar y el mediano apuntó a la colina. Otro druida. Y mediano. Eso a Roark no le convencía: de los tres era el más alto y, por lo tanto, el blanco más obvio para cualquiera que quisiera matarles.

Además el tipo también estaba embarcado en su búsqueda personal, algo para perfeccionar el Coates, que en la humilde opinión de borracho ocasional de Roark no necesitaba mejora... ¿Es que le habían maldecido los dioses para no encontrar nunca compañeros de aventuras normales y corrientes que quisieran forrarse y no morir en estúpidas cruzadas idealistas?

Suspiró unos cuantos cristalitos de hielo y se encogió de hombros. -Yo diría de seguir avanzando heroicamente hacia el puesto de las narices, pero como veáis. Eso sí decidíos rápido que se me está congelando hasta la antorcha.

Lo que más le dolía al ladrón era que se había traído sus mejores ropas a aquella excursión, que se suponía que no tenía ningún peligro, porque le habían dicho que en aquel puesto invernal se encontraba ella*, y con la tontería iban a quedar hechas unos zorros.

Volvió a suspirar cristalitos de hielo. De alguna manera presentía que aquello no era más que el principio de otro follón de esos en los que ardían cosas y alguien se emperraba en matarles...

El mediano conocía el lugar y ya ascendía por una colina nevada con la esperanza de dejar atrás a la momia. Si el lugar que estaba buscando seguía en su sitio y no enterrado bajo la nieve podrían ocultarse en él con la esperanza de que la momia no la encontrasen. Por cierto que el gigantesco no muerto hacía temblar el suelo y la nieve a su alrededor mientras acortaba distancia... en cualquier momento podría dar lugar a una avalancha.

Albyn subió por aquella colina con la rapidez propia de su especie. En un momento dado del ascenso se dio cuenta de que incluso con la nieve reconocía perfectamente aquel lugar.

¡¡Sí, claro que lo recordaba!! De hecho era uno de sus lugares favoritos para guardar ciertas cosas... En aquella colina tenía un pequeño botín... Giró a la derecha y subió por la parte más dura de la colina. Miró hacía atrás para calcular donde estaba exactamente la momia... Estaban de suerte... podrían despistarla fácilmente... Giró nuevamente, esta vez a la izquierda y allí estaba... una pequeña cueva... Sí, así era... en aquella cueva, estrecha pero que daba acceso a una pequeña galería con salida por la parte baja de la colina era donde Albyn guardaba una pequeña reserva de su plantación de laurel... El laurel no sólo servía para realizar diversas cataplasmas sino que, en algunas ocasiones, Albyn la utilizaba para aromatizar el Coates...

- Entremos aquí, la momia no nos ha visto y pasará de largo. Y... bueno, si entra no estaremos en desventaja. Esta cueva tiene otra salida. Siempre podemos usarla si las cosas se ponen mal.

Roark no podía creerse lo que proponía el mediano y señaló hacia la cueva, después al mediano, luego hacia atrás y posteriormente a Gromenauer para finalizar señalando a la cueva otra vez. -¿De verdad quieres que nos metamos ahí dentro cuando nos persigue una cosa que solo con sus pisotones puede provocar una avalancha?- Aquello era, objetivamente, una de las mayores locuras que le habían propuesto nunca, y eso ya era decir...

-¿En serio?- remató lanzando un resoplido que provocó un chorro de cristalitos de nieve... -¿Ahí?- volvió a señalar a la cueva, pero el mediano ya se había colado dentro, así que se encogió de hombros y le siguió. -Como me muera aquí dentro, me vas a oír...- masculló mientras avanzaba por la galería...

Aquella covacha, por extraño que pudiera parecer, era muy cómoda. Y estaba caliente. No resguardada: caliente. Cuál podría ser el motivo era algo que de momento preocupaba menos a sus actuales inquilinos¹ que la posibilidad de que el gigante de hielo los alcanzase.

Bueno, en realidad ya estaba allí.

Primero vieron como todo a su alrededor se ensombrecía como si llegase una tormenta. El suelo retumbó y algunas capas de nieve cayeron de la zona superior de la montaña por delante de la entrada de la cueva mientras Roark seguía murmurando ¿en serio?. Entonces apareció la figura descomunal de la momia helada arrastrando ese enorme tronco solidificado repleto de puntas del tamaño de Gromenauers, y probablemente igual de mortiferas.

