Partida Rol por web

Orosia se tapa la cabeza y los hombros con una andrajosa manta. La lluvia empapa sus piernas y alpargatas, de las que caen espesas gotas de agua sucia. Con una mueca de irascibilidad, aprieta las mandíbulas mientras trata de mantenerse seca.

Cabizbaja, evita las miradas del gentío, pues nunca estimó la compañía de multitudes, y menos acostumbraba a los agasajos y atenciones de nadie. Todo este viaje ha sido una sucesión de incómodas situaciones. De vez en cuando se toca el cuello, estremeciéndose ante el recuerdo del Buitre tratando de aferrarse con violencia, como poseído por un mal ignoto.

Orosia se dirige a Tancredo con voz entrecortada por su evidente incomodidad.

Valeroso señor,  sabed que non soy ducha en palabras ni en plática y que las grandilocuencias de palacio me son poco gratas. Non quisiera agraviar al señor conde con impertinencias ni farfullar frente a nobles gentes, que bastante me escupían ya los niños y me daban de pedradas para acabar cayendo en mofas de los hombres de palacio. Pido pues, señor, que interceda por mí de palabra todo cuanto sea posible y faceré yo cuanto esté en mis manos por añadir lo poco que pueda aportar.

Los empellones y los tirones preguntando por los salutadores antojarónse incómodos para la joven Amelia. Ella deseaba partir presta al castillo, al menos según la rapidez que sus pies fueran capaces de darle. Contaba con un jumento más no era montura digna para presentarse ante el Conde.

-No sé de qué salutadores hablan vuesas mercedes, disculpadme-. Decía más parecía no ser suficiente.

-Voy a pedir justicia por Vermudo-. Decía a otros intentando hacerles ver que estaban todos juntos en aquello.

El castillo se vuelve rojo cuando la piedra se humedece. Con la lluvia, parece que el invierno regresa. El portón está abierto y una guarda os deja pasar con un saludo, mientras otro corre a la torre a anunciar la llegada. Otro hombre, de figura rechoncha se cubre con la capucha y se emboza con la capa, nada más entráis en el patio, y se dirige apresurado hacía el umbral que acabáis de atravesar.. Debido a la lluvia, nadie más hay fuera, salvo algún vigía haciendo la ronda en la muralla. 
 

- ¡En el castillo!

- ¡Dice Tegidria que el señor conde mandólos llamar!

Al parecer las gentes de Ucero ya se han percatado de donde fueron a parar los salutadores. 

Diríase que teme ser reconocido, pues no es de buenas gentes el andar escondiendo la faz de forma tan misteriosa.

Tras susurrar a Tancredo, Orosia mira descaradamente al hombre, y aprieta las sienes tratando de escudriñar algo que esclarezca la identidad del encapuchado.

Llegados al castillo bajo me del jamelgo et se lo doy a uno de los guardas para que lo lleve al establo. Después de haber anunciado la nuestra venida a los guardias para garantizarnos el acceso.-Buenos días. Se presentan al castillo den Tancredo de Fuenfría et Arturo Pelaez acompañados de la dama Orosia. Solicitamos audiencia con el conde, señor de aquestas tierras.

Una vez pasado el control de la entrada nos encontramos con una figura encapuchada , yo mismo llevo lacapucha puesta con la intención de protegerme de aquesta lluvia. Espero no sea el Buitre, aunque tanto da. La palabra de don Tancredo et la mía debe pesar más para el conde que la suya....mas nunca se sabe.

El Señor nos pone a prueba con esta lluvia, pienso mientras ascendemos hacia el castillo. Alabado sea, cuanto mayor el trabajo, mayor su gloria.

Una figura nos trata de evitar cuando entramos en el patio. El Buitre no es, deduzco, porque el Buitre no es rechoncho... y no tiene las dos manos. Aguzo mi mirada para intentar deducir quién pueda ser la figura.

Mientras desmonto del caballo y ayudo a Orosia a desmontar, añado en mi cabeza esta figura escurridiza a los muchos misterios que rodean este señorío, donde parece haber más intereses de los puediera uno en principio sospechar.

