Partida Rol por web

¿Que nuevo prodigio era este? Lleno de asombro, el brujo observó como un extraño ser emanado de la propia potencialidad del caos se había materializado fruto de la música, y eso parecía inquietar a algunos de sus compañeros más exaltados. Aprovechó para hacerse a un lado, por lo que pudiera pasar. Dudaba mucho de que fuera buena idea atacar a aquella cosa que tan bien se había armonizado con la música de Kaleb, y no quería estar en medio cuando eso pasase.

Babaccar se quedó momentáneamente sin habla, confundido. Sus compañeros habían desaparecido o, más bien, era él el que se encontraba en un lugar totalmente diferente, tal vez por efecto de aquella criatura bulbosa salida de algún reino de pesadilla.

¿Quizás estaba muerto? ¿Era eso? ¿Acaso se encontraba frente a aquella imagen de sí mismo para juzgarse por sus aciertos y errores? Tal vez tuviera algo más de suerte y aquello solo fuera algún tipo de conjuro capaz de romperse.

La voz de Y'vraith Vah volvió a sonar en su mente, calma y serena. El viejo maestro tenía un don para mantenerse tranquilo incluso en las situaciones mas hilarantes, y en los Eriales Condenados eso era mucho decir.

- Tranquilo, muchacho- sonrió- no te precipites. Mira a tu alrededor y analiza lo que ves... y lo que no ves. Los ojos pueden engañarse fácilmente así que aplica bien todos tus sentidos. Las cosas no suelen ser lo que parecen.

Kaleb se quedó consternado ante la imagen que se presentaba ante él. Había escuchado que a veces la magia mezclada con la música podía crear cosas únicas, pero nunca había pensado que podía mezclar planos de existencia. ¡Y él lo había hecho!

Pero vio a Arnault desenvainando su arma. Rápidamente se agachó para tomar la flauta del suelo, por suerte no la tenía lejos.

-¡Arnault, no!- le gritó extendiendo su mano libre.

Sólo esperaba que ese impetuoso muchacho lo escuchara, se detuviera, o alguien más lo hiciera, porque no sabía realmente cómo podía reaccionar esa criatura extraplanaria. Sólo sabía que la música estaba siendo el leit motiv de esa situación, y como bien dijo el trovador Frederick Mercurio, legislador de tantas leyes del espectáculo, el show tenía que continuar, y eso es lo que él haría.

Comenzó a tocar, improvisando al compás de lo que esa criatura parecía expresar/tocar, intentando dar todo de sí para acompañarlo, armonizarlo, tranquilizar lo que estuviera sucediendo... entenderlo. Se tenía que hacer uno con la música, por lo que cerró los ojos y se abstrajo de todo lo que sucedía a su alrededor. Confiaba en la música, confiaba en su poder, y los demás seguramente tendrían que seguir su ejemplo. Tenía que entender qué estaba sucediendo, y ahora era todo terreno experimental.

Su maestro de improvisación, ese "Rayo Carlos" como le decían los demás por la mirada penetrante que emitía cuando te miraba si tocabas mal, o claramente siguiendo una estructura prefijada, estaría orgulloso de él.

Babaccar cayó de rodillas, absorto en sus pensamientos, como si la presencia de la criatura le afectase de manera especial. Hugo trató de resistirse y logró mantenerse sereno a duras penas. Al ver al druida en aquel estado, se acercó para tratar de despertarle. Le había visto en aquella forma bestial antes y no quería que la situación se desmadrase todavía más.

—¡Vamos, amigo, serenidad! La luz de Lineras te mostrará el camino.

Con un movimiento rápido de sus manos, comenzó a frotarle el pecho mientras murmuraba una plegaria a la diosa. Era una forma de exorcismo menor para despejar la niebla en una mente atribulada. Si los espíritus que habían poseído a Babaccar antes trataban de arremolinarse y desatarse en la mente del anciano, el poder de Lineras los mantendría alejados. 

El druida abrió finalmente los ojos, encontrándose con una escena dantesca: Hugo se frotaba la frente mientras trataba de limpiarse la sangre en la nariz, Arnault cargaba furioso contra la entidad flotante que había materializado Kaleb, y este último había recogido su flauta para retomar el concierto.

—Tranquilo, Babaccar, estoy bien —le tranquilizó Hugo—. A veces estos procesos tienen "efectos secundarios poco deseables" [1].

A pesar de sus palabras de consuelo, Hugo estaba terriblemente pálido y parecía asustado. Era evidente que aquella situación le sobrepasaba por completo.

