Partida Rol por web

Lanzo una mirada algo frustrada a Luis, no muy seguro de haber sido de mucha utilidad con mi alfanje, recordando avergonzado con qué facilidad me pudo abatir Gui la Mortandad hace ya más de un mes, pero no digo nada. Asiento a Luis y luego miro hacia Patricia.

Por favor, cuidaos -hago una pausa en la que frunzo el ceño, frustrado-. Corrijo: "cuídate". Grita si pasa cualquier cosa.

Algo abrumado, me doy la vuelta y vuelvo a asentir al comediante, ésta vez indicándole que vayamos ya al encuentro de la muchedumbre. Con paso firme y los ojos fijos en aquella turba furiosa, comienzo a caminar por la playa.

-Está bien...- asiento accediendo a la idea de Osorio, ya que después de todo parece bastante acertada y tampoco es que dispongamos de demasiado tiempo para pensar en algo más elaborado.

-No estoy demasiado segura de que recurrir a las armas contra toda una multitud sea buena idea... Intentad no recurrir a ello a menos que sea indispensable- miro con clara preocupación a Luis y después a Kamal, emitiendo un hondo suspiro antes de sujetar el bajo de mi tosco vestido y correr en dirección a la humilde casa marítima, observando por un momento el techo antes de llegar a la puerta y empezar a golpearla con insistencia.

Una mujer pequeña y achaparrada abre la puerta, mira con pequeños ojos hundidos y musita algo en italiano que Patricia no pilla, algun tipo de maldición:
-Cuesti modale, que no son formas de aporrear la porta, donna. ¿Ma, que cosa quieres?-

La turba avanza por la playa, algunos han hecho improvisadas antorchas viendo que el día se iba oscureciendo al nublarse el cielo. Avanza la gente por la playa a grandes zancadas, con la ira contenida saliendo a borbotones al acercarse a su objetivo.

Suben una pequeña colina al final de la larga playa repleta de barcazas atracadas hasta ver el tejado de la casa donde parece que moran los Del Piero.

Pero se paran.

Dos figuras, dos hombres, se ponen entre la turba y la casa.

-Señora, por favor, es urgente...- replico algo alterada y alarmada, mirando de reojo tras nosotras antes de volver a observar a la mujer con preocupación.
-Vengo de parte de su hijo Peppino. Acaban de acusarle de un crimen que no ha cometido y un tumulto de gente se dirige hacia aquí enfurecido. Deben darse prisa y salir todos de casa de inmediato, ¡deprisa!- la insto con impaciencia y el pulso cada vez más acelerado, mirando la edificación de arriba a abajo y agradeciendo que sea pequeña.

Vamos allá.

Osorio camina dificultosamente en la arena de la playa, pero hace lo posible para mantener una posición estática de cierta solidez cuando se detiene. Los pies abiertos a la altura de los hombros y la barbilla erguida. Como ante un público de gente enfuerecida. No es la primera vez que lo hace.

-Salve, oh buena gente de Badalona. Si os dirigís a casa de los Del Piero, de allá venimos mi compañero y yo: el pájaro ha volado. No negaré que yo tenía tantas ganas como vuestras mercedes por interrogar al tal Peppino. Supongo que alguien que mata a un sacerdote respetado por todos en su iglesia el día antes de que se celebre su boda debe ser un perturbado de marca mayor, y no sólo un ladronzuelo de poca monta -dice, con una extraña inflexión en sus palabras, como si quisiera hacer evidente algo-. Un verdadero portento de frialdad si además supera la enorme borrachera que tenía ayer (los asistentes a la tasca de Regina somos testigos de ello) para cometer un crimen tan atroz sin ser visto por nadie. Oh, sin duda debe de ser un prodigio de la naturaleza para abandonar tras de sí, deliberadamente, un trozo de camisa que ni siquiera llevaba puesto y que le delataba y el hacha con el que cometió el crimen. Sí, no niego que tenía mucho interés por conocer a un individuo a la vez tan pasional y tan calculador, tan frío y tan visceral, tan astuto y tan idiota, tan malvado y tan ingenuo... cosas así, la verdad, no parecen reales...

