Partida Rol por web

Al día siguiente se levantaron a la hora habitual, encontraron que Glenda Norm ya les había dejado preparado el desayuno y tenían una gran jarra de zumo sobre la mesa, unas cuantas tortitas y otra jarra con café. Además de un bote de mermelada casera, mantequilla y las tazas y cubiertos necesarios. Glenda justo salía por la puerta cuando los agentes bajaban de las habitaciones y se despidió de ellos con un movimiento de cabeza.

No sabían si aquel día resultaría productivo debido a las muchas dudas que tenían sobre el siguiente paso a dar, pero al menos lo comenzarían con un buen desayuno para llenarse de energía.

Peter, totalmente despierto y lleno de energía, tras haber realizado sus ejercicios matinales, baja a la sala a desayunar, sonriente. El espléndido desayuno le hace sonreír aún más, aunque como sigan sobrealimentándoles así, va a tener que hacer algo más que salir a correr cada noche unos cuantos kilometros. Se sienta, se sirve zumo, coge un par de tortitas y se pone una buena taza de café solo. Sólo ese olor tan característico le despierta ya de por sí mismo. Espera a que bajen los demás, para ver cuales serán los planes de hoy.

Salina se despertó lentamente, observando tranquilamente la ventana mientras intentaba poner en orden sus pensamientos. Al ver a la señora Norm salir de la casa, se levantó con un respingo, y se vistió con lo primero que cogió del armario, aunque intentando elegir ropa que no desentonara. Rezando para no tener el pelo demasiado desastroso, se dirigió a la cocina a toda prisa, terminando de abrocharse los zapatos, y engulló la media tortira que Peter se había preparado.

-¡Lo ziento, quiego ver qué van a aceg allí! - Cogió la jarra de zumo y bebió un largo trago para que la tortita bajase por su faringe y poder hablar - Acabo de darme cuenta de que casi todo el pueblo va a estar en ese...oficio del párroco. No sabemos qué le ha pasado, pero podré enterarme de algo. Vosotros deberíais ir a hablar con la sheriff y ver si hay alguna novedad. Ya que ha dicho que se tiene que quedar con nosotros, estaría feo no aparecer por allí y hacerla quedar mal, ¿verdad?

Se abrochó un botón que se le había olvidado de la blusa, y suspiró al ver el estado en el que se encontraba su pelo. 

Por suerte llevo siempre un coletero en el bolsillo, espero poder hacer algo decente con el pelo.

Se despidió con un cabeceo, y salió de la cocina con tanta prisa como con la que había entrado. 

Sullivan se había despertado con ánimos repuestos, esperando a que el equipo que había pedido llegase pronto. Tomo una ducha, se seco, y se vistió de forma pulcra, con un traje purpura oscuro, de aspecto sobrio, y una camisa violeta, y una corbata del mismo color que el traje. Cogió sus documentos, y sus gafas oscuras, y luego bajo a desayunar.

Saludo a sus compañeros, y vio a la muy apurada Salina salir, apenas dándose tiempo de comer. La miró extrañado, pero de buena manera, dejando escapar una ligera risa.

- Jeje, esta chica morirá joven si sigue viviendo tan apurada... Bueno, si eso pasa, yo personalmente lo atenderé - Se quedo pensativo unos segundos, habiendo tomado sus propias palabras un tanto en serio, analizando la posible causa de muerte de la chica. Negó con la cabeza, para despejar sus ideas, y volver al trabajo.

- Por mi parte, creo que tomaré las palabras de Selina, iré a hablar con la Sheriff, si todo el pueblo es tan racista como el lunático de ayer, dudo que mi presencia sea agradable en el servicio de esos hombres. ¿Me acompañas, Peter? - Dijó, mientras le daba un ultimo sorbo a su taza de café.

-Yo también creo que es importante ir al oficio- dijo mientras en sus manos bailaba un vaso de zumo que no terminaba de llevarse a la boca.- Mucha gente irá allí, y sinceramente, tengo curiosidad. Sullivan, si Johnson está de acuerdo puede ir contigo a hablar con la sheriff mientras esperan los resultados de los análisis.

Hasta que no colcuyeran de analizar las pruebas no había nada sólido en el caso.

-La agente Sparks y yo iremos al servicio. No sé si averiguaremos algo, pero vale la pena intentarlo.

Peter se quedó mirando la salida precipitada de Salina, sin darle tiempo a decir nada. Entonces llega el resto del equipo, interrumpiendo el momento de tranquilidad del desayuno. Empezaba a recordar las diferencias de la ciudad con el pueblo donde se había críado...

-Claro, Doc, le acompaño- responde con calma el joven. Aunque su primera intención, desde anoche, era ir al oficio, más por respeto que otra cosa (Peter había sido muy bien educado por su madre y su abuela al respecto), no dice nada al respecto al ver que tanto Salina como el jefe quieren ir. Reza por dentro porque no la líen, la gente de ciudad siempre acaba llamando demasiado la atención. Tiene sus dudas de que puedan averiguar nada en un velatorio con el aspecto y las maneras que tienen de fuera, pero quien es él para impedirselo?

-Cuando quiera nos vamos- le indica a Jules, mientras se sirve otra tortita, dado que Salina se había llevado la suya.

- Marchemos entonces - Se puso de píe, habiendo vaciado ya la taza de café. Se arregló el traje, y la corbata, caminando luego hacía la salida. Palpo los bolsillos de la chaqueta, comprobando que traía todo lo que necesitaba consigo. 

Salió de la residencial, poniéndose también las gafas oscuras, ante de subir al vehículo en el asiento del piloto, esperando luego a Peter para partir.

Dwight tuvo que apurarse para poder alcanzar a Salina. La chica había salido a toda velocidad tras prepararse a la velocidad del rayo y desayunar a toda prisa para no llegar tarde al oficio que decían que iba a celebrarse. Pese a la preocupación que la joven tenía por haber arreglado su pelo a marchas forzadas lo cierto era que no estaba tan mal como ella suponía.

Mucha gente se congregaba alrededor de la iglesia de Ashville. Entre estas personas estaban algunos de los interrogados el día anterior por el grupo, a excepción evidente del viejo Hill. Rápidamente encontraron a Fred y gracias a él y a lo que sacaron haciendo unas cuantas preguntas por los alrededores no les costó mucho informarse sobre el finado.

Se trataba de Arthur Benson, el párroco de Ashville. Era un hombre maduro, de cincuenta y ocho años, con el pelo gris y bigote, como pudieron comprobar después al ver la capilla ardiente. Llevaba en Ashville desde los veinte años, cuando se trasladó desde Los Ángeles, buscando una especie de retiro espiritual alejándose de la locura que suponía la gran ciudad.

Siembre había sido un personaje respetado en la comunidad, ya que se recuerda con cuanto cariño cuidó del anterior párroco en sus últimos meses. Al cumplir los 27 años, y tras llevar ya varios al frente de la comunidad religiosa, se casó con Mary Wright, a la que conocía desde su llegada, y pronto tuvieron descendencia: un hijo llamado Terence al que criaron en la religión con gran alegría. Con el tiempo tuvieron dos hijos más, Phillip y Mary Jr., de 25 y 20 años respectivamente, que les salieron más rebeldes que el mayor. Todo el mundo chismorreaba que el mayor de los hermanos siempre había sido el favorito y el más beato de los hijos del párroco y eso siempre generaba comparaciones. A pesar, añadió una señora, de que ahora Terence comenzaba a desviar su vida por caminos más pecaminosos.

Fred logró decirles disimuladamente que la sheriff había estado saliendo con el tal Terence, y desde que cortaron la viuda del párroco no podía ni verla. Motivo aquel por el cual la sheriff había decidido no asistir. Además, de qué aquel era el tercer día seguido en que Mary Benson oficiaba una misa por su marido.

Una vez dentro de la iglesia el nuevo párroco sermoneaba desde el atril a sus fieles acerca de la muerte, junto a él estaba la capilla aridente y cerca se sentaban la viuda y los hijos del párroco. Para sorpresa de Salina, aquel joven del bar familiar Simpson con quien había intentado hablar y que tan borracho estaba no era otro que el tal Terence.

Al ir en coche, tardaron un par de minutos en llegar a la comisaría. Allí les atendió Joanne Baker con la misma amabilidad que les había mostrado desde que llegaron al pueblo. Estaba sola en su oficina. Ni su ayudante Fred, ni la chismosa de su secretaria Patty estaban allí. Ambos habían ido al oficio que se celebraba por la muerte reciente del párroco del pueblo, el señor Arthur Benson. Recordaban que la sheriff había preferido no ir y que se había sentido algo incomoda al hablar del tema.

Ahora estaba tranquila y más animada, y desayunaba un café y un pequeño bollo que había comprado en la tienda de comestibles de Rose. Les ofreció café y después se sentó a la mesa de su despacho.

-¿Crees que la sheriff dejó de salir con ese tal Terence cuando cambió su actitud?* - Logró susurrarle discretamente Salina a su jefe en el momento en el que no había nadie demasiado cerca - No por nada, si no porque a lo mejor ese joven puede haber hecho algo malo, ya me entiendes.

Salina sentía ganas de hablar con ese chico y poder conseguir nuevas pistas, algo que les quitara la sensación momentánea de encontrarse atascados. Decidió soportar estoicamente el sermón religioso, prestando atención incluso aunque ella no fuera muy beata, ya que podrían decir algo interesante sobre la muerte del párroco, de la cual aún no sabían el motivo.  

Al identificar al borracho maleducado como Terence, se le quitaron todas las ganas de hablar con él. Se asignó la tarea de ir a dar las condolencias a la familia en cuanto acabara el oficio, pero ignorando (de momento) al chico, al menos hasta ver si se encontraba de mejor talante. 

-Nos días Sheriff- saluda Peter, escapándosele algo de acento sureño, el mismo que se había tomado tantas molestias en el pasado de rectificar. Pasar tanto tiempo en aquel pueblo le estaba empezando a pasar factura. Sonríe y le desea un buen desayuno y se sienta aparte para dejarle algo de margen a la mujer con su primera comida del día. Se entretiene sirviendo café en dos tazas, una para él y otra para Doc.

-Con azúcar Doc?- le pregunta a su compañero forense.

- Buenos días, Sheriff - Le saludo de forma cortés, para luego tomar asiento en el escritorio, frente a ella. - Con dos, por favor, Peter - Respondió a su compañero.

- Bueno, ¿se ha sabido algo de los informes que se pidió al forense? Lo dudo, estas cosas tardan. Aunque si, lo que me importa en caso de que el asesino vuelva a atacar -Una fugaz sonrisa se asomo por su rostro- ¿Sabe si Fred trajo consigo el equipo que envié a pedir? -

Luego de ello, tomó la taza de café preparada por Peter.

-Buenos días muchachos. -Respondió la sheriff.

-Todavía no, Fred pasó por aquí esta mañana antes de ir al sepelio para decirme que había llegado a Joshua Tree sin problemas. Ahora ellos la enviarán a Palm Spring y una vez allí lo que tarden... Pueden pasar varios días tranquilamente. Ya saben que las cosas de palacio siempre van despacio... -Respondió la sheriff, aunque Jules sabía perfectamente que aquellas cosas llevaban su tiempo y más que nada preguntaba por el equipo. -Han dicho que lo solicitaran. -Joanne se encogió de hombros, ellos eran del FBI y ella una simple sheriff, poco sabía de como iban aquellas solicitudes que se perdían en los despachos de los jefes entre un montón de papeleo.

Tras cuarenta largos minutos hablando de la resurrección de Jesucristo y de como Dios nos acogía a todos en su Gloria una vez llegaba nuestra hora, el nuevo párroco dio por finalizada la misa y dejó que se fueran en paz. También dijo que por petición de la viuda esperaba que volvieran al día siguiente, lo cual daba a entender que habría un cuarto día consecutivo velando el alma del viejo párroco. Ni que fuera San Nicolás...

Peter le acerca la taza de café a su compañero mientras escucha su intercambio de palabras con la sheriff.

-Hay algo que podamos hacer para ayudarla de mientras?- le pregunta a la mujer. Ahora mismo no saben por donde tirar, todo el mundo está en el sepelio, los resultados aún tardarán y no hay nada nuevo que investigar por el momento. Así que quizás ofreciéndose a ayudar pueda crear algún lazo con la autoridad local que pueda ser beneficioso en el futuro.

- La burocracia de este país me da dolores de cabeza... Pero bueno, es de las pocas cosas que mantienen firme a la nación. Recuerdo una ocasión en la que tuvimos que resolver un caso de suicidios masivos organizado por el líder de una secta allá en Valle del Fuego, en Nevada. Los cadaveres se nos arruinaban con el calor y los buitres, y la oficina se negaba a enviarnos un camión frigorífico para transportar todos los cuerpos... Jajaja, si que tuvimos un desastre allí -Se rió, mientras se quitaba las gafas oscuras, para luego terminar su café.

- Bueno, si me preguntan, personalmente creo que estamos atascados. Dudo mucho que Hill haya sido el responsable de esas muertes, no parece el tipo de persona qué cometería un crimen así... De que es capaz, si, lo creo capaz, pero no sé... no estoy convencido de que el haya sido. La evidencia no apunta a nadie en especifico. ¿Qué es lo que estamos dejando de lado?... - Se preguntó en voz alta, fijando la mirada en el techo-

-Supongo que ni en los pueblos pequeños, ni en las ciudades grandes, nadie se libra de tener secretos y vicios. Cosas de la naturaleza humana- le dijo a su compañera en voz baja, cuando hubo terminado el sepelio- claro que en un pueblo como éste los secretos son más difíciles de esconder, y más difíciles de perdonar.

Pero por desgracia, John no había descubierto nada interesante en aquel lugar, nada que lo relacionara con los asesinatos.

-Espero que a nuestros compañeros les haya ido mejor.

Esperó a Salina antes de salir de la Iglesia, quizá ella quería hablar con alguno de los presentes. Ella era más extrovertida que él y siempre ha sabido que la mayoría de los testigos confían más en contarles sus cosas a las mujeres.

La sheriff no necesitaba mucha ayuda realmente, los demás casos que tenían eran de índole muy rutinaria: quejas de propiedad, vecinos descontentos, multas que tramitar de los visitantes del Bar Familiar Simpson y cosas de ese estilo. El doble asesinato había venido a sacudir su rutina por completo poniendo todo patas arriba, pero desde que estaban los agentes la sheriff había logrado volver un poco a la normalidad. Si es que eso era posible después de lo sucedido.

-No gracias, Peter. No hace falta que me ayudéis en esto. -Le dijo al joven con una sonrisa que duró hasta la anécdota de Jules. -¡Oh que espanto!- Exclamó la sheriff ante la visión que describía el forense. Al mismo tiempo agradecía haber terminado ya el desayuno...

-Dooc!- responde Peter algo indignado, casi había estado a punto de hacer un jeyser con el café al oír la historia macabra del forense. Su problema no es el racismo de la gente, es su falta de tacto para hablar de según que cosas delante de personas normales!

-Qué tal si salimos a dar una vuelta por el pueblo, nos pasamos por las casas de las escenas del crimen, sólo para mantenernos ocupados?- le propone éste, antes de que se le ocurra contar más historias de esas que te ponen los pelos de punta.