Partida Rol por web

Siempre me pregunte porque no me dejo después de pagar mi precio, el primer polvo tras su recuperación fue glorioso, pero creia que haría como el resto de mujeres que he cobrado de esa manera, mirada de desprecio y no vuelvas más, claro a no ser que vuelva a recibir un mordisco de algo venenoso o la herida de bala o de machete de alguien desconsiderado con el cuerpo femenino, entonces volvian rogando.

Ella me llevo a su casa, se que no es precisamente fiel a mi persona, joder a veces tengo que esperar mi turno, cuando le ha entrado alguien por el ojo, o más bien por el coño. Pero tampoco yo soy un santo y a pesar de eso ella sigue conmigo. Quisiera pensar que es porque le doy alguna ventaja frente al resto, pero demonios soy un maldito matasanos, no debería estar conmigo acerco la mala suelte y aún asi soy su hombre por mucho que nos acostemos con lo que pillemos. Es amable, comprensiva, a la vez altanera y extraña. Es como mascar un cubito de hielo para quitarte la sed, que esperas a que se te desahaga en la boca para alcanzar unas pocas gotas de agua, pero cada gota la disfrutas . A veces le he preguntado porque no se va, porque no me echa a patadas, sobretodo cuando bebo demasiado, sonrie y dice:-Eres mi angel, sería estupido alejar de mi a alguien asi...- No quiero comprender el significado de esa frase a medias...

En cuanto a su cocina, hace maravillas con los insectos gigantes, no se tienen sabor a pollo, bueno todo tiene sabor a pollo con la suficiente hambre, pero ella consigue que me lo coma con gusto, además las verduras del huerto comunal a pesar de ese ligero sabor agrio por culpa de regarlas con agua no completamente limpia se convierten en manjares codiciados para alejarse de la dieta de ciempies a la brasa.

Eran cinco. No. Tal vez siete. Todos ellos barbudos y sudorosos. Llevaban trozos de tubería envueltos en cuero a los que habían soldado cadenas en alguna fragua sórdida. Bailaban en el otro extremo de éstas, bolas de metal del tamaño de puños. Bolas a las que se habían unido con la fuerza de resina y pegamento clavos y cristales. Parecían un ejercito de la Edad Media cubiertos de óxido y podredumbre. No hablaban. Solo gemían. Con un aliento conquistado por el olor del mejunje. En la cima de las torres de sus antorchas, las banderas rojas del fuego se agitaban mecidas por un viento del norte. Un aire fuerte que parecia empujarles como si fueran espantapájaros. Una ventisca impulsora que nacía en los acantilados de la graganta de aquella mujer: Umbral.

TURNO DE JONES

HUMO

FUEGO

UN MENSAJE

¿Por qué vienen estos tios a por ti? ¿A quien has jodido esta vez follamentes?

Muestra uno de tus poderes. Dime de lo que eres capaz

Sabía que tarde o temprano vendrían a por mi, pero no esperaba que fuese tan pronto. Están cabreados, muy cabreados, y sólo van a encontrar satisfacción cuando deje de respirar y me saquen las tripas para asegurarse que estoy muerto. Lo siento por ellos, pero no tengo intención de morir.

Los sujetos como yo no somos muy sociables que digamos. Sólo suele haber dos tipos de personas que se atreven a dirigirme la palabra, los que buscan desesperadamente algo que les pueda ofrecer a cambio de un precio -es lo que me gusta llamar “ayuda psíquica”, aunque el capullo de Antro se cachondee del término- y los que son precisamente del perfil de este último: bocazas que no paran de hablar con todo lo que se mueve y le hacen ascos a muy pocas cosas en esta cloaca ardiente.

Supongo que todo se ha acelerado después de lo que pasó hace pocos días mientras buscaba algo de comida en las cercanías del poblado. Mis ojos se pusieron en blanco, me oriné encima y después de varios minutos me desperté carcajeándome a gritos. Evidentemente algunos me vieron, y poco después me enteré que, justo en el momento de mi trance, tres peones a los órdenes de Umbral dejaron repentinamente de extraer gasolina, se encaramaron a unas rocas próximas y saltaron al vacío empalándose en los hierros oxidados.

Observo el fuego de sus antorchas, huelo su sed de sangre, y realmente no les culpo. Seguramente yo también estaría acojonado. Nadie quiere al hombre del saco en el armario. La cuestión es ¿Cómo salgo de esta? Lo que mejor sabe hacer un monstruo es asustar, así que la lógica es aplastante.