¿Aguantan la respiración los héroes cuando ven algo así?

El caso es que el gigante se detuvo un momento a escasos seis metros de la cueva, lo cual la ponía al alcance de sus descomunales brazos momificados y de su colosal cachiporra punzante.

Solo se escuchaba el aullar del viento por entre las montañas.

Y luego el gigante siguió avanzando en pos de su presa. Lo vieron desaparecer por entre unas rocas, inasequible al desaliento, quizás vagando por toda la eternidad en busca de los fugitivos que habían robado la filacteria.

O quizás diese la vuelta. ¿Quién sabe?

Albyn asintió satisfecho cuando entró a aquella cueva. Estaba exactamente igual que como la recordaba.

De hecho, mientras la momia pasaba de largo, Albyn se dedicó a recoger unas hojas de laurel. Su olor daba una calidez inusitaad a la cueva.

- Bueno, lo peor ya ha pasado... Solo hay un pequeño problemilla... creo que la momia va directa hacia el puesto avanzado...

—Por eso te dije un sitio donde poder enfrentarnos, no escondernos —contestó el enano—. Lo ideal hubiese sido buscar algunos riscos y acantilados, preparar una trampa y que ese ser tropezase y se despeñase por algún barranco.

Gromenauer hizo una pausa, mirando la cueva en la que se encontraban—. Pero estamos aquí. Algo me dice que si salimos por donde entramos ese ser volverá a aparecer, así que creo que debemos adentrarnos en esta cueva. Tú eres de aquí, druida. ¡Ya puedes ir guiándonos por este sitio!

Roark oteó hacia dentro de la cueva. Algo allí estaba caliente. -Oye no habrá nada hibernando aquí dentro, ¿no?- susurró mientras echaba mano a la antorcha... Se acercó hacia el interior e iluminó con el fuego mágico pero casi de inmediato le hizo una seña a la llama para que se achicara, la cual obedeció inmediatamente.

Efectivamente, allí había algo hibernando.

Algo grande y peludo que ocupaba, más o menos, la mitad de la anchura de la galería, tumbado medía un metro a lo alto y a lo largo a saber, que a esas alturas ya no había nadie mirando, que Roark se había ido ya...

Lo suyo no eran los bichos, así que tampoco se puso puntilloso en la definición solo dijo -¡Bicho, bicho, bicho!- mientras pasaba por el lado de los otros. Además, para cuando su cerebro intentó procesarlo, ya estaba justo en la entrada de la cueva sopesando si podría esconderse al mismo tiempo de lo que estuviese durmiendo allí dentro y de la momia de fuera...

El bicho resultó ser un Oso Lechuza. Uno de tamaño considerable que, al parecer, estaba hibernando en aquel lugar tan extrañamente cálido. El druida sabía que bajando por aquel túnel llegarían a unas aguas termales subterráneas y que desde allí había varias ramificaciones bajo las montañas que podrían llevarlos hasta una zona próxima al Puesto Avanzado. Que llegasen antes que la momia gigante ya era algo menos claro, pero valía la pena intentarlo.

El problema era que, tal como indicaba Roark, la criatura ocupaba casi todo el ancho del túnel. Este tipo de criaturas mágicas (pues la naturaleza no suele darse a excesos tales como mezclar osos con lechuzas) solían ser del todo menos pacíficas cuando se despertaban.

- Creo que si somos sigilosos podríamos pasar a través de la Oso Lechuza y bajar por el camino. Llegaríamos al puesto avanzado sin problemas. Otra opción es enfrentarnos directamente a la momia.... Entiendo que ambas opciones os disgusten pero la Oso Lechuza no estaba la última vez que visité esta cueva...

Roark miró hacia fuera donde aún retumbaban los pisotones de la momia y hacia dentro donde roncaba el bicho aquel. Y luego miró al druida. La verdad, prefería jugársela con un Nomuere Atrap... No, eso no se lo creía ni él...

Al final, resignado asintió. Después de todo, si algo se le daba bien era que no le vieran ni oyeran, ¿no? No iba a ser precisamente ese el momento en la carrera de todo ladrón en el que tropezaba con todo lo que metiera ruido, ¿verdad?

Avanzó aún más resignado, crujió los dedos de las manos y se pegó a la pared avanzando sin meter ruido hacia aquella cosa tan rara.