* * *

A pesar de los gritos de Kaleb, Arnault continuó cargando con su espada en ristre. Sus ojos parecían desorbitados e inyectados en sangre. Cuando cruzó la estancia como una exhalación, bramó un alarido que apenas logró acallar la música de la criatura. No obstante, a pesar de que su ataque parecía dirigido a la entidad que acababa de aparecer, esta se limitó a flotar por encima de su cabeza, haciendo que el bastardo de los Dumont se estrellase contra Iacobus. Su arma impactó contra el brazo el anciano, que aulló de dolor y rabia. La cenizas que tenía en la mano se derramaron por el suelo. Volk estaba de cuclillas a su lado, con la mirada perdida y tratando torpemente de taparse los oídos.

Le Maison, por su parte, se quedó completamente embobado mirando a la criatura y persignándose. Estaba de rodillas y no paraba de balbucear incoherencias. Tancredo, que estaba a su lado, había tenido mejor suerte. Logró identificar la naturaleza de la maraña sónica que barritaba la entidad invocada accidentalmente por Kaleb, consiguiendo combatirla mentalmente y librándose de su hechizo.

La profunda y tranquilizadora voz de tu maestro comienza a tornarse más jovial y aguda. Cuando abres los ojos ves a Hugo Belmonte tratando de despertarte en mitad del caos. La realidad todavía parece desenfocada y ruidosa, demasiado dinámica para su apabullada mente. La criatura sigue flotando, inundando la estancia con su ignota música. El propio Arnault parece haber perdido el norte mientras carga contra Iacobus y comienza a atacarle. ¿Acaso el brujo se había revelado finalmente como un traidor o se debía a que su compañero había cedido a la locura?

Kaleb parecía estar manteniendo un extraño diálogo musical con la entidad. ¿Acaso había perdido él también los papeles? No, daba la sensación de que realmente quería y podía comunicarse con la criatura. Incluso podría decirse que ambos consiguen entenderse[3].

En mitad del revuelo, te das cuenta de que Frére Jacques ya no estaba de pie disfrutando del concierto del cronista, sino que avanzaba lentamente hacia Iacobus y Arnault, probablemente atraído por el olor de la sangre y la rabia[1].

Mientras tratas de incorporarte con la ayuda de Hugo, notas algo metálico bajo tus pies. Al apartar parte de la tela de uno de los universitarios que yacía a tu lado, descubres un estilete de hueso[2]. Está demasiado frío al tacto, y en algo a él apesta a magia extraña y peligrosa. Al retirar la túnica del cadáver también revelaste un brazo completamente abrasado y blanco, con toda la piel quebrada por el frío. ¿Tendrá el estilete algo que ver?

La habitación apesta a sangre y a muerte. A tu alrededor solo ves a una piara de burgueses bien vestidos y alimentados, listos para pasar por tu acero. La espada, tu legado familiar, ruge sedienta. Casi puedes oír cómo te pide su sangre:

Te odian desde que era un mocoso. Eres un bastardo y todos ellos lo saben; una desgracia para tu familia.

Su risa inunda el salón como un coro de carcajadas dementes.

Familia.

Blasón.

Tradición.

Riqueza.

Todos los conceptos que te inculcaron de pequeño resuenan en tu cabeza, nublando tu juicio. ¡Ya es hora de trinchar hasta la muerte a esta conjura de puercos!

La entidad te mira sin ojos desde que recogiste tu flauta y te la llevaste a los labios. Aunque no lo veas, eres capaz de sentirlo. De la misma forma que puedes sentir cómo, de alguna forma, vuestras melodías logran conectarse. Las agradables notas de tu instrumento se entrelazan en la sinfonía disonante y alienígena de la criatura, como si te invitase a participar.

En las escuelas de música de todo Zork se enseña una lección básica e imprescindible: la música es el idioma más antiguo y universal. Quizá por ello eres capaz de hacerte entender. Le transmites tu duda y tus deseos de ayudar, pero los trompeteos de la criatura suenan demasiado disonantes.

Aunque lo sensato sería abandonar, tus dedos continúan interpretando hasta que, finalmente, obtienes una respuesta. Una respuesta vaga y ambigua, basada únicamente en sentimientos muy primarios: confusión y curiosidad.

El druida fue volviendo en sí y lo primero que distinguió entre la bruma fue a Hugo. De algún modo había conseguido hacerle volver. ¡La criatura! No había sido un mal sueño. Ahí seguía, flotando tan amenazadoramente como aparentemente inmóvil.