Les esperaré, me dejaré ver, y cuando se acerquen murmuraré en sus cabezas. Sentirán mi voz mordiendo su cerebro, y haré que sus ojos vean un pase privado especial. Una mancha negra se extenderá bajo mis pies, se arrastrará por la tierra y saltará de uno a otro de ellos, escurriéndose por sus fosas nasales y cambiándoles su rostro por el mío.

Quizás consiga asustarles, o con un poco de suerte algo mejor aún, que se maten entre ellos pensando que me he metido en sus cuerpos. 

TURNO PARA PHOENIX

Un papel aterrizó en la superficie del planeta de la mesa. Botó un par de veces antes de quedarse completamente quieto.

Hay un nombre escrito ahí. Sus ojos señalaron la bola arrugada Quiero que mates a ese hombre y quiero que luego te largues de aquí.

Situacion: Umbral está en La Bolera. Ha venido con dos de sus matones: UNO y DOS. Son dos hermanos o eso dice la gente. Hay más seguidores de Umbral fuera. Esperan con sus antorchas. Se les escucha respirar.

Hola cabrón

Hola hijodeputa

No lo abras todavía dijo ella Antes dime ¿Harás lo que te pido? ¿Te ocuparás de ese tio?

No me había hecho ninguna gracia que Umbral y algunos de esos subnormales que tenía contratados se hubieran plantado allí, con su par de huevos, y encima con ese tono. Me joden muchas cosas, soy uno de esos tipos con culo inquieto, pero que vengan a mi casa y me vengan con exigencias es que me pone de los nervios. Y encima tenía que venir con esos dos, que parecía que acababan de evolucionar del cerdo hacía pocos días.

- Verás Umbral, cariño - le respondo mientras apoyo los pies en la mesa de madera vieja que hace las veces de escritorio, mesa para comer, e incluso a veces de mesa de operaciones de emergencia - Sabes que soy un tío con los cojones bien puestos, y si me dijeras de conducir hasta el fin del mundo, lo haría y por un precio. Pero no soy de esos tipos que mata a ciegas.

Ya es la segunda vez que planto cara a Umbral, y empiezo a sentir como si caminara por el filo de un cuchillo. Un cuchillo oxidado y sucio, por donde caminar es tan peligroso como dejarse caer. Si esa zorra había mantenido el liderazgo tanto tiempo, era por algo.

- ¿Quieres que mate a alguien? No soy un cazador, pero dime primero quién es y podría hacer una excepción por un buen precio - digo, mirando a los ojos a esa perra salida del mismísimo infierno - Y quiero saber a qué viene lo de largarme de aquí. ¿Te has cansado de mí, guapa? Sabes que no vas a encontrar un conductor mejor que yo en mil putos kilómetros a la redonda.

Ja Ja Aparecieron asomados a las ventanas de su sonrisa unos cuantos dientes.

Dime ¿Acaso no sueñas por las noches? Umbral se inclinó ligeramente sobre Phoenix. Debía ser una señal. Una contraseña acordada pues los dos matones se volcaron sobre el conductor. Lo sujetaron con fuerza hasta que quedó inmovil. Entonces ella se precipitó para agarrar su mano derecha.

¿No lo escuchas? Umbral apretaba la mano de Phoenix mientars que aquella sonrisa seguia plantada en su cara. Era ese tipo de sonrisas de quien sabe algo.

En la voragine. ¿No lo oyes?

Oigo gritos allí. Alguien grita tu puto nombre.

Cariño, alguien te reclama lo que es suyo

¿Le debes algo a alguien?

Antes de que te des cuenta, Umbral se ha largado. Esa hijadeputa se ha pirado con esos dos cabrones. La bola de papel sigue allí. Plantada e inmovil. Como si fuera ajena a lo que acababa de suceder. Fuera sus seguidores la reciben con aullidos y gritos. Solo te queda escuchar su voz atravesando el tiempo.

Antes de antes
Y antes de eso.
Yo era informe como el agua
Era hermana de la muerte
Y hermana del gusano

Yo antes de todo
Era sorda pero
Sentia el latido bajo mi carne
Veo las estrellas en la voragine
Veo la lluvia sobre la cupula

Yo os guiaré entre los mensajes del invierno
Del rocio y las silabas del viento
Porque antes que fuera engendrada
Las helices de la voragine vertieron
Sus mareas sobre mi.

Yo era y ahora soy
Nacida del dolor y la carne
Hasta el final de mi suspiro
Haré que todos se inclinen en el altar de vuestra fe
Que besen las cruces de vuestro dolor.

Y he aquí mi augurio:

HE VISTO EL CREPUSCULO DEL MAL ENROSCADO EN UNA MANO.

FIN DEL PROLOGO