En serio. ¿Los dioses de Zork qué drogas usaban para permitir aquellas cosas? Pensó mientras llegaba a su altura.

Y Roark se esfumó. Coates y Gromenauer llegaron a pensar que el ladrón se había esfumado porque, literalmente, desapareció entre las sombras de la cueva sin hacer ningún ruido. Se podía oír claramente el ronquido del Oso lechuza y el gotear del agua que caía por las estalactitas, pero ni un paso o un roce del ladrón.

De hecho, al llegar al otro lado Roark hizo señas para que cruzaran los demás, pero seguramente tampoco pudieron verlas.

El ladrón se encogió de hombros y avanzó un poco más en la cueva para apartarse del pestazo que echaba aquel animal.

Gromenauer se ajustó el yelmo, pensativo. No le apetecía enfrentarse al Osolechuza, pero tampoco le apetecía mucho enfrentarse a la momia. Tenía que pensar algo...

Y, como siempre, el enano encontró la solución—. Eh, mediano —dijo en voz baja referiéndose al druida—. Cruza tú primero. Si no sale bien, intentaré atraer la atención de esta bestia a la salida. Y que las dos bestias se las apañen entre ellas.

Preparando su escudo y su maza, apremió—. Vamos, no tenemos todo el día.

Albyn miró hacia fuera de la caverna. Vio como la nieve caía sobre la tierra y apeló al agua, para ser tan fluida como ella y poder sortear a la bestia dormida...

Se movió con gestos gráciles y logró sortear a la bestia, pasando a través de su pico con una agilidad impropia de un mediano.

Cuando llegó a la altura de su compañero Roark dio gracias a los espíritus primarios por asistirle en aquella tarea.

Parecía que el druida había conseguido cruzar junto a la criatura sin despertarla. Ahora solo quedaba cruzar él. Normalmente, habría pasado por encima del lechúcido, y si éste se hubiese puesto tonto se lo habría agenciado como montura. Pero no tenía tiempo para domar bestias a martillazos.

En el fondo, las cavernas eran el medio natural de los enanos. Cualquier otro habría dado un traspies en la estrechez que había dejado la criatura, pero no un enano. Lo que el guerrero no dejaba de preguntarse, mientras cruzaba, era por qué demonios esa cosa estaba durmiendo en medio de un pasillo y no en lo más profundo de la gruta.

—Ya hemos cruzado todos. Sigamos. Con suerte podremos despitar a esa estúpida momia. Y si no... Pues ya se me ocurrirá qué hacer con ella. Vamos —terminó diciendo mientras apuntaba con el martillo en la dirección en la que continuaba la cueva.

No bien había terminado de decir esas palabras Gromenauer cuando empezaron a caer gotas sobre ellos. Quizás Albyn se había apresurado a darle las gracias a los espíritus elementales porque estas fuerzas tenían fama de no dar nada a cambio de nada. Miraron hacia la entrada de la caverna y comprobaron, preocupados, que estaba cayendo más agua. ¡Se estaba derritiendo la nieve que estaba sobre la montaña y corrían el riesgo de que eso acabase por inundar los pasadizos de la caverna!

¿Seguirían adelante los héroes pese a ese riesgo o retrocederían hasta la puerta ahora que habían pasado al durmiente oso lechuza?

Roark, que ya estaba unos metros más adelante sacó la mano -¿Llueve? ¿En una cueva?- Primero pensó en volver atrás, pero luego cayó en la cuenta de que el bicho se despertaría si seguía cayendo agua... De hecho, ¿estaba moviendo una pata?

Así que echó a correr hacia delante. Después de todo, el agua era solo agua, ¿no?

Albyn miró hacia arriba. Efectivamente la naturaleza era caprichosa y siempre tenía un riesgo solicitar su favor.

Sin embargo, aquello también debía ser interpretado como una señal de apremio.

- Amigos, la naturaleza nos está dando un aviso. El puesto avanzado corre peligro. Y los dioses del agua nos están apremiando a darnos prisa.

Siempre era curioso ver correr a un mediano. Sus pequeñas piernas hacían presagiar que serían lentos pero... todo lo contrario sus pequeñas zancadas les permitían recorrer en poco tiempo, una gran cantidad de espacio.

Quizá no fuesen sus piernas sino el miedo... el caso es que Roark se vio adelantado por el druida que pipa en mano se dirigía hacia el interior de la caverna.