Babaccar observó a su alrededor, tratando de recomponerse de lo que estaba ocurriendo. Aquella especie de zombie en la que se había convertido Frére Jaques avanzaba son pensar hacia Arnault y Iacobus pero, ¿qué demonios había pasado ahí? Parecía que Arnault había atacado al asesino. ¿Habría tratado de traicionarles aprovechando la confusión? En cualquier caso, la sangre o la violencia parecían haber atraído la atención de Jaques que avanzaba penosamente pero con decisión.

Kaleb continuaba su particular concierto y, algo en sus movimientos y en su mirada, le dijeron que estaba manteniendo algún tipo de contacto con la criatura, no sabía bien a qué nivel pero, desde luego, estaba consiguiendo comunicarse con ella y eso era mucho más de lo que habría esperado nunca. Tal vez, si mantenía su música, evitaría que los atacase el tiempo suficiente... suficiente para acabar con Frére Jaques. Aquella pesadilla se había iniciado con la aparición del fraile zombie, no parecía descabellado que pudiera terminar con él del mismo modo. Pero cómo.

Su mano tocó algo frío en el suelo, anti-naturalmente frío, y se cerró en torno a una empuñadura. Parecía una especie de estilete pero fabricado en hueso. De algún modo, pronto notó que apestaba a magia extraña y poderosa. Tal vez la presencia de la criatura extraplanar amplificaba esas sensaciones de algún modo. Quizá. De lo que no cabía duda era de la naturaleza mágica del estilete. Casi por instinto retiró un pedazo de tela de la mano que parecía haber portado el estilete y observó que aparecía calcinada hasta el brazo. Observó de nuevo el estilete y a Frére Jaques acercándose a Arnault y lo vio claro.

Posando una mano sobre el hombro de Hugo se puso en pie y hizo unos cálculos rápidos. Sus habilidades como guerrero eran flojas pero tal vez funcionase si sus suposiciones eran buenas.

El druida avanzó tratando de flanquear a Frére Jaques, evitando llamar su atención, dirigiéndose a su espalda para clavar el estilete cerca del cuello mientras su atención estaba fija en el asesino y Arnault.

Kaleb frenó apenas un momento la música. Había funcionado, su idea había funcionado. Pero debía continuar, debía seguir comunicándose con ese ser. El gnomo tenía los ojos cerrados, necesitaba toda la concentración con la que pudiera contar, aún sabiendo que el caos deambulaba a su alrededor.

-Estoy pudiendo comunicarme con el ser... Dejen que siga- dijo en un tono suave, pero con la suficiente fuerza como para que lo escucharan... a los que quisieran escuchar.

Y recomenzó a tocar una melodía que había escuchado de una nana para dormir, pero le mezcló notas y acordes que usaba para representar regresos de viajes. Necesitaba poder transmitir la sensación de tranquilidad, de que todo iba a estar bien, y de que regresara a su hogar, fuese el que fuese. De todas formas, algo dentro suyo quería continuar con ese experimento, quería profundizar su conocimiento con respecto a ese ser tan musical. Esta sería una gran Crónica.

Arnault había atravesado a la criatura como si fuese humo y de pronto se encontraba en una extraña pesadilla. Afianzó aún más el arma en sus manos y se giró enderredor alterado.

-¿Qué diablos...?

Escuchaba las risas y las burlas que le habían acompañado desde su infancia, junto con las miradas reprovatorias, los gestos de superioridad y los vistazos sobre el hombro. Podía sentir, casi escuchar, su odio y su desprecio. Le habían odiado desde que nació. Algo o alguien se lo estaba recordando, y no le faltaba razón.

Estaba encolerizado, sentía la rabía y la ira sacurdir sus venas. Tenía una espada en la mano, sólo necesitaba blandirla y lograría acallar para siempre esas burlas. Soltó un grito de desesperación y cargó contra la primera de las sombras con la intención de desvanecerla para siempre.

Arnault volvió a descargar su acero contra Iacobus, que volvió a aullar de dolor. En su último estertor, sin embargo, aprovechó una apertura en el ataque del guerrero para contraatacar. Una ráfaga de fuego blanco surgió de los dedos del brujo para impactar de lleno en el pecho de su oponente. El impacto pareció despejar las sobras de su cabeza, pero ya era demasiado tarde: Iacobus Valdemar cayó desplomado a sus pies, en mitad de un charco de su propia sangre y un intenso olor a ozono.

Babaccar, por su parte, trató de detener la embestida de Frére Jacques valiéndose de su reciente hallazgo: un misterioso estilete de hueso que hedía a magia ancestral. Sin embargo, apenas logró penetrar la gruesa piel del engrendro, que se desembarazó de él con un brusco empellón que lo envió varios metros hacia atrás.

