Partida Rol por web

Desde el pasillo podían oírse gemidos roncos y vagamente humanos. Un cuerpecito peludo y con una grotesca protuberancia a modo de nariz, sonriendo maliciosamente, se encaramó a los barrotes al escuchar la voz de Kaleb. Tenía unos enormes ojos animales que observaban al cronista con interés. Este retrocedió al reconocer a Bragnes, el secretario del decano Lapierre, transformado en un amasijo de nervios. 

—Por el amor de Lineras —musitó Hugo, tratando de disimular su horror—. Esa es la criatura en la que te transformaste en el despacho de lord Laforet, Kaleb. Pobre Bragnes. 

Aquella especie de mazmorra era mucho más extensa de lo que podían imaginarse. Las celdas parecían ocupar toda la parte exterior del mausoleo, dando lugar a una columnata que rodeaba el complejo central a modo de anillo. A pocos pasos encontraron una de las cuatro puertas que comunicaban a las escaleras que se internaban en la cripta propiamente dicha.

Cuatro escaleras (una por cada puerta) descendían en espiral hasta un punto central, de donde llegaba el eco de salmodias y flautines. La propia tierra pareció estremecerse durante unos instantes.

Kaleb avanzó, con la espada baja, pero presta para tomar la posición de esgrima n°2. Y cuando vio a Bragnes, su corazón se estrujó. Pobre hombre...

-¿En eso me convertí?- le preguntó a Hugo extasiado en la visión de aquella criatura, era una especie de visión que no podía dejar de ver.

Pero tal vez la pregunta quedara en el aire al sentir el estremecimiento y la música. El oído musical y entrenado del gnomo intentaba discernir de cuántos instrumentos se trataba, para poder determinar cuántos sectarios o vaya a saber qué cosas se encontrarían más adelante. Se asomó para ver en la profundidad.

Babaccar avanzó entre las paredes de aquel lúgubre lugar. El dolor en las costillas le impedía respirar con normalidad pero trató de sobreponerse concentrándose en lo que veía a su alrededor. Hombres deformados, a medio camino entre animales y seres de pesadilla se agolpaban tras barrotes tan sólidos como antiguos. Una rápida mirada a la profundidad de sus ojos bastaba para comprender que su alma estaba muy lejos de lo que fueron algún día, mujeres y hombres con vidas mundanas pero intereses peligrosos.

El druida trató de buscar claves que le ayudaran a comprender a qué estaban a punto de enfrentarse pero se sentía totalmente desorientado en un entorno tan diferente a lo que estaba acostumbrado. Lejos quedaban los verdes bosques, las áridas llanuras o los escarpados picos del Braukk. Entre aquellas paredes de fría piedra, en el subsuelo de una sucia ciudad, se encontraba enjaulado y perdido.

Finalmente dieron con unas escaleras de bajada. No hacía falta ser un especialista en aquel tipo de estructuras para sentir que estaban a punto de llegar al centro del problema. Para bien o para mal, aquello terminaría pronto.

El mausoleo de las catacumbas era mucho más antiguo que la propia ciudad de Montnoir. La estructura formaba parte de unos túmulos sobre los que se construiría una de las primeras necrópolis de Zork: Gràs orb Dhè. Esto ocurrió, por supuesto, siglos antes de la creación del Velo. Para cuando tuvo lugar el gran Cataclismo, el complejo ya era conocido por el nombre que le pondrían los druidas encargados de proteger el yacimiento: Grim God's Orb*. 

El tiempo pasó. Imperios nacieron y cayeron, y Montnoir fue levantada sobre las ruinas de la antigua ciudad mortuoria. Una vez prosperó y logró obtener el reconocimiento de capital pese a ser un asentamiento libre, los patricios junto a los archidiácono de Lineras que dirigían la catedral, decidieron nombrar aquel complejo subterráneo: las catacumbas.

* * *

Babacar se sintió perdido de pronto. Acostumbrado como estaba a grandes espacios abiertos y a la salvaje vida de los eriales condenados, aquel lugar le resultaba asfixiante. Los cánticos ominosos y el lamento de los presos tampoco ayudaba demasiado. Distorsión, muerte, claustrofobia y fanatismo.

Kaleb trató de usar su agudo oído para distinguir tanto a los participantes del ritual como de los instrumentos empleados. Las paredes de granito y el eco distorsionaban bastante la salmodia, pero logró identificar hasta cuatro flautas de hueso y una o dos de madera. No en vano era un experto en la materia. 