Parece que el propósito del judío no es otro que exponer oblicuamente las inconsistencias del asunto con la esperanza de que algunos miembros de la turba, que se paren a pensar en ello por primera vez, adviertan lo improbable que es la culpabilidad de Peppino.

El navarro murmura con algunos convecinos algo, algo que hace todo el mundo para discutir como proceder.

Al principio la turba se para, muchos se miran el uno al otro y empiezan a murmurar entre si. Decidiendo que hacer. El plan de Osorio parece funcionar.

Se escucha desde atras una voz...

-¡Eso, quememos su casa!-

-¡Así no tendran donde volver!-

-¡Buena idea!-

Y gran parte de la turba comienza a cargar desordenadamente colina arriba, con algunas teas encendidas algunos de ellos en las manos. Los miembros más viejos y las pocas mujeres que había se quedan atras, no viendose con fuerzas para correr cuesta arriba.

Alonso está expectante mientras la multitud se calma, mirando a un individuo fijamente.

Cuando escucha las palabras de Luis, él se sonríe con una media sonrisa cínica y de perro viejo. Tras terminar el judío su parlamento, no hace si no encogerse de hombros, aún con esa media sonrisa, entre divertido e indiferente, aún con la vista fija en el mismo individuo entre la turba.

La multitud comienza su ascenso por la colina. Alonso se une a ella, entre los primeros de la turba.

Al correr se asegura de pasar lo suficientemente cerca de Kamal, como para chocar su hombro con el del árabe (con poca fuerza), con cuidado de mover sus manos a donde pueda evitar una mala reacción por parte del otro y aprovechar para decir lacónicamente.

- Busca y siente al Navarro del pelo de fuego.

Se gira con mala mirada a Kamal, aunque un tanto significativa, diciendo en voz alta entre la muchedumbre “Apartaos” y continuar su ascenso sin esperar más respuesta del otro.

Después se vuelve a mezclar entre la multitud, cambiando ligeramente su rumbo para acabar en el exterior de la multitud.

En algún momento Alonso ya no está entre la multitud, teniendo un lugar mucho mejor para observar la casa, los dos compañeros de la tasca y al Navarro.

Miro con el ceño fruncido al andaluz, pero no le digo nada, sino que prefiero hacer caso de sus palabras, puesto que me preocupa más el del pelo rojo que él. Enseguida, dejándome engullir por la multitud, comienzo a buscar alrededor, oteando entre las cabezas para encontrar al famoso navarro.

La mujer de mediana edad te deja pasar sin pedir muchas explicaciones, tu explicación y el tono que has empleado han conseguido que se tome en serio la situación y te acompaña cerrando la puerta tras tuyo y atrancandola con una barra de madera.

Te guía sin decir media palabra por un pasillo hasta la sala central, donde hay una larga mesa, similar a las de los palacios, solo que está es más rústica y más familiar y es posible que sus muchas sillas si sean ocupadas por los diversos miembros de la familia. En un rincón había una niña de cabellos desgreñados, ciertamente mona a pesar de los churretes de suciedad de su cara, está se acerca curiosa arrastrando una muñeca de trapo y mira con sus grandes ojos azulados la escena.

-¿Ma, que cosa pasa? La gente se ha vuelto loca. -Dice moviendo muchos las manos. -Explicate.-

Los personajes se ponen en el grupo de cabeza, siguiendo la testa roja que elusivamente se mezcla entre el gentío de la turba. Al final llegan a lo alto de la colina y sin reflexionar mucho rompen la planchas de madera de las ventanas y tiran dentro las teas que tienen ardiendo. Otros empiezan a lanzar las antorchas al tejado.

-¿¿No ha entendido nada de lo que le he dicho??- miro asombrada y alarmada como atranca la puerta, sorprendiéndome a mí misma al no poder evitar que esa mujer es estúpida o sorda. Por suerte creo que mi estado se debe a la tensión y los nervios que me dominan.
La sigo por el pasillo pero obviamente no tomo asiento, no hay tiempo que perder.

-Le digo que deben abandonar éste lugar de inmediato, no encerrarse dentro. Llame a todos los que estén en ella y salgan si no quiere que la multitud de gente los masacre como quieren hacer con Peppino. Se le acusa del asesinato del mosén Pau y había demasiadas pruebas en la escena como para negarlo ante un grupo tan decidido- tampoco me agrada el hehco de tener que decir esto delante de la pequeña, pero es ella misma la que me ha guiado hasta aquí y necesito que comprenda que es importante ponerse en marcha de Inmediato.

En ese momento se escucha como dan golpes en las ventanas, se oye como la madera cruje y cede. En ese momento la mujer pasa de la tranquilidad al nerviosismo, la niña comienza a llorar y un chico entorno a unos diez años como mucho aparece en la sala corriendo diciendo algo en un italiano apresurado y balbuceante.

Ahogo un grito, encogiéndome de manera instintiva sobre mí misma cuando los golpes empiezan a sucederse, acelerando todavía más mis pulsaciones. Sabía que disponíamos de poco tiempo pero aún así esperaba algo más...
-¿Qué dice...?- pregunto aturdida en referencia al niño que acaba de irrumpir en el salón, recogiendo a la pequeña del suelo para sujetarla entre mis brazos.
-No pasa nada guapa, no te asustes...- me esfuerzo por sonreirle en un intento de tranquilizarla que no creo que sirva de gran cosa.

-¿Hay alguien más en la casa?- pregunto a la mujer apremiante. Quizá si estamos todos juntos con los niños consigamos frenar una tragedia, pero no estoy nada convencida de ello y salir del lugar parece que ya es inútil.

Os llega olor a algo quemandose y eso os alarma. El pánico se apodera de los presentes y la matrona, cogiendo a la niña en brazos empieza a dar gritos.

-¡Il nonno! ¡Il nonno!-

Y se dirige a un cuarto cercano, donde ves una escalera de piedra y peldaños remachados en oscura madera.

La mujer opta por quitarme a la niña de los brazos, lo cuál supongo que es mejor puesto que así estará más tranquila dado que a mí no me conocen de nada.
-Que Dios nos proteja...- admito para mí misma por lo bajo, asegurándome de que el pequeño sigue a la matrona para después hacerlo yo misma.

-No entiendo lo que dice señora... ¿Quiere que bajemos al sótano?- pregunto algo aturdida mirando las escaleras con las que nos topamos.
-No creo que sirva de mucho si van a incendiar la casa, quizá si salimos pacíficamente no nos hagan daño- no estoy para nada convencida de ello pero me conformaría con que dejaran tranquilos a los niños, las opciones parecen haberse agotado rápidamente.

El cómico se encoge de hombros cuando la multitud, literalmente, pasa de él.

-Otra gran representación de Luis Osorio -le susurra a Kamal-; supongo que ya es tarde para hacerme rabbí como quería mi padre. Aunque creo que me iría mejor, aun con toda la inquisición pisándome los talones. No hay hoguera peor que ésta, creedme.

Cuando el andaluz pasa y empuja a su amigo sarraceno, Osorio no puede evitar dirigirle una mirada teñida de estupefacción y cólera a partes iguales. Sólo tras un recitado interior de ciertas partes de la cábala consigue calmarse. Bien, busquemos al pelirrojo que vi antes... pero no con los ojos...

Me quedo mirando a la casa, con el ceño fruncido, frustrado por no poder seguir al famoso navarro y le susurro de vuelta al judío.

Sólo espero que Patricia haya podido salir a tiempo.

Lo veo concentrarse y miro alrededor, haciendo lo mismo en busca de algo más que lo que puedo ver con los ojos, suponiendo que Luis debe estar haciendo lo mismo.

Sube freneticamente por las escaleras, y cuando entra en un cuarto y ves a un anciano dormitando que "Il nonno" debe significar algo como "padre" o "abuelo" en su idioma. La mujer intenta despertarlo y enderezarlo, pero el viejo hombre no parece responderle.

Ha soltado la niña que sigue lloriqueando a su lado. El niño anda dando voces por la parte de abajo.

El humo empieza a levantarse poco a poco y notas el olor a quemado que se pega a todo como si fuera la lepra. Temes que empiece a notarse una humareda y no os deje respirar.