—¡MUET-TE! ¡ZANGUE! —vociferó exaltado.

Pocos metros antes de llegar a Arnault, se detuvo de pronto para llevarse la mano a la herida. Gimoteó. La carne que había perforado el estilete comenzó a agrietarse y a perder color. El guerrero, que era ahora el más cercano Frére Jacques, sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.

Mientras todo esto sucedía a unos cuantos metros, Kaleb seguía tratando de comunicarse con la estruendosa entidad en un insólito dueto de viento madera y viento carne.

Mientras intentas expresar todas esas complejas ideas con tu música ocurre algo sorprendente. La criatura parece tratar de seguirte el ritmo, armonizando su propia melodía con la tuya y tratando de sonar menos estridente. De alguna forma comprendes que se trata de una curiosa forma de cortesía, cosa que jamás esperarías de una entidad semejante.

Cuando escuchas su peculiar rapsodia, sientes que trata de expresar conceptos como "grande", "protector" y "dueño" o "amo". Las notas se oscurecen, adquiriendo un tono más melancólico y nostálgico; una urgencia por regresar. Finalmente, entona una tonadilla algo más alegre que podría interpretarse como un agradecimiento.

El gnomo oía sin escuchar el estruendo de la sala. Se podía oler el ozono de la magia, y el hierro de la sangre, pero él creía que si dejaba de tocar, esa criatura podría convertirse en un problema mucho mayor al beneficio de él como luchador en esa contienda. Mejor sacrificar ese potencial en mantener a raya a esa criatura, que por lo que podía entender, deseaba sólo volver.

Su melodía continuaba, y por momentos una sonrisa se esbozaba en su rostro concentrado. Esa criatura era un ser excepcional, pero tenía que lograr que se fuera, que volviera a donde pertenecía. No percibía maldad en ella, sino sólo música, melancolía y confusión.

Intentó transmitir nociones como "seguridad", "tranquilidad", un augurio de buen viaje, pero sentía que eran muy complejos por momentos. Necesitaba transmitirle algo que definiera ese dueto, ese concierto improvisado de vientos. "Libertad", ese era el concepto, pero seguía siendo complejo. Kaleb continuaba llevando la melodía hacia un allegro suave y decidido, intentando encontrar esa claridad que necesitaba.

El concepto que se le eludía era uno universal, complejo, pero simple en el sentir: "amor". Y eso intentó transmitir. Esa criatura debía volver a lo que le generaba amor y melancolía. Debía volver...

Babaccar se levantó confundido del suelo. El golpe había sido tremendo y notó en su interior que algo se había roto, probablemente una o dos costillas que hacían que le costase respirar. Por su afeitada cabeza aparecían ahora también rojas manchas resultado de su impacto contra la fría piedra.

Todavía tratando de enfocar la vista pudo ver como sus suposiciones habían sido correctas. Al menos la mayoría. Aquel estilete provocaba un daño especial a la criatura deforme en la que se había convertido Frère Jaques. No obstante, ya estaba viejo para ese tipo de maniobras y el engendro había sido más rápido golpeándole que el clavando la daga.

Babaccar se arrastró, tratando de no llamar demasiado la atención de Frère Jaques para alcanzar el estilete. Si lograba alcanzarlo podría lanzar un nuevo ataque o, más inteligentemente, tratar de que La Maison o Arnault lo hicieran antes de que se le acabaran los huesos por romper.

El brujo no tenía nada ni a favor ni en contra de los druidas. Le causaban indiferencia en general, aunque a veces le parecían útiles, y otras insufriblemente serios, pero una cosa era eso y otra dejar que uno de ellos muriese delante suyo, contemplar una muerte sin hacer nada da muy mala suerte.

Decidió ponerse manos a la obra con un conjuro de invisibilidad para que al menos el bruto no golpease a Babaccar. Se acercó a el y lo tocó mientras pronunciaba las palabras mágicas en una lengua arcana ya olvidada, y a continuación las olvidó. Ahora el druida era invisible, al menos hasta que hiciese algo agresivo.

—¡Un momento, qué está pasando! El poder del caos había potenciado el conjuro.

La brujería no es una ciencia exacta, especialmente cuando el caos se entromete, y eso fue lo que pasó. Lo que tenía que ser un simple hechizo de invisibilidad basado en un efecto de desmaterialización ilusorio condensó la solidez visual que le fue arrebatada a Babaccar en un hechizo de petrificación que fusionó la pierna de Fere Jacques al suelo, impidiéndole perseguir a los aventureros.

Ahora el engendro daba manotazos al aire y gritaba sin poder alcanzar a nadie.