A parte de los instrumentistas, también identificó hasta trece voces distintas y una que parecía dirigir el ritmo. Pero, para su inmensa preocupación, también percibió una vibración familiar en el aíre: la realidad volvía a distorsionarse a medida que los cánticos eran más frenéticos y confusos**.

- Si no me equivoco, todos los indicios nos dicen que lo que estamos escuchando probablemente sea la invocación de algún ser extraplanar de increíble poder. Este tipo de rituales no varían demasiado de un tipo de magia a otra- empezó Babaccar- existe un dirigente, alguien que, digamos, es oficialmente el invocador. Todos los demás le sirven como apoyo, otorgándole su magia o incluso su fuerza vital. En función del poder de la criatura que se quiera convocar, es necesario que haya más o menos apoyos para poder controlarla.

El druida se acercó a una de las escaleras e indicó a sus compañeros que le siguieran sigilosamente.

- Descenderemos despacio- les indicó- están sumidos en una profunda concentración, incluso puede que en trance, si vamos con cuidado no notarán nuestra presencia hasta que sea tarde. Pero no os equivoquéis, nuestro objetivo es el invocador principal. Probablemente los demás no tienen el suficiente poder como para terminar el ritual. Debemos cortar la cabeza de la serpiente antes de que consigan abrir un portal hacia el caos. Si la criatura consigue atravesarlo, lo tendremos muy complicado para salir de esta. El invocador normalmente mantiene una posición privilegiada y clara en el ritual, y tratándose además de coqueteos con el caos y tratándose de jóvenes imberbes con ínfulas de grandeza no es descartable que le guste identificarse a sí mismo como el más importante a través de una mayor simbología o el uso de joyas o ropajes especiales. Veremos.

-Sí, se está usando magia... y sólo va a desatar más de lo que vimos atrás- dijo el gnomo acotando a toda la información que había dicho el druida a una velocidad pasmosa, digna de él mismo más que del viejo nómada.

-Yo creo que lo mejor sería llamar su atención lo antes posible y romper con su concentración antes de que logren su cometido... son al menos veinte y seguramente ninguno sepa lo que está haciendo- dijo Kaleb visiblemente ansioso por bajar gritando y tirando piedras hacia todos lados -No podemos esperar a hacerlo sigilosamente... ¡¿ninguno con una bola de fuego a mano?!- agregó exasperado.

Y comenzó a bajar, lo más en silencio posible para no contradecir al viejo, pero con rapidez...

Llevas ya un tiempo oyendo hablar de un tal Marcel Derain, el cual parece tratarse del lider del culto que ahora se encuentra bajo vuestros pies. ¿Cuál de ellos podría ser? El mausoleo estaá envuelto en una agobiante oscuridad y el titileo de las runas apenas ayudaba a distinguir nada allí abajo.

Entrecierras los ojos para tratar de distinguir las figuras que participaban en el rito. Parece haber una especie de altar, varias siluetas rodeando el lugar de poder y el tenue centelleo de un círculo de invocación.

La música suena cada vez más estridente y distorsionada. Una de las siluetas se interna en el círculo, ¿acaso es él? Apenas ves una sombra recortada, poco más que un borrón acercándose al supuesto altar. Lo que sí logras distinguir son los tamaños. Allí abajo hay muchachos mucho más jóvenes de lo que habíais supuesto, incluso puede que algún niño. La figura frente al altar es ligeramente más espigada y altanera. Tiene que ser él.

Babaccar se retiró a cobijo nuevamente después de observar brevemente la escena que se desenvolvía allí abajo. Entonces, hizo un gesto a los compañeros para que se acercaran y comenzó a explicar en susurros.

- Asomaros brevemente y observad- empezó- forman un círculo alrededor del altar, algunos parecen muy jóvenes, puede que haya incluso niños. Fijaros en la figura central, debería estar frente al altar ahora, ligeramente más espigado y alto que los demás... y puede que más mayor. En su figura se centra el cántico y las miradas de los demás. Tiene que ser él, tiene que ser el invocador. Tradicionalmente, los rituales mágicos que trataban de comunicar con el más allá se llevaban a cabo siempre en formas circulares. Es como una forma que permite generar una barrera de contención para el ente invocado a la vez que permite que la energía vital de los ayudantes se concentre en el invocador que se mantiene en el centro del círculo. Es una combinación ganadora, le otorga mayor poder a la vez que lo protege. Por eso el invocador siempre se sitúa en la zona más prominente y normalmente equidistante o, al menos, simétrica de los ayudantes. Esta es una ceremonia con raíces muy antiguas. Debemos tratar de detener al invocador antes de que sea tarde. Yo me encargaré de generar una distracción que os permita pillarles desprevenidos. Confío en que entre la sorpresa y la oscuridad podáis llegar a neutralizarlo. ¿Estáis de acuerdo?

De la túnica de Babaccar empezaron a brotar plumas negruzcas a medida que sus ojos empezaban a ensancharse. Su cuerpo se encogió, las manos desaparecieron dentro de la túnica y, en menos de lo que dura un parpadeo, el druida adoptó la forma de un buho negro de los Eriales Condenados ante la atónita mirada de sus compañeros. Un ave de ébano, ligeramente más grande que la propia Hécate de Tancredo, de penetrantes ojos de ámbar.

Silencioso y certero como una flecha, se lanzó hacia el mausoleo central para irrumpir en mitad del ritual. Los encapuchados parecieron no percatarse de lo que se les venía encima hasta que ya era demasiado tarde. Babaccar descendió sobre ellos, aleteando, ululando y armando un gran revuelo*. En medio del caos, el lider del ritual señaló al druida.

—¡Intrusos! ¡Se suponía que Corvo y la Inquisición iban a encargarse de vosotros! ¡Bah, da igual! !Ya es demasiado tarde!**

La realidad vibró con más intensidad. Un punto indeterminado por encima dela cabeza del cultista comenzó a absorber la luz a su alrededor, de forma similar a lo que habían visto en la entrada del mausoleo antes de que apareciese el ente de las trompas, pero a mucha menor escala. Babaccar tuvo que acelerar el vuelo para evitar que el haz escarlata que acababa de materializarse le chamuscase las plumas***. Por fortuna, fue lo bastante rápido como para arrebatar una de las flautas de hueso y regresar a las escaleras para dejarla caer a los pies de Kaleb.

Cuando volvió a descender, el resto de encapuchados decidieron imitar a su lider y empezaron a concentrarse. La vibración era cada vez más intensa.

Kaleb aceptó el plan del druida, ya que era un poco como el que tenía pensado él mismo. Empezó a bajar con el estoque en una mano. Ante todo el revuelo, y al ver que los sectarios parecían poder conjurar sin problemas del caos, unas palabras del difunto Frère Jacques le hicieron mirar las túnicas que se habían puesto. ¿Tenían el símbolo de la Boca del Pozo? ¿O eran simples túnicas?

Cuando vio que continuaban con la concentración, el gnomo aceleró el paso y se lanzó contra el líder, con el estoque por delante y su mano libre a la espalda.

Tancredo no era un hombre de violencia por varios motivos, pero especialmente por su físico, sin embargo quedarse mirando no era una opción en una situación tan extrema, así que decidió usar su magia para convertirse en Arnault, quien a todas luces era bastante mejor luchador que él. Se acercó al espadachín, puso una mano en su hombro y tomó su forma, aunque seguía conservando su túnica. Después avanzó hacia los cultistas asiendo su cayado con fiereza.

-Mierda. Magia y más magia... - Se lamentó Arnault. No le gustaba mucho la magia, para él eran trucos de hechiceros y brujos que suponían un atajo contra auténticas habilidades. Aunque sí le gustaba cuando la magia estaba de su parte, se alegró de que Babaccar se transformase en un búho para arrebatarles una de sus flautas; ciertamente después de verle convertido en lobo a él ya no le sorprendían sus transformaciones. 

-Haced lo que podáis, trataré de distraerlos. -Exclamó mirando al resto, y acto seguido se lanzó con su espada en mano al ataque. Tal vez su fuerza y su destreza con la espada tampoco sirvieran en esta ocasión contra los rivales, como había ocurrido anteriormente en su encuentro con la gaita extradimensional, pero al menos serviría para darles la oportunidad a sus compañeros de contrarrestar su magia. Arnault empezó a gritar para distraer a los conjuradores y se plantó frente a ellos dispuesto a atravesarlos con el filo de su hoja sin contemplaciones.