Partida Rol por web

Estar entre los vascones y el Quebrantahuesos no me inspira la mayor confianza pues quién sabe de qué son capaces. La situación es tensa para mí y, afortunadamente, el Quebrantahuesos rompe el silencio animándonos a resguardarnos.

Miro a Nuño, buscando su complicidad, antes de encaminarnos tras el hombre hacia la torre.

Parece que eran los cazadores de lobos los que estaban en el establo, más no me acerque lo suficiente para verlos. ¿Habría alguien más dentro?. Intente mirar disimuladamente dentro de las cuadras a ver si veia algo.

No me gusto la sonrisa del Quebrantahuesos, y casi no pude evitar estremecerme cuando menciono gente perdiendo manos, seguro que se referia al buitre, pero ¿con que intención lo decía?.

- ¿Et sabedes en que direccion fue el monje?- le pregunto intentando mantener una conversación casual - andaban buscandolo los aldeanos et non lo vimos cuando subiamos al castillo -

Asentí ante el gesto de Zacarias siguiendole hacia la torre pero sin perder de vista a los vascones, tenia curiosidad por ver que hacían.

Quedeme sorprendido ante las declaraciones del conde, mas nada disje et esperé acontecimientos con la mano en la empuñadura de la espada por si hubiese que desenvainar.

-¡Parad! ¡Quietos os digo! ¡¡PARA, FERNANDO!!.. - La voz de Gregorio retumba en la torre, señalando al Buitre y revelando su nombre. - Padre desdichado soy, e Conde que esparce su infortunio entre sus xentes, más a mi pesar,todavía he de esser yo quien faga la ley en aquestas tierras. Aqueste omne, que antes fuera mi amigo, reposará en aquesta torre todo el día: Bajo mi custodia, más también bajo mi protección. Necesito cavilar que ocurrió e non decidiré hasta mañana..

El Buitre se queda quieto aturdido mirando al Conde y se recuesta en la cama, como si le fallaran las fuerzas.

Los vascones echan mano a las armas y miran al Quebrantahuesos, pero este les hace un casi imperceptible gesto negativo con la cabeza, y las dejan. Uno escupe al suelo.

-E como queréis que yo lo sepa.¡ Vosotros llegastéis por donde el marchó! Igual non quería ver a los aldeanos o a vosotros- Responde con burla.

En cuanto el conde toma la palabra, le hago un gesto a Tiago para que se aparte del buitre.

- Tiago, ya has oído al señor del castillo y de las tierras. Con su palabra nos conformaremos, pues sé que no la empeñará de balde. Y puesto que hay asuntos familiares que deseará tratar en privado, lo mejor será que nos vayamos a ver dónde se han quedado nuestros compañeros Nuño y Zacarías, pues temo que algo les haya pasado a los salutadores.

Dicho esto, me giro hacia Gregorio:

- Señor, os ruego que me hagáis llamar cuando queráis conocer mi versión de los hechos. Además, os quedaría muy agradecido si me concedierais una audiencia, pues hay cuestiones de mi servicio al obispo que todavía deberíamos tratar.

Antes de salir, me paro ante la puerta, miro a Arturo y a Orosia y les pregunto:

- Señor Arturo, amiga Orosia, ¿nos acompañáis o aguardaréis a Amelia y al conde?

Orosia frunce el ceño con una fugaz mirada al Buitre para, seguidamente, arrimarse a la vera del caballero sin mediar palabra.

Los vascones son de pronto rapido, ya demostraronlo el otro dia en la aldea, más no les hemos dado motivos para que quieran atacarnos ahora. Suerte que el quebrantahuesos los controla, no estoy seguro que pudieramos enfrentarlos. Después de esto no estoy seguro de lo que nos encontraremos en el castillo, esperemos que el resto del grupo no este en problemas. 

Seguimos al hombre del conde pero aun desconfiando, no quiero encontrarme sorpresas por el camino.

Amelia permaneció quieta, confiaba en quedarse a solas para poder hablar libremente. Para contarle a aquel extraño que se había manifestado como su padre la historia de su vida y sólo tal vez así, podría ayudarla... O repudiarla definitivamente.

Sus manos temblaron fruto del nerviosismo.

Veo en Nuño la misma desconfianza que yo siento. Mejor será averiguar donde están nuestros compañeros y marchar rápido. No me gusta este lugar.

Seguimos al Quebrantahuesos hasta la torre.

Estoy con vos don Tancredo, tenemos cosas que fazer si queremos que todo vuelva a la normalidad en aqueste pueblo.-Miro al conde como pidiendo permiso, pero importame poco lo que me diga-con vuestro permiso seño.et desjo la habitación sin dar la espalda al buitre por lo que pudiera pasar. Una vez fuera me giro et voy a buscar el mio caballo.

Seguís al Quebrantahuesos dentro de la Torre del Homenaje. Toda la planta baja está ocupada por la cocina, cuyos fuegos alumbran la estancia y la calientan. El fuego está desatendido por las criadas, que se agolpan en un extremo. En la esquina opuesta, sobre un jergón de paja, duerme Godesteo el Saludable, con placidez. En silencio, solo roto por los los ronquidos del salutador, los criados rodean las escaleras. Y cuando uno de ellos comienzan a decir algo, los demás le chitan. Al ver al Quebrantahuesos se apartan, enpujándose y dejan paso libre. El soldado se lanza planta arriba. -Unai! llegas oportuno.- Ois mientras subis tras él por la escalera de caracol. 
Arriba en la planta están todos vuestros compañeros, a un lado de la estancia, y El Buitre, está sentado en paños menores sobre un camastro. El Conde coge a Amelia por la mano en el centro. 
 

-¡Juan! Llegas oportuno.- Dice de repente el Conde, al ver aparecer el cráneo de su segundo lacayo. -Dice el caballero de Santiago y la cazadora, que nuestro compañero de armas perdió la razón e atacoles en el bosque ... Mas juróme Fernando, que non recuerda nada. 
¿Podéis creerlo? Decidme que pensáis, por Dios.
 

...

- Non se, don Gregorio. Fa días que el Buitre evitaba la palabra e escondíase en el torreón del este...

-Entiendo, caballero. Queden vuesas mercedes en mi castillo hasta que escampe, e por favor sean mis invitados para comer. Don Tancredo, podremos departir sobre lo que monseñor le fizo cargo entonces. Solo pido que salgan de aquesta estancia para que aqueste omne repose... o confiese .  

El Conde coge entonces por la mano a Amelia. 
-Fija mía, conceded la gracia de tu compañía a aqueste viejo, e subamos a mis aposentos, ca ambos habemos de contarnos nuestras vidas. 
-¡Juan! ¿Dónde para el otro conjurador, el gordo que lo veló desde medianoche? Mandadlo llamar. E después guardad al Buitre e non le quitéis los ojos de encima. 
Mirando a Zacarías y Nuño. -¿Han vuesas mercedes algo más que decir?
 

-Partió del castillo sin decir nada, mi señor...