Tegidria te coge por el brazo y susurra al oído.
—Amelia, fija mía... fízome prometer  el Conde que avisaría cuando tornases, e así lo fize, teniendo encendida la chimenea toda la noche, como mandó. Por seguro sabe que vais.. e te espera...
 

UnLa muchedumbre empieza a moverse hacía el castillo en cuanto los caballeros parten. La lluvia sigue siendo suave, pero, en el cielo no hay nubes sino tinieblas. Cuando algún indeciso se queda mirando a las gentes, es interpelado hasta que se une.  El pocero se une, pero tanto el posadero Tomás, como, Recaredo, el herrero, se han resistido a dejar el pueblo, según comentan las gentes que os siguen. 
Cruzáis el puente y veis el castillo a lo alto, la piedra mojada se vuelve roja. Comenzáis a subir la cuesta hacía el torreón de entrada, con todo el pueblo de Ucero detrás vuestro marchando en silencio, solamente roto por toses, y ruido de ruedas de las carretillas en las que llevan enfermos.

Editado: No se ve a nadie en el castillo... Tan sólo la pequeña silueta de un hombre a los pies de la muralla.
 

Aquello era incómodo, se sentía como un falso profeta, pues tras sus pies numerosas personas parecían seguirles et esperar que ficiera algo por ellos. El sol golpeaba de frente a la comitiva, algo parecía vislumbrarse en la lejanía pero Amelia no alcanzaba a distinguir qué era:

-¿Perdonen, alguna de vuesas mercedes otea algo? Paréceme que no hay nadie en aqueste castillo. ¿Hemos llegado a tiempo?

No consigues reconocer quien es el hombre embozado, pero no habéis visto corpulencias así en las gentes de Ucero o los hombres del conde.

Antes de que hayáis desmontado, otra figura sale de la Torre de Homenaje, seguida por otra. El Conde y “El Quebrantahuesos” se plantan delante vuestro con rapidez, y don Gregorio estudia la situación, y hace un gesto descarado de mirar la cara de Orosia, antes de que descabalgue. -¡¿E Amelia?! ¿Dónde para?- Exclama con estupor  -Disculpen vuesas mercedes mi impaciencia, más he de ver a aquesta doncella sin demora. Grandes fueron mis desvelos, des que el Buitre tornó malferido ayer, e si non fuere avisado por Tegidria que ella... que vuesas mercedes fuesseis de regreso a salvo anoche, por Dios, que al bosque habría marchado a buscarla.. buscaros.
—¡Vosotros! - grita mirando detrás vuestro. De uno de los torreones han salido los vascones. -¡Fazed algo de provecho! ¡Guardad las monturas de aquestos caballeros!- Los vascones parecen dudar, hasta que el bajito, asiente y se acercan a coger los bocados para llevarlos a las cuadras. -Non ¡Llevadlos a abrevar primero!- El Conde parece enfadado. -Inútiles e cobardes, non querían andar al bosque anoche. Apostaría mis barbas que aquestos vascones non han fecho cacería alguna en sus vidas..- va diciendo mientras os conduce a la Torre de Homenaje. 

—Mi señor, voy a ver que los vascones fazen aquello que mandóseles...- dice el Quebrantahuesos de repente, y se da la vuelta para ir a las cuadras. 
Dentro de la Torre del Homenaje, varias criadas, se afanan a avivar un fuego y a preparar sopa en un caldero. Cortando trozos de uno de los jamones que se curan colgados del techo. Sobre un jergón de paja en una esquina, en las sombras, ronca Godesteo.
-El Buitre duerme ahora arriba, aquestos dos salutadores veláronle toda la noche, primero Godesteo...- Dice señalando a la marmota, -... e ayna es Froilán.. Más decidme cuánto aconteció en los bosques ayer.. e dónde está Amelia.
 

El camino al castillo era más lento entre la multitud, esperaba que fuésemos capaces de llegar antes de que comenzara a llover con la fuerza que las nubes prometían. Por el camino los aldeanos nos comentaban los rumores, decían que el pueblo había quedado desierto, tan desierto como de lejos parecía el castillo.

Mire fijamente al castillo cuando Amelia nos interpelo.

- Aparte de una silueta en la muralla, el castillo parece demasiado tranquilo - me giro hacia alguno de los aldeanos que nos rodean y les pregunto - ¿es normal esta calma? -

¿Amelia? Non se ¿por qué tanto interés en ella?-Pregunto al conde un tanto escamado. He bajado del jamelgo, pero no dejo que se lo lleven. Todo aquesto me da mala espina et non me fío de lo que aquí ha de acaecer.

Señor conde, cuando llegamos a la casa del curandero encontramos a aqueste muerto et descabezado. Non se quién le desearía tal mal, pero claro está que fué hecho por manos humanas. A la vuelta atacarannos los lobos, más por arte de magia dejaronnos en paz. Al final volvímos do la Tregidia et pasamos la noche, mas un hombre yace en la cama enfermo et con heridas. El padre de Flora, si tenéis a alguien que pueda fazer algo para curarlo yo Arturo Pelaez, hijo del Vizconde Julian Peláez os estaré gratamente agradecido-Non gustaba de usar el título de mi padre....entre otras cosas porque me desheredó, pero seguía recibiendo dineros de ellos para mantenerme(aunque excasos a mi punto de vista) Pero a veces, principalmente entre nobles, su nombre ayudaba.

Debéis saber que en aquestas tierras hay una cueva que dicen es la causa del mal, pido permiso a vos para ir a investigarla et que pare las procesiones hasta que volvamos. Si van al bosque será una carnicería. Pido que pare esta locura.-Non tenía más que añadir. Miré a Tancredo et Orosia por si querían añadir algo más et callé que Amelia venía de camino. Non parecíame que debiera ser dicho et non estaba seguro de que ella debiera venir al castillo. Esperaba salir rápido et advertirla a la vuelta.

Orosia permanece en silencio, carcomida por la ira al conocer que el Buitre vive y que habrá, seguramente, contado alguna mentira para ocultar su fechoría. Mantiene su mirada baja, mirando la espalda de Tancredo, aguardando a que él tomase la iniciativa de contar la batalla acontecida en el bosque.

La extraña actitud de los vascones y del llamado Qubrantahuesos -por no mencionar la del propio conde- me reafirman en mi desconfianza y sospechas. ¿Está el quebrantahuesos intentando evitarnos o va a planear algo contra nosotros con los vascones? Creo que es el momento de meter la nariz donde no nos corresponde, aunque intentando guardar las formas.

- Amable Orosia, dado que no tengo aquí a mi escudero, ¿serías tan amable tú de acompañar al Qubrantahuesos y asegurarte de que mi caballo recibe el cuidado que merece? Muchas gracias.

Una vez en la torre, después de que hable Arturo (quizás ya ha vuelto Orosia para entonces, en caso de que haya ido a los establos), me dirijo con la expresión más seria que puedo al conde:

- Mi señor Gregorio, como amo de estas tierras que sois, a vos corresponde hacer justicia. Y justicia es lo que demanda esta situación. Justicia por el vil asesinato de Vermudo, justicia por la violencia que se le ha hecho al padre de Flora y justicia para mi propia persona y la de Orosia, que ayer fuimos atacados en lo profundo del bosque, con gran riesgo de nuestras vidas. Y si en los casos de Vermudo y el padre de Flora no podemos saber quién sea el ofensor, la persona que nos atacó a nosotros yace en esta misma torre, en el piso de arriba, con una mano menos de las que tenía cuando salió de aquí ayer. Por tanto, exijo saber por qué un hombre a vuestro servicio intentó matarme y exijo una satisfacción. Espero, también, que interrogando a ese malnacido descubramos además quién es responsable del homicidio de Vermudo y de la agresión al padre de Flora.

Dicho esto, guardo silencio, atento a cómo reacciona el noble señor a las nuevas (¿pero son verdaderamente nuevas?) que Arturo y yo hemos